Acompañar contra la violencia obstétrica
Por Antonio Granadilla y Amanda Sánchez
ESTOY. TE VEO. CONFÍO Y TE QUIERO. EL ACOMPAÑANTE CONTRA LA VIOLENCIA OBSTÉTRICA.
Ayer mismo nos hablábamos despacio y con mimo, curándonos una vez más las heridas que sufrimos en el parto de nuestra primera hija. No solo la violencia de los sanitarios nos dañó, que ya fue bastante, sino que también nosotros nos hicimos daño con los miedos personales que, a cada uno por su lado, nos mantuvieron secuestrados. Separados. Enfrentados. Asustados. Y solos.
Hoy, siete años más tarde, podemos hablar sobre esto con cierta normalidad.
Fue un golpe duro. A nivel personal. A nivel de pareja. Y por ende, a nivel familiar. Sabemos que es una herida de cicatriz profunda. Y a día de hoy continuamos curándola con cariño y paciencia.
El golpe trajo cosas buenas, sin embargo. Hoy los dos tenemos otra complicidad. Y hoy los dos somos socios activos de El Parto es Nuestro. Y somos socios, sobre todo, por aquel dolor. Esta asociación también ha ayudado a curarnos las heridas. En solitario, y en compañía, como pareja.
Algunos años más tarde fuimos personas bien distintas enfrentando un nuevo embarazo y un nuevo parto. Distintas porque fuimos personas formadas, informadas y preparadas: Así pudimos afrontar mejor muchas de las violencias con las que suelen encontrarse la mayoría de las madres y sus parejas cuando deciden que el parto ocurra en un hospital en España. En nuestro caso concreto en Andalucía.
Hoy sabemos también que quizá nos faltó, además de leer decenas de libros y artículos sobre parto respetado, y de conocer in situ el hospital donde finalmente nació nuestra hija, y de prepararnos físicamente para el momento del parto, y de tantas cosas más, quizá nos faltó trabajar la confianza, el apoyo mutuo y el cuidado cercano. Fuera como fuese, la preparación en la que nos vimos involucrados los dos para este nuevo parto nos permitió acercarnos como pareja. Y reelaborar y reparar los daños que arrastrábamos desde hacía años. Nos permitió, a cada uno con su torpeza, y con su tino, ir cerrando la herida.
Hoy, siete años más tarde, con todo este trayecto andado, aún nos emocionamos recordando según qué cosas.
Traemos esta intimidad nuestra a este espacio de reflexión e intercambio de ideas por dos razones fundamentales.
La primera es que nos parece importante hablar y plantear cualquier problema y cualquier solución desde una comprensión profunda de la realidad. Esa comprensión, para nosotros, solo puede venir de la mano de la experiencia. En nuestro caso, y muy resumidamente, ha sido como os hemos contado. A la manera de Simone Weil, de las escuelas socráticas, o de la actual filosofía sapiencial, entendemos que sólo a través y desde la experiencia podemos alcanzar una comprensión profunda de lo que nos rodea para intervenir más eficazmente. Todo lo demás nos parece demasiado especulativo. Demasiado arriesgado hablar cuando las realidades sociales, culturales y políticas a las que nos referimos están tan alejadas de nosotros que no hemos tenido experiencias directas en ellas.
La segunda razón por la que aportamos nuestra experiencia y nuestra reflexión como pareja es porque nos parece importante señalar el valor del acompañante. Y algo más, en los casos en que así sea, la mayoría, el valor de la pareja que acompaña. Un valor porque se puede convertir en una de las fortalezas a la hora de enfrentar un embarazo, parto y postparto felices. La mayor parte de las veces, además, estos momentos alrededor del nacimiento están dentro de un proyecto mayor como es el de fundar una familia. Para nosotros lo ha sido, y observando a las familias amigas con las que compartimos nuestras vidas, entendemos que es muy útil para entender y enfrentar esos momentos hacer participar, cada uno a su manera, a toda la familia nuclear. Y, claro está, en la medida de nuestras posibilidades y de nuestros deseos. A día de hoy, lo normal es que la pareja de la madre sea el acompañante o la acompañante en el parto. Si ese es el deseo de la futura familia, que la pareja acompañe el parto, la formación conjunta en pareja, de la mano, es un regalo que se le hace a la futura familia; que nos hacemos nosotros mismos a nosotros mismos. Conocemos casos de mujeres a quienes les ha dolido tanto cómo se comportó su pareja sobre todo durante el acompañamiento del parto, pero también embarazo y postparto, que esto ha supuesto un lastre para la salud mental de ella, de la pareja y de la familia al completo. Otras veces el golpe es tan potente que acaba por derribar un ya dañado proyecto familiar en común.
Por todo esto pensamos que el papel del acompañante en el parto puede ser una tremenda fortaleza, dispuesto a repeler violencias de todo tipo dirigidas a la madre y a su bebé. De igual manera también el acompañante puede convertirse en una de las mayores amenazas tanto para la madre como para la criatura que está llegando. Y una amenaza que muchas veces no lo es por maldad o indiferencia, sino sencillamente por una tremenda ignorancia. Esta es una situación con la que debemos contar, que debemos visibilizar y a la que a veces no damos demasiada importancia pública porque quizá entendamos que está dentro del ámbito doméstico y privado de nuestras vidas. A nuestro juicio, lo deseable es que se hagan patentes las relaciones que están por venir, en un momento de tan extrema vulnerabilidad para la madre, la criatura y la futura familia como es el del parto y el nacimiento de un hijo. A nuestro juicio lo deseable es que se forme, se informe y se capacite tanto a la madre como al acompañante. Porque ambos, no solo la madre, trabajando como equipo, pueden hacer un servicio de inestimable utilidad al futuro sistema familiar. Pueden aminorar mucho el dolor, de cualquier clase, sencillamente con un buen acompañamiento. Pueden transformar un posible estrés postraumático en tan solo un mal momento, que incluso podamos tomarnos a guasa el día de mañana.
Nos contaba hace poquito una matrona malagueña que atiende partos en casa que un parto más feliz ocurre cuando en el momento en que la madre busca un apoyo para continuar con su enorme trabajo de parto, en ese preciso momento la madre se encuentra con un o con una acompañante que le dice (con o sin palabras) estoy, te veo, confío y te quiero. Estoy, aquí, contigo. Estoy siendo consciente de lo que haces, te veo. Confío en lo que haces. Y te quiero. Nos parece una muy hermosa manera de expresarlo y de una enorme importancia para el bienestar y el cuidado de la madre, de la criatura que llega, de la pareja, y de la familia al completo.
Incorporar al acompañante en la formación y preparación al parto creemos que no es solo una posibilidad sino una necesidad para disfrutar de partos más humanizados y felices.