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El relato de Fran y María, nacimiento de Martín. 2004.

Carta desde el cielo (PDF) - La vida de Martín

Somos dos padres que desde esta página queremos compartir la experiencia de haber tenido un niño, que al poco de nacer, nos dejó. Era nuestro segundo hijo, se llamaba Martín y nació y vivió tan sólo 15 días. Esto sucedió en septiembre de 2004. Padecía el síndrome de Edwards (una alteración cromosómica afortunadamente poco frecuente). Los niños que padecen esta alteración fallecen, en su inmensa mayoría, durante su primer año de vida, debido a las graves complicaciones que este síndrome implica. Durante el embarazo los médicos no apreciaron nada extraño, tan sólo llamaba la atención el bajo peso del feto, que iba haciéndose más patente mientras avanzaba el embarazo. El 9 de septiembre de 2004 y tras practicar una cesárea, nació Martín, con la sorpresa de que nacía muy enfermo y con muy pocas esperanzas de vida.

Durante su corta e intensa vida, acompañamos a Martín mientras pudimos y con un gran dolor de corazón le dijimos adiós, quedándonos con un vacío tremendo y con un montón de preguntas sin respuesta. Sabíamos que iba a morir pero no se sabía cuándo, los médicos nos dijeron “es incompatible con la vida humana”, aunque él era perfectamente compatible con todos nuestros sentimientos y con todo nuestro amor. Mientras vivió, porque él tenía derecho a tener también su vida, estuvimos con él y le dimos lo mejor de nosotros mismos, le bautizamos (somos creyentes), le tocamos y besamos, le hablábamos, pasó a conocerle toda la familia y muchos amigos y cuando finalmente murió nos pudimos despedir de él diciéndole que estábamos orgullosos de su lucha, orgullosos de su vida, que se llevaba todo nuestro amor y que, como padres, le hubiéramos dado nuestra vida entera, que no entendíamos por qué pasaban estas cosas pero que así era la cruda realidad.

Nosotros no hemos conocido una vida tan intensa como la de nuestro hijo Martín. Haberle conocido y haberle tenido cambió el sentido de nuestras vidas de una forma única y como ninguna otra experiencia lo ha podido hacer. Su vida nos transformó y cambió nuestra forma de percibir el mundo, la realidad, la fe, nos hizo más humildes, nos acercó más al dolor ajeno, nos hizo más comprensivos, unió más nuestra pareja, nos unió más con la familia, nos convirtió en los mejores amigos del mundo, Martín nos hablaba y nos habla de lo verdaderamente esencial en la vida, Martín nos enseña como todos los días vivimos y morimos un poco, Martín nos inspira y nos alienta a seguir adelante y a no olvidar y aprender siempre de todo. Todos los días pensamos en él y cada día que pasa le queremos más y aunque luego hemos tenido otro hijo, él será siempre único y tendrá su puesto en nuestra casa y sobre todo en nuestro corazón.

Todos estos pensamientos y vivencias no quitan en absoluto la pena tan grande que tuvimos, el dolor tan desgarrador que sentimos y la impotencia ante algo contra lo que no podíamos luchar. El precio que pagamos fue altísimo (un hijo) y nadie estaría dispuesto a pagar semejante precio pero a veces no queda más remedio que obedecer a la vida y nosotros creemos que la única respuesta que se le puede dar a una experiencia tan dolorosa consiste en aprender a integrarla en la vida y seguir adelante. Lo bueno de tener un hijo como Martín es que siempre está contigo.

Muchas veces cuando lo recordamos, recordamos que una vez que murió abrió completamente sus pequeñas manos y pensamos que sus manitas abiertas son todo un signo de la forma que él tiene de darse ahora a nosotros. Nosotros lo dimos todo por él, ahora es él quien lo da todo por nosotros.

Fran Alegría y María Azcona