La noche más buena
Candy y su Jesús
Hace ya dos años que nació “mi Jesús”. Nació de forma inesperada, una semana antes de la fecha probable de parto, tras la cena de Nochebuena.
Era el momento más oportuno de todos, estábamos solos mi marido y yo en casa, por lo que tenía toda la noche por delante para parir con tranquilidad.
Fue un parto intenso y doloroso, pero no lo cambiaria por nada en el mundo, porque fue un parto respetado: parí donde quise (en mi hogar), con quién quise (mi marido a mi lado) y como quise (nadie me obligó a nada, ni manipuló mi cuerpo para que mi hijo naciese). Pero creo que cuando mi hijo salió de mí, entré en un estado de shock, porque la teoría es muy bonita pero la experiencia puede ser chocante. Tras un primer parto hospitalario en el que los médicos “parieron por mi”, vivir un parto natural en el que mi cuerpo y yo hicimos todo el trabajo, sin ninguna intervención externa, es alucinante.
Me había preparado a conciencia durante el embarazo para evitar un parto medicalizado, pero no había logrado visualizar el momento en el que, el milagro del nacimiento se produjese. Creo que la atención al parto se ha desnaturalizado tanto, que ha provocado que las mujeres no terminemos de creernos, aunque queramos, que éste es un proceso fisiológico que tiene lugar de manera instintiva y que nosotras, “podemos parir”. A mi me hizo falta experimentar mi segundo parto para terminar de reconciliarme con la naturaleza y recuperar la confianza en mi cuerpo.
Recordaré siempre la alfombra redonda y roja donde me arrodille para pujar, cuando toqué la naricita grande y dura de mi bebé que se asomaba por mi vagina o como se puso a llorar mientras yo le decía que no pasaba nada, que todo estaba bien.
Fue un parto sanador que vino a restablecer mi autoestima dañada y a confirmar que con las condiciones adecuadas todas podemos lograrlo, podemos traer al mundo a nuestros hijos sin violencia.
Dos años más tarde, Jesús me da miles de besos repletos de babas y repite continuamente que me quiere. Yo le quiero infinitamente a él, y le agradezco la oportunidad que me dio, de brindarle un cálido nacimiento y compartir con él, de manera consciente, su llegada a este mundo.
Por Candy Tejera