CRÓNICA DEL NACIMIENTO DE ANUAR

Antes de centrarme en la experiencia del nacimiento del bebé, quiero haceros un poco de introducción sobre los partos aquí.

Anuar ha nacido en Alemania, la idea de dar a luz aquí sin entender el idioma al 100% me tenía algo nerviosa. Menos mal que al ser un tercer parto, sabía a lo que me iba a enfrentar.

En Alemania son muy pro parto natural, que es como debería ser en todos los lugares pero desgraciadamente no es así. El parto en España está muy instrumentalizado y con altos índices de cesárea. En mis anteriores partos lo que más miedo me daba era la episotomía, afortunadamente no hizo falta en ninguno de los dos. Y saber que aquí no usaban instrumental si no era necesario, me tranquilizaba.

En Alemania eres libre de elegir donde quieres dar a luz: en tu casa, casa de partos o hospital. El seguro cubre las 3 opciones. Yo me decidí por el hospital porqué no tenia ninguna matrona cerca que hablase español y me preocupaba no entendernos, así que solo conozco esta opción.

El hospital donde quieras dar a luz pero debes inscribirte antes.

En la entrevista rellenan tu historial médico referente al embarazo y partos anteriores, te preguntan tus preferencias (una especie de plan de parto) y te derivan al anestesista por si hiciese falta recurrir a la anestesia epidural.

Me gustaron las alternativas que proponen para sobrellevar mejor el dolor. La epidural la dejan como última opción, antes te ofrecen homoeopatía, acupuntura, bañera con agua caliente para la dilatación… y te permiten beber, comer y moverte a tu aire durante todo el rato.

Saber que la opción de epidural era la última y después de haberla pedido en los dos partos anteriores, hizo ponerme las pilas para prepararme de caras a un parto natural.

Así que dediqué mucho tiempo a leer relatos de partos naturales aquí, en El Parto es Nuestro. Me centré en la sección de partos en casa ya que son realmente naturales, y empecé a sentir que quería un parto así.

También indagué en páginas web sobre el tema y vi muchísimos vídeos en youtube para conocer lo mejor posible como fluye un parto natural y no bloquearme en el mio.

Otra de las cosas que nos dijeron en la entrevista es que si el bebé y la mamá están bien, a las 6 horas del parto te puedes ir a casa. Tener esa opción me gustó por el hecho que tenemos dos niños más a los que atender y que al fin y al cabo, estando bien, en el hospital no haces nada a parte de agobiarte.

Después de esta visita, nos dieron cita con el anestesista. En la visita únicamente se limitó ha hacerme algunas preguntas sobre salud de caras a la anestesia y a explicarme las contra indicaciones. La analítica la hacen una vez ingresas de parto para que los resultados sean lo más recientes posible.

Y ahora sí, mi relato:

Mi fecha prevista de parto era para el 9 de julio, aunque dado que los dos niños se habían adelantado a la semana 37, la familia y amigos apostaban por fechas bastante antes y así fue.
El día 17 de junio, sobre las 2:30 de la madrugada me despierto con una sensación rara. Pienso que me estoy haciendo pipí, me toco y está mojado pero no huele a pis. Así que no puede ser otra cosa que líquido amniótico. Me levanto y empieza a salir más cantidad, no hay duda, he roto aguas.

Voy al baño, me cambio y vuelvo a avisar a mi marido que no me ha escuchado levantarme. Al decirle que he roto aguas, da un salto en la cama pero no lo asimila hasta que se lo vuelvo a repetir.

No sabemos que hacer, no contábamos que nos pillase a media noche y no hay trenes ni autobuses a estas horas hasta el hospital. Tengo apuntados los teléfonos de varios taxistas, pero con los nervios no sabemos ni que decirles, no nos sale el alemán.

Como no tengo contracciones, decidimos esperar un poco antes de irnos. Pero al final, los nervios pueden más que nosotros y llamamos al tío de mi marido que vive en el pueblo para que nos acerque al hospital. No queríamos molestarle a media noche, pero es lo más sensato. Afortunadamente la hermana de mi marido está en casa y los niños se pueden quedar tranquilamente durmiendo.

Llegamos al hospital sobre las 3:30 de la madrugada, sigo sin ninguna contracción. Me ingresan en una sala de dilatación muy agradable y con luz tenue, me ponen los monitores y me hacen una analítica por si hace falta usar anestesia ¡como odio las vías intravenosas!

Nos quedamos tranquilamente los dos solos esperando a que aparezcan las contracciones y poco a poco se van desencadenando. Son muy suaves, de la misma intensidad que las últimas dos semanas. De hecho, habían sido más seguidas los últimos días que en este momento.

A las 7 de la mañana, con el cambio de turno, la nueva matrona viene a saludar y aprovecha para explorarme. Tengo entre 3-4 cm de dilatación, normal ya que las contracciones son muy suaves. Así que decide trasladarme a la habitación porqué la cosa pinta que va para largo.

Una vez en la habitación, por arte de magia, las contracciones suben de intensidad pero todavía soportables y muy espaciadas. Entre una y otra sigo tranquilamente hablando y riendo con mi marido y paseando por la habitación. Hasta que de repente, a las 8 y poco viene una muy fuerte que me hace subirme a cuatro patas en la cama porqué no me aguanto de pie, casi no se ha ido la primera que ya viene la segunda.

De repente noto como el niño desciende y mucha presión. Mi reacción es “¡llama a la matrona que se sale el niño!”. Mi marido corre a pulsar el timbre, que por cierto no nos habían enseñado donde estaba y nos cuesta localizar, y enseguida viene la matrona.

No hace falta exploración, la matrona se da cuenta que ya he dilatado por completo y estoy empezando el expulsivo. Así que salimos corriendo con la cama por el pasillo, yo todavía a cuatro patas. Una situación muy cómica.

En el paritorio me cuesta cambiar de mi cama a la cama de partos. Me hacen tumbar para ponerme el monitor ¡qué dolor! no puedo, me vuelvo a poner a cuatro patas y el dolor se calma. Me incorporan el cabezal para que me apoye con los brazos.

Solo he tenido 5 contracciones fuertes y dolorosas, enseguida paran y noto las ganas de pujar. En ese momento yo estoy en otra dimensión, en mi mundo, las imágenes de mi alrededor las tengo confusas, borrosas. Solo recuerdo a la matrona decir “¡mamá fuerte!” y a mi marido “¡tú puedes!” y el sol que entra por la ventana que me da en la cara.

Esta última fase no duele, imagino que por el subidón de hormonas. Noto como se abren los huesos, pujo, parece que me rompo y de repente, el esperado circulo de fuego ¡Anuar ya viene!

Un último pujo acompañado de un mordisco en el colchón y Anuar se escurre entre mis piernas como un pececillo, la matrona lo coge al vuelo.

De repente vuelvo al mundo real, mi bebé llora y yo sigo en un estado de euforia. Mi marido corta el cordón y yo cojo a Anuar, me quito como puedo el camisón para ponerlo sobre mi pecho y me tumbo en la cama. Se relaja y deja de llorar.

Todavía queda el alumbramiento de la placenta. Al poco noto otra vez ganas de pujar y con un pequeño empujoncito, sale la placenta. La matrona la revisa y yo observo a la que ha sido el sustento de mi bebé junto a ella. Le hacemos una foto de recuerdo.

Me siento increíblemente bien, nunca hubiese imaginado que la experiencia de un parto natural fuese tan intensa, tan brutal, tan enriquecedora. Esperaba dolor, mucho dolor pero no ha sido así, ha sido magnífico.

Anécdota: Cuando nosotros salíamos corriendo hacia el paritorio, mi compañera de habitación salía a desayunar (los desayunos de las mamás son buffet libre en el comedor) y al regresar a la habitación ya con Anuar, ella volvía del desayuno. El parto duró menos de lo que ella tardó en desayunar.

Junio 2015.