Carta abierta al personal de la unidad de partos del hospital de Mieres
Oviedo, 12 de Junio 2019
Carta abierta al personal de la unidad de partos del hospital de Mieres
Escribo esta carta porque quiero hacerme entender a las personas que me hicisteis sufrir en mi parto y explicaros como me lo hicisteis, confiando en que no estabais conscientes de las consecuencias de vuestros actos/ no actos. No se trata de señalar. Quiero compartir lo que viví para dar la oportunidad de hacerlo mejor. Espero que esta carta sea leída como un informe subjetivo de una paciente que ojalá os inspire a todas las personas trabajando con partos a reflexionar e impulsar cambios para que en el futuro no tenga ya nadie que sufrir lo mismo.
El día 15 de mayo 2018 nació mi hija en el hospital Àlvarez Buyilla en Mieres. Por complicaciones la ginecóloga decidió inducir el parto, proceso que fue acompañado con amor y apoyo por las matronas a cargo. Como las complicaciones seguían allí se decidió romper la bolsa, el líquido estaba manchado así que a continuación se me hizo una cesaría y mi bebé nació sana a final de la tarde. Yo quería un parto natural, con menos intervención posible y al final tuve que vivir con la realidad de parir en el quirófano. Ese hecho no me hizo feliz pero confiando en la decisión médica fue necesario. Quiero poner énfasis en que no fue esto lo que me provocó sufrimiento. Lo que me hizo sufrir fue el trato por el personal médico durante la última parte del parto. No el cumplimento del protocolo sino la falta de empatía y de respeto. La manera de hablarme a mí y a mi pareja. La soledad y el miedo que sentí en el quirófano y las horas después.
¿Por qué me sentí sola y llena de miedo en un momento tan significativo para mi vida? Cuando la decisión de cesárea fue tomada (sin peligro de vida ni urgencia alta) apartasteis a mi pareja bruscamente de mi y apenas nos disteis, tras yo rogarlo, unos segundos para despedirnos. Me pusisteis el catéter con tan poca sensibilidad que estuve con dolores en la vejiga hasta 2 meses después. Me reñisteis al ponerme la epidural porque me costó mantenerme quieta con contracciones provocadas y el catéter clavándose en mi vejiga. Durante la cesárea estabais presentes mínimo 6 personas en el quirófano y nadie se sentó a mi lado para acompañarme en la operación, a calmarme o ni siquiera informarme sobre el desarrollo del parto. Al contrario, estabais conversando sobre vuestros planes de fin de semana. Cuando por la anestesia me bajó demasiado la tensión la anestesista lo comentó con tono de chiste "ay que la perdemos“. En el momento en el que mi hija salió de mi cuerpo al mundo nadie de vosotros me avisasteis, me enteré al oír su llanto desde la otra habitación. Gracias a la matrona pude ver a mi bebé unos segundos antes de ser llevada a una habitación vacía, sola. No me informó nadie de vosotros sobre que iba a pasar ahora, sobre donde y como estaba mi bebé o de cuando la iba a ver. Pasaron casi 3 horas hasta que pude tocar, oler, saludar a mi hija. No hay que ser madre para poder entender el trauma que causa un parto así.
Hay protocolos (muy merecidos de ser repensados por cierto) pero aquí no estamos hablando del cumplimiento de reglas sino de la actitud personal de cada uno hacia el paciente, del trato humano.
Es tan fácil como ver la persona detrás del cuerpo. Es tan fácil como sentir empatía hacia su situación, tan fácil como respetarla. Es tomar una mano y signalar que estáis allí. Es hablarle e informarle sobre lo que está pasando. Es entender sus miedos. Es escucharla. Se llama hacer su trabajo con amor. Porque la medicina es para las personas y las personas no son solo cuerpo. Son cuerpo y alma; sobre todo alma, que no se olvide.
Atentamente, Veronika S.