#OVO: La importancia de la perspectiva de género en la reflexión sobre embarazo, parto, crianza y violencia obstétrica
Por Serena Brigidi:
Afirmar que el proceso de embarazo, parto y crianza, así como la violencia obstétrica, se relacionan con el género consiste en reflexionar en torno a los significados y significantes que a ellos atribuimos, a la imagen de la m(p)aternidad, m(p)adre y de las y los profesionales de la salud que esperamos, deseamos o construimos en nuestras sociedades.
Así, el parto, por ejemplo, en el discurso dominante, resulta ser un producto, un acto finalizado, y no está pensado ni estudiado como una experiencia, un proceso de transformación.
Las formas de infantilización de la mujer, el uso de una comunicación verbal paternalista, violenta o denigrante, la ausencia de un diálogo centrado en la reciprocidad y el respeto, las formas con las cuales se debilita la posición de la mujer y de su acompañante o se privilegian las comodidades o intereses de otras personas, resultan ser productos de un proceso histórico y cultural que no se pueden comprender ni cambiar sin una perspectiva de género.
Esta cultura de posesión y de abuso que impone el papel que cada persona debe asumir, controlar y aceptar dentro de un espacio público y privado está presente también en el proceso de embarazo, parto y crianza. Ahora bien, dicho proceso, como la violencia obstétrica, no tienen que ver con el género porque sean las mujeres las que la experimentan con sus cuerpos, porque esto significaría pensar en el género como una variable demográfica o una categoría biológica.
Al calificarla de violencia de género más bien hacemos referencia a los modelos con las cuales nos socializamos, aprendemos, definimos, otorgamos valores y significados al embarazo, parto y crianza, y a la violencia dentro de un marco histórico y cultural. Pensamos, por ejemplo, en:
- la falta de una coeducación en la mayoría de los argumentos políticos y pedagógicos sobre equidad e igualdad en la crianza,
- cómo se construyen los discursos biomédico y popular en torno a protección y comportamientos de riesgo en el embarazo o en el parto,
- las representaciones de cuidado familiar y de autocuidado,el uso de fármacos durante el embarazo y la lactancia.
De la misma forma reflexionamos sobre las condiciones laborales de las embarazadas y madres y su consistencia en términos de salud: desempleo, temporalidad, precariedad, dependencia... hasta observar una presencia siempre más consistente de mobbing maternal y opting out.
Frecuentemente estos aspectos se relacionan también con situaciones de violencia y de desigualdad en el acceso a los recursos sanitarios, pero también en la gestión, trasmisión y creación del conocimiento: las limitadas investigaciones en salud que incorporan la perspectiva de género, los estudios que toman en cuenta la evidencia científica no como una mera forma de consentimiento y el acceso de las mujeres a los cargos de poder en la Academia y en la Clínica... Una violencia a la cual tampoco el personal sanitario está inmune. Formado en un sistema biomédico hegemónico y endogámico, construye las relaciones de poder ya desde la etapa universitaria, en la cual poco se cuestiona, explora u observa.
Se persevera en la realidad dual, pero la realidad social es compleja y mutante. No estamos pensando ni trabajando con categorías uniformes ni universales, y el contexto diacrónico y sincrónico marcan y determinan significados. Entonces nuestro objetivo sería introducir estrategias analíticas y proporcionar una perspectiva con la que superar las limitaciones de los esquemas opositorios –cultura vs biología, masculino vs femenino, madre perfecta vs mala madre, parto en casa vs parto en hospital...
En definitiva, necesitamos una perspectiva de género para poder mejorar la atención al proceso de embarazo, parto y crianza y visibilizar la violencia obstétrica, para replantear, redefinir, resignificar dicho proceso a partir de un pensamiento crítico y situado, tras-formarnos como personas y como profesionales de la salud.