Por Candy Tejera Para que el nacimiento tenga lugar de una manera dulce y amable, quienes acompañan a la madre deben procurar que la mujer se sienta tranquila, sin presiones, sin prisas, sin recriminaciones, sin amenazas. Y no hablamos sólo del personal sanitario, si no del “acompañante” propiamente dicho: la pareja, la madre, una amiga, una doula… Pero quizá a pesar de haber encontrado la “compañía ideal”, puede que sigamos teniendo en ocasiones una extraña sensación de desamparo y soledad. Y esto puede deberse a que en el fondo somos conscientes de que: ¡Parir es algo que en definitiva depende sólo de nosotras y que tenemos que hacer solas! ¡Nadie puede ponerse en nuestro pellejo en esos momentos! ¡No hay cambios como en los partidos de futbol! ¡No hay suplentes que vengan a sustituirnos si sentimos que ya no podemos más! Sin embargo
una mujer de parto nunca está sola, su bebé está con ella haciendo su parte. El parto es el momento en el que más se trabaja verdaderamente en equipo; el bebé quiere nacer y su madre quiere que nazca, los dos tienen el mismo objetivo y los dos harán todo lo posible para que el milagro tenga lugar y puedan por fin encontrarse y verse las caras. Se suele decir que se nace y se muere solo, morir no sé, pero nacer siempre lo hacemos en compañía de nuestra madre.