El embarazo de Ruth
Estaba embarazada, después de tanto tiempo buscándolo y de la ayuda de los médicos, estábamos embrazados y no podíamos ser más felices.
Las embarazadas no son enfermas, lo pensaba y lo sentía, pero yo iba al médico con miedo de que algo estuviera mal, tanta analítica, tanta consulta, tan poco diálogo, entraba por la consulta sintiendo por favor díme que he aprobado. Nunca sentí que realmente importáramos ni mi hija ni yo, sólo eran positivos o negativos en una hoja.
Creo que dentro de mí sabía que las cosas no eran como no las vendían…la prueba del azúcar… ¿le dan a un posible hipertenso una sobrecarga de sal a ver si le da un “jamacuco”? –no-.Pero ahí estaba yo en el Hospital, porque la prueba corta me había dado justo en el borde, mareada tuvieron que tumbarme para soportar el mal cuerpo y confirmar lo que la ausencia de síntomas ya había dicho: mis niveles de glucemia eran normales.
Recuperé ese recorte de revista en el que hablaban de un libro “La revolución del nacimiento” de Isabel Fernández del Castillo, lo había guardado mucho tiempo atrás porque mencionaban que la postura en la que se pare en la mayoría de los Hospitales Españoles no es la óptima, algo que siempre había pensado por esta razón dudé si comprarme o no el libro, pensaba que al leerlo solo conseguiría sentir que mi bebé y yo nos íbamos a perder algo que aquí las cosas no podían ser de otra manera pero al final pudo mas mi sed de lectura, de aprender. En ese momento no sabía lo que ese libro iba a suponer en mi vida.
Me plantee con el libro crear un plan de parto, pero la matrona del curso de preparación al parto me dijo que no iba a servir de nada, mi entorno me decía que no fuera “listilla”, que los médicos son los que saben, pero una socia me llamó y me tendió esa mano que necesitaba para por lo menos intentarlo. Me citaron a consulta, lo que más me preocupaba (además de la episiotomía) era si me darían a mi hija nada más nacer, recuerdo perfectamente a la ginecóloga diciéndome que eso daba igual que tenía toda la vida para estar con la niña. No hubo conversación ni intercambio de opiniones, sólo me dijeron que confiara en ellos que lo iban a hacer lo mejor posible.
Viví mi embarazo con miedo, con temores, respirando cada vez que me decían está todo bien.
Y luego mi plan de parto no fue respetado, nuestro parto no fue nuestro, fue de ellos. Gracias a una lactancia prolongada y a esta asociación me he perdonado por no hacer algo más. He aprendido y sigo aprendiendo que el embarazo es nuestro y espero algún día vivir la experiencia como lo que es algo fisiológico, normal, algo en lo que nosotras y nuestros bebés somos lo que más vale, lo único que importa.
(Ruth Campuzano)