El nacimiento de Luana
Nacimiento de Luana.
Como casi toda madre primeriza pasé todo mi embarazo con temor al parto: al famoso miedo al dolor, si me harían una episiotomía, si sería capaz de parir... y muchos más miedos que por lo visto son habituales.
Aunque parte de las dudas se me habían despejado en las clases de preparación al parto, seguía temerosa.
En el día que tuve que ser ingresada para dar a luz a mi hija temía porque no veía sentido tener que pasar por esto. Necesitaba que me hicieran una cesárea pero tenía que ser un parto vaginal y todo lo que conlleva, pero en nuestro caso con un obstáculo más: el corazón de nuestra hija ya no latía y ella no iba a poder ayudarme en el parto.
Cuando llegué a la habitación me sentía como un cuerpo inerte: no tenía ni fuerzas ni ganas. Necesitaba algo que me ayudara a encarar las siguientes horas y días.
Estaba tumbada en la cama cuando Toñi entró en la habitación para presentarse y decirme que era ella la que iba a estar conmigo en el nacimiento de mi hija. Desde que ingresé en urgencias se me había olvidado que iba a tener una hija: ¡mi primera hija!
El proceso de inducción de mi parto duró cerca de 13 horas en las cuales poco a poco Toñi me transmitió tranquilidad, valor, confianza y amor.
Llegó el momento de subir al paritorio... por el camino me temblaba todo el cuerpo y me castañeteaban los dientes. Mi marido iba a mi lado hasta la puerta del paritorio cuando tuvo que quedarse y mi camilla seguía... le vi allí parado, saludándome con la mano y con una mirada que no soy capaz de describir...
Si ya tenía miedo, en ese momento estaba en pánico. No era nada de lo que había deseado.
Cuando entré en paritorio allí estaba Toñi esperándome... ¡por fin una cara conocida!
Cuando me cambiaron de la camilla a la mesa de partos (o como se diga) Toñi ordenó “que entre el padre” a lo que una de las personas contestó que “todavía no era el momento”. Ella volvió a insistir y a los pocos segundos mi marido entró en el paritorio. En ese momento ya me sentía capaz de seguir adelante aunque fuera duro y aunque no fuera lo deseado.
Deposité mi confianza en Toñi y cogí de ella su fortaleza... y de ahí hacia adelante sentí como si fuéramos una sola persona!
Veía lo que ella veía por el reflejo de sus gafas, empujaba cuando me decía, estaba quieta cuando me pedía. Yo era ¡un cuerpo que reaccionaba a su voz! Estuve las 13 horas de la inducción repitiendo una vez tras otra que no quería conocer a mi hija y Toñi sugería que sería bueno hacerlo.
Cuando estaba a puntito de nacer, Toñi dio la vuelta en la cama, puso su mano en mi pecho y me preguntó: “¿te la pongo aquí como lo hago con todas las madres?”. Contesté que “¡No! ¡No quiero!”.
Fue entonces cuando Toñi me miró hacia dentro... Una mirada que fue capaz de hacerme cambiar de idea... Un mirada que hablaba por si sola... y me dijo: “hacemos una cosa: me la llevo, la limpio y te la traigo, ¿vale?”. No era una pregunta... era lo que iba hacer. Y así ha sido.
A los pocos segundos de nacer vino Toñi con mi preciosa hija en brazos y me la enseñó. En este momento el tiempo paró y no existía nada más que nosotras tres en el mundo y guardaré esta foto en mi memoria para siempre. Como me dijo Toñi un día “mi corazón estaba dentro del tuyo y mis brazos fueron los tuyos”... y así siempre será.
Gracias a la insistencia de Toñi y a la confianza que me permitió depositar en ella pude conocer a mi primera hija y darla su merecido espacio en nuestra familia.
Como no podía ser diferente, de esta experiencia aprendí muchísimo y nuestra vida cambió radicalmente, como suele pasar cuando se tiene un hijo.
Nuestro cuerpo está preparado para parir en cualquier situación, pero no todas las situaciones o personas nos ayudarán de la misma manera. Y una de las cosas que aprendí es que lo más importante en la elección de quien va a acompañarte en un momento tan especial es la empatía: identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro... y si la hay, te pasará lo mismo que a mí: seréis una sola persona capaces de cosas inimaginables y con un poder ¡insuperable!
Y créeme: lo que pasa en el parto lo llevarás para toda la vida.