El Nacimiento de Liam
*CESÁREA DE URGENCIA*
Tuve un embarazo tranquilo, salvo molestias leves todo iba bien. Incluso teniendo contracciones por la noche desde casi 2 meses antes de mi FPP, puedo decir que estábamos genial. Hicimos una visita a urgencias por contracciones en la semana 34 y todo en orden.
La noche del 19 de octubre tuve contracciones, como casi todas las noches previas, pero en la madrugada del 20 de octubre empezaron a incomodarme. Sobre las 4 de la madrugada las contracciones me despertaban y se juntaron con muchas ganas de ir al baño. Calculo que comenzaron espaciadas cada 20 o 15 minutos, hasta que a las 6 ya no aguantaba en la cama y le dije a mi chico que me iba al salón, que me sentía incómoda, pero que él se quedara en la cama descansando.
Con la pelota de pilates y las notas de mi móvil para apuntar las contracciones, me propuse pasar el mayor tiempo posible en el salón hasta ver si la cosa se animaba más. Me puse los últimos capítulos de mi serie favorita para amenizar el tiempo, caminaba por el salón y pasaba del sofá a la pelota mientras mantenía la mente distraída con la serie.
Las contracciones empezaron a ser más dolorosas y cada vez menos espaciadas aunque eran irregulares. Lleva el dolor deambulando y a cuatro patas en el sofá, intentaba descansar y distraerme entre contracciones para relajarme. Pasadas las 8 avisé a mi chico para que se despertara, ya estaba más segura, estaba de parto y necesitaba que se fuera espabilando para ir preparando las cosas.
Teníamos un plan, aguantar el máximo de tiempo en casa. Y para ello había pensado en un montón de cosas para hacer que me mantuvieran en movimiento e hicieran pasar el tiempo y el dolor más llevaderos. Recogí la cocina, hice la cama, terminé de preparar las cosas para el peque y me duché… En este tiempo las contracciones pasaron a ser cada 5/2 minutos seguían siendo un poco irregulares pero tenía que parar para sobrellevarlas. Pasadas las 11 decidimos que ya nos íbamos al hospital, las contracciones eran un poco irregulares pero bastante dolorosas y por ratos muy seguidas, antes de salir de casa tenía que apoyarme de lado a lado del pasillo para aguantar el dolor. Nos montamos en el coche y sentada el dolor empeoró, pero aún así no quise que mi chico me dejara en la puerta de urgencias sola, prefería seguir moviéndome y seguro que el paseo desde el coche al hospital ayudaba en el proceso. Pese a ser poca distancia tuvimos que parar varias veces porque las contracciones no me dejaban caminar.
Pasamos por el triaje y nos dejaron un rato en la sala de espera hasta que bajaron a buscarnos. No se qué es peor, que la gente corra por la calle hacia ti cuando paras por una contracción o estar en una sala llena de gente observándote mientras las contracciones no te dejan moverte.
Subimos a la planta de ginecología y me pasaron directamente a una sala de exploración, no dejaron pasar a mi pareja. Me exploraron y en el tiempo que estuve allí tuve varias contracciones. El veredicto fue: estás de 2,5 - 3 cm con el cuello tenso y borrado al 50 % ¿avisamos al anestesista que justo está en la planta?, contracción, me apoyo en la pared y cuando pasa contesto. – No, gracias. Yo quiero intentar parir sin epidural, os he traído el plan de parto.– Se lo di y me contestaron. – ¡Qué valiente! (entre sonrisas).
A las 12:30 nos pasaron a una de las salas de dilatación/paritorio, camisón, vía y monitores externos continuos. Si quería ir al baño tenía que pedir “permiso” para que me desenchufaran, en ningún momento nos dijeron porqué era necesaria la monitorización continua. Pedí la pelota y empezamos a pasar el tiempo y las contracciones juntos allí.
Al principio mi chico me confesó que antes de salir había avisado a su madre, era un día muy lluvioso y le preocupó que no avisáramos a nadie, por si pasaba algo. Mi suegra llegó al hospital antes que nosotros así que avisamos al resto de la familia de que ya estábamos ingresados, pese a que yo hubiera preferido no hacerlo, era consciente que cuanto más tranquilos estuviéramos mejor y saber que hay gente “esperando fuera” puede ponerte más nerviosa.
Recuerdo contracciones muy dolorosas, a veces tenía la sensación de que no paraban, de que no había descanso entre una y otra… aguantaba como podía cambiando de postura y respirando. Entraban de vez en cuando y toda su ayuda consistía en decirme que iba a ser muy largo y que me iba a doler mucho. Que si quería el anestesista estaba en la planta y podía ponerme la epidural, que si se iba no sabían cuando podrían ponérmela. (Anestesista: médico especialista en anestesia, que siempre está en la planta cuando no quieres la epidural, pero que cuando la quieras nadie será capaz de encontrarle).
Después de unas 3 horas así, mucho dolor, muy poca ayuda para sobrellevarlo y tras tanta insistencia por parte de los profesionales que nos atendían, acabaron convenciéndome de que me pusiera la epidural. Llamaron al anestesista y mientras venía calmaron los miedos que tenía sobre el procedimiento, al dolor y la aguja en la espalda básicamente (ya me habían operado antes con este tipo de anestesia). Esto no quita que en realidad me sentí empujada a ponerme la epidural con la única explicación de que si no lo hacía sería horrible.
Me pusieron la epidural sin problemas, apenas me dolió. El anestesista era muy mañoso y me fue explicando todo lo que iba a hacer y dónde me iba a doler, pero con lo que me dolían las contracciones eso no era dolor. Me sondaron, me tumbaron en la cama y tuvimos un rato de calma en el que, supuestamente, la cosa podría avanzar más rápido ya que hasta ese momento estaba de 4 cm y consideraban que iba lento. Descansamos, leímos y charlamos un rato hasta que volvieron a explorarme sobre las 16:30 (casi una hora después de haberme puesto la epidural) estaba de casi 5 cm aún así a las 17:30 me rompieron la bolsa y las aguas venían teñidas de meconio, anotaron en la gráfica de monitores “meconio+++” y nos dijeron que no pasaba nada, que no era importante. Nos volvieron a dejar solos y al poco tiempo el monitor empezó a pitar. Entró corriendo la matrona y la auxiliar y me pidieron que me pusiera del lado izquierdo y me pusieron un poco de oxígeno. También llegaron las ginecólogas con prisa pero la matrona las paró, parecía que se había estabilizado y había sido un susto. Me dijeron que no me podía mover de esa posición y salieron todos de la habitación.
Al poco rato, y por estar tumbada del lado izquierdo, la epidural dejó de hacerme efecto en el lado derecho y volvía a sentir el dolor de las contracciones. No me sentí bien ¿para esto me había dejado convencer de poner la epidural, para seguir sintiendo dolor sin poder moverme? Fue frustrante pero me aguanté.
Sobre las 19 tenía fiebre y la cosa debía de seguir yendo lenta porque junto al paracetamol me dijeron que me iban a poner oxitocina. Me la puso la matrona y no habían salido de la habitación cuando se puso a pitar de nuevo el monitor, pero esta vez no fue suficiente con ponerme del lado izquierdo y oxígeno. Entraron corriendo las ginecólogas y se pusieron al mando. Mientras me tocaban la tripa negaban con la cabeza, no había estado tan asustada nunca. Comencé a temblar de forma descontrolada. Seguían negando con la cabeza y entre todos me giraron hacia el lado derecho, nada, decidieron ponerme medicación, mientras, la matrona me consolaba, me secaba las lágrimas, me sujetaba la mascarilla y me explicó que la medicación podía darme taquicardia que no me asustara. Así pasó, de repente junto a la ansiedad que ya tenía parecía que se me iba a salir el corazón del pecho. De repente paró, tengo lagunas, nadie nos explicó nada más y volvíamos a estar solos, esta vez tumbada del lado derecho. El dolor no tardó en volver a aparecer esta vez en el lado izquierdo.
No sé en qué momento me di cuenta, si en este último susto o en el anterior, pero le dije a mi chico – Se está sorteando una cesárea y tenemos papeletas.– Él es optimista siempre y no le dio importancia diciendo –Verás como no–.
Pasó el tiempo y yo con el monitor a la espalda no estaba pendiente de los números, como mi chico había aprendido la lección, llamó varias veces preocupado por que él veía que bajaban las pulsaciones, solo nos decían que ellos estaban vigilando. Acabaron quitándole el sonido al monitor y él paso las horas pendiente, asustado y disimulando por mí. Sinceramente podían haber aprovechado este tiempo de abandono para explicarnos qué ocurría, pero no fue así. La matrona vino a despedirse, acababa su turno, y nos deseó no vernos allí por la mañana, sería buena señal.
El cambio de turno se nos hizo eterno, de repente apareció un señor que se presentó como matrón e hizo lo que hacían hasta ahora, sondaje y tacto. Yo ya había perdido la cuenta de cuantas veces lo hicieron, pero fácil este podría ser el 6º tacto en 10h, sondajes imposible saber. Debían ser las 22 cuando volvió diciéndome que me iba a poner oxitocina y yo le dije que no, que tenía miedo de que volviera a pasar lo de antes, necesitaba que me explicaran qué estaba pasando. Pero contestó de malas formas que si no podía estar así días y se marchó. No sé si la llegó a poner o no, en el informe no pone que la pusieran pero si se aprecia en la gráfica de monitores que las contracciones volvieron a ser más regulares a partir de las 22.
Al tiempo entraron las ginecólogas y hablaron sobre mi dilatación con él, dijo que aún quedaba y ellas quisieron comprobarlo, debía de estar de 7-8 cm. El matrón con cara de cabreo y desaprobación se retiro junto a la auxiliar a una esquina de la sala y cuchicheaban entre ellos. Las ginecólogas comenzaron a explorarme, no fue como las veces anteriores, parecía que se turnaban, se miraban y notaba cómo hacían fuerza aunque no sentía dolor. De repente una dijo, – Ya está mira– la otra miró y me dijeron – Estás en completa ¿quieres empujar?– . Dije que si, no sentía nada con la epidural y tampoco me indicaron que pudiera hacer otra cosa.
Me dijeron que íbamos ha hacer una prueba de parto y me colocaron la cama para ello con los estribos para levantar las piernas, tumbada boca arriba tampoco dije nada. Me animaron a empujar, mi chico cerca de mi cabeza, una al lado de mi tripa y el monitor y la otra entre mis piernas, comenzaron los pujos. La cosa no duró mucho, me decían que lo hacía muy bien pero se miraban y negaban con la cabeza, el matrón seguía en una esquina con mala cara. De repente la que estaba más cerca se giró y me dijo. –Te voy a ayudar a empujar un poquito con mi brazo (bonita metáfora para querer decir “Maniobra de Kristeller”)–. Estaba tan mal que otra vez me dejé hacer. Estuvimos así un rato, yo pujando, una entre mis piernas y otra apretándome la tripa y tocándomela. De repente les cambió la cara, algo no iba bien, ingenua de mí ya había pensado que tendría un parto vaginal, no como quería pero podría coger a mi hijo. La ginecóloga que estaba más cerca se giró y me dijo – Tenemos que hacer una cesárea, ya.- Y salió corriendo de la habitación.
Apartaron a mi chico y corrían a mi alrededor, volví a temblar de forma descontrolada, pasaba algo y nadie nos decía qué. Me desnudaron entera, me ponían y quitaban cosas del cuerpo, nadie me tapaba, con la puerta abierta y un celador joven esperando mientras miraba con cara de horror. Cada vez peor, había mucha gente pero no veía a mi chico. Me pareció que la auxiliar empezó a meterme cosas dentro y con desagrado dijo – Te tengo que limpiar te has cagado.– ¿No tenían tanta prisa como para no informarnos? ¿Es necesaria esta información para unos padres asustados cuando ni siquiera les habéis informado de lo que está pasando? No pude ni contestar. Llegó la que se había ido corriendo preguntando que dónde estábamos que ya estaba en el quirófano y la otra ginecóloga contestó algo así como que ya no había tanta prisa.
Dejaron que mi chico me diera un beso rápido y me llevaron al quirófano. A él le metieron prisa para que recogiera nuestras cosas de la habitación y se fuera, no les hizo mucho caso y le dejaron esperando en un pasillo solo. La única persona que se interesó por nuestro estado anímico se llevó una mala contestación de él al encontrarle sólo y acuclillado esperando.
Entramos en el quirófano y me pidieron que me cambiara de camilla pero entre las piernas dormidas y los temblores no podía apenas moverme, se limitaron a acercarme un poco más a la camilla, fue humillante. Me tumbaron en la camilla y me ataron en cruz, hacía frio y lloraba, solo me hablaba la anestesista para comprobar que me hacía efecto la anestesia y decirme que no llorara. En la última prueba, cuando me preguntó si notaba dónde me estaba tocando una de las ginecólogas contestó – Ya da igual la estoy abriendo…–. Me di cuenta de que me iban a abrir teniendo la zona dormida o no, tuve suerte no recuerdo dolor solo tirones y movimientos raros. Me pasaron una sábana por encima de la cabeza pero ya no podía ni hablar. Al rato escuché llorar de lejos y pregunté si era mi hijo, alguien se acercó y me dijo que si. No entendía nada, ni me habían avisado… pregunté que si no me iban a dejar verlo y me contestaron “Está muy malito” y caí, muy muy abajo, de mi boca solo salió un “vale” y muchas lágrimas de mis ojos. Ahora lo veo, me infantilizaron asustándome para que no molestara. Seguí temblando y llorando, a ratos escuchaba como me decían que no lo hiciera. Se acercó alguien y me llamó, al mirar me dijo que era la pediatra y me enseño dos ojitos en un bulto de tela, me dijo que podía darle un beso pero que se lo tenían que llevar. Algo de pena debí darle porque me dejó repetir, y se lo llevaron sin explicarme nada solo ese “está muy malito”… mi hijo había nacido a las 23:51. Lo sacaron en una incubadora y se lo enseñaron a su padre antes de llevarlo a neonataos, estaba gris.
Me llevaron a una sala de reanimación oscura, había otras mujeres una en silencio y la otra lloró desconsolada hasta que le dieron algo para dormir, había tenido un aborto y no dejaban que su pareja se quedara con ella. Intenté negociar con la enfermera cuándo iba a salir de allí, tenía que ver a mi hijo y pese a que le dije que me encontraba bien decretó un “mínimo dos horas y hasta que muevas las piernas”. Dejaron pasar a mi chico y cuando lo vi me asusté, estaba destrozado, me dijo que lo había visto pero que le estaban haciendo pruebas para ver si estaba bien (creo que le hablaron de alcance de daños). Él me preguntó que cómo estaba yo y le mentí, saqué fuerzas y le dije que se fuera con nuestro hijo que yo estaba bien. Se fue y me quedé sola, seguía temblando y llorando de forma descontrolada. Me pusieron una maquina que daba calor dentro de la cama pero tardé un par de horas más en dejar de temblar. Me decían que me durmiera pero no podía, preguntaba por mi hijo y no me decían nada, pedía que me sacaran de allí para verlo y me decían que no sabían cuando iba a poder verlo.
En las más de dos horas que pasé allí, pasó de todo por mi cabeza, el miedo más profundo que había conocido, no sabía si mi hijo estaba bien y no me informaban ¿ésto es un trato humano?. Sobre las 3 decidieron que me sacaban de allí y me bajaban a la habitación pero seguían sin informarme sobre mi hijo. Cuando llegamos al pasillo donde estaba la habitación, mi chico salía de neonatos, me sonrío y leí en sus labios un “está bien”. A lo lejos vi como por la entrada del pasillo se colaba mi padre y negué con la cabeza, no quería visitas. Durante el embarazo había dejado claro que no quería a nadie en la habitación hasta que hubiéramos echo piel con piel al menos durante 2 horas y que no queríamos mucha gente en el hospital. Yo no conocía a mi hijo y todas las personas que estaban fuera ya habían visto sus primeras fotos en la incubadora y sabían más que yo.
Necesitaba intimidad, pero otra vez nadie me preguntó, pasó mi padre con la excusa de darme un beso y antes de que llegara mi hijo había seis personas en la habitación. Estaba en shock, miraba a mi chico que me decía ahora lo traen, para mí no es un buen recuerdo, conocí a mi hijo bajo la mirada de familiares cuando mi deseo era hacerlo su padre y yo solos, lo pudieron ver entrar antes que yo, se documentó gráficamente el momento sin preguntarme antes y cuando llegó mi hijo, ni el comentario del enfermero “cuando se vayan vengo y te ayudo a ponértelo al pecho” hizo que se acortara el momento, para mi gusto muy largo.
Hice lo que se esperaba de mí durante todo el día, permanecer callada y dejarme hacer. Me mantuve así los días posteriores junto con un subidón de hormonas que no me dejaban dormir y que hicieron que a las 9 de la mañana estuviera de pie en la ducha para poder atender a mi hijo. Nos dieron el alta un día antes de lo previsto, todo estaba perfecto, todo salvo yo, por dentro. Al salir de allí me sentí libre de defender a mi hijo y lo lucho desde ese momento.
Han pasado más de dos años y no dejo de sentirme mal, al principio tuve problemas para dormir, para relajarme, no podía quedarme a oscuras con mi hijo hasta que no estuviera dormida… Intenté expresarme alguna vez ante la matrona en las revisiones y la médico de cabecera, mi madre, mi suegra… y solo escuchaba “lo importante es que el niño está bien” y al final te lo crees, te agarras a eso a ver si así lo que sientes se pasa. Pero no se pasa, te encuentras sola ante esta situación junto con mi chico que me acompaña como puede y me ayuda en todo momento para que no me sepulten los síntomas que demuestran que no, NO FUE TODO BIEN.
Ahora estoy empezando a buscar ayuda y os digo a las que os sintáis así que no lo dejéis pasar tanto tiempo, porque seguro que tiene solución, aunque solo sea la aceptación.