El Nacimiento de Daniel Stefan
MI HISTORIA
El Nacimiento de Daniel Stefan. Enero de 2005.
Hay que decir que al final he llegado a asumir que fue mi propio error haber ido a esta clínica.
…de no haberme informado lo suficiente.
…de no haber escuchado bien a los que me contaban de esta clínica y de las clínicas privadas en general.
…de haber estado tan indeciso y no haber pedido la alta voluntaria para mi hijo a tiempo.
Pero sobre todo: de no habérmelo llevado a casa el día que salí de la clínica.
Para todo eso es demasiado tarde ya, eso pasó y no volverá a ocurrir. Tampoco volveré a esta clínica.
Lo que si se puede hacer ahora es reclamar, avisar y denunciar lo que pasó en la clínica. Me refiero sobre todo a las pediatras que han hecho más daño que nadie. Quiero hacer público esta historia para que no vuelva a ocurrir a otras. Mi gran deseo es que a lo mejor alguna persona del personal que me trataron se lee esta historia con el corazón y se lo toma como una crítica constructiva que ayuda a que el trato en este campo tan delicado puede llegar a ser más humano para todos. Últimamente he leído mucho. También hablé con muchas personas - el día que me di cuenta que con el tiempo solo esa historia no se va a cerrar nunca. Cada poco tiempo volvieron las imágenes, volví a revivir escena por escena, lo que me dijeron y, es más, lo que no me dijeron.
Así acepté que me tenía que tomar en serio mi obsesión y me puse a leer- leí los libros de Frederick Leboyer, y fue todo un descubrimiento. El libro más importante sin duda ha sido “Geburt ohne Gewalt” (=”nacimiento sin violencia”) Es cuando tenía claro que tengo que escribir esta historia para no olvidármela nunca.
--- El día 28 de enero de 2005 fui a la Clínica del Rosario en Madrid para la primera onitorización, estuve en la semana 37. Menos en los primeros meses que tuve vómitos, disfruté mucho del embarazo, engordé lo justo y me mantenía bien en forma nadando, con la bici, etc. Llevaba ya unas semanas con la tensión más alta, subiendo y bajando según hacía reposo o trabajaba. (Bueno, esto es otro tema, la situación laboral de las mujeres en España.)
Así que el día 27 de enero llamé a mi ginecólogo porque me volvió a subir la tensión, esa vez a un nivel record: 150/100. Él me dijo que tendrÍa que ingresar para hacer reposo absoluto controlado, lo cual me pareció lógico. Como no hubía camas en este momento me dijo que me quedara en casa y que al día siguiente tras la monitorización me quedara allí. Así que el día 28 me hicieron la monitorización a primera hora, me dejaron con mi marido a solas y allí estuvimos un buen rato, tranquilos, pensando en el niño. Ya vimos que tenía contracciones, pero suaves, unas cuantas en la media hora que estaba conectado al aparato. El ginecólogo que ya me estaba esperando, me exploró y fue una sorpresa descubrir que estaba dilatada de unos 2 cm sin haberme enterado. Recuerdo lo que dijo: “A ver, esta mujer está de parto. Hay que ingresarla ya, a ver si llega hasta el lunes tal y como está.” Luego recuerdo haber estado unas horas en los pasillos del hospital, hasta que me asignaron cama, por el caos general que hubo ese día.
Mi marido se fue a casa para recoger la bolsa del hospital, yo le pedí que me prepara unas bocatas, ya me di cuenta que necesitaba coger fuerzas. Y mientras estaba allí sola en el pasillo estaba feliz.
Feliz a pesar de que las cosas no iban como pensaba, feliz de haberme puesto de parto aunque adelantado, deseando que las contracciones empezaran de verdad, una mezcla de alegría, impaciencia y miedo. Miedo no por el parto, sino por lo que me dijo el ginecólogo. Me quedé con la impresión de “o todo se tranquiliza y aguantamos hasta el lunes, o das a luz hoy como sea. Lo del fin de semana no encajaba en sus planes o las del hospital.” Me entraron unas ganas de parir, parir de forma activa. Me puse a hablar con el niño, a andar, a relajarme. Todo eso un viernes de luna llena, con mucha actividad en la clínica y mucho follón. “¡Todas os habéis puesto de acuerdo para parir hoy!” era la frase de esta mañana.
Mi marido volvió, nos asignaron la habitación (mi médico se puso firme hasta que le hacían caso) y nos concienciamos para pasar el día juntos- intenté no tumbarme demasiado, moverme.
Hay que decir que mi ginecólogo y su compañera nos trataron muy bien, explicándonos la situación. Las enfermeras correctas, el personal del laboratorio un encanto, correctos en administración- pues, nada para sospechar lo que iba a pasar.
Volvieron una vez más para conectarme al monitor, les agradecí que no me tuvieran conectado en todo momento y nos dejaron tranquilos. Por la tarde vino una vez más la doctora – mi ginecólogo pasó su consulta privada por la tarde- para explorarme. No había avanzado mucho y ya vino diciendo que no había nada que hacer, que lo más seguro era la cesárea. Ya por la mañana cuando le dije que, por favor, que tenga en cuenta mi deseo de tener más hijos, que para mí la cesárea es el último remedio, que si realmente no se puede hacer más acepto esta opción de salvar al niño o a la madre o a los dos, pero, que por favor, me deje tiempo mientras no suba la tensión, que soy primeriza.
En cuanto la doctora salió de la habitación me vine abajo, me puse a llorar, mi marido no sabía qué hacer, sabiendo que se hizo realidad mi pesadilla, mi miedo más profundo. Sin muchas explicaciones por parte de los médicos. A poco rato entró la matrona, me puso una vía de la forma más bruta posible, aguanté varios intentos hasta que lo logró y me puso suero. Le pregunté si el suero lleva oxitocina o no, ella misma no sabía o le daba igual. Luego volvió, me puse un edema sin avisar y se fue de la habitación dejando la puerta bien abierta, mientras yo me quedé tumbada, con el culo al aire y sin ningún tipo de instrucciones de qué hacer entonces. Fue demasiado, absolutamente humillante. Me entró la rabia, me fui al baño demasiado pronto y no sirvió de nada el edema.
Pues, a las 10 de noche vino de nuevo la matrona y sin avisar ni nada pidió la ropa del bebé a mi marido.
– “No tiene la manta? Pero si le vamos a sacar al niño dentro de 5 minutos!” Así nos enteramos de que me iban a hacer cesárea definitivamente. Yo esperaba algo más de explicaciones. En este momento esperaba que alguien del personal viniera para prepararme para la cesárea, explicarme el por qué. Puede que un médico las hiciera como rutina diaria pero yo no sabía lo que iba a pasar.
Todo con prisas para terminarlo todo el mismo viernes.
En algún momento creí a los médicos y por un momento acepté la cesárea, fue más tarde cuando me puse a pensar y reflexionar: Viernes por la noche, falta de neonatología UVI, falta de paciencia de médicos, una matrona insegura, inútil de valorar la situación y hacer algo más que seguir los órdenes de los ginecólogos, etc.
No encajaba en este esquema. No podía ser que una primeriza tarde tanto en parir, ya que se ha puesto de parto sola. (¡!)
Bueno, me bajaron en una camilla, no me dejaron andar sola, es más, no nos dejaron despedirnos ya que mi marido se tenía que quedar fuera – y eso que la cesárea no era urgente. Simplemente una falta de tacto, de respecto por parte del personal.
Recuerdo la escena de quirófano, yo completamente desnuda en la mesa de operaciones y mucha gente alrededor. Lo que me salvó en todo momento era el anestesista. Lo primero que le dije al entrar era que “por favor, quiero que me expliquen todo en todo momento, que es importante para mí”. Me pusieron la anestesia (raquídea)- el anestesista fenomenal, un hombre maravilloso. Pues, todo fue muy rápido, me abrieron y sacaron al niño. De eso me enteré por los ruidos. El anestesista fue el único que hablabaconmigo y aunque me habló más para distraerme y no para explicarme lo que estaba pasando se lo agradezco muchísimo, de no haberme dejado sola en este momento.
Todo se empezó a torcer en el momento que me di cuenta de que el niño ya no estaba en el quirófano. No entendí nada. Pregunté por él y me dijeron que se lo habían llevado.
Pedí verle, insistí como podía – estando allí con la tripa abierta e inmóvil, los brazos en cruz. Al final la pediatra volvió y me lo dejó ver, pero al estirar mi brazo no me dejó tocarle. Fue solo un instante, de retirarle un poco, como para protegerle- pero protegerle de qué- ¿ de que le tocara su propia madre ? No me dejaron tocarle y no entendí nada. Pregunté y no me dijeron nada. No sé si estaba bien o no o lo que le pasaba, si ha salido bien, si le falta algo o no. Nada de nada. Llevas todo un embarazo junto, convivencia íntima, madre e hijo, y de repente te lo sacan y se lo llevan sin avisar. Alguien me dijo “No te preocupes, si lo verás mañana o pasado” No me lo creía, no podía ser, me han engañado. A mi marido que esperaba fuera tampoco le dijeron nada, vio cómo pedían una incubadora y preguntó si era para su hijo y qué pasaba, pero no le respondían. Al parecer se llevaron al niño sin que él supiera si ese era su hijo o no.
Todos separados, mi marido por un lado, yo por otro, el niño lejos. Sé que con el frío que pasaba durante la operación a lo mejor no le podía haber dado el calor que necesitaba mi hijo en este momento, pero allí estaba mi marido, dispuesto a recibir al niño. Se lo llevaron. Más tarde y todavía sin saber nada del niño me subieron a la habitación. A mi marido le contó algo el médico (algo como “menos mal que hemos actuado a tiempo, la otra pacienta en el quirófano al lado ya estaba pidiendo pista de despege (para el cielo)” hay que decir que la otra mujer estaba realmente mal y tuvo complicaciones graves, por las cuales se quedó ingresada en la UVI varios días.
Pero yo recuerdo cuando entró el ginecólogo al quirófano, después de haber terminado su consulta privada por la tarde, tranquilamente, además preguntándome cómo quería la cicatriz, si la prefiero horizontal o vertical, etc. No me pareció a mí esa cesárea de mucha urgencia o como dicen aquí “a vida y muerte”.
A mi marido le dejaron entrar al nido y estar con el niño un rato, sin tocarle y cogerle, por supuesto. Me dijo que estuvo allí llorando como un niño pequeño mirando a su primer hijo, sabiendo cómo me tenía que sentir yo en este momento, ver al niño allí solo. Un niño al que nadie le ha explicado nada sobre su situación. Fue él que me contó más tarde de nuestro hijo. Y eso me tranquilizaba un poco, aunque seguí esperando alguien del personal médico que me explicara todo, cosa que nunca pasó.
Nadie me informó, ni pediatras, ni enfermeras, ni nadie. Me pareció demasiado irreal.
El día siguiente me enteré que Daniel solo estaba en incubadora unas horas para entrar en calor y que al final lo que le faltaba eran unos pocos gramos- había nacido con 2360 gramos, 40 por debajo de los 2400 gramos- el límite de peso según esta clínica. A partir de allí empezaron unos 10 días de lucha continua.
El niño estaba “protegido” en el nido y nos permitían verle 2 veces al día 30 minutos en una sala adjunta.
En este momento en el nido había unos 4-5 bebés, según los días llegaban nuevos o unos ya se podían ir a casa. Como a mi marido y la familia de mi marido, además de los otros padres, les pareció los más normal de mundo que tenían estas “medias horas de visita”, durante 2 días me dedicaba a aprovechar cada segundo de los 30 min. y a recuperarme. Recuerdo las frases “Allí esta mucho mejor, le cuidan…no te preocupes, son unos días” – “Aprovecha, luego en casa no te dejara dormir, ya verás” – llegué a odiar estas palabras de “No te preocupes”.
Ya al día siguiente me subí la leche y me organicé un sacaleches del hospital. Más tarde me tuve que comprar uno ya que solo tenían dos para toda la maternidad, eso por lo menos me decían. Metí mis fuerzas en sacarme el máximo de leche y dejárselo en el nido, ya que no me dejaron dar el pecho. Mi ginecólogo me animaba: “Sácate la leche cada 3 horas, también por la noche y se lo bajas al nido.”
Como también me animaba mucho a andar para una rápida recuperación, pues, bajaba al nido cada 3 horas. Recuerdo una noche que me abrió una monja (!) la puerta para decirme “que no vengas más por las noches, que nos das mucho trabajo” Y te quedas allí en un pasillo vacío de hospital a las cuatro de la noche con un biberón y la leche caliente recién sacada en la mano y no sabes qué hacer- gritar, llorar o las dos cosas.
Ya me dijo el ginecólogo: “Cuidado, que en esta clínica los pediatras tienen un problema. Piensan que los niños son suyos” Pues, no solo piensan eso sino además les daba bastante igual la madre y el padre y lactancia materna como alimentación adecuada, en especial para prematuros. Nuestro hijo estaba bien, le faltaban estos gramos, nada más. Todos los días antes de los 30 min. por la tarde pasábamos los padres por la consulta del neonatólogo. Estábamos allí en el pasillo y nos llamaban: “Los padres de Daniel”- y entrabas y te decían que el niño está muy bien y te enseñaban la curva de peso y si bajaba o subía.
Parece que todo era cuestión de peso. Eso era la rutina. Luego te abrían la puerta de la salita y entrabas esperando a que sacaran las cunas con los niños. Uno por uno recibía el suyo y te dejaban 30 min. No pasaban de estos 30 min. y si en este momento tenías el niño succionando el pecho les daba igual- a volver todos a su nido protegido. Tuve otro encuentro con la monja, cuando estaba allí intentando ponerle al pecho, cuando en este momento vino ella, sin avisar cogió mi pecho entre sus manos, apretó y intentó metérselo en la boca del niño y como no lo consiguió, me dijo: “Igual le da asco tu pecho” Me dejó a cuadras, no tuve fuerzas para reaccionar a tal estupidez.
Para resumir: en total 10 días de 2x30 min. al día de visita, el pediatra ignorando por completo mi deseo de darle el pecho al niño, además le dieron glucosa, antibióticos, leche en polvo – “Tuvimos que darle de comer el primer día como no tenías leche” (¡!)- le pusieron la vacuna de Hepatitis B sin avisar, sin informarnos. Le abrieron la punta del biberón de tal forma que no tenía que chupar, en fin- así de estilo.
Tardó 10 días para volver a engordar un poco. Una vez en casa cogió entre 300-500 gramos a la semana- se le veía engordando por días. Tardé mucho en acostumbrarle al pecho, pero valía la pena, además me ayudó a reconciliarme con mi niño.
Gracias a que siempre hay excepciones, había también excepciones en el personal del nido. Hubo momentos que me podía quedar un rato más con él (siempre cuando no se enteraron los demás padres, para que no empezaran a pedir lo mismo) Hubo una noche que cuando bajé la leche, al abrirme la puerta del nido la enfermera me dejó echar un vistazo al niño desde fuera- significa ver tu niño durante un segundo y ver que está aparentemente bien. Esa noche dormí mucho más tranquila y mejor. Son estos detalles pequeños que realmente no cuestan nada, solo un poco de atención y tacto y que son tan importantes en un momento en que uno se encuentra tan vulnerable y débil.
Yo siempre intenté ser amable, negociar por las buenas con las enfermeras- que no les den el biberón justo antes del horario de visita, etc. Perdí la paciencia realmente con las pediatras cuando vi que no me podían dar ninguna explicación o justificación por el hecho de que no le podía dar el pecho. Me daban igual los demás padres que aceptaron todo eso sin problema. Me dijeron que vengo de otra cultura, que lo tengo que entender, que es por el bien de mi hijo, me trataron como si fuera tonta. Mi marido y yo queríamos entender el por qué y se comportaron fatal. Recuerdo además la primera visita: lo primero que hice a recibir el niño, me abrió la camisa y le puse piel a piel conmigo, los otros padres mirándome un poco sorprendidos, pero me daba lo mismo.
Recuerdo el primer intento de negociar con el pediatra. Le dije “Mire, no le doy trabajo, yo vengo aquí temprano por la mañana con un libro, me quedo allí fuera en el pasillo y simplemente, cuando el niño tenga hambre, me avisa, le recojo, le doy el pecho y después se lo vuelvo a llevar al nido. Encima Ustedes se ahorran el trabajo de preparar y darle el biberón, y así me quedo todo el día, no les daré ningún problema.” Y me volvió a decir que esto es contra las reglas, que no puede ser, que no es bueno para el niño.
Uno de aquellos días hablé con mi hermano, le conté un poco la situación y me dijo “pide el alta voluntaria, sácale cuanto antes, para que esté con vosotros” Es cuando caí. Y es cuando empezó la lucha con mi marido que me siguió diciendo: “Que los médicos lo saben mejor”- “Sabrán por qué le tienen allí” – “Pero si le falta peso”- “Tú tranquila” – A fin, él no quería sacarle, no veía ningún motivo por hacerlo. Me sentí tan sola como pocas veces en mi vida. Mi familia que me apoyaba estaba a miles de kilómetros y mi marido no quería asumir la responsabilidad conmigo de llevar a su hijo a casa. Enfrentarme con él me costó las últimas fuerzas. La única que realmente me ayudó en este momento fue mi suegra, que me veía tan desesperada y creo que me entendió.
Al final tomé una decisión y fui al hospital, sola, solicitando los papeles en administración para pedir el alta voluntaria. Allí me decían que primero tienen que firmar los pediatras, luego se pasa por administración. Fui al nido y hablé con una de las enfermeras, le expliqué la situación.
En cuanto los dos médicos se dieron cuenta de que les estaba buscando para pedir el alta voluntaria para mi hijo no estaban disponibles, ocupados, muy ocupados. Fue absolutamente patético y me costó otros 2 o incluso 3 días. Al final me lo dieron ellos- diciendo de repente “mira, que hoy tiene justo 2400 gramos”. Creo que les daba miedo una madre que pide el alta voluntaria, por lo que les podían preguntar a nivel interno o similar.
Quiero expresar al final mi gran decepción con estos pediatras. No se dónde hicieron su formación, de dónde vienen y qué experiencia han tenido, pero me hace triste saber que siguen trabajando allí en la Clínica del Rosario de Madrid y siguen tratando a “sus niños”. No sabían realmente sobre la lactancia materna, no entendían el concepto de que madre e hijo son una unidad, un conjunto y que además existen métodos específicos para el cuidado bebés prematuros, como por ejemplo el “método canguro”. No se puede ver solo el niño como paciente, ignorando que hay una madre a su lado. Entiendo que cada hospital, cada clínica tendrá sus reglas, pero que estas reglas carecen de tal lógica no me podía imaginar nunca.
… 2006. Me sigo sintiendo mal pero mi rabia se va convirtiendo en acción y tengo la necesidad de reclamar, pedir explicaciones y hacer saber a los que nos atendieron como me siento todavía hoy:
Empiezo a poner una reclamación oficial, pasando copia a varios sitios oficiales y a entregar en persona una carta abierta a las pediatras de esa clínica. A continuación pido los historiales clínicos nuestros.
Primero lo intento “por las buenas”- llamo al hospital. Me dicen “que nunca estuve ingresado en este centro”. Voy en persona. Me explican que ya no las tienen. Pido ayuda al ginecólogo que me atendió, me dice que no puede hacer nada y me da una hoja DINA5 diciendo que “tal día me practicó una cesárea”. Nada.
Es cuando conozco EL PARTO ES NUESTRO y vuelvo a empezar, con más información y, sobre todo, más energía. Envío una carta certificada, pidiendo de nuevo los historiales y exigiendo respuestas. Me ignoran por completo. Mando todo lo que tengo al Defensor del Paciente. Enseguida me llaman, me prometen intentarlo y a los pocos días recibo una llamada de la Clínica “invitándome” a pasar y recoger los historiales. No eran completos, por supuesto no tenían el registro de las monitorizaciones ni el informe de quirófano, pero tenían lo que quería.
Aquí adjunto un pequeño resumen:
Lo mejor de mi historial:
Observaciones de Enfermería: “13:15 Ingreso. Gestante. Cesárea esta noche (se la harán) …”Baja a OP a las 21:00” (Oficialmente me ingresaron para hacer reposo absoluto unos días porque tenía la tensión a 150/90. Por la mañana a las 9 estaba dilatada de 2cm. Tanto a mí como a mi marido no nos informaron en ningún momento de la cesárea y hasta el momento que llegaron a recogerme para entrar a quirófano no supimos nada. (No me volvieron a hacer ni un tacto más…) Resulta que la enfermera de turno sabía ya a las 13:15 que me iban a hacer cesárea a las 21:00. …y del historial del niño: Observaciones de enfermería: “día 28. Nace a las 21:48h. SS 37. 2350gr. Apgar: 9-9. Saturación con oxígeno ca. 99%. …… Ingreso por bajo peso/ prematuro. …Comenzamos tolerancia con suero glucosado a las 2h de vida y le damos 20cc de leche (Nutriben) a las 8h de vida. “Llanto fuerte” Pasó la primera noche en incubadora “por si acaso” (Yo le vi por primera vez al día siguiente por la tarde) Alimentación: Materna: sí. Nombre de la leche: Nutriben. (Sin comentarios. Me subió la leche el segundo día y me la sacaba cada 3 horas para bajarla yo misma al nido (No hubo ninguna ayuda por parte de las enfermeras a la lactancia). Me gustaría saber lo que hicieron con ella. Cuando me entregaron al niño al pedir el alta, me lo dieron con un bote de leche casi vacío.) La indicación del médico: Leche 30ml/3h. “Por la noche tiene que haber un descanso de unas 6 horas.” (En casa Daniel pidió pecho cada 2 horas, día y noche, e incluso menos. Comía con muchísima ansiedad.)
Más observaciones de enfermería: “…parece que llora por hambre pero luego no hace mucho por comer. Buen color…
…día 30. Su madre le puso al pecho (!) Hizo deposición.
…día 3. Al pecho no tomó mucho. Muy irritable a ratos.
…día 5. Su madre volvió a ponerle al pecho. (Tomó biberón justo antes)
…día 7. Mañana. Pedido alta voluntaria para mañana.
Día 7, Tarde:…”La madre solicita el alta voluntaria. ¿ Mañana alta ? …¿ Mañana posible alta ?”…” Y el informe del pediatra: “He hablado con la madre, pretendía venir cada 3 horas para darle el pecho. Le he informado que en el Protocolo nuestro está contemplado que cuando estén los niños en cuna pueden venir las madres, quedando con la enfermera, para darle 2 (dos) veces al día en las horas de visita. (=2x30min.)”
Dr. Quirós y Quirós, Pascual.
Al parecer mi reclamación llegó a varios sitios y en octubre 2006, cuando volvimos de Austria con Lucas, me encuentro con una carta de la Subdirección General de Inspección Sanitaria. La Unidad de Reclamaciones ha pedido un informe a la clínica. Al ser una clínica privada me informan que eso "queda fuera de su alcance, pero no obstante han pedido informe" Y desde la Clínica del Rosario nos responden: "Se están revisando los protocolos de la Unidad de Neonatología para facilitar que la madre pueda estar con sus hijos y permitirle la lactancia, cuando las condiciones del niño y los neonatólogos así lo aconsejan.
Lamentamos que su estancia en el Sanatorio Ntra. Sra. del Rosario no haya sido todo lo satisfactorio que nosotros deseamos para nuestros pacientes y por eso le solicitamos disculpas".