SEPT o síndrome de estrés postraumático o PTSD, las siglas en inglés para Post-Traumatic Stress Disorder.
El parto puede ser un evento lo suficientemente estresante como para desencadenar un trastorno de estrés postraumático (TEPT), que empezó a ser estudiado a partir de la observación de las secuelas psicológicas que presentaban algunos veteranos de la guerra del Vietnam. El parto constituye un momento de gran vulnerabilidad para la mujer, en el que a nivel cerebral hay un escenario neurobiológico y hormonal específico, preparado para la impronta y el inicio del vínculo con el bebé. Estas condiciones hacen que los eventos que transcurren durante el parto y las primeras horas del puerperio puedan quedar vívidamente grabados en la memoria consciente, tanto si son positivos como si son traumáticos.
Para orientarnos, podemos responder a las siguientes preguntas, basadas en el Cuestionario de estrés postraumático perinatal (Callahan et al, 2006):
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En la DSM-IV se acepta que cualquier parto en el que haya habido una amenaza de muerte o graves secuelas físicas para madre y/o bebé y donde la madre haya vivido la amenaza con miedo extremo, indefensión u horror puede desencadenar un trastorno de estrés postraumático. El parto traumático se ha definido como aquel en el que “hay un peligro real o amenaza vital para la madre o para su bebé” (Beck & Watson, 2008).
No es tan importante cómo haya sido el parto objetivamente sino el hecho de que durante el mismo la madre haya pensado que ella o su bebé corrían grave peligro y haya reaccionado sintiendo miedo, indefensión u horror. Como dice Beck “el trauma del parto reside en la mirada de quien lo percibe”, lo que implica que trauma es lo que a cada mujer le resulta traumático durante su experiencia de parto (Beck, C.T., 2004).
Una muestra de tal subjetividad es que este trastorno puede aparecer en mujeres con un parto aparentemente normal sin intervenciones (Thompson, 2008).
Los estudios muestran que un tema central para las mujeres que han sufrido trastorno de estrés postraumático a raíz del parto es el haber recibido unos cuidados inadecuados (Allen, 1998). A menudo, el trauma de las mujeres es el resultado de las acciones (u omisiones) de las matronas, médicos y enfermeras (Elmir, Schmied, Wilkes, & Jackson, 2010).
Sentir que no tienen ningún control durante el proceso; un trato autoritario en la toma de decisiones; sentir que sus opiniones son ignoradas; la humillación; la falta de respeto hacia estas madres como personas y el no respetar su derecho al consentimiento informado, constituyen factores comunes a una gran parte de mujeres que sufren de este síndrome. En un estudio, muchas contaban que habían sido tratadas de forma deshumanizada, irrespetuosa y descuidada. Para describir el trato recibido por los profesionales utilizaban palabras como “bárbaro”, “invasivo”, “terrible” y “degradante” (Thomson & Downe, 2008). Otras decían haber sido tratadas como “un cacho de carne” durante el parto, describiendo una falta absoluta de consideración hacia ellas como seres humanos (Beck, 2004b).
Sheila Kitzinger, antropóloga social que ha dedicado su vida a recabar experiencias de miles de mujeres alrededor del nacimiento, destaca que algunas de ellas sienten el parto como una forma de violación, ya que presentan los mismos síntomas y un lenguaje descriptivo idéntico al de las víctimas de violaciones (Kitzinger, 2006).
Revivir el parto sin poder evitarlo durante semanas o meses, sentirnos enfadadas con los que nos rodean y con el personal médico, tener un interés desmesurado por todo lo que rodea la atención al parto y el aislamiento social, son pistas que deben conducirnos lo antes posible a solicitar la ayuda de un profesional cualificado.
Sintomatología
Un parto traumático suele ir acompañado de una serie de pensamientos que incluyen recuerdos vívidos del suceso, flashbacks, pesadillas, hiperexcitabilidad e irritabilidad (Ayers, 2004; Olde, van der Hart, Kleber, & van Son, 2006), que afectan seriamente a las mujeres y a sus familiares.
Cheryl T. Beck encontró que las madres que padecen de trastorno de estrés postraumático:
1. Continuamente recuerdan y reviven el parto mediante flashbacks y pesadillas durante semanas o meses. Cualquier evento que les recuerde el parto, como pasar delante del hospital o ver a una embarazada, puede desencadenar esos recuerdos y producirles una reacción de ansiedad.
2. Se sienten desconectadas o extrañadas ante sus bebés y ausentes de la realidad, como si no estuvieran allí o no fueran las mismas. Esta disociación puede comenzar inmediatamente después del parto y algunas mujeres lo describen como "la sensación de no sentir nada", "como si todo aquello no me estuviera sucediendo a mí".
3. El trauma vivido hace que necesiten entender y hablar continuamente de lo que les sucedió y que busquen información obstétrica de forma obsesiva. Muchas madres necesitan hablar de sus partos una y otra vez y algunas se encuentran meses después del parto buscando información en Internet para entender qué les pasó.
4. Se sienten enfadadas con los profesionales, con sus familiares y consigo mismas. Presentan síntomas de ansiedad y depresión. El TEPT dificulta la relación de las madres con los profesionales sanitarios.
5. Su experiencia de la maternidad puede verse afectada. A menudo se sienten distanciadas de sus hijos. Tienen muchas dificultades para relacionarse con otras madres, no pueden evitar comparar su parto con el de las otras. El trastorno puede producir un rechazo a la sexualidad, a tener más hijos o hacer que la madre pida una cesárea en el siguiente embarazo.
Los síntomas del trastorno de estrés postraumático suelen alcanzar una intensidad máxima entre las cuatro y seis semanas tras el parto y posteriormente suelen ir disminuyendo, pero en algunos casos persisten meses o años. Un fenómeno bastante típico es la reactivación de los síntomas en el siguiente embarazo, donde puede aparecer pánico al parto o tocofobia. En este caso, la mujer desea evitar a toda costa una experiencia traumática como la anterior, lo que a veces le lleva a solicitar una anestesia general o una cesárea programada. Muchas pasan el segundo embarazo obsesionadas con el siguiente parto.
Otra ocasión característica donde se suelen reactivar los síntomas es el primer cumpleaños. Lejos de ser un alegre acontecimiento, suele tornarse en una ocasión donde en la madre se entremezclan sentimientos de culpa, ansiedad, miedo, dolor, pérdida y tristeza. Estos sentimientos en muchos casos se van intensificando conforme se acerca la fecha señalada. Algunas de estas madres no saben cómo celebrarlo, otras optan por adelantar o retrasar la fecha de celebración. Sienten el cumpleaños como una bomba de relojería: tarde o temprano aparecen las lágrimas y los sentimientos contra los que han estado luchando el resto del año.
El malestar generado por el trastorno de estrés postraumático tras el parto a menudo no se exterioriza, con lo que en la mayoría de los casos tampoco se diagnostica ni se trata. Además, su infradiagnóstico se debe al solapamiento de su sintomatología con la depresión posparto y con problemas simples de adaptación, lo que conduce a pautas de tratamiento muchas veces inadecuadas.
Epidemiología y prevalencia
Desafortunadamente, aún no disponemos de datos sobre la prevalencia de este trastorno en España. Los estudios que se vienen realizando desde hace tiempo en el extranjero señalan que afecta al 1,5%-6% de las puérperas, pudiendo presentar el trastorno incompleto hasta un 30% de las mujeres que dan a luz.
Entre los factores desencadenantes del trastorno se han señalado el alto grado de intervencionismo obstétrico y la percepción de cuidados inadecuados en el parto. El TEPT aparece con mayor frecuencia tras una cesárea urgente y también tras un parto vaginal instrumental, siendo menor la incidencia si la cesárea es programada o el parto es vaginal y no intervenido.
Los síntomas son más intensos tras un parto inducido, si la mujer siente que perdió el control durante el parto o si siente mucho dolor durante largos períodos de tiempo sin alivio alguno.
La prevalencia también es mayor en madres de bebés prematuros o gravemente enfermos tras el parto. Aquellas con trastornos de ansiedad en el embarazo o que ya han tenido otras vivencias traumáticas previas también tienen un mayor riesgo de sufrir las secuelas de un parto traumático.
Factores desencadenantes, predictivos y de riesgo
- Alta intervención en el proceso de parto (inducción, uso de fórceps, etc.)
- Nacimiento por cesárea, más si es de emergencia.
- Percepción de cuidados inadecuados por parte del personal en el parto.
- Falta de información recibida durante el proceso de parto.
- Sensación de pérdida de control durante el parto.
- Sensación prolongada de dolor.
- Problemas psicológicos previos, como depresión y/o ansiedad prenatal.
- Disociación perinatal.
- Rasgos ansiosos de personalidad.
- Falta de apoyo social.
- Apoyo emocional pobre por parte de la pareja.
- Locus de control interno, entendido como la percepción del sujeto de que los eventos ocurren principalmente como efecto de sus propias acciones.
- Baja autoeficacia percibida, entendida como la creencia en nuestra propia capacidad para llevar a buen término cualquier tarea.
- Los últimos estudios muestran además que un estilo de apego evitativo en la madre puede ser un factor de riesgo para el desarrollo de TEPT postparto, especialmente para las mujeres que han sufrido un parto instrumentalizado (Ayers, 2013).
Consecuencias del Trastorno de estrés postraumático en el posparto
- Dificultad de acercamiento al recién nacido. Pueden desarrollarse patrones de apego disfuncionales, que conducirán a una relación de apego de carácter evitativo o sobreprotector (Allen, 1998; Parfit y Ayers, 2009). Esta sobreprotección responde a la necesidad de algunas madres de resarcirse de un parto que sienten que “hicieron mal”.
- Respecto a la lactancia, parte de las mujeres abandonan la lactancia con el fin de proteger su equilibrio emocional, si bien para otras el establecimiento de la lactancia materna les supone en cierto modo una recuperación de la confianza en sí mismas y en su propio cuerpo (Beck y Watson, 2008, p. 233).
- Dificultades en la aceptación del rol materno y sentimientos de vacío: “Mis actos como madre eran mecánicos: por dentro no sentía nada” (Ayers, 2007, p. 220). Estas mujeres pueden sentir una acusada desconexión con su bebé, incluso muchas sienten que el bebé no les pertenece.
- Percepción de pérdida de apoyo sociofamiliar y problemas de pareja y sexuales.
- Aislamiento (evitan coincidir con otras madres y sus bebés).
- Miedo intenso a futuros embarazos y partos (tocofobia).
- Si bien muchas mujeres logran sentirse empoderadas durante el embarazo y parto subsecuentes, a otras les resulta más difícil aún afrontar la realidad del primero, ya que es ahora cuando realmente tienen otro parto con el que comparar (Beck y Watson, 2010, p.247).
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