El parto de Noel
Esta es la historia del parto de mi segundo embarazo. El primero, 3 años atrás, había sido una cesárea por bradicardias tras inducción a las 40+5 semanas. Durante este segundo embarazo me había preparado muchísimo para tener el parto más natural posible y aumentar así las probabilidades de un parto vaginal. Me había leído la guía del nacimiento de Ina May, me había leído un libro sobre hypnobirthing, y habíamos contratado a una doula para la preparación al parto y la asistencia durante este. Mi primer parto no había sido traumático, pero ahora, en la distancia, sentía que yo no había tomado ninguna decisión en él, y esta vez quería que el parto fuese mío.
Mi fecha estimada de parto era el domingo 26 de Mayo, aunque en realidad eso correspondía con mi semana 40+3, fue ese el día que empecé con contracciones, sobre las 22:30 de la noche, al acostarme. En ese momento no dije nada a mi pareja por si era una falsa alarma, ya que eran cada 15-20 minutos, muy irregulares y de una intensidad manejable. Pero sobre las 4 de la mañana ya no pude estar más en la cama y me fui al sofá. Ahí supe que estaba de parto. La intensidad de las contracciones había aumentado considerablemente y, aunque irregulares, ahora su frecuencia era aproximadamente cada 10 minutos. En ese momento, le mande un mensaje a mi doula para estuviese al tanto y se organizase. Una de las veces que fui al baño, vi como el tapón mucoso se había desprendido, eso me hizo feliz. Aún así, las contracciones aún eran manejables, por lo que a las 7 de la mañana desayuné tranquilamente y luego me acosté para intentar dormir, ya que no había descansado mucho por la noche. Eso hizo que las contracciones se espaciaran bastante a una cada 20 minutos. Así que mi pareja cambio de idea y se fue a trabajar y yo me quedé en casa con mi madre viendo un documental para distraerme. Después de almorzar intenté volver a dormir un poco, parecía que iba para largo ya que durante el día las contracciones se había mantenido regulares en intensidad e irregulares en frecuencia (cada 8-10 minutos o más si me acostaba). Al menos, durante todo ese tiempo, seguía notando al bebé moverse y eso me tranquilizaba.
Sobre las 6 de la tarde de ese lunes las contracciones volvieron a ser más frecuentes (5-6 min) y sobre las 21h le pedí a mi doula que viniese a verme ya que mis contracciones eran aún más frecuentes, cada 2-5-7 minutos, pero muy irregulares aún. Mientras tanto me tomé una ducha para relajarme, pues parecía que todo se estaba activando otra vez. Mi doula llego sobre las 21 y me ayudo a tumbarme y relajarme, las contracciones se espaciaron y conseguir descansar un poco en la cama. Pero sobre las 3.30 me desperté de nuevo con contracciones de mayor intensidad. Estaba muy cansada y propuse ir al hospital a que me hiciesen un tacto vaginal y saber si tras tantas horas de contracciones mi cuello había evolucionado. A las 4.30 de la mañana llegamos al hospital y, tras examinarme, me dijeron que mi cuello estaba de 3 cm y duro. En ese momento me sentí muy decepcionada, llevaba más de 24 horas con contracciones y ni siquiera se me había borrado el cuello. Así que cuando llegué a casa me acosté. Si eso iba para tan largo, necesitaba reponer energías, pues no había dormido apenas durante el ultimo día. Y al tumbarme en la cama las contracciones pasaron a espaciarse cada 20-25 minutos, lo que me ayudó a dormir algo más.
En algún momento de la mañana me levanté y las contracciones se reactivaron. Ya era martes. Mi pareja y yo dimos un paseo, recomendación de mi doula, para desconectar y ayudar al bebe a ir bajando. Pero cada 20 pasos me tenía que colgar de su cuello y centrarme en mi respiración para poder soportar la intensidad de la contracción. A las 3 de la tarde las contracciones eran de tal intensidad que decidí ir otra vez al hospital. En ese punto la frecuencia era cada 3-5 minutos, pero me costaba mucho aguantar el dolor. Al examinarme, el matrón me dijo que seguía de 3 cm, pero ahora mi cuello ya estaba totalmente borrado. Según la cara de mi doula parecía una muy buena noticia, sin embargo yo habría esperado algo más de evolución. Lo peor fue cuando escuché que no había habitación disponible ni en ese hospital, ni en ninguno de la ciudad. Estaban siendo unos días de muchos partos. Así que la recomendación del matrón fue que me fuese a dar un paseo alrededor del hospital, volver tras una hora, y si había habido evolución me mandarían en ambulancia a un hospital en un pueblo que estaba a media hora. Mi cara fue poema. Mi pareja y yo trabajábamos en ese hospital y vivíamos a tan solo 10 minutos de él. Mi madre estaba en casa con mi hija de 3 años. Mi mente no se había planteado en ningún momento para parir en otro hospital. Así que decidimos volver a casa e intentar manejar la situación allí un poco más, con la suerte de que, mientras tanto, alguna habitación se liberase en la ciudad. Lo primero que hice fue darme una ducha para desconectar. En ese punto vi que tenía moratones en mis muñecas y codos de apoyarlos durante las contracciones para aguantar el dolor. Pero unas horas después, sobre las 9 de la noche ya no podía soportar más, las contracciones era muy intensas, el control de la respiración ya no me valía para manejarlas y tenía que usar la voz para soportarlas. Se espaciaban cada 3 minutos. Llamamos al hospital y nos dijeron que había una habitación libre. ¡Creo que ese fue le momento más feliz de mi parto después del nacimiento de mi bebé! Así que cogimos todo y nos fuimos para allá, con la intención, esta vez, de no volver. Y así fue, cuando me examinaron al llegar me dijeron que estaba de 4 cm y a las 22h ya estaba acomodada en la habitación donde dilataría y daría a luz a mi hijo.
Como mi parto anterior había sido cesárea, me monitorizaron durante una hora y tras ver que todo estaba bien me quitaron los monitores, lo cual agradecí. Sobre las 12 de la noche me sugirieron romperme la bolsa amniótica para acelerar el parto, y aunque en mi plan de parto yo había manifestado mi deseo a no hacerlo, en ese momento, tras dos días de contracciones, sin apenas dormir, ni comer, acepté. Yo también necesitaba ver más evolución. La rotura de membranas en sí no fue desagradable, pero a continuación la matrona intentó ponerle una sonda craneal a mi bebe para monitorizarlo sin éxito, pues estaba muy arriba. Eso sí fue incómodo. Así que me recomendó andar durante una media hora por la habitación balanceando las caderas para ayudar a bajar al bebe. Pero al ponerme de pie y tras un par de contracciones, ya no pude andar más. ni balancear. La intensidad y frecuencia de las contracciones se había multiplicado y no tenía energía ni tiempo para andar entre ellas. Vino la matrona de nuevo para poner la sonda y me dijo que estaba de 5 cm. Su recomendación entonces fue ponerme oxitocina y epidural porque, según ella, mis contracciones no estaban siendo efectivas. Pero con las contracciones tan intensas que estaba teniendo para mí, ponerme oxitocina, solo me acercaba más a tener una segunda cesárea y me alejaba de mi deseado parto vaginal. Así que tras discutir opciones con mi pareja y mi doula decidí que no quería oxitocina, solo la epidural, ya que estaba tan agotada que no me veía con fuerza para llegar a la fase de pujos. Llamaron al anestesista y cuando éste vino, me examinaron y yo ya estaba de 7 cm y estaba teniendo pujos involuntarios. Sobre la 1.15 de la mañana me pusieron la walking, lo cual me permitió descansar un poco entre contracciones, pero seguir sintiendo todo mi cuerpo. Aproximadamente en una hora que se paso muy rápido, ya estaba en dilatación completa y empecé a pujar siguiendo las instrucciones de la matrona, a pesar de que mi deseo original era pujar de manera natural, en ese punto mi cansancio pudo más. Hacía unos tres pujos por contracción y notaba como la matrona me humedecía el perineo todo el rato con agua caliente. Me temblaba todo el cuerpo y durante las contracciones tenía muchísima calor y mi doula me humedecía con paños fríos. Tras unos 45 minutos de pujos, a las 3.30 de la mañana, nacería Noel. Me realizaron una, supuestamente pequeña, episiotomía. Lo pudo coger su padre como pedimos en nuestra carta de parto. Sin embargo, no esperaron a que el cordón dejara de latir para cortarlo, y me pusieron una inyección de pitocina para sacar la placenta, lo cual, les había entregado por escrito en mi carta mi deseo de no hacerlo. Claro está, que en ese momento, yo no quería discutir, solo agarrar a mi bebé y llorar de alegría. Rápidamente recogieron todo y nos dejaron un par de horas solos en la habitación, nos trajeron el desayuno y me animaron a ducharme. Unas horas después nos estábamos yendo a casa con alta voluntaria.
Durante las primeras semanas estuve muy decepcionada con mi parto. Durante éste, al ser tan largo, yo había pensado que no estaba haciendo algo bien y que yo misma lo estaba retrasando al tumbarme al descansar o con la posición de mi cuerpo durante las contracciones. También estaba enfadada conmigo misma porque me había preparado para disfrutar la experiencia, y no creía haberla disfrutado como esperaba. Además, había luchado por tener un parto vaginal después de cesárea, y lo había conseguido, pero el dolor de la episiotomía no me dejaba andar más de 15 minutos seguidos durante 15 días.
Ahora, 2 meses después, estoy feliz. Mi parto fue intenso, pero leyendo relatos de partos, he visto que hay muchos así. Aguanté el dolor durante dos días y solo dude mis capacidades en dos momentos puntuales. Gracias a mi preparación previa, pude transmitir al personal médico el tipo de parto que quería, y aunque no fue respetado en todo momento, la mayoría de las decisiones fueron consultadas antes conmigo y pude tomar parte en ellas. Tuve un parto vaginal, que acabo en un clímax viendo a mi bebe salir de mí. La paz que se respiraba en la habitación, mientras todo el hospital dormía, con mi bebé en mis brazos y los de su padre, fue sentir el cielo bajo mis pies.