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El nacimiento respetado de Martín, en el Hospital de Torrejón.
PARTO DE MARTÍN
“El concepto del continuum se basa en la idea de que para conseguir el desarrollo físico, mental y emocional óptimo, los seres humanos, especialmente los bebés, necesitan el tipo de experiencia a la que nuestra especie se ha ido adaptando durante el largo proceso de nuestra evolución”.
(El Concepto del Continuum, Jean Liedloff)
Martín nació el lunes 8 de Abril de 2013 en el Hospital Universitario de Torrejón. Elegimos este hospital por su protocolo de parto respetado. Queríamos que se respetaran las condiciones que favorecen el progreso espontáneo del parto y así fue. El domingo 7 de Abril por la tarde sentía molestias, como si tuviera gases. El cuerpo me pedía caminar y me fui por la tarde caminando hacia el centro de la ciudad a ver una exposición de video-arte. La caminata me sentó muy bien y las molestias desaparecieron, ya sólo sentía algo
de presión en la pelvis y es que Martín se estaba encajando. Al volver a casa me encontré con un poco de tapón mucoso. Esa noche dormí algo incómoda ya que de lado no terminaba de estar relajada. Al levantarme por la mañana sabía que Martín ya estaba encajado.
Alrededor de las 10:30 h. comencé a sentir dolores de regla que duraban unos segundos, pero yo no lo identificaba como contracciones. Siguieron durante una hora. Los dolores se iban intensificando y pensé que el parto sería ese día por la noche (en el anterior parto estuve el día anterior con contracciones, así que pensé que eran los pródromos). Hice la bolsita de mi hijo mayor y la llevé a casa de mis padres (son vecinos) y les dije que ese día por la tarde/noche se quedara Iván con ellos por si me ponía de parto. A las 12 h. seguían los dolores que ya identificaba con contracciones, porque tenía que pararme y respirar hasta que se pasaban. Percibía la duración de las contracciones como breves y bastante escalonadas, así que no me preocupé en medir el tiempo.
A las 13 h. me metí en la bañera y me relajé muchísimo hasta las 14 h. Cuando venía una contracción me ponía a cuatro patas y respiraba utilizando el músculo transverso. Entre contracción y contracción permanecía de lado en un estado de total relajación. Las contracciones no las percibía muy dolorosas, yo creo que las endorfinas generadas durante la relajación contrarrestaban el dolor. Tenía mucha sed y mi chico (Fernando) me daba una bebida isotónica. Fernando se puso a comer (yo no tenía hambre) y luego fue a recoger el coche que lo teníamos aparcado a 10 minutos caminando, y lo trajo cerca de casa. Tenía frío, así que puse el aire a 28 grados y me puse el pijama para calentarme. Había expulsado gran parte del tapón mucoso. Fernando llegó y en las contracciones practicábamos las posturas que nos había enseñado la fisioterapeuta (postura enlongada, rotación interna de piernas y brazos, fijación de la pelvis en el eje del fémur, respiraciones utilizando el músculo transverso), y le dije que midiera el tiempo de las contracciones y fue entonces cuando alucinamos: tenía 3 cada 9 minutos y encima duraban 2 minutos y medio cada una. Mi percepción era de contracciones de un minuto o así. Estoy segura que las posturas que practicamos permitieron que Martín descendiera fácilmente y dilatara tan rápido (además de ser el segundo parto que siempre es más corto).¡Vámonos! El hospital quedaba a 20-30 minutos de distancia de nuestra casa y a las 14:30 h. no hay tráfico. Desde que salí de casa hasta llegar al coche tuve 3 contracciones, la cosa iba muy rápido. Me tumbé en el asiento posterior y el trayecto lo pasé como en un sueño, desorientada y centrada en Martín que ya empujaba porque quería salir.
Llegamos al hospital en 20 minutos (eran las 15 h.) y en urgencias les dije que tenía ganas de empujar y directamente nos llevaron al paritorio número 4. Allí nos esperaban Elena (la matrona que nos había enseñado el hospital el día que fuimos a conocerlo) y otras dos matronas. Al ver a Elena yo me sentí como en casa, una cara familiar. Me preguntó por el tipo de parto que quería y le dije que quería tenerlo allí con tranquilidad (me refería a que quería emplear métodos 2 analgésicos no farmacológicos). Me pidió permiso para explorarme y comprobó que había dilatado completamente. El tapón mucoso había terminado de salir durante el camino. Me propuso adoptar la postura que quisiera en el expulsivo (habían llevado la silla de partos, nosotros traíamos el cojín de posicionamiento, además del disco para elevar la pelvis). La fisioterapeuta nos había enseñado varias posturas para el expulsivo, además de respiraciones de pujo. Yo tenía mayor control de mi fuerza tumbada o de lado. Probé de lado con el cojín de posicionamiento pero necesitaba que dos personas me ayudasen (una rotándome y subiéndome la pierna y otra sujetándome la otra pierna cuando yo hiciera fuerza). Fernando se había preparado conmigo para estas posturas pero yo sentía que no controlaba tanto mi energía y decidí tumbarme boca arriba, ponerme el disco en el sacro y empujar ayudándome del respaldo de la cama con los brazos rotados hacia dentro.
Ya no sentía contracciones dolorosas, sólo ganas de empujar y eso hice. Me pusieron monitores externos para escuchar a Martín y yo escuché a mi cuerpo y cuando pedía empujar empujaba y en breve la cabeza del bebé coronó. Elena me dijo que tocara la cabecita. La textura era muy blandita y me preguntaron si quería verlo con un espejo. Dije que sí, y es impresionante percibir que ya está cerca ¿ya? Tenía la sensación de ensoñación, las hormonas me permitían viajar. Y de fondo escuchaba música de reiki que Fernando había acertado a poner. Sentía mucho calor (halo de fuego) y entonces me decía Elena que esperara un poco para empujar. Me pedía que oxigenara al bebé y luego sentía otra contracción que ya apenas percibía pero que me indicaba que empujara. La bolsa permanecía intacta cubriendo la cabeza del bebé y Elena rompió un poco la membrana. Y a las 15:50 h. salió la cabecita de Martín apoyada en su manita y brazo (la misma postura en la que aparecía en las ecografías). Cada pujo escuchaba salir de mis entrañas un alarido animal (tuve dos días la garganta irritada, nunca antes había salido de mí un sonido tan primitivo y mamífero). Pasé casi todo el proceso del expulsivo con los ojos cerrados, metida en el mundo que me envolvía repleto de hormonas y oscuridad. Y también rodeada del cariño de Fernando (me daba besos continuamente) y las palabras de ánimo de las matronas.
Esto no lo recuerdo, pero Elena le dijo a Fernando que sacara él al bebé pero tenía una vuelta de cordón y entonces Fernando prefirió que lo sacara Elena. Le quitó la vuelta de cordón y sacó a Martín. Fernando lo puso en mi pecho. La matrona vio que el agua de la bolsa salía algo manchada y como el bebé no lloraba y podía haber sufrido algo por la vuelta de cordón, pinzó el cordón y lo reanimó en la misma sala de partos con oxígeno y enseguida lloró. Lo puso sobre mi pecho. La placenta salió de 3 empujones, alumbramiento expectante, y todo bien. Nos la mostraron y explicaron sus partes. El periné intacto, tan solo un pequeño desgarro de piel que no hizo falta suturar.
Así estuvimos las siguientes 3 horas, solos, piel con piel, sin pañal, succionando como si lo hubiera hecho antes, con fuerza y los labios bien posicionados. Entonces me percaté de la vela que había encendido Fernando a mi lado y de la música que llenaba el cuarto. El trato los 2 días siguientes al parto fue exquisito por parte de todos los profesionales. Las matronas vinieron a visitarnos al día siguiente y todos los profesionales nos ofrecían asesoramiento para la lactancia. La segunda noche sentí los pechos rebosantes de savia para Martín.
Este parto me ha permitido una vez más tocar el continuum (a través de la lactancia de mi hijo mayor ya saboreé esa continuidad primitiva). Esta vez me sentí loba salvaje. Para mí, ayudar a nacer a Martín, ha supuesto una revolución.
Gracias a mis chicos, Fernando, Iván y Martín, por ser parte de mi manada, por permitirme sentir tanto instinto.
Berta
Madrid, 16 de Abril de 2013