El nacimiento de Lucía, 2002.
Lucía, siempre estarás en nuestro corazón.
Mi historia no es agradable, ni de contar ni de oír. Pero lo hago por si le puede ayudar a alguien, espero que así sea.
Mi vida era normal. Me case con casi 26 años y a los seis meses de casada, sin esperar que ocurriera tan pronto me quedé embarazada. Siempre había tenido mucho miedo a dar a luz, supongo que le pasará a muchas mujeres, pero me han gustado siempre creo que mucho más de lo normal los bebés, con lo que mi esperanza, felicidad y deseo eran inmensos. Viví el embarazo de mi hija María con miedo y mucha alegría. Fue un embarazo normal, y a las 38 semanas de gestación nació mi hija. El parto fue normal, vaginal sin instrumentalización, aunque costó bastante que saliera. La niña estaba bien, pesó 3,050 kilos y nació llorando. La oí llorar antes de darme cuenta de que había nacido. Fue el día más feliz de mi vida, no puedo explicar la felicidad tan enorme que sentí. Sólo de pensarlo me echo a llorar. No puede haber nada en el mundo más bonito que esto para una mujer y supongo que para un hombre.
Después no volví a quedar embarazada hasta que Maria no tuvo casi cinco años. Me hubiera gustado quedarme embarazada antes pero unas veces me daba miedo volver a intentarlo y otras lo intentaba y no me quedaba. Bueno, tampoco era tanto, Maria tendría unos 5 años y medio, un poco menos cuando naciera su hermano/a.
Yo deseaba, quizás demasiado que fuera otra niña, pensaba que para María sería mejor, y también para la pequeña.
Este embarazo lo viví con menos miedo que el de María. Había sido capaz de dar a luz una vez, y siempre, dicen, que la segunda vez es más rápido. Aunque también los segundos, dicen, que suelen pesar más. Y María ya costó que saliera, la tocóloga que me atendió me dijo en el parto que era muy estrecha de pelvis.
Había hecho los mismos kilos que de Maria, aunque mi vientre era más voluminoso que cuando María.
Cuando supe que era otra niña, fui inmensamente feliz. Dos hermanas, para ayudarse y acompañarse en la vida. Mi preocupación era que María no se quedara sola y si era con una hermana mucho mejor. Yo sólo tengo un hermano, que se lleva conmigo 8 años. Mis padres no querían tener más hijos pero mi petición insistente logró convencerlos. Y gracias a Dios, nació mi hermano, al que cuidé más como una madre que como una hermana de 8 años, y todavía creo que es así. Lo quiero muchísimo y creo que él a mí, aunque pienso que si hubiera sido una chica estaríamos más unidas, por eso yo quería 2 niñas, porque ya tenía una, de María me daba igual el sexo, pero ahora tenía ese deseo.
Entre María y yo decidimos el nombre, Lucía de Jesús, después de conformarla para descartar todos los nombres de las protagonistas de los dibujos animados (Pocahontas, Ariel, Anastacia....)
A María la involucré bastante en el embarazo, la llevé una vez a la preparación al parto, a algunas ecografías. Le hablaba de lo que pasaría después cuando viniera la hermanita, de cómo le daría el pecho, de cómo la cuidaríamos juntas.....
Yo quería que ella la deseara tanto como yo deseé a mi hermano y disfrutara con ella y no sintiera celos.
Llegó el momento del parto que yo tanto deseaba. Por fin le vería la carita a mi niña. Era 3 de junio de 2002.
Cuando llegué al Hospital, sobre las 4 de la mañana, iba de unos 2 cm, de María llegué de 2 a 3 cm. La tocóloga me dijo que venía lento, que me llevaran a la habitación. De María me quedé directamente en la sala de dilatación. Las contracciones también eran más fuertes que de María y más irregulares (unas muy fuertes muy fuertes y otras mucho más flojitas). Yo le dije esto a la tocóloga y a la matrona pero no le dieron importancia. Cuando eran sobre las 9 menos cuarto de la mañana, me bajaron para que me reconocieran. Una matrona me reconoció y me dijo que ya estaba de unos 5 cm, que si quería me podía poner la epidural. No sabía qué hacer pero al final me la puse. A partir de ahí la dilatación fue mucho más lenta, aunque sin dolor. Llegaba el cambio de turno y yo no estaba para entrar en paritorio. La matrona me dijo que la niña no giraba la cabeza para meterla en la pelvis. La epidural empezó a dejar de hacer efecto, y aunque yo le dije a la matrona que no me pusiera ya otra dosis, ella aseguró que no pasaba nada y llamó al anestesista, que no lo localizaban. Llegó el cambio de turno y la nueva matrona llamó otra vez al anestesista, vino y me puso otra dosis. Me reconoció la matrona y me dijo que ya podía pasar a paritorio. Echaron a mi marido y me entraron. Cuando pasé a paritorio, la matrona empezó a decirme cómo empujar, a lo que una auxiliar le dijo que ya tenía otra niña. Yo empujé y me hice caca. La matrona entonces me decía que empujara como para hacer caca pero que caca no me hiciera. Ella ni siquiera estaba delante de mí.
Con las contracciones, que yo sentía un poco la niña se subía hacia el pecho. Y entonces mandó llamar a un chico, un residente de primer año, para que me empujara en el vientre. El muchacho, que era fuerte, se subió en algo y con el puño cerrado me empujaba en el vientre, debajo del pecho con el antebrazo. Esto yo no lo podía soportar, me hacía mucho daño y yo les pedía que no me hicieran eso, que me dejaran intentarlo a mi sola. Pero ella le seguía indicando que me empujara. El muchacho le decía que me hicieran un fórceps, a lo que ella se negaba y le decía que me empujara. Yo estaba muy nerviosa porque me hacían mucho daño. Entonces llamaron (creo que el residente) a otro médico, un ginecólogo (un adjunto de primer año) que sin reconocerme siquiera me empujó también junto con el residente, uno por la derecha y otro por la izquierda, un par de veces más. Y entonces mandó que me hicieran un fórceps. Llamaron a una chica (residente de segundo año) que tardó un poco en venir y entró con las palas del fórceps en la mano y sin reconocerme tampoco se dispuso a hacerme el fórceps. Yo sentí un dolor grandísimo, que me seguía doliendo muchísimo, era insoportable. Entonces vi a mi hija que estaba tumbadita sin llorar, con la matrona y algunas auxiliares. Empecé a preguntar que qué le pasaba a mi niña, que qué le pasaba. A lo que la matrona me contestó literalmente “Ahora te preocupas por tu hija haberlo hecho antes que no la has ayudado en nada “. Esas palabras nunca las podré olvidar ni quitar de mi mente y ese sentimiento es el que se ha quedado en mi, el de no haber hecho lo suficiente.
A la niña se la llevaron y a mí me cosió la que me hizo el fórceps y me dejó un tapón en la vagina porque según ella sangraba por supuración y me llevaron a recuperación. Yo seguía suplicando que me ayudaran que me dolía mucho. Cuando salí y vi a mi madre y a mi marido les dije que la niña no lloraba, y que se la habían llevado y que yo estaba muy mala. El médico adjunto de primer año les dijo que la niña había tenido una distocia de hombros y que me habían hecho un fórceps porque era lo más rápido porque la niña tenía bradicardia.
A mí no me pusieron el monitor en paritorio, o al menos yo no lo recuerdo, así es que no se cómo sabían que la niña tenía bradicardia,y si era tan urgente el sacarla por que no hizo él el fórceps, en lugar de llamar a una residente de segundo año, que tuvieron que ir a llamar porque no estaba allí.
Después en recuperación seguía quejándome y por fin un anestesista me tomó la tensión y me pusieron la camilla con la cabeza más baja y salieron corriendo con la camilla a quirófano. Cuando me pusieron en la mesa del quirófano, al incorporarme la residente que me hizo el fórceps sacó de mi vagina el tapón que había puesto. Y no olvidaré su cara de sorpresa. Debería de sangrar mucho porque decían “pero no decíais que no sangraba, pues mira ahora si sangra”.
Recuerdo cómo el anestesista, al que le debo la vida, me puso la mascarilla de anestesia, y después, durante la operación desperté y los oía hablar: “Pobrecita. ¿Es primípara?"- "No, tiene otra niña." - "Bueno pues entonces no está tan mal.” Yo quería preguntar por mi hija pero no podía hablar. Yo al oír su conversación pensé que mi niña había muerto.
Después ya no recuerdo nada hasta que desperté en la U.C.I . Yo no podía hablar y les preguntaba por mi hija por señas, escribiendo con mi dedo en el aire. Les ponía “La niña, la niña “. Me decían que estaba bien. Después, cuando ya pude hablar entró mi familia y a todos les preguntaba por la niña y todos me decían que estaba bien.
En la UCI pregunté que qué me habían hecho, pero no me decían nada, hasta que una médica me dijo “¿te duele el vientre?”, y le dije que un poco, y ella me contestó “es normal, te han quitado la matriz”. Lloré y lloré, ya no podría tener más hijos, pero lo que en ese momento importaba era mi hija Lucía de Jesús.
El día 4 de junio por la tarde me llevaron a la habitación y poco a poco me fui enterando que mi niña estaba mal, hasta que pude bajar a verla y hable con la neonatóloga. La niña estaba muy mal, no se movía nada. Pensaban que tenía dañada la médula porque el daño cerebral que tenía era mínimo. Me dijo también que a la niña no se le dilataba la pupila, con lo que era posible que no viera.
Yo le suplicaba a Dios que me la curara pero desgraciadamente no fue así, y después de diez días mi hija, que tanto deseé y que tanto necesito, murió el 13 de junio de 2002 a las tres y diez de la madrugada.
Con esta tragedia llevamos viviendo ya más de 4 años. Con la angustia de no haber podido agarrar la vida de mi hija que se escapó de entre mis manos. Intentando saber qué es lo que pasó, por qué, por qué, por qué...
Me han dicho personas que naturalmente saben de qué va este Hospital, que el jefe de Obstetricia de este Hospital es un puesto político y no quiere que se hagan cesáreas porque son más costosas, y él ve un Hospital como una empresa que tiene que ahorrar costos.
Una cesárea hubiera evitado la distocia de hombros de mi hija y mi rotura de útero.
Mi niña no estaba en un plano bajo como para nacer vaginalmente, y cuando yo tomaba aire para volver a empujar mi niña se subía hacia el pecho. Así es que decidieron forzar que bajara empujándome en el vientre (Maniobra de Kristeller, que está prohibida, según tengo entendido). Como seguía sin poder nacer, pues lo siguiente en costo era un fórceps. A Lucía, que era más grande que Maria, 3650 gr., 600 gramos más, se le quedó atrancado un hombrito en mi pelvis, y ellos lo resolvieron tirando de ella, tirando de su cabecita. A mi niña le hicieron daño en la médula y a mí me rompieron el útero.
Entré en el Hospital esperando encontrar de nuevo aquella felicidad que sentí con María y quedamos en manos de residentes y adjuntos que ni siquiera utilizaron lo que sí tenían, ni siquiera me pusieron un monitor en el paritorio, y por encima de todos el jefe de la empresa. Y así jugaron con nuestras vidas, como no puedo imaginar que juegue ni un veterinario con sus pacientes. No miraron por nuestras vidas como creo que se tiene que mirar por algo tan valioso como es la vida porque esto no tiene remedio. Si te equivocas no se puede volver atrás, por eso todas las precauciones son pocas. Un monitor, una radiopelvimetria, no forzar, reconocer, asegurarse antes de actuar.......
Trabajar en un Hospital, en tocología, no es trabajar en una oficina y aún así en una oficina se utiliza todo lo que existe en el mercado para prevenir fallos y errores, que al fin y al cabo lo único que pueden costar es dinero. Es incomprensible cómo en un Hospital, donde son VIDAS (y no sólo las de los pacientes, sino las de toda la familia) las que hay en juego, cómo no se utiliza todo lo que existe para prevenir. Y es incomprensible cómo puede haber personas que trabajen en un Hospital con tan poca vocación y con tan poca humanidad como la que yo y mi niña vivimos aquel 3 de junio en aquel paritorio.
Ojalá esto no ocurra nunca más y ojalá que todas nuestras lágrimas y toda nuestra angustia sirviera para algo.
Denunciamos el caso y ahora a los 4 años y medio salió el juicio, que fue por la vía penal. Terminamos el juicio el viernes 27 de octubre y con fecha del lunes ya estaba dictada la sentencia absolutoria para los médicos. Nos enteramos el martes por el periódico El Córdoba, al igual que nuestro abogado. Esperábamos que la sentencia saliera en un mes más o menos y el juez tardó horas en dictarla.
En los informes del jefe de Obstetricia y en sus palabras en el juicio, dice que tenía monitorización en el paritorio pero en la copia de la historia que nos dieron sólo estaba la gráfica del monitor hasta la entrada en paritorio. Y en la historia original que le mandaron al médico forense tampoco estaba la gráfica de paritorio porque él anota en su informe que hay gráfica de monitor hasta la entrada en paritorio.
En mi historia pone “la parturienta no colabora y no deja que el Dr..... le haga el Kristeller". En uno de los informes que me dio el jefe de obstetricia pone que la rotura de útero se pudo deber a la maniobra de Kristeller. A mí personalmente me dijo que él pensaba que el kristeller no me lo habían hecho bien. Pero en el juicio todos decían que no me hicieron esa maniobra, que está prohibida, y que lo que hicieron fue una leve palpación en mi vientre con la mano.
En la historia pone que hay sangrado y también pone que me suturaron el cuello del útero, pero en el juicio todos dicen que no había sangrado y que no había daño en el cuello del útero, que lo único que presentaba eran pequeñas laceraciones.
Dos de los peritos, puestos por parte de los médicos, decían que fue una rotura espontánea, que hay casos 1 de cada 4000, en los que el útero se rompe aunque no tenga una cicatriz anterior. El médico forense decía lo mismo, que todo lo hicieron en el límite de la legalidad, y que igual que a un futbolista se le rompe el menisco que es un músculo, pues igual se puede romper el útero.
El médico de la Real Academia de Sevilla decía que todo esto pasó por una estrechez pélvica que pasó desapercibida pero que no hubo mala praxis.
La perito, puesta por nuestra parte, que colabora con la Asociación el Defensor del Paciente, decía que mi útero se rompió con las repetidas maniobras de Kristeller. El fórceps, que no está indicado si hay una rotura de útero -que ellos no la detectaron-, terminó de romperlo.
Todos decían que no me quejaba, que la epidural enmascaró el principal síntoma de rotura que es el dolor. Dios mío y yo suplicaba que me ayudaran que me dolía mucho el vientre y los hombros (síntoma éste también de una rotura) pero ellos me decían una y otra vez que cómo me iba a doler si tenía la epidural, que eso serían los entuertos. Dios y eso eran dolores de muerte. Y así, yo suplicando ayuda y ellos a los pies de la camilla preguntándome una y otra vez si todavía me dolía pero sin hacer nada, me llevaron a recuperación hasta que un anestesista me tomó la tensión y salieron corriendo conmigo para quirófano. Y en la historia aparece que me hicieron un análisis de sangre, que me tomaron la tensión una vez, que la tenía a 40/20, que me pusieron algo y me la subieron hasta 60/40 y con esta tensión es con la que salgo de recuperación. Todo falso, sólo me tomó la tensión el anestesista una vez, la tenía a 40/20, según me dijeron después y salieron corriendo conmigo a quirófano.
En fin, después de 4 años y medio sigo sin saber el porqué pasó esto y sin ver la dichosa gráfica del monitor en paritorio.
Gracias.
- Ir al artículo: "Absueltos dos médicos por la muerte de un bebé", Diario de Córdoba, 7 de noviembre de 2006.
- "Viendo pasar los días sin tí", para Lucía, en su séptimo cumpleaños.