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El embarazo de Irene

Cuando tomé la decisión de tener un hijo no pensé en lo que me pasaría a mí como madre, o como embarazada, en cómo cambiaría mi vida, mi cuerpo, mis sentimientos. Solamente pensé en el concepto de familia que quería, en lo que quería (y quiero) a mi pareja, soy un poco extraña y hago mucho el ejercicio mental de: “qué quiero cuando tenga 50, 60, 70…” y mi respuesta siempre pasaba por tener familia, a ser posible numerosa. Así que un buen día decidimos que ya era el momento.
Fue algo muy rápido, aún lo veo como si fuera ayer y han pasado cinco años. En el primer mes me quedé embarazada y, aún sabiendo que lo estábamos buscando, la primera reacción fue de sorpresa… y vértigo!! En muy poquito tiempo iba a tener un bebé conmigo!!! Y yo que nunca había cogido uno!


La primera visita fue con mi médico de cabecera. Fue encantador, me debió de ver joven porque me preguntó si el embarazo era deseado, supongo que buscando saber si necesitaba apoyo psicológico. A partir de ahí me remitieron al tocólogo que era quien me iba orientando de las pruebas y visitas, el trato con él: aséptico, creo que no me miró a la cara en los 8 meses que estuve yendo por allí. Sólo sé que antes de ir me ponía a dieta estricta un par de días porque siempre cogía “mucho peso”, me sentía algo presionada. Recuerdo cuando el embarazo estaba algo más avanzado y ya me mandaron a la matrona (con la que sólo tuve 3 visitas una de ellas después de dar a luz) había cogido 3 kilos en un mes y me dice: “pues el bebé ha cogido sólo uno así que a ver qué haces con los otros dos”, me hicieron sentir tan mal que salí de allí llorando. Cuando me quedé embarazada de mi segunda hija decidí que no dejaría que NADIE me hiciera llorar, es cierto que cogí menos peso, pero también es cierto que no les dejaba que me hicieran sentir así.


La mejor prueba fue la primera ecografía. Fui sola porque mi pareja trabajaba y a mi madre no la dejaron entrar, “sólo parejas” decían, cosa que nunca entenderé, un acompañante es un acompañante y punto. Da igual que uno haya visto un palito de farmacia con una raya o con un texto diciendo que estás embarazada, lo especial de verdad es cuando ves a tu hijo por primera vez, cuando lo ves con esa forma de alubia, los bracines, las piernas... Salí de allí en una nube, por fin empezaba a creérmelo.


Tenemos la costumbre de disfrutar poco de las cosas, a mí me encanta pararme simplemente a respirar una tarde que hay viento o a ver un árbol especialmente bonito, pero nunca me había parado a disfrutar de mí misma. Cuando me quedé embarazada sentí por primera vez en mi vida sentí conexión con mi cuerpo, conexión conmigo misma. Paz.

(Irene González)