El relato de Fer, nacimiento de Beatríz. En casa, S.S. de los Reyes, Madrid.
Mi nombre es Fer, y no pretendo sino plasmar, en negro sobre blanco, los aspectos fundamentales del conjunto de recuerdos que tengo sobre el final del embarazo de Beatriz, momento en el cual se fraguó lo que resultó ser, tal vez, la experiencia más embriagadora de mi vida.
Todo empezó una tarde cualquiera, durante un temprano estadio de nuestro embarazo, nuestro sí (al menos yo lo he vivido con la misma emoción pero sin los mismos cambios físicos), cuando mi Princesa – su nombre es Chon pero yo la llamo siempre así – me comentó que tenía muy claro que ella deseaba un parto natural y trajo consigo un documento sobre las recomendaciones que hace la OMS sobre un parto natural.
Tras leerlo detenidamente me pregunté cómo era posible que dichas recomendaciones fuesen ignoradas por la práctica totalidad de los profesionales en obstetricia de este país, e inmediatamente me sumé a las intenciones de mi Princesa, aunque me parecía que era muy pronto dado que aún faltaban muchos meses para el parto.
Afortunadamente, la obstinación y la claridad de ideas de mi Princesa se impusieron y le expuso a nuestro ginecólogo sus deseos sobre un parto natural, momento en el cual se me “cayeron todos los palos del sombrajo”.
Ignorante de mí, yo pensaba que en la medicina siempre imperaban criterios médico-sociales, me percato de que “eso del parto natural” es un invento propio de los integrantes de una secta y que no estamos para “andarnos con gilipolleces ni caprichitos”, que al fin y al cabo lo del parto no es para tanto y además son muchos los que se atienden al día.
Cuan grande fue mi decepción y de forma intevitable, el germen de la desconfianza fue ganando terreno en mi organismo, un terreno que hasta ese momento era completamente estéril para dicho germen. Resulta que o “pares por cojones con nuestras normas o te buscas la vida, pero luego no vengas con lamentaciones”, ciertamente nadie pronunció dichas palabras, ni siquiera dichas frases pero algunas personas resulta que sabemos leer entre líneas.
Poco a poco mi Princesa me fue aportando una mayor cantidad de información y visto que lo de tener un parto natural en un hospital, al menos de nuestra región, no era una opción plausible, se planteó contactar con la asociación Génesis y paulatinamente comenzó a vislumbrar una luz al final del tunel.
Su desesperanza, y por consiguiente la mía, no tardó en aflorar dado que los pasos que iba dando no la acercaban a su propósito, primero que si la clínica Acuario – demasiado lejos y demasiado complicado – luego que si el hospital de Fuenlabrada – pero ya no era lo que era – y al final el parir en casa - ¿Quéeeeee? Pero qué cosas tienes, dije yo.
Me pareció no haberla entendido bien cuando pronunció la frase “estoy contemplando la posibilidad de parir en casa” y , para que negarlo, el fantasma de lo sucedido con nuestra hija Mónica planeó sobre mi cabeza y me llevó a decir “y qué pasa si se produce algún problema durante el parto” a lo que ella me respondió que el parto en casa era al menos tan seguro como el parto hospitalario y me proporcionó la primera documentación al respecto, aunque eso no alivió mi excepciticismo, ciertamente.
La lectura de la documentación que mi Princesa me proporcionó no me sacaba de mi asombro, a la par que ampliaba el espacio de conocimiento tan reducido (y tan común) que mi mente tenía sobre el parto, y en esto llegaron las vacaciones. Desde la playa contactó con Mercedes Serrano, por segunda vez, y consiguió concertar una entrevista con ella, justo el día 1 de septiembre de 2005.
Por aquel entonces yo ya estaba, no sólo convencido, sino impaciente por empezar, pues dias antes del final de las vacaciones, nos habíamos visto con otra pareja que ya llevaba cierto tiempo con Mercedes, preparándose para el parto en casa y el encuentro resultó de lo más fructífero para mí, pues si acaso me quedaba alguna duda al respecto (que no era así) el ver a otra pareja en nuestra misma situación y ver otro padre en las mismas circunstancias, hizo el resto.
Y llegó el día de la entrevista con Mercedes, a la que acudimos con sobrado nerviosismo, por que de alguna manera entendíamos que era nuestro último cartucho que quedaba por quemar y recuerdo que todo el cuerpo me temblaba, hablaba aceleradamente y era como pasar “la entrevista de trabajo más dura de mi vida”, sólo que en esta ocasión no era un trabajo, era el parto y nacimiento de mi hija Beatriz.
Mercedes formuló un montón de cuestiones que aparentemente, al menos para nosotros, no tenían ninguna relación con el tema, si bien para ella eran fundamentales. No puedo plasmar con palabras la inmensa confianza que Mercedes me inspiró y que resultó indispensable para terminar de forjar en mí la decisión de parir en casa. La estaré eternamente agradecido, por que “no hizo nada y lo hizo todo”.
Cuando, al final de la entrevista, Mercedes pronunció las palabras mágicas “yo os asistiré en el parto en vuestra casa”, casi me revienta el pecho de emoción, a Chon se le saltaron las lágrimas (a mi se me han saltado mientras escribo esto cuatro meses después) y abrazó a Mercedes, dándole las gracias.
Cuando salimos de casa de Mercedes, nos abrazamos y sentimos que la final lo conseguiríamos...fue algo maravilloso.
Durante la segunda sesión Mercedes nos proporcionó un montón de documentación sobre el parto en casa, la OMS, la lactancia materna, etc, Y MI TROMPETILLA!!!!. Me enseño a utilizarla y yo creí haber aprendido!!!
La trompetilla fue para mí algo mágico, me daba la oportunidad de jugar un papel directo e importante en la etapa final, y entonces apareció la sombra de la duda ¿seré capaz de oir el latido de mi hija?: Al tercer día de recibir la trompetilla y de intentarlo varias veces, llamé a Mercedes a su casa y le dije ¡!!CÓDIGO ROJO, CÓDIGO ROJO, MERCEDES NO SÉ ESCUCHAR A LA NIÑA, NO OIGO NADA DE NADA, LA TROMPETILLA NO ESTÁ CALIBRADA PARA S.S. DE LOS REYES (esto era broma)!!!, a lo que Mercedes me respondió con un tranquilizador “no te preocupes, relájate y disfruta. Sigue intentándolo pero si agobiarte. En la próxima cita lo vemos”, y me quedé más tranquilo pero con un sentimiento de INUTILIDAD PERSONAL, para que negarlo, que me atormentaba sensiblemente.
En la siguiente sesión, Mercedes me demostró que mi mente “de Ciencias” (soy Informático), me estaba jugando alguna mala pasada, por que en esto no había fórmulas, ni cosas cuadriculadas, aquí había un “fetillo” en un útero que se movía a su libre albedrío y por tanto, ni estaba siempre en la misma posición ni estaba siempre en el “mismo sitio”. Cuando me percaté de que no debía “oir” sino “sentir” el latido del corazón de mi hija fue cuando pude disfrutar de los momentos en los que, por la noche, con mi trompetilla en ristre conseguía detectar ese tenue pero brioso latido de Beatriz. Es algo que jamás podré olvidar, pues estaba formando parte de algo maravilloso, algo que perdurará en mi memoria para siempre.
Ya con la tranquilidad de que oía a la niña, continuamos con las siguientes sesiones en las cuales Mercedes nos explicaba, “mandaba deberes” de respiraciones, de ciertas prácticas que en su esencia nos acercaba más el uno al otro, para disfrutar más aún de las experiencia que como futuros padres de Beatriz, estabamos viviendo.
Durante esas semanas, comentaba en el trabajo a alguna/o de mis compañeras/os lo que estaba viviendo, y si bien alguna que otro me dijo que debía ser maravilloso, la mayoría me miraba con los ojos “como huevos”, la cara congestionada y la frente sudorosa (estoy exagerando un poco...) y me decía...¿PERO ESTAS LOCO O QUÉ, NO VES QUE PUEDEN SUGIR UN MONTÓN DE PROBLEMAS Y PUEDE NO DARTE TIEMPO DE IR A UN HOSPITAL?.
Afortunadamente, comentarios como ese no consiguieron minar nuestra determinación y pone de manifiesto que a fin de cuentas lo que nos deja tranquilo es que la responsabilidad de lo que suceda, la tenga “otro”, por que si algo nos dejó claro la matrona es que DURANTE TODO EL PROCESO LA RESPONSABILIDAD ERA NUESTRA.
Necesitamos, como seres humanos que somos, que en caso de que las cosas vayan mal hayamos hecho lo “politicamente correcto” y que nuestra conciencia acalle los fantasmas de “se podría haber evitado?”. Ciertamente es natural y comprensible una reacción así, yo la tenía antes de “meterme en esto”, pero refleja una incultura social importantísima, sobre algo tan humano y tan natural como es el parto de una criatura.
Desde la última visita de Mercedes en la que nos mostro dos vídeos de partos naturales asistidos por ella, que demostraban que ¡Es Cierto, Se Puede Parir En Casa!!!!, esperamos con impaciencia la llegada de Beatriz, pero ella no debía de tener prisa ninguna.
Nos hicimos las monitorizaciones de rigor durante las cuales me dí cuenta de que tenía yo bastante más soltura encontrando el latido con la trompetilla que la monja con el monitor, llegando incluso en la última de ellas, a tenerme tres cuartos de hora sujetando el transductor para que el dichoso “aparatito” captara la señal como es debido.
Transcurrió el día 24 de octubre (fecha en la que salíamos de cuentas) sin pena ni gloria y Beatriz no tenía pensado salir, haciendonoslo saber mediante la ausencia de contracciones uterinas, ni las de Braxton ni las de las otras.
Dadas nuestras circunstancias particulares, no era precisamente una buena noticia que se retrasase el parto, pero llegaba el fin de semana en el que estaríamos solos (sin el resto de nuestros hijos porque eramos padres –como dice Chon – fijos discontinuos) y yo tenía la corazonada de que nacería el fin de semana.
Y pasó el sábado y el domingo, tras dos caminatas de campeonato las contracciones que tenía Chon eran parecidas a las que tenía yo, es decir, inexistentes, hasta que decidió meterse en la bañera a darse una baño relajante...y ahí empezo todo...
Dos horas después estaba con pequeñas contracciones pero nada significativas, hasta las 12:45h momento en el cual la primera de las contracciones de parto, hizo su aparición.
Comenzamos a anotar las contracciones, que no tenían una frecuencia claramente definida aunque sí claramente delimitada, y sobre las 02:00h me fui a dormir a petición de Chon, por que el tema iba para largo...
“Fer, mi vida, tal vez deberías levantarte ya por que parece que esto se está animando” fueron las palabras de mi Princesa que me despertaban del letargo, eran las 04;40h y apenas podía abrir los ojos...
Escuche a la niña con la trompetilla y todo iba bien. Chon me comunicaba el inicio y final de las contracciones y yo “zombie” perdido no me enteraba de nada, menuda ayuda, y no hacía más que preguntar (teníamos musica puesta y ella hablaba muy bajito – lógico y normal – y yo no oía nada) “¿qué has dicho?, ¿otra contracción?”, a lo que Chon me respondió con un POR FAVOR DEJA DE HACERME PREGUNTAS EN MEDIO DE UNA CONTRACCIÓN, pobrecilla por si no tenía bastante con las contracciones, tenía a un zopenco a su lado en plan preguntón.
Como quiera que Dios existe, acabe por despejarme y a partir de ese momento, al menos eso creo, resulte de un poquito más de utilidad, dando masajitos bajo petición, bailando con ella “una lenta” (la música y las velitas daban un ambiente verdaderamente cálido y acogedor), hasta que a las cinco y media de la mañana, decidí llamar a Mercedes por que las contracciones eran muy frecuentes, muy fuertes y duraban mucho, de manera que así lo hice.
Utilicé el sonicaid de Mercedes para escuchar a la niña por que Chon no aguantaba prácticamente tumbada durante la contracción, y resultaba bastante complicado, al menos para mí, escuchar con claridad a la niña tras la contracción, a parte de que eran bastantes seguidas. Todo iba bien.
Cuando se presentó Mercedes, ¡qué alivio!, Chon ya estaba de siete centímetros y enfilabamos la última recta.
Con cada gemido de Chon, miraba entorno nuestro y veía nuestro baño, nuestra cama, nuestra habitación, yo estaba allí, en pantalon corto y camiseta (como hubiera estado en un hospital...) y parecía mágico...
De repente...”me parece que ya está aquí” dijo Chon, y Mercedes y yo le dimos la mano y la ayudamos a llegar a la cama, donde se tumbó de costado, empujo con fuerza y.....prrrrrrrrrrrrr POM! La cabeza de Beatriz comenzó a asomar, qué emoción Dios mío, en nuestra cama!!!!!!!!!
Cuando salió toda la cabeza sujeté el espejo en alto para que Chon pudiera verlo bien (mientras la mayor asistía a Mercedes y la “pequeña” filmaba en video el nacimiento de su hermana) y siguió empujando...comenzo a salir un hombro...luego el otro y vimos que tenía el cordón enrrollado como si estuviera haciendo parapente, qué susto!!! Pero Mercedes con absoluta tranquilidad y maestría, ¡ale hop” un brazo por debajo, el otro por arriba, vuelta un lado y vuelta al otro y ¡!ta Chan! Beatriz estaba fuera!!!!! Lanzó su primer llanto y el mío, con la vista clavada en el techo, le siguió y dí gracias a todo y a todos. Su llanto era un llanto por la vida y el mío era un llanto por su vida y por la nuestra.
Cogimos el cordón en nuestras manos, sentimos como latía, era como tocar la vida directamente con las manos, la emoción que sentía en ese momento tendreis que imaginarla, por que yo no puedo describirla.
Cuando el cordón dejó de latir, Mercedes lo pinzó debidamente y me tendió la tijera para que yo lo cortase, y lo corté!!!. Resulta curioso que de alguna manera yo ,mediante mi esperma, en el momento de la concepción uní a la madre y a la hija, y en ese momento, estaba rompiendo esa unión física, que daría paso a la verdadera unión instintiva, espiritual, la unión de sus almas, la unión del reconocimiento de una madre con su hija, en definitiva de la vida.
Yo, que no había podido disfrutar hasta el momento del parto de ninguno de mis hijos, he podido finalmente disfrutar del mejor de los partos, el parto en casa en el cual fui coprotagonista y no un mero espectador.
Para terminar, quiero agradecer infinitamente a mi Princesa que se mantuviese firme en sus ideas, a Mercedes por ayudarnos a conseguirlo, a Beatriz por propiciarlo y al resto de personas que con su concepción natural del parto, hicieron posible que Chon conociese la senda del parto en casa.
Gracias.