El nacimiento de Ariadna, Maternidad Acuario, 30 de septiembre de 2007.
Fue a principios de septiembre cuando por fin decidí, y gracias que lo hice, dar a luz en Acuario, solo quedaban tres semanas para mi FPP (fecha prevista de parto) y aún tenia dudas sobre si sería una buena opción el hospital de Villareal puesto que en mi última visita allí me ofrecieron una ligadura de trompas sin venir al caso, esto me asustó tanto que decidí que la mejor opción era la maternidad Acuario.
Así que el día que cumplía la semana 41 nos bajamos a Denia para quedarnos hasta que naciera mi solete. Esa misma noche empecé a tener contracciones más rítmicas que las que había tenido hasta el momento, eran cada 10 min. Qué maravillosa sensación!, eran mis contracciones, las generaba yo solita!, estaba exultante. Por la mañana como no desaparecían llamé a Acuario para hablar con la matrona, porque por mucho que lees y te informas, te sientes como lo que eres, primeriza, y me daba seguridad hablar con ella. La enfermera me sugirió que me pasara y así me conocían.
Una vez allí me monitorizaron, todo estaba bien, había empezado mi ansiado pre-parto.
Esa misma tarde vi al ginecólogo, tan cariñoso como siempre, me hizo un tacto, tenia dos cm., así que solo acababa de empezar.
Esa noche, del viernes al sábado, las contracciones fueron muy intensas, ya no dormí nada y por la mañana empezaron a ser cada 5 min., yo quería estar en casa hasta que no pudiera más pero mi marido quería estar tranquilo estando en Acuario, así que cedí porque quería verlo tranquilo. Era ya la hora de comer cuando llegamos, yo seguía con mis dos maravillosos centímetros por lo que el médico nos mando a comer y luego ya me darían habitación, entonces yo pensé: ¡genial, eso es que la cosa avanza!. No disfruté mucho de la comida, realmente no tenía hambre, estaba "saboreando" más mis dolores que el plato de sopa.
A la vuelta y ya en una habitación los dolores se hicieron más intensos, las contracciones eran más seguidas, pero a mi más me dolían los riñones que las propias contracciones, que ahora las recuerdo como una anécdota.
Que razón tenéis cuando habláis del "planeta parto", recuerdo la habitación en penumbra, mi hija Lucia, de 4 años, entrar a darme besos y contarme que se lo estaba pasando muy bien con papá jugando en el jardín, también las visitas de la matrona para monitorizar a mi pequeña, pero yo estaba en otro sitio abstraída por un mundo de sensaciones nuevas, dolores desconocidos.
A las siete y media de la tarde bajé al paritorio, sé la hora porque recuerdo ver el reloj colgado encima de la puerta, la matrona me hizo un tacto y me dijo lo que menos te esperas, estaba igual que hacía 5 horas, fue como un jarro de agua fría, no había dilatado nada en todo ese tiempo, tanto dolor para estar como al principio. En ese momento todos tus miedos te asaltan y te hacen dudar de tu naturaleza, a ver si es verdad que no puedo dilatar, que no puedo parir…pero sigues ahí sufriendo y siendo la más feliz del mundo pensando y confiando en ese ser que llevas dentro que pide salir al mundo. Me pusieron el monitor y un aparatito de descargas eléctricas, como los de rehabilitación, en los riñones para atenuar el dolor que me daba con las contracciones, mi niña estaba perfecta, no le bajaban las pulsaciones ni un momento y yo estaba de nuevo totalmente abstraída, no recuerdo ver llegar a mi marido al paritorio, ni por supuesto la hora que era, parece ser que le pregunté por mi hija mayor, pero no me acuerdo, que ya estaba acostada en la habitación.
Las contracciones ya no me daban descanso, y cuando lo hacían yo me dormía de forma instantánea y me despertaba segundos después porque perdía el equilibrio al estar sentada, ¡con lo que me cuesta a mí conciliar el sueño normalmente!.
A las once y media de la noche la matrona me hizo otro tacto, ¡ya estaba de cinco cm.!, ¡Madre mía! que increíble fuerza interior surgió en mi,¡Puedo dilatar! ¡Y lo hago yo solita!, fue como si me hubiera tocado la lotería, como la ilusión que tienes de pequeño el día antes de reyes, menudo regalo me estaba haciendo la naturaleza.
Me llenaron la bañera, pero si se paraba tenía que salir de ella, con lo que me había costado llegar a 5 cm. no podíamos arriesgar. Me metí en el agua y enseguida me vino una contracción, ¡como me dolía!, estaba a cuatro patas e instintivamente arquee la espalda e hice fuerza y algo se rompió en mi interior, era un dolor diferente y punzante, la verdad es que todos nos asustamos, ¿sería la famosa rotura de útero? , la matrona me hizo salir de la bañera inmediatamente, ¡que poco la había disfrutado!, y me preguntaba donde me dolía pero yo no sabía localizarme el dolor, me tumbó y me hizo un tacto, jamás olvidaré su cara, era una mezcla de incredulidad, alegría y sorpresa, ¡Ya está aquí!, ¡mete los dedos conmigo!, y toqué su cabecita ya casi fuera.
Rápidamente me sentaron en el taburete, mi marido me cogió por la espalda y enseguida me entraron ganas de empujar, ¡madre mía como me dolía el culo!.
Ya se le veía el pelo, negro y abundante. Volví a empujar y de mi boca salía rugidos de leona de forma incontrolada, ¡Que momento más animal!
En otro pujo salió la cabeza, que increíble ver su cabecita entre mis piernas, con el siguiente salió su cuerpecito y por fin sentí su calor en mi pecho, estaba tan caliente y resbaladiza, gimoteaba bajito como una gatita, que bonita es!. Ya estás aquí, he luchado tanto por éste momento, me gustaría no olvidar nunca ningún detalle, acordarme siempre de tu olor, de tus primeros sonidos, de tu calor en mi pecho.
Eran las doce y veinticuatro de la noche, no me podía creer que en solo una hora hubiera dilatado otros 5 cm. y haberla tenido. Ahora soy consciente del poder de la mente de las mujeres, jamás volveré a dudar de nuestra capacidad para conseguir lo que nos proponemos.
Por cierto, fue al final tan rápido el expulsivo que el médico llegó a los 10 min. del nacimiento.
Allí se me enganchó a la teta y no paró en toda la noche, por supuesto no pegué ojo y ni ganas tampoco, no hacía más que mirarla, que maravilloso había sido todo.
Jamás voy a olvidar mi parto, ha supuesto un antes y un después en mi vida, la herida emocional que me dejó mi cesárea nunca llegará a sanar pero ya tengo la fuerza y entereza suficiente para vivir con ella.
Ariadna ha sido, es y será muy especial, con ella me he reconciliado con la naturaleza.