La importancia del parto
De esta manera, muchas mujeres esperan, desean e incluso piden al personal sanitario que las atiende durante el parto que “hagan cosas”, que aceleren el mismo y les eviten sentir lo que está ocurriendo en su interior. No solemos conocer, ni nos explican, que dichas intervenciones tienen consecuencias negativas para nosotras y nuestros bebés y que son perjudiciales para el normal desarrollo del parto. Se identifica erróneamente “parto intervenido” con “parto seguro”, cuando justamente es lo contrario: si se interviene innecesariamente se pone en peligro la salud de los implicados. Solo valoramos el que, al final del proceso, estamos vivas y nuestros hijos también, obviando las secuelas físicas y psíquicas de las intervenciones sufridas. Lo único que parece importar a familias y personal sanitario es que “el producto” del parto, como se denomina en el argot hospitalario al bebé, haya sobrevivido al supuestamente peligroso trance que supone el nacimiento, independientemente de lo que haya ocurrido durante el proceso y de cómo ello pueda afectar a madre, bebé y a la relación entre ambos. Se resta importancia al parto en sí y, por tanto, también al nacimiento. Parece que da igual nacer de una manera u otra, no se conoce o se prefiere ignorar cómo influye en un ser humano el modo en que nace y cómo son sus primeros momentos, horas o días en este mundo.
Pero el parto sí importa y el nacimiento también. Es obvio que no es lo mismo parir con prisas que con tranquilidad, acompañada por alguien de confianza que sola y no es igual dar a luz con cortes que sin ellos. No es lo mismo nacer cuando se está preparado, que ser forzado a nacer antes de tiempo. No es lo mismo nacer tras haber tenido sufrimiento fetal, que nacer sin haber sufrido ningún estrés. No es lo mismo nacer y encontrarse en los brazos de mamá, que nacer y verse solo y desamparado en una incubadora o cuna.
El tipo de parto influye en la mujer, influye en su confianza en sí misma y en los que la rodean. Influirá en cómo se sienta física y emocionalmente tras el mismo y cómo afronte el cuidado de su bebé. El tipo de parto y la percepción que la mujer tenga del mismo influirán en su vida reproductiva posterior y en su decisión de ampliar o no su familia en el futuro.
Por otro lado, el tipo de nacimiento influye en el bebé. Influye en su actitud en los meses posteriores, en su nerviosismo y la facilidad o dificultad que encontraremos para calmarle. Influye en el éxito o fracaso de la instauración de la lactancia. Influye en la manera en que ese bebé se relacionará con el mundo exterior, bien con curiosidad y arrojo o con recelo y miedo. Suele decirse que “la primera impresión es la que queda” y, si la llegada al mundo del bebé es traumática, su percepción del mismo será la de un lugar duro y sin contemplaciones, lo que probablemente dejará una huella perceptible en su personalidad.
Cada parto es único e irrepetible, nacemos una sola vez, y lo que ocurra en esos momentos nos acompañará irremediablemente toda la vida. Porque esta experiencia nos marca, todos debemos velar por cuidar que tenga lugar de una manera saludable y satisfactoria. Por el bien de las madres, por el bien de los bebés, por el bien de todos, tenemos que tomar conciencia de que el parto sí importa y que no solo es importante sobrevivir al parto, sino hacerlo de una manera sana y feliz.