Las competencias de las matronas en España a través de los tiempos (I)
Escrito por Dolores Ruiz-Berdún
Nadie duda de la antigüedad del oficio de matrona. Cada vez que se habla de la historia de las matronas se hace referencia a sus remotos orígenes. Pero precisamente debido a esa antigüedad resulta contradictorio que en España, hoy en día, tengan que realizarse campañas de visualización debido al desconocimiento que la población tiene de sus funciones.
Una de las razones de este desconocimiento es la escasez de estudios históricos sobre la profesión, una escasez debida tanto a que la historia de la medicina la han escrito tradicionalmente médicos varones, para quienes las matronas han sido meras auxiliares sin aportación a la «gran historia», como al hecho de que fuese una de las profesiones «a las que puede aspirar la mujer», perdiendo parte del valor historiográfico feminista, por no ser consideradas un grupo transgresor de las normas androcéntricas.
En España, las matronas fueron las primeras mujeres que pudieron acceder a matricularse en la universidad, aunque con unas condiciones especiales. Este debería ser un motivo suficiente para haberles dado mayor importancia historiográfica. Pretendemos mostrar una ligera revisión de la evolución de las competencias de las matronas que nos ayuden a comprender el desconocimiento que se tiene de estas profesionales hoy en día. Algunas de estas competencias han ido desapareciendo con el paso del tiempo, pero aparecen en textos tan antiguos como los diálogos entre Sócrates y Teeteto, escritos por Platón.
Cuidados obstétricos y neonatales
La escasa producción escrita de las matronas sobre su actividad hace que ésta deba ser estudiada a través de fuentes indirectas, o de lo que otros escribieron sobre ella, teniendo en cuenta que pueden ser opiniones sesgadas, ya sea por prejuicios de género o por intereses creados. De lo que nunca ha dudado nadie es del papel de la matrona en la atención a la madre y al recién nacido en el proceso del parto.
Entre las referencias a los cuidados inmediatos al recién nacido que debía realizar la matrona, se encontraba el baño, el adecuado corte del cordón umbilical y la rectificación de la forma de la cabeza que recomendaba Bernardo de Gordonio, práctica que posteriormente fue criticada por Josefa Amar y de Borbón.
Para estudiar cómo tenía lugar la asistencia al parto en la Edad Media se puede recurrir a las cartas públicas de parto. Eran las mismas parturientas, en su calidad de viudas, las que pedían la asistencia de un notario a su parto para que certificase el nacimiento del recién nacido. El objetivo era evitar problemas a la hora de reclamar la herencia para el hijo que nacía huérfano de padre, o para sus propios derechos de viudedad, cuyo disfrute estaba exclusivamente reservado a aquellas mujeres que habían tenido descendencia. También los partos de miembros pertenecientes a las familias reales en sus distintas épocas han dejado alguna constancia del trabajo de la matrona.
A principios del siglo XX aún era habitual asistir el nacimiento en el domicilio de la parturienta. Entre las obligaciones de la matrona estaba ver a la embarazada antes de la fecha del parto para hacer el diagnóstico del embarazo, formarla en la higiene del embarazo y el puerperio, atender el parto a domicilio y visitarla diariamente, al menos los ocho primeros días del puerperio, para comprobar la temperatura y el estado de la madre y del recién nacido.
Cuidados ginecológicos, consejo genético y contraceptivo
El catálogo de cuidados ginecológicos ofertados por las matronas a través de los tiempos ha sido de lo más variado: desde «recomponer virgos» para evitar el escándalo de una virginidad perdida antes del matrimonio hasta colaborar en la elección de la pareja como consejo genético ancestral, pasando por el tratamiento de diversos trastornos relacionados con la posición del útero o «madre» e infecciones ginecológicas. En ocasiones, se las reclamaba para examinar los genitales de alguna mujer y averiguar la integridad o no del himen, normalmente por motivos judiciales.
A pesar de que las funciones ginecológicas desaparecieron de los planes de estudio, cuando se reguló su formación, algunas matronas siguieron tratando los «problemas de la matriz». Esta ocupación no pasó desapercibida para los médicos que deseaban acaparar este tipo de cuestiones y que las denunciaban como intrusas. Intentar evitar gestaciones y provocar abortos fue una tarea habitual de las matronas, tarea no exenta de riesgo, pues desde muy antiguo las diferentes leyes penaban muy duramente estas actividades.
Escrito por Dolores Ruiz Berdún