El nacimiento de Ariadna, contado por su padre.
Os envío el camino que anduvimos y el nacimiento de mi hija, contada por mi marido.
Un abrazo!
Patricia Fernández
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Emoción. Dos horas después, poco dicen algunos, una eternidad para los protagonistas de dolor, inquietud y de hormonas que van y vienen para pasar de la alegría al miedo, del miedo a la emoción, de la emoción al llanto y del llanto a la risa. Dos horas después vino una nueva personita al mundo.
Han sido nueve meses de dura preparación. Querer traer a un niño con el menor trauma posible para él y para la madre, de la manera más fisiológica posible, en esta España de 2011, créanme los que no lo saben, es un auténtico dolor de cabeza. La sanidad española, por principio, no respeta las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, ni tan siquiera, en muchos casos, los mismos designios de nuestro propio Ministerio de Sanidad Español. Para que nombrar entonces los deseos del recién nacido o de la madre.
Valoramos múltiples alternativas al parto. La primera opción era una matrona en casa. Nos pusimos a ello y pronto tuvimos que descartarlo, no eran muchas las candidatas y una serie de asombrosas coincidencias, muchas de ellas debido a nuestra situación geográfica, hicieron que las candidatas de confianza no pudieran atendernos, por lo que nos centramos en otras cosas.
En Asturias nos encontramos y pocas alternativas tenemos. La más reconocida por aquellos y aquellas que valoran el bienestar del niño y de la madre en estas circunstancias es el Hospital de Jarrio, sin embargo, en reuniones y conversaciones varias, a mí, personalmente, no acabó por ofrecerme garantías suficientes, sobre todo por su lejanía de nuestro domicilio, unas dos horas en coche. Ya saben, las comunicaciones de esta provincia costera española. Lamentables.
El Hospital Universitario de Asturias (HUCA) en Oviedo, era uno de los que peor fama atesoraba (con permiso del Hospital de Cabueñes de Gijón, que por referencias, da miedo), pero las mismas reuniones y conversaciones anteriores fueron acercándonos a él. Las cosas han cambiado, nos dijeron una y otra vez. A por ello, dijimos nosotros.
Preparamos un plan de parto y lo presentamos ante el estupor de alguno de los trabajadores del hospital. Unas cuantas vueltas y se nos atendió para tranquilizarnos y comunicarnos que efectivamente el HUCA estaba por la labor de este tipo de partos, dependiendo el profesional de turno que tocara, claro.
Es curioso esto. Hospitales que no hacen caso de OMS ni de Ministerio de Sanidad, profesionales que no hacen caso de protocolos de sus propios hospitales… un sin sentido que sólo se me antoja coherente por la comodidad de los “especialistas” en estas lides. Infórmense, no tiene ningún otro sentido.
El caso es que con miedo en el cuerpo fuimos armados hasta los dientes. Nuestra arma más poderosa: la información. Sabíamos a que atenernos ante cualquier observación y/o aseveración. Eso si, el miedo a que nos aconsejen de verdad o de mentira, sinceramente, no es fácil para uno quitárselo del cuerpo.
No les atormento más. Tienen información suficiente en este blog, en la red y en medios especializados.
Llegamos a eso de las 01:20 horas de la madrugada del viernes 01 de abril. En poco más de una hora estábamos en la sala de dilatación. Allí empezó de verdad la experiencia. No religiosa, humana, profundamente humana.
Presento el plan de parto a la matrona en cuanto se identifica y le indico de antemano como queremos que se desarrolle el mismo. Clara y rotundamente. Al poco tiempo, el suficiente para haber leído el plan, pregunta a mi mujer si quiere parir allí mismo con su ayuda y la mía o prefiere subir a la sala de partos. Estamos en la onda.
Una hora para que nuestra hija rompiera la bolsa. Eterna. Mucho dolor. Era el indicio real de que todo se tenía que desarrollar, pero las contracciones no podían con ella. El momento de caída del agua fue tranquilizador.
Otra hora duro todo. Podríamos haber dicho, que fueron tres, cuatro, cinco o quien sabe cuantas. Fue corto, pero no veíamos el momento de acabar. La conexión madre-hija fue determinante. La energía que brotaba en el ambiente era enorme y comprendíamos que el tiempo no era relevante. Aquí lo poco puede parecer mucho y viceversa, la mujer debe buscar la manera de centrarse, para comprender que lo que está pasando, tiene que pasar. Cada una tiene su camino.
El momento de ver asomar una pequeña cabecita, repleta de pelo que subía y bajaba a ritmo de cada contracción fue mágico. Intensifiqué mi apoyo. Ya estaba allí. Un poco más. Ya está con nosotros.
A las 04:20 de la mañana, nació Ariadna, la niña que iluminó para mi el cielo de Asturias con el sol más radiante que he conocido. Salió entre lágrimas y emoción para reptar inmediatamente por el cuerpo de su madre y empezar a comer allí mismo. ¿Dónde fue la matrona? Paz. Tranquilidad. Emoción. Amor.
Es sólo una experiencia. El parto natural controlado es diferente. No hay drogas, no hay cortes, nadie empuja, nadie introduce aparatos. No se estresa a la madre ni a la criatura. No hay más sufrimiento del necesario. La ciencia y la técnica están para cuando hacen falta. No por defecto. Utilicen nuestra más valiosa arma, la información. Infórmense si están en situación, de como se hacen las cosas en Reino Unido, en Francia, en Alemania, en Holanda. Ustedes decidan, pero no olviden informarse.