Reclamando: parecidos razonables
Por Candy Tejera
Un día, por la mañana, de repente lo sabe. Llegó el gran momento. Tiene que ir a consulta. No sabe qué le harán, pero seguro que es “por su bien”.
Nada más llegar, una chica en recepción le pide sus datos. Ella está dolorida pero, como puede, se los da. La chica no es muy amable. Le regaña por no haber ido antes; prácticamente la tilda de “guarra” por no haber tenido, según ella, una higiene dental adecuada. Nuestra protagonista se siente culpable. El dolor en su boca aumenta.
Le hacen pasar a consulta. El dentista no se presenta, ni siquiera le saluda. Con un gesto le “manda” sentarse en la silla. Le abre la boca a la fuerza. Ella asustada piensa que no estaría de más que la explicase lo que pretende hacer, pues en definitiva es de “su” boca de lo que se trata. El dolor es ya casi inaguantable, pero por suerte, le ponen una inyección de anestesia.
El dentista se pone a rebuscar entre su material, coge un instrumento y con un movimiento rápido le “extrae” la muela. Parece que la anestesia no había surtido efecto todavía, porque sintió toda la operación. “No ha sido para tanto” piensa. Se siente afortunada por salir de allí “rápidamente”.
Luego en su casa, cuando elimina totalmente la anestesia, se siente a morir. Tiene infección. Le toca tomar antibióticos. La recuperación es lenta. Sufre. Investiga y se entera de que en “otros sitios” hacen algo que se llama “endodoncia”, que le hubiera permitido conservar su pieza dental. Se siente estafada. Descubre que probablemente tenía infección y es muy peligroso extraer una muela en esas condiciones. Toma consciencia de que el doctor tenía que haber “esperado” un poco más a que hiciese efecto la anestesia antes de extraer. Se indigna porque una desconocida investida de no se sabe qué autoridad le haya “infantilizado” y tratado con tan poco “respeto” en un momento en el que ella se encontraba mal y no estaba en disposición de contestarle como merecía. Siente que no ha sido bien tratada. Y por todo eso demanda. Porque está convencida de que esos profesionales no hicieron bien su trabajo en esa ocasión poniendo en peligro su salud. Probablemente tú en su situación también reclamarías.
Muchas parturientas pasan por situaciones similares a ésta en el hospital, con la diferencia fundamental de que ellas no están enfermas, sólo van a parir.
Y como en cualquier otro lugar: comercio, administración, restaurante… tenemos derecho a quejarnos cuando el servicio que nos prestan no es el adecuado. Si vemos que nos tratan bruscamente, no nos informan, nos atienden con prisas,… en definitiva si nos sentimos maltratadas. Porque si tras el parto nos sentimos mal, probablemente es porque no hemos sido bien atendidas. Porque no en todos los sitios se hacen las cosas de la misma manera pero nuestros hijos y nosotras merecemos la mejor atención. Porque para lograr ser madres no tenemos que pagar ningún peaje, no es necesario sufrir ni durante ni tras el parto.