El nacimiento de mi hijo mayor
Me llamo Sara y ahora, después de casi 6 años me atrevo a escribir el nacimiento de mi hijo mayor.
Por aquel entonces tenía 21 años y me trasladé a La Coruña sobre la semana 20. Conseguí encontrar un ginecólogo que me atendiera. En la semana 37 me hizo una maniobra que por aquel entonces no sabía lo que era, dijo que era para que el bebé se animara a nacer.
En la semana 38 dijo que como estaba de 2/3 centímetros que me inducía ya que la cosa iría muy rápido. Yo acepté y me embarqué en la peor pesadilla de mi vida hasta entonces. Al día siguiente asistí a la clínica donde me pusieron un enema, con toda la familia de mi marido y él. Empezaron a ponerme oxitocina pero la cosa no avanzaba así que el ginecólogo decidió romper la bolsa y fue cuando empezó el peor momento. Era un dolor insoportable, no podía con esas contracciones así que pedí la epidural. El ginecólogo me avisó que tan solo estaba de 4 centímetros y que seguramente sería cesárea porque la cosa no avanzaba. Me bajaron a quirófano y me la pusieron además de subir a tope la oxitocina pero la cosa no iba... así que informaron a mi marido que me harían una cesárea. El anestesista me puso una mascarilla y ahí fue el último momento consciente del embarazo de mi hijo Eric.
La pesadilla no fue solo mía sino también de mi marido. Según me contó él, una enfermera sacó al niño y a los 20 minutos el ginecólogo salió fuera y le dijo que había una complicación explicándole que el útero no se contraía y que estaba perdiendo mucha sangre así que estaba con transfusiones y que estaban siguiendo los protocolos para estos casos pero si el útero no se contraía en breve habría que extirparlo de lo contrario podría morir desangrada. A la hora o así salió de nuevo diciendo que el útero al final se contrajo y estaba estable.
Mi hijo nació a las 21:00h y pude verlo en una sala cutre y enana pasada las 00:00h de la noche. Donde pude abrazarle darle un beso y se lo llevaron hasta el día siguiente diciendo que tenía que descansar.
Ahora echo la vista atrás y me fustigo pensando porque no luché para que mi bebé se quedara conmigo. Porque no me informé, no sabía ni cómo era un parto normal. Lo que sí se ahora es que el ginecólogo tenía una agenda muy apretada y era un número más para él, sin embargo yo no olvidaré jamás todo lo que hemos pasado. Aunque me ha servido para saber que NO queríamos volver a pasar.