EL NACIMIENTO DE HELENA
Mi nombre es Kica, y me gustaría contar la historia del nacimiento de Helena. Mi intención es, a parte de guardar el testigo del momento, con los detalles que recuerdo y que nunca se borrarán de mi mente, la de ayudar en la medida de lo posible, con mi vivencia a calmar los miedos que seguramente tengan muchas mamas que están a punto de vivir el momento más inolvidable de sus vidas. Leer testimonios de esta página me ayudó mucho, tanto los buenos, como los menos buenos.
Siempre he dicho que soy afortunada por el parto que tuve, que para mi fue una experiencia genial, pero que podría no haberlo sido, y que por ello, me siento muy agradecida. Puede que, el ser tan consciente de que, el ansiado momento podría producirse de una manera emotiva o bien de una manera traumática, me ayudó a estar más tranquila, y a sobrellevar con calma y fuerza cada minuto del momento en que di a luz a mi niña.
Para mi fueron muy importante las clases de Yoga para embarazadas a las que me apunté. Fui consciente de mi cuerpo, de mi mente, de mis deseos y aunque no fuese consciente de la fuerza que era capaz de tener, sí lo fui para mentalizarme de que era capaz de hacerlo y que fuese como fuese, este hecho marcaría un antes y un después en mi vida y en mi cuerpo.
Eran las 5 de la mañana de un sábado, cuando me levanté con contracciones. Ya me llevaban dando unos días, pero el día anterior eché el tapón, y esa noche, me daban un poco más fuertes de lo que normalmente me venían dando. Quedaban 3 días para cumplir con mi fecha probable de parto.
Cuando ya me levanté un par de veces aquejada del dolor, pensé…creo que estoy de parto. Me vino a la mente la descripción del dolor de las contracciones que había oído por ahí (es como un dolor fuerte de regla o es un dolor fuerte de riñones). Pues bien, nada de eso me estaba ocurriendo. Cada vez que me daban, aún de forma espaciada y no muy rítmicas, sentía un dolor, cada vez más fuerte, en lo que llamamos “curcusilla”. Pensé…a las demás les duele la barriga o riñones, pues a mi esto….y yo qué se!?
Mi temor era llegar al hospital y que me dijeran “no estás de parto, vuelta a casa”, pero conforme iban pasando los minutos, iba la cosa rápida. En todo momento tuve el apoyo de las mamas del grupo de Yoga de Whatsapp, que me recordaban “la respiración” “los paseos”, “la pelota”….
Mi marido (momento cómico) con los nervios no sabía si vestirse, irse, quedarse o qué. Cada vez que me venía una contracción me decía “nos vamos pa Grana”, pero yo ahí dura “que no…todavía no”. Qué hizo mientras? Regar las macetas! Sí sí, regó las macetas a las 5 de la mañana, jaja. Pobrecito mío, me ayudó tanto el tenerlo cerca…
Cuando ya eran prácticamente las 7 de la mañana, las contracciones eran más fuertes, y muy rítmicas. Ya sentía que estaba realmente de parto, aunque la bolsa aún no la había roto. Me di una ducha de agua calentita que me calmó bastante el dolor, recogimos todo y nos fuimos para el hospital.
Llegamos y me atendieron en seguida, me pusieron las correas, y a pesar de ir la cosa tranquila, al explorarme vieron que estaba de 4 centímetros. Sentí una alegría enorme, porque me dijeron que hasta los 4 cm es lo más difícil y ese tramo, yo ya lo había superado, y la idea era “ya falta poco para conocer a Helena”.
Entre todas las personas que pasaban por allí, me fijaba a ver si reconocía a alguna enfermera o matrona de las que tanto oí hablar a otras mamas, tanto para bien, como para mal, intentando reconocerlas antes de tiempo, y anticiparme a quien sería la que atendería mi parto y cómo iba a irme. Un esfuerzo en vano y absurdo.
Cuando me confirmaron todo, me dijeron que me dejaban ingresada porque estaba de parto, tramitaron mis papeles y demás y allí esperé hasta que me proporcionaron un paritorio porque estaban todos llenos. Un poco sola en esa espera, pero mi marido estaba de papeleo, imagino que bastante nervioso danzando por esos pasillos.
Mientras tanto, llegó la matrona que me atendió. Un cielo de mujer, con experiencia, sabedora y profesional como la copa de un pino, que desde un primer momento me atendió a las mil maravillas (Mª José Lizcano).
Por fin había un paritorio disponible, en el que me instalé. Y mi primera pregunta fue…¿y aquí voy a parir? (inocente yo) a lo que me respondió, “si, aquí se hace todo: dilatas, pares…todo lo que haga falta…esta es tu habitación” (y dije yo….pues vaya sitio feo)
En seguida me preguntó si iba a querer epidural (para facilitarme los papeles), o cómo tenía pensado el parto. Le dije que yo ya había elaborado y presentado previamente un plan de parto, en el que decía, que en la medida de lo posible, fuese de forma natural, pero que cambiaría de opinión, en función de cómo evolucionase el parto.
La idea del plan de parto le gustó, porque me dijo, “ay, entonces tu ya estás informada de todas las posibilidades”. Le dije que sí (me volví a acordar de las clases de yoga). Me dejó los papeles para solicitar la epidural, pero…con las contracciones, poco caso les hice. Me facilitó mientras tanto el “gas”, pero…había que estar demasiado pendiente de ese chisme y tampoco notaba efecto calmante, así que…decidí darme paseos y seguir con los movimientos que estaba haciendo hasta ahora.
En uno de esos momentos de entrar y salir, e imagino que ante los incipientes nervios de no controlar 100% la situación, le pregunté con sinceridad, qué me recomendaba, y me fue sincera y me dijo “vas dilatando muy bien y rapidito, tú decides, pero igual te la pones y no llega ni a hacerte efecto porque pares antes” y fue cuando me propuso “la bañera”.
En el Hospital clínico de Granada, tienen una bañera, tipo jacuzzi (en dimensiones) para poder parir en el agua. Yo lo había puesto en el plan de parto, pero…era algo que veía lejano y no sabía si podría usarla o no. Entonces la matrona me dijo, “ven, la ves y si te gusta, te la preparamos y lo intentas; y si no puedes, pues te sales y ya hacemos lo que mejor consideres en ese momento”
Le dije que lo pensaría (esto, entre contracciones bastante fuertes ya). A los 5 minutos vino y me dijo “venga! Que ya está preparada la bañera!”.
Cuando entré en esa habitación me sentí mejor. La luz era tenue, había música relajante y una bañera rosa con agua súper calentita que me calmó cuando entré. Una vez metida allí, supe que allí nacería mi hija.
Mi marido entró conmigo en el paritorio y la matrona y también la enfermera que asistió el parto. No sabía qué tenía que hacer…sólo que cuando me daban contracciones sentía la tremenda necesidad de apretar (como en el wc). De vez en cuando, le tomaban el pulso al bebe y me exploraron dos veces solamente. Me facilitaron un espejo para cuando empezó a asomar la cabeza.
Hubo un momento de flaqueza en el que dije “no puedo más”, ya me veía sin fuerzas, y sentía que apretaba y Helena bajaba, pero después volvía a subir, pero me dijeron que todo iba bien y lo comprobé con mis propias manos. No faltaron los ánimos de mi marido y de la matrona.
Poco a poco fui cogiendo una posición cómoda (dentro de la bañera) y poco a poco fue sacando la cabeza. Cuando ya estaba próximo el momento, la matrona y enfermera, se pusieron cerquita mía, para sacar a la niña (supuse yo), pero en el momento justo antes de sacar la cabeza, me dijeron “ahora cuando saque la cabeza, en la siguiente contracción, tú misma la coges y tiras de ella”
La sorpresa vino cuando sacó la cabeza, que al mirar venía con la mano en la cara y claro, ya había sacado el brazo, así que me dijeron, “tira de ella” y llegó el momento más emocionante, y es que yo misma tiré de ella y la saqué de mi y la puse sobre mi pecho. Gruñó un par de veces pero se calmó de momento. Me pareció un momento tan bonito. Acabábamos de conocernos y ya me parecía preciosa. En ese momento no vi nada más. Fue como si un círculo nos rodeara y solo estuviéramos en aquella habitación, ella y yo. Fue emocionante. De qué manera tan inexplicable un ser, nace de otro ser y pasamos en segundos de un dolor físico desgarrador a un momento de felicidad pleno, donde no existen ni dolores, ni personas, ni paritorios, ni nada, solo madre e hijo.
Después de unos momentos junto a ella, se la di al papa y me sacaron de allí para sacar la placenta y darme puntos, porque al ser parto en la bañera, no tuve episotomía, fue natural también el desgarro. Pero eso dio igual. Ya no la despegué de mi hasta bien tarde. Enseguida me la puse en el pecho, para que mamara, cosa que hizo sin problema para mi sorpresa, porque ella solita buscó el pezón y lo cogió. (qué sabia es la naturaleza).
Le dije a la matrona en tono cómico “¿y ahora qué hago yo con esta cosita tan pequeña?” y me dijo….”lo sabrás perfectamente. Eres su madre” y a partir de ese momento, comenzó nuestra maravillosa historia juntas.