Contestación de una paciente a su matrona
Mi historia está en el parto el nuestro en el apartado de siempre en el corazón. Fue en el Hospital Reina Sofia de Córdoba, en 2002. Está en el apartado de Kristeller y mi hija se llama (llamaba) Lucia.
Me gustaría incluir esta carta que publiqué en el periódico El Córdoba, después del juício, dirigida a la matrona que me asistió, como contestación a sus declaraciones en el periódico durante el juício.
CONTESTACIÓN de una paciente a su matrona ***J. M. López ***Córdoba con sus palabras, en el paritorio ("Ahora te preocupas por tu hija, haberla ayudado antes, que no la has ayudado en nada"), en mi historia clínica ("La parturienta no colabora, y no deja que se le haga el kristeller"), en sus declaraciones ("La mujer no empujaba, y decía que le sacaran a su hija como fuera"), y ahora con sus palabras en este periódico ("La mujer no empujaba nada y decía que estaba cansada"), ha conseguido hacerme el mayor daño que se le puede hacer a una madre que pierde a su hija. Esas palabras nunca las diría una madre. Su grado de sensibilidad y humanidad como persona y como matrona queda más que expresado en sus comentarios. Mi hija será siempre lo más importante en mi vida. Yo empujaba todo lo que humanamente podía empujar, con un médico residente haciéndome eso que ahora es una palabra prohibida, kristeller.
Ojalá pudiera cambiar mi vida por la de mi hija, sana y bien, qué satisfacción más grande que ésta podría tener una madre. También dice que no me quejaba de dolor. Dios mío, tenía la epidural, pero no me haría efecto porque cómo me dolía... Todos saben que me quejé, grité y les supliqué que me ayudaran. Yo tenía la epidural, pero el efecto al parecer se lo hizo a ustedes, que eran incapaces de creer el dolor que les estaba gritando que sentía, una y mil veces, hasta que en recuperación un anestesista me toma la tensión y ve que es de 40/20. Y en quirófano todos decían pero mira ahora sí sangra al retirar el tapón vaginal. Pero esto es sólo lo que yo oí porque ahora declaran todos: ausencia de sangrado. Tampoco hicieron nada por mi hija cuando veían que su latido cardíaco iba bajando hasta 85/80, y seguían forzando un parto vaginal, en lugar de hacerme una cesárea.
Sus palabras, su cara, y su expresión de desprecio no las olvidaré mientras viva. Está presente en todas mis pesadillas, que son muchas, y en todos los días de mi vida. Consuelo, siempre recordaré inevitablemente el daño que me ha hecho. Ojalá que Dios ablande su corazón y pueda sentir esta palabra que no conoce: humanidad.