El nacimiento de Martina en casa
“Que el eterno sol te ilumine, el amor te rodee,
y la luz pura interior guíe tu camino”
Snatam Kaur
MARTINA Y LAURA
En este instante hace 7 días de tu nacimiento, miro atrás y pienso en tu embarazo... fue muy acogido tanto por tu padre como por mí. También es cierto que fuiste muy rápida (no te esperábamos tan pronto), por eso ya desde un inicio te hemos sentido como una niña muy luchadora y decidida.
Las 39 semanas de gestación han sido inolvidables, hemos disfrutado y aprendido tanto de esta experiencia! Cada día te hacías notar un poquito más dentro de mi vientre y gracias a ti he podido disfrutar de una de las mejores experiencias: sentirte moverte y crecer. Tu padre ha participado tanto cómo ha podido del embarazo, le he podido describir cada nueva sensación, cada adelanto... En esos momentos en que te esperábamos, todavía no sabíamos que nos cambiarías la vida, que te convertirías en nuestro milagro.
El día anterior al parto, tuve deseos de ir a ver el mar y así lo hicimos: una última escapada en la playa... Nos sentamos en la arena y abrazados escuchamos la brisa del mar, el sonido de las olas, el olor de la sal, la arena... Aquella noche presentimos que no tardarías a llegar, me pasé toda la noche en el baño y tenía alguna contracción un poco diferente. Por la mañana volvimos a casa e instintivamente acabamos de preparar todo lo que nos faltaba. Aquella noche dormimos muy bien y la sorpresa vino a las 7:30 de la mañana: sentí un líquido bajar, llamamos a Laia y Roser, dijeron que seguramente era una fisura de la bolsa. Quedamos en que estaríamos en contacto.
Aquella mañana la dedicamos a limpiar la casa, preparamos la despensa y lo dejamos todo en orden. Yo podía hacer vida normal a pesar de que las contracciones iban cogiendo un aire diferente, sabía que pronto te veríamos la carita. Hacia las 12:45 tu padre se marchó, él dudaba pero yo le dije que la cosa iría para largo (es lo que piensas cuando eres primípara no?). Una vez sola, salí a dar un paseo, necesitaba ver el sol y cargar las pilas... Comí un poco y a partir de las 14:00 empezaron las contracciones de verdad, las que ya no se pararían hasta el momento de verte. Estaba tranquila y sentía una gran emoción por dentro, pensaba que cada contracción me acercaba más a ti. Estaba sola en casa, escuchando música, intentando hacer lo que el cuerpo me pedía: andar, estar en la pelota, hacer sonidos... me concentraba en respirar, en que no te faltara ni una gota de oxígeno... Hacia las 15:45 me di cuenta que casi no podía hablar y que las personas que nos tenían que acompañar estaban a 50 minutos en coche, así que llamé a tu padre y a Laia. Hacia las 16:30 llegó tu padre, yo ya no hablaba, él sin decir nada pero haciendo notar su presencia me llenó la bañera, me acompañó y a cada contracción le cogía las manos muy fuerte. Qué padre tan reconfortante que tienes Martina!! No sabes cuánto nos ayudó... Sentir el calorcito del agua fue muy placiente!! Las contracciones se toleraban mucho mejor, el agua calmaba el dolor de espalda... Y las manos de tu padre cerca nos hacían el camino más fácil.
Alrededor de las 18:00 (esto ya me lo dijeron...) llegó Laia. Para nosotros no es una comadrona cualquiera sino que es como uno hermana para mí. Nos ha acompañado a los 3 a lo largo de todo el embarazo, parte y postparto. Nos ha dado información, tranquilidad, profesionalidad, disponibilidad, siempre procurando lo mejor para nosotros... Nunca olvidaremos que nos has acompañado en el momento más importante de nuestra vida!
Las contracciones siguieron hasta que sentí ganas de empujar... por dentro pensaba: “No puede ser..., no he tenido tiempo de asimilarlo... Ha pasado muy poco rato...” En estos momentos, las contracciones se espaciaron un poco y a partir de este momento, me senté en la silla de partos, caminé,... y pasó un rato largo. Pasaban las horas, finalmente Roser (que yo no sabía en qué momento había llegado) me propuso de hacer un tacto… nos dijo que tu posición no era la más fácil y teníamos que buscar la manera de ayudarte salir. Después de probar algunas posturas, sentía que cuando hacíamos “el cabaret” bajabas despacio. Así es como lo conseguimos: con tiempo, paciencia, libertad de movimientos, silencio,...
Los masajes de Roser también eran un gran alivio para el dolor de espaldas...Aquí ya perdí la noción del tiempo, me abandoné por completo, por dentro pensaba que me moriría, que no aguantaría, ya no veía el momento de verte... pero fue en ese momento cuando saqué fuerzas de no sé dónde, empezaste a bajar, lo podía notar con mis manos, esto me animaba a seguir, pronto nos miraríamos los ojos! Laia dijo: tiene la cabeza sin pelos, parece rubita!! Tu padre y yo nos mirábamos incrédulos!! Entonces sentí el famoso aro de fuego... cómo quemaba!! Laia me ponía paños calientes, esto me daba seguridad, parecía que me estuviera protegiendo!
De repente pude verte la cabeza y ya no había quién te parara... sacaste la cabeza y miraste a Laia, desde el momento te mostraste muy interesada en observarlo todo, otra contracción que no llegaba nunca y por fin! Al cabo de unos segundos eternos te tuvimos en brazos! Tan fina, tan suave, tan preciosa, tan pequeña, tan despierta, espabilada... Y tu olor... me recordó al olor de nuestra casa cuando tu padre hace pasteles...
Increíble! El dolor desapareció de golpe... Tú, tú, tú lo llenabas todo! Nuestro milagro...
Quisimos que nacieras en el mejor lugar del mundo, nuestro hogar! Con respeto, poca luz, calidez, silencio, profesionales bien formados y sobre todo que pudiéramos estar los tres juntos todo el rato. Que mejor que recibirte en casa, con todo el amor de tus padres, de la “tieta” Laia y de una persona tan respetuosa como Roser.
Martina, mi parto, tu nacimiento, tenerte, conocerte, nos ha cambiado la vida, a mí como mujer me has enseñado tanto sin saberlo...
“Eres ese gesto lleno de valor.
Eres como la primera
parte de mi vida, tan salvaje,
tan amor, tan extrema
como yo.
(...)
Eres como la perfecta... melodia,
que te llega al corazón.
Eres paz, eres león”
(D. Martín).