No estamos en guerra: sobre sororidad y la unión entre mujeres
Las mujeres no estamos en guerra, no es cierto que nos enfrentemos unas con otras. La realidad es que cuando una mujer en pleno puerperio se siente abrumada siempre hay una amiga, una madre, una compañera dispuesta a escuchar. Nos unimos, nos apoyamos, creamos redes virtuales y presenciales donde poder encontrarnos como iguales, donde sentirnos escuchadas y, sobre todo, donde dejar de sentir la presión social sobre nuestras opciones.¿Quién de nosotras no ha mandado un Whatsapp de socorro a horas imposibles, cegada por el cansancio y la nebulosa de ser madre reciente, e inmediatamente ha sentido el cuidado de otra mujer?
No es una guerra real, si bien podemos imaginar el interés en azuzar un enfrentamiento entre nosotras. Es una situación magnificada en los medios pero que luego no es real en el día a día: esa madre que busca el consuelo de las iguales porque el dolor por su hijo y por ella misma es, al final, un dolor que todas conocemos.
Ni aún existiendo esa supuesta guerra seríamos partícipes. Creemos firmemente en la soberanía de la mujer sobre su cuerpo, su maternidad y, por ende, su lactancia. Cuando se cuestionan nuestras decisiones se nos niega la madurez y la capacidad para elegir como adultas. Y es algo que no vamos a permitir.
Como asociación nos posicionamos claramente a favor de la lactancia materna como forma de alimentación biológicamente idónea y normal de los lactantes pero esto, en ningún caso, supone una exclusión o crítica a las mujeres que bien sea por decisión propia o por dificultades con la lactancia materna, optan por dar lactancia artificial.
Nosotras nos basamos en el reconocimiento de la ONU de que la lactancia materna es un derecho de niños y niñas y sus madres que debe de ser protegido y facilitado. Nos basamos también en la evidencia científica que afirma que la lactancia materna es el alimento óptimo para el desarrollo y el estándar más elevado de salud de los lactantes, aunque comprendemos que no necesariamente es la opción óptima para todas las mujeres.
Si una mujer que ha tomado la decisión de dar biberón es violentada, nosotras estaremos a su lado sin dudar, sin cuestionar, sin negar. Pero en la realidad que vivimos a diario lo más frecuente es tener que apoyar a mujeres que desean dar el pecho y no pueden porque el sistema no favorece (o directamente imposibilita) que las mujeres continúen con su lactancia a pesar de ser un deseo mayoritario en el momento del parto (cerca del 90% de las mujeres afirman su deseo de dar de mamar durante su embarazo).
La lactancia materna es cuestionada por falsas creencias que empiezan en el personal médico que atiende nuestros partos, continúa en las plantas de maternidad de muchos hospitales, sigue en las consultas de pediatras que no están al día en conocimientos de alimentación infantil y, para rematar, la incorporación al mundo laboral con bebés de 16 semanas no ayuda a mantenerla. Además, la lactancia en niños mayores de un año muchas veces causa rechazo en la sociedad.
Los datos hablan por sí solos, las mujeres quieren amamantar pero la realidad es que no encuentran todo el apoyo necesario y sí muchas trabas.
Resulta curioso escuchar como madres, de una u otra opción, de uno u otro modo de criar, gestar, parir y alimentar relatamos un proceso maternal lleno de cuestionamientos, juicios morales externos y negación de nuestras capacidades. Quizás es que el problema no es la lactancia ni el biberón; el problema es que no nos quieren sujetos, nos quieren objetos para dirigir desde fuera lo que es correcto o no en nuestra vida. Este estándar es imposible porque, elijamos lo que elijamos, siempre va a estar mal.
Parece que empieza a asustar el hecho de que en una sociedad individualista, competitiva y solitaria nos descubramos juntas, hagamos fuerza colectiva y aceptemos que son más las cosas que nos unen que las que nos separan.
Dejemos que hablen de guerras mientras nosotras seguimos tejiendo y estrechando lazos.
Bea, Elena, Bibiana y Rebeca