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El parto de Mario

Nuestro gran día empezó como un sábado normal. Salimos a dar un paseo y fuimos a un parque temático en Madrid tus papás y tu hermana. Estuvimos andando mucho. Al llegar a casa, como a las 18 h, empecé a tener contracciones, cada 10 minutos, pero yo no tenía ningún dolor. Entre contracción y contraccíon, me dediqué a organizar cosas con tu papá, preparamos todo por si acaso, aunque yo estaba convencida de que aquello se me iba a pasar. Me di una ducha, y, cuando ya llevaba 3 horas así, avisamos a nuestro equipo de matronas. Me recomendaron tumbarme un poco, parecían contracciones de Braxton Hicks, así que así lo hice, me tumbé, cedieron las contracciones y pensamos que era una falsa alarma. Nos pusimos a cenar y yo a dormir a tu hermana al pecho como siempre hacíamos... entonces todo cambió; noté como si algo dentro de mi tripa se disparase y a partir de ese momento, las contracciones comenzaron a ser cada 3 minutos, mucho más intensas. Además, en el pico de intensidad máximo de la contracción, notaba muchas ganas de empujar. En una de ellas, rompí la bolsa, con lo que noté alivio, pero a la vez, más ganas de empujar con cada contracción. Así estuvimos en casa, yo me tumbaba, me ponía en cuclillas, me sentaba en el wc, hasta que llegó mi hermana para quedarse con tu hermana. Entonces salimos hacia el hospital. Me encontraba feliz y estaba tranquila, algo preocupada porque no quería empujar por si te hacía daño. Al llegar al hospital, nos recibió nuestra matrona con un cariño y una paz y serenidad difíciles de describir, le dije que tenía muchas ganas de empujar y que me preocupaba un poco y me dijo "guau, ahora te exploro, lo mismo es que estamos estupendas y por eso tienes ganas de empujar". De camino a la habitación me dijo cómo respirar, yo iba concentrada en cada respiración, no muy consciente de lo que ocurría alrededor, estaba en mi "planeta parto". Cuando llegamos a la habitación, me exploró y me dijo "estás estupenda, nos queda menos de 1 hora, estás con 7-8 cm". Entonces, me senté en la pelota de pilates para facilitar tu descenso mientras nuestra matrona comprobaba que estabas bien. Yo ahí estaba cómoda, concentrada en mi respiración. Pasó poco tiempo. No sé cuánto. Las ganas de empujar cada vez eran mayores, nuestra matrona nos dijo que tu cabecita había bajado, me volvió a explorar y ya estaba en dilatación completa, empujé en una contracción y tu cabecita bajó más: ya ibas a nacer!!!!!!!, ya estabas aquí!!!. Decidimos parir de lado. Yo me sentía feliz, feliz de poder empujar. Empujé sin que nadie me dijese cómo, ni cuándo, ni cuánto: tú y yo sabíamos cómo teníamos que hacer. Noté presión abajo y llevé mi mano: te toqué, tenías tu cabecita asomando. En la siguiente contracción sacaste toda tu cabeza, giraste y sacaste tus hombros. Te cogí. Recuerdo con qué fuerza llegaste y lloraste y con qué intensidad comencé a reir, no podía parar de reir, sentía una alegría que nunca antes había experimentado. Te puse sobre mi pecho, olías tan bien... a vida recién estrenada. Poco después te enganchaste al pecho, sabías perfectamente cómo hacerlo. Estuviste mamando mucho, mucho rato. Cortamos tu cordón cuando dejó de latir. La placenta salió a los 15-20 minutos, sin medicación y sin ninguna intervención. Me encantó ver lo que te había estado manteniendo este tiempo.
Esta fue la forma en que tú naciste, Mario, con respeto, con amor, siendo tus papás conscientes y estando presentes en todo. Estuvimos los que teníamos que estar, tus papás y nuestra matrona, que nos acompañó con cariño y muchísima paz y profesionalidad. No hubo nadie más. Estoy feliz porque tú decidiste cuándo nacer y estoy maravillada al comprobar que mi cuerpo supo hacer todo sin ninguna intervención. Nunca olvidaré todo lo vivido.