Así fue mi parto, Hospital Universitario de Puerto Real (Cádiz)
Voy a contaros como fue mi parto por si puede ayudar a calmar a alguna próxima mamá. Me dieron fecha probable de parto el 17 de octubre, el día antes fuimos al hospital a monitores y la matrona nos dijo que ya se podían ver contracciones en el registro, pero eso no garantizaba que el parto fuera inminente, podría ser al día siguiente, a la semana o, finalmente, tener que inducirlo.
Salimos del Hospital contentos porque todo iba muy bien, fuimos al taller a que miraran nuestro coche porque unas ratas habían cortado varios cables. Les pedimos que por favor lo miraran sobre la marcha porque en mi estado podría ponerme de parto en cualquier momento y necesitaríamos el coche. Nos pidieron que esperáramos una hora así que entramos en un centro comercial cercano y nos entretuvimos comprando un documental sobre bebés y una temporada completa de una serie de humor que nos gusta a los dos.
Al recoger el coche fuimos a correos porque teníamos que enviar un burofax. Los ordenadores no iban bien así que tuvimos que esperar una hora en correos. Salimos a las dos de la tarde. Mi marido me dijo que me invitaba a comer fuera así que nos fuimos a la playa, a un restaurante que está en la arena y aquel 16 de octubre que podía confundirse con cualquier día de agosto, almorzamos en mangas cortas observando a los bebés que teníamos alrededor, como si algo de la maternidad y paternidad de aquellas personas pudiese contagiarnos.
Terminamos nuestra agradable comida y volvimos a casa, teníamos cita en el veterinario para vacunar al perro así que lo recogimos y fuimos a la clínica. Allí la veterinaria que nos atendió nos contó cómo fue su parto (nada agradable, por cierto), pero no me dejé impresionar y, tras una hora y media de charla, volvimos a casa.
Como no me di de baja durante mi embarazo encendí mi ordenador y trabajé el resto de la tarde para acabar todo lo que tenía comenzado.
Por la noche estaba exhausta, me di una ducha, me puse el pijama, tomé un yogur y me senté en el sofá con las piernas en alto y mi gato sobre la barriga. Vimos el primer DVD de la serie que compramos por la tarde y comencé con las contracciones. Le dije a mi marido: "nacerá mañana".
Nos fuimos a la cama a intentar descansar un poco, conscientes de que se acercaba el sprint final. Quizá dormí algo (media hora o menos), las contracciones subían un poco de intensidad y necesitaba ir al baño una y otra vez porque tenía la impresión de necesitar orinar continuamente. Para mantenerme calmada volví al sofá y a los DVDs recién comprados, prácticamente acabamos la temporada. Escribí en mi cuaderno del embarazo lo que estaba sintiendo, ya que no quería que se me olvidara nada. Era un momento que había esperado durante nueve meses, intentado averiguar cada vez que una mujer me contaba cómo fue su parto, pero no lo conocí hasta que lo viví y por eso quería agarrarlo, por eso lo conservé para siempre.
Los dolores de las contracciones iban a más pero, como me habían dicho todas las madres, eran soportables. Mi marido buscó una pelota suiza en el garaje y me la infló, ahí pasé toda la noche y toda mi primera fase del parto, respirando y haciendo movimientos con las caderas mientras mi marido me leía desde la cama un libro sobre la paternidad.
Grabé un vídeo para nosotros y para nuestra pequeña y le dije que queríamos esperar un par de horas antes de irnos al hospital, queríamos que amaneciera antes de salir. Y eso fue lo que hicimos, nos fuimos para el hospital pasadas las 8 de la mañana (está a 30 minutos en coche), ingresé y cuando la matrona me hizo el tacto vaginal nos dijo que estaba en dilatación completa, es decir, que tenían que ponerme el monitor rápido y estar atentos para ir al paritorio.
No rompí la bolsa de manera espontánea y parecía que no llegaba el momento de comenzar con el expulsivo, así que a las 12 las enfermeras vinieron a por mí nos fuimos al paritorio, me pusieron algo de oxitocina y comencé a empujar con todas mis ganas. Ellas me decían que ya estaba ahí que siguiera empujando, mi marido me sujetaba el tronco agarrándome por el hombro y fue cuando él me dijo: "ahora sí está ahí, vamos que ya sale", cuando empujé con más energía pensando que era el empujón final. Pero no fue así. La matrona llamó a la ginecóloga, la pequeña tenía varias vueltas de cordón al cuello y prietas. No me angustié, confiaba en que todo iba a salir bien. A las 12:30 nació Alejandra, pero a las 12:29:59 sus padres contenían la respiración porque él bebé que me pusieron sobre el pecho no lloraba, no respondía, no se movía. Fueron segundos, pero los peores de nuestra vida, llamaron al pediatra, la matrona se la llevó a la mesa de reanimación y allí con un fuerte masaje nuestra niña reaccionó, lloró y su cuerpo se llenó de vida y color. Entonces lloramos. Nos besamos. Alejandra se agarró a mi pecho y me dio una sonrisa que no se fue de mi cara en el resto de la mañana. La auxiliar que me devolvió a la habitación me dijo que no perdí la sonrisa en ningún momento durante el parto, bueno, yo sí recuerdo el instante en que la perdí pero, por fortuna, fue tan breve que podríamos obviarlo.