Sara Shima
8 Mar 2023
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Otro 8M más...

La negación como primera fase del duelo. Ojalá pudiéramos decir que en esas están los profesionales, gerentes, políticos o jueces que ejercen la violencia más sangrante, la más absurda que se me ocurre: la realizada o permitida contra una madre que está trayendo a este lado de la vida a su bebé. Contra la hembra de una especie que en ese momento está perpetuando la misma especie a la que pertenecen sus maltratadores. Momento vulnerable y poderoso a partes iguales. La ejercen y la niegan.

Me recuerda a ese juego infantil: “¿Quién, yo? Yo no he sido. Entonces, ¿quién?”. La solución (su solución) no es pasar la bola, sino afirmar que tal cosa no existe. Oh. Qué argumento tan brillante. Una confabulación mundial de miles y miles de mujeres contra el estamento médico para echarlo abajo con mentiras, ¿no? A ver si al final resulta que el poder se devuelve a donde pertenece y la vamos a liar. Cuidado, cuidado con nosotras, que somos peligrosas.

Jueces repartiendo custodias con escuadra y cartabón, con sus propios prejuicios hechos ley.

Medios de comunicación que, con la irresponsabilidad por bandera, tiñen de sensacionalismo e ignorancia casi cualquier noticia o declaración sobre maternidad.

Personal sanitario volcando salvajemente frustraciones y traumas propios contra una mujer que gime entre contracción y contracción.

Gerentes que ven tontería destinar más de 3 cifras a la salud mental materna, no vaya a ser que se les descuadre el presupuesto y se salga del Excel.

Parejas a las que les parece fenomenal esto de tener ahora 4 meses de vacaciones con un hijo.

Familiares que con un “se ha hecho así toda la vida” saldan cualquier otro intento de comportamiento mamífero con tu bebé.

Políticos que, oye, hablando de discapacidad, se acuerdan casualmente de la proximidad del “día de la igualdad de la mujer”. Claro que sí. Lo lamentable es que razón no les falta porque vivir en esta sociedad siendo mujer es, efectivamente, discapacitante. Siendo madre es exponencialmente discapacitante. Cómo será que hasta lo reflejan estadísticas oficiales.

Sobra (o no) decir que lo disfuncional es la parte de “en esta sociedad”, no la parte de “mujer” ni la de “madre”. El hecho de usar el término en singular y también hacer alusión a la igualdad es un poco trampa. Verán, señores, en realidad todas somos bien distintas en nuestra ciclicidad y feminidad sagrada. Todas somos dignas de admiración en nuestros dones y aporte al mundo. No somos una mujer clonada que vive, piensa, siente, gesta, pare y cría de una única manera normativa dictada por agentes externos. Ya lo siento por ellos. El poder de las mujeres es tal que se nos ha confiado la continuidad de nuestra especie en su fase más delicada. Y lo hacemos a pesar de las circunstancias.

“España es un país feminista, y lo es porque el feminismo ha logrado convertir en sentido común las cuestiones feministas”, reza la declaración institucional por parte del Gobierno con motivo del Día Internacional de las Mujeres. Digo “reza” porque desde luego corresponde más a un deseo, a una súplica a fuerzas superiores que a una realidad palpable.

¿O es que hoy salimos todas a celebrar el reconocimiento de los cuidados, la igualdad económica, el respeto social o los partos libres de violencia? ¿Salimos con nuestras familias armadas con comida, bebida, música y sonrisas a compartir conversación, buen rollo, juego y baile? ¿O nos lanzamos a las calles pancarta en mano, camiseta morada, gritos y alguna lágrima que otra de pura rabia por la incredulidad de lo que nos están haciendo?

No hay más preguntas, señoría.