El nacimiento de Adrián en Jarrio
Miro la cara de mi precioso hijo y me parece increíble lo tan maravillosa y perfecta que puede llegar a ser la naturaleza; de cómo mi cuerpo es capaz de engendrar un ser, hacerlo crecer dentro de mí y entre él y yo hacerlo nacer…
Este es el relato de mi parto:
A la tercera fue la vencida, digo la tercera porque antes de ver la carita a mi niño, había tenido dos falsas alarmas, me daban contracciones dolorosas pero al llegar al hospital se paraban del todo. Una de esas falsas alarmas fue un martes, me dejaron ingresada para ver cómo evolucionaba y al día siguiente me fui a casa, la otra falsa alarma fue el jueves a las 6 de la mañana y lo mismo: al llegar al hospital las contracciones se paraban, ese jueves 20 de Diciembre yo ya estaba muy cansada, le hablaba a mi barriga y le decía a mi hijo que si quería salir ya que yo le daba permiso (yo no sabía, a pesar de que ya tenía otro niño, cuando era el momento de ir al hospital, de estar realmente de parto porque con mi primogénito me lo indujeron por el simple hecho de haber habido expulsado el tapón mucoso sin estar dilatada, ya lo sé, debí esperar más en casa), esa tarde vino a casa mi querida amiga Helena Herrero, me decía que paciencia que cuando fuera la hora que lo sabría…luego me quedé yo sola en casa, todos se fueron, mi marido y mi hijo se fueron a la compra, fue entonces cuando apagué las luces y puse en el ordenador las canciones que con tanto cariño me grabaron mis compañeras de “El Parto es Nuestro” y “Amamantar” y solo con la luz del ordenador, me senté en la silla con los brazos apoyados en el respaldo y mi cabeza sobre ellos, empecé a girar por el salón y respiraba profundo, pensaba en la vida que tenía en mi interior, cuánto lo quería y cuanto deseaba que llegara la hora del parto. Después de tantas horas con dolores que iban y venían, dolores leves a veces dolores más fuertes y de mucho cansancio. De repente esa noche se me dio por limpiar la cocina y recordé a Odent en sus libros cuando habla del “síndrome del nido” antes de dar a luz y pensé: “el momento se acerca”. A las 11 de la noche tuve unas contracciones muy dolorosas, llené la bañera con agua bien caliente y me sumergí, creo que estuve como una hora en el agua y de vez en cuando rellenaba con agua más caliente. En el agua se pararon las contracciones otra vez y me fui a dormir, así que me acosté en el sofá y a las 3 y algo de la mañana me desperté con dolores mucho más fuertes que los de antes, ahora sí que era el momento. Fui hacia la habitación y desperté a mi marido y le dije que nos fuéramos ya para Jarrio (tenía como 40 min. de camino), que Adrián llegaría pronto, que nos metiéramos pronto en el coche, que tenía ganas de aullar y que en casa no lo podía hacer porque despertaría al niño y a los vecinos. Llamé a mis padres para que vinieran a quedarse con mi hijo, tardaron bastante en venir, llegaron, me miraban con cara de dormidos-nerviosos-asustados, mi madre me ayudó a bajar las escaleras, hacía mucho frío. Nos esperaba media hora de viaje, y nada más meterme en el coche empecé con mis aullidos, me ayudaban a concentrarme en mi hijo, mi marido iba contabilizando y me venían las contracciones cada 7 minutos. Llego al hospital por la puerta de urgencias, me ayudaron a bajar del coche y me sentaron en una silla de ruedas, todo esto con los ojos cerrados, quería mantenerme en lo posible con mi cerebro primitivo y no volver al neocortex, pero aunque no veía nada, sí que oía y eso no lo podía evitar. El celador y mi marido hablaban de lo bien que estaba Jarrio para parir, que venían muchas mujeres de fuera. Al llegar a monitores oigo la voz de la auxiliar que me pregunta cómo estoy, entonces echo la cabeza hacia atrás preguntando qué matrona me toca y veo a Amparo que la conocía de las clases de preparación al parto de hacía tres años, cuando me preparaba para dar luz a mi primogénito. Esta matrona me encantaba, había aprendido muchas cosas con ella y ahora estaba en el hospital de Jarrio para atender MI parto tres años después, qué suerte había tenido. Le pedí que me hiciera un tacto y que por lo menos me dijera que estaba de 5 cm. si no me daba algo, porque después de haber estado allí por la mañana y sin un centímetro de dilatación…
Bueno, se pone a ello y me dice que 6/7 cm., en ese momento vi el cielo, me puse a llorar de la emoción, estaba muy contenta y rodaban por mis mejillas unos lagrimones de amor y no hacía más que repetir: “por fin voy a conocer a mi hijo!!! snif, snif, es que estoy muy contenta, que ganas tengo de parir!!” y la auxiliar me decía: “no llores mujer…” y yo le contestaba:”lloro de felicidad, lloro de felicidad”. Hace pasar a mi marido y le dice que no se asuste porque estaba llorando mucho, él le contestó que en los momentos felices siempre lloraba y que ya estaba acostumbrado. Y yo venga llorar con una sonrisa de oreja a oreja, Amparo me pregunta si quiero la epidural y yo le contesté:”sabes que no” y dijo:”bueno, pues vamos para allá”. Me preparan y mientras tanto, Oscar llama a Helena por si quería venir al parto (era lo que teníamos planeado en un principio), habíamos escogido a Helena porque conoce la fisiología del parto a la perfección y pensamos que sería la mejor acompañante, pero tenía a su hijo pequeño enfermo y no pudo ser. Eran las 5 y pico de la mañana y me llevan a la sala de dilatación, en ese momento llega un mensaje a mi móvil era Helena, sus palabras hicieron de mi marido el mejor acompañante, sus fuertes brazos me sirvieron para colgarme durante las contracciones y su silencio me sirvió para volver a entrar en mi mundo, así pasé las contracciones una tras otra, como yo quería, a cuatro patas arriba de la cama, en la pelota de dilatación, de cuclillas agarrada a los barrotes de la cama o de los brazos de mi marido, paseando y hasta sentada en el WC, me podía quitar el monitor cuando yo quisiera, Amparo me trajo un zumo. Todo esto sin oír casi el monitor para no desconcentrarme. No sé a qué hora viene Amparo y le digo que tengo ganas de empujar, ya estaba dilatada pero la bolsa no se había roto. Nos vamos al paritorio, en la silla de partos estuve un buen rato pero la bolsa seguía sin romperse, le pedí a Amparo que me la pinchara porque ya llevaba mucho tiempo dilatada y quería ver ya a mi hijo, pero apenas salían unas gotas…yo ya estaba cansada, no sé en qué momento de la dilatación mis endorfinas me hacían efecto pero según parece había entrado en el paritorio como danzando, sentada en la silla de partos estaba como borracha, me reía sola como una boba y decía tonterías muy bonitas como: “Ayyy, que feliz estoy, voy a ver a mi hijooooooo” y se me trababa la lengua y todo. La matrona, la auxiliar y Oscar se reían tras las mascarillas, llego un momento en que tan “borracha” estaba que me dormía y roncaba y volvía a despertar hablando cosas sin sentido y cuando volvía a dormir soñaba que ya estaba con mi hijo, entonces me empecé a preocupar, ¿cómo es que me estaba durmiendo en mi propio parto?, “Amparo, ¿porqué me duermo? ¡Yo quiero parir, no dormir!!” Amparo me sugirió volver a la sala de dilatación a dormir un rato y yo le dije que ni hablar, que esto no podía ser así .En ese momento abrí grande los ojos, la auxiliar me dio una gasa con agua fría me empapé la cara y chupé el agua y me dije: “A ver, Jessica, necesitas salir un poco del primitivo y ponerte las pilas. A ver, estoy en el paritorio, este de aquí es mi marido…” sacudí la cabeza varias veces para espabilarme de una vez y me bajé de la silla me puse en el suelo a cuatro patas y ahí empezó la fiesta, el baile entre mi hijo y yo. Sentía cómo iba bajando, sentía cómo mi cuerpo empujaba sin yo hacer nada, una fuerza interior salía por mi boca, unos alaridos impresionantes. Pero ya no me dolía nada. Sólo un gozo y un placer inmenso. La matrona y la auxiliar se sentaron en el suelo a observarme (bastante alejadas), Oscar permanecía de pie al lado de la silla. Oí decir a la auxiliar: “¿y si le decimos que haga esto o lo otro?”(No recuerdo que era) y Amparo dijo:”No, vamos a dejarla que haga lo que ella quiera” esas palabras se me quedaron grabadas en mi mente, pero también en mi corazón. La matrona le indicaba a la auxiliar: “esa es la mejor forma de parir, ahora le están saliendo los pujos solos”. Me subí a la silla de partos, no me dolía nada. Amparo se situó frente a mí, y mi marido junto a ella. Veía las manos de ella extendidas hacia a mi vagina, sin tocarme como ansiosa, esperando el momento. Me indicó en ese momento que respiraba suavecito para evitar el desgarro que ya venía, sentí el “circulo de fuego”, cómo me quemaba, como cerillas alrededor de mi vagina. Salió la cabeza y en la siguiente contracción salió el cuerpo entero con tal mala suerte que junto a un hombro sacó la manita y me hizo un pequeño desgarro, pero nada, era superficial. Eran las 8:55 de la mañana del día 21 de diciembre de 2007. Recuerdo cómo mi hijo se deslizó sobre las manos de Amparo, ella no lo agarró, sólo lo recibió y me lo puso encima y le decía:”Amparo, por favor, espera a que deje de latir el cordón”. “que si, tranquila” (esto era muy importante para mí, a mi primogénito no le dieron tiempo a despedirse de su estado fetal) entonces Amparo le dice a Oscar:”Comprueba, ha dejado de latir” y Oscar asiente con la cabeza. A continuación pone sus dedos suavemente sobre mi barriga y la placenta sale sin ningún esfuerzo, ahí sentí más alivio todavía, comprueba el estado de la placenta y me enseña donde estaba Adrián, dice que la placenta era muy grande y que todo está normal, me examina y dice que el desgarro es muy pequeño y se pone a coserme y yo me quejaba mucho y le decía “Ay Amparito, Amparito (yo ya con unas confianzas que para qué…) que me duele mucho!” me dolía y me molestaba más sentir la aguja y el hilo pasar que el propio parto y pedí anestesia local. Entre tanto mi hijo sollozaba mientras se arrastraba hacia mi pezón y lo secaban. Encontró el pezón el solito y mientras succionaba yo me dormía del placer y me repetía: “qué bonito es mi bebé”. Me llevan a la sala de dilatación otra vez, me despedí de ese paritorio tan calentito con una sonrisa. Allí Adrián suelta el pecho y se lo llevan, el padre va con él y nada más salir ellos por la puerta entra mi desayuno: un café con leche, un panecillo, mantequilla, mermelada y una naranja, tenía mucha hambre y me lo comí todo con mucho gusto. Al rato entran mis dos amores por la puerta y pongo a Adri al pecho. Oscar dice:”Qué bien ha salido todo, cariño, Adrián pesa 3.510 kg y es muy largo 53cm!”.
Me encantó parir esta vez, sentir cada contracción, el dulce dolor del parto natural, el sentir cómo mi cuerpo y mi cerebro supieron reaccionar en cada momento, es maravilloso parir sin epidural pero más maravilloso es parir sin la oxitocina sintética y sentir cómo mi cerebro segregaba endorfinas. Es maravilloso sentir que una es capaz de parir sin empujar, que el bebé es capaz de nacer solito y sentir cómo va rotando su cabecita para salir. Y lo mejor, es sentirse tratada con todo el respeto que se merece una parturienta.
Quiero dar las gracias a Jarrio y sobretodo a la matrona Amparo Lolo Moro, es una mujer excepcional.
Tengo que agradecer también a mis compañeras de El Parto es Nuestro de Asturias y de “Amamantar-Asturias” por sus buenos deseos, en especial a mi querida Helena por su generosidad, apoyo incondicional, por saber guiarme durante el embarazo y por cuidarme tanto en el posparto, sólo ella sabe cuánto la admiro y quiero y como no a mi marido Oscar, simplemente por ser como es.
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