El ángel
La historia de Zoraida.
Después de un año y medio aun no consigo sanar mis heridas de aquel traumático día, ese en el que nació mi hija. Fueron muchos los profesionales que no me respetaron pero entre todos ellos hubo un ángel. Un matrón que se presentó antes de realizarme un primer tacto, que cada vez que me hablaba me miraba a los ojos y que luchó por hacerme sentir mejor entre toda aquella maraña de “malos tratos”.
Tras salir del hospital me encontré con un sentimiento de tristeza terrible y, aunque muchos hablan sobre la depresión posparto, descubrí que no era eso lo que me pasaba. Cuando estudiaba la carrera de psicología nos explicaron muy bien el llamado estrés postraumático y en esos momentos me di cuenta que era lo que yo estaba experimentando.
En mi camino a la sanación encontré que aquello que yo había vivido durante mi estancia en el hospital tenía un nombre; violencia obstétrica. Un tipo de violencia que sufrimos algunas mujeres durante nuestro proceso de embarazo o parto a cargo de los profesionales de la salud. Reconozco que cruzarme con más mujeres que habían pasado lo mismo que yo no me hizo sentir mejor, pero sí me dio fuerzas para luchar y aportar mi granito de arena para eliminar estas actuaciones.
Inicié mi denuncia por redes sociales, relatando todo lo que me había ocurrido ese día y por fin me decidí a enviar una reclamación al hospital. Aunque me citaron con la dirección de obstetricia para, supuestamente, pedirme disculpas, lo que hicieron fue excusarse e intentar hacerme sentir culpable por los hechos vividos con frases como: “muchas mujeres no viven el parto idílico que esperaban”, “eso es como tú lo viviste pero no sería para tanto”, etc.
Por casualidad, un buen día me encontré con el matrón que me asistió aquel día, que conocía la existencia de mi reclamación. Mantuve una conversación maravillosa con él en la que dejaba entrever una disculpa. Disculpa que no consideré necesaria pero me hizo dame cuenta de que hay increíbles profesionales peleando dentro de un sistema que no es del todo correcto.
Pasaron los meses y yo, poco a poco, he ido dejando de sentir esa tristeza. Se ha ido convirtiendo en rabia algunas veces y en desasosiego otras. Escribí sobre mi parto, buscando cosas que agradecer. Sólo encontré buenas palabras para ese ángel que se cruzó en el camino de mi familia. Tras un tiempo de reflexión necesité hacérselas llegar, y así lo hice. Esto fue lo que le escribí:
"Del día del nacimiento de mi hija tengo muchos recuerdos pero tristemente tengo sensación de vacío aún. Podría hablar de lo malo que viví en aquel hospital pero hoy me gustaría darte las gracias a TI. Gracias por luchar ante todo pronóstico para que pudiera ser consciente del nacimiento de mi hija, para conseguir un parto vaginal, por darme ánimos en el momento más duro, cuando las fuerzas me fallaban. Gracias por estar ahí, acompañarnos en un lugar donde poco importaba lo que yo pensara o quisiera hacer porque los protocolos no me permitirían hacerlo. GRACIAS por ser uno de esos profesionales que luchan por partos respetados".
Recibí una contestación de agradecimiento por esas palabras y, si miro atrás en el tiempo, esto es lo que más paz me ha proporcionado. Paz que alivia el dolor de esas heridas que, supongo, durarán más tempo del que me gustaría.