Esta noche es Nochebuena
Por Marta
Si analizamos rápidamente la historia, podemos sorprendernos de algunos detalles, que vistos con la óptica del parto respetado - parto normal, pueden resultar muy curiosos:
La Virgen inicia su viaje a término, quizá ya empezaba con contracciones, y simplemente decidió no decir nada, seguir con sus quehaceres habituales, con la sabiduría de meter el parto en la vida cotidiana, como una parte más de la misma.
Me imagino ese viaje: a María, acompasando sus contracciones con el movimiento de la borriquilla, de noche, con la soledad y la grandeza de sentirse dentro de la naturaleza, al aire libre.
Llegan a Belén, y con el parto inminente, buscan cobijo, dónde dar a luz. Llaman a muchas puertas, pero unas y otras se les cierran. Como a tantas mujeres que buscan un lugar respetuoso donde dar a luz y cuando explican sus necesidades, sus expectativas, se les cierran las puertas.
Al final, ante las negativas de un lugar cerrado y conocido, buscan y encuentran un rincón en el que refugiarse para que María pudiese parir.
La Iglesia siempre ha definido el parto de María como un parto indoloro, ya que al no estar bajo la influencia del pecado original, no estaba tampoco sentenciada bajo el famoso “parirás con dolor”. Así que la Iglesia siempre ha reconocido que el parto de María fue un parto sin dolor. Y es fácil imaginarse también que un parto en la noche, en intimidad, sin medicalizar, sin intromisiones externas de estudiantes o sin tactos o fórceps didácticos, sin relojes, sin tiempos, sin alteraciones, el parto de una mujer sin duda muy especial, fuese un parto sin dolor, un parto disfrutado, vivido con grandeza y plenitud.
El buey y la mula confieren un ambiente animal, mamífero a la escena, que nos hace intuir que su presencia fue muy importante en el desarrollo del parto.
La tradición ha colocado al bebé en un pesebre, en una cunita de piedra, con una mantita encima, mientras María a un lado, y José al otro, le observan ensimismados. Yo reivindico la imagen de Jesús desnudo, junto al cuerpo caliente de la madre, piel con piel, sin separarse ni un momento, Jesús iniciando una lactancia feliz, buscando el pecho y el calor de su madre.
Y los imagino así mucho tiempo, días. Los pastores llegarían, le ofrecerían quesos o pieles, y sería José el que lo recogería con sus manos y les agradecería el detalle, mientras Madre e Hijo dormitaban juntos y felices, tras el momento del parto y el nacimiento.
(Desde hace tiempo, cada vez que veo un Belén, trato de coger al bebé sacarlo del pesebre y ponerlo en los brazos de su madre.)
Al margen de las creencias religiosas, a nadie se le escapa que Jesús fue un personaje muy especial, único, revolucionario, amante del ser humano.
Normal: nació en un parto maravilloso, sin separaciones, interferencias o miedos.
Es aquí cuando me vienen las palabras de M. Odent: para cambiar el mundo, empecemos cambiando la forma de nacer.
Pienso en la historia de Jesús, y se me hace verdad.
Feliz Nochebuena, en recuerdo del Parto de María y el Nacimiento de Jesús