María Moreno de los Ríos
9 Dic 2016
  •  
0 comentarios

Violencia gineco-obstétrica, un paso más allá en la defensa de nuestros derechos.

Este año muchas cosas se están moviendo en Ecuador. Desde marzo estamos inmersas en la discusión del Proyecto de Ley Orgánica para la Atención Humanizada del Embarazo, Parto y Posparto. Para las mujeres es fundamental que en la ley se establezca con claridad que la razón de fondo para promulgarla es el manejo extendido e institucionalizado de prácticas y protocolos constitutivos de VIOLENCIA OBSTÉTRICA.

Pero ¿qué es la violencia obstétrica? Ya en 2006 la Ley orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia de Venezuela la reconocía como una forma de violencia de género:

“Se entiende por violencia obstétrica la apropiación del cuerpo y procesos reproductivos de las mujeres por personal de salud, que se expresa en un trato deshumanizador, en un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, trayendo consigo pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y sexualidad, impactando negativamente en la calidad de vida de las mujeres.”

Es decir, actos tales como herir emocionalmente a una mujer que busca quedarse embarazada porque le dicen que su cuerpo no sirve, es no dejar que una mujer se despida del hijo que ha perdido, es el miedo que infunden los profesionales a una mujer con un embarazo sano, es hacerle tactos innecesarios, es inmovilizarla en el parto, es no permitir que esté acompañada por la persona de su elección en las pruebas en el embarazo y durante el parto, son las inducciones y episiotomías de rutina, es negarle la analgesia si la solicita, es practicarle cesáreas no justificadas científicamente, es separar a la madre del recién nacido sin necesidad médica real, es la esterilización forzada o manipulada, es la falta de intimidad y de dignidad, son los gritos, los golpes y las amenazas... Aunque parezca mentira, estas son situaciones habituales en la atención a las mujeres en el Ecuador del siglo XXI y son formas reconocidos como violencia hacia nosotras, las mujeres y nuestros hijos.

Desde 2006 se han aprobado leyes en México, Puerto Rico y Uruguay; y se están discutiendo en Chile, Panamá, Colombia, Perú y Ecuador. Que en tantos países se haya visto la necesidad de legislar las prácticas de violencia en el embarazo, parto y posparto muestra claramente que este problema es global y que transciende fronteras y sociedades.

En la propuesta de ley chilena de 2015, nos ha llamado la atención de manera muy positiva que se haya dado una paso adelante en la comprensión de la violencia que sufrimos las mujeres, ampliando el término a VIOLENCIA GINECO-OBSTÉTRICA, reconociendo que la violencia también se ejerce en mujeres que no están embarazadas, como “(…) toda actuación proferida en contra de la mujer no embarazada, en un marco de atención médica ginecológica u obstetra, que le produzca algún tipo de vejamen, la pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre su cuerpo, su sexualidad y futura reproducción (…)” y da varios ejemplos: tactos no justificados, esterilización no consentida, impedimento a estar acompañada, vejaciones, etc. Es decir, una mujer puede sufrir violencia desde que entra a una consulta ginecológica tras su primera menstruación, en un proceso de reproducción asistida o por pérdidas gestacionales recurrentes, entre otras.

Hay otro aspecto que queremos resaltar y que compartimos plenamente como asociación de usuarias del sistema sanitario que busca de forma proactiva mejorar la atención que se nos brinda a nosotras y a nuestros hijos, y copiamos literalmente: “Es importante aclarar que el concepto violencia gineco-obstétrica no implica un ensañamiento en contra de la profesión obstetricia ni pretende responsabilizar totalmente de dicha situación a las obstetras ni al personal médico en general. Esto representa un problema global que abarca también una responsabilidad estatal, falta de educación y cuidados, mal empleo de los protocolos, falta de personal, carencia de recursos, etc. Sin embargo, las principales víctimas son siempre la mujer y su hijo.”

Con esto nos quedamos. La violencia gineco-obstétrica es un problema que afecta al 100% de la sociedad, pues aunque las mujeres somos quienes parimos, todos y todas nacemos en un parto. Que éste sea todo lo respetuoso que pueda ser.