Embarazo gemelar y parto
Me acuerdo perfectamente, era el día antes de la noche de reyes, y vino la ginecóloga en casa. Había tenido alguna pérdida muy pequeña, y pensé que ya estaba sufriendo otro aborto por tercera vez, pero algo me decía que no, que esta vez era diferente. Mi mente y mi cuerpo bailaban entre el miedo de volver a sufrirlo con el deseo de que fuera una pequeña mancha de un proceso normal. Y la sorpresa vino cuando dijo todo está bien, pero no late solo un corazón, dentro de ti hay dos corazones latiendo. Yo no me lo creía, no podía ser, 2? Yo no quería dos, yo solo quería un solo corazón y sano. Pero mi cuerpo tenía 2 corazones dentro que empezaban a latir con fuerza.
La parte difícil vino después, porque yo, con mis ansias de parir en casa y compartirlo con mi pareja e hija, le empecé hacer un montón de preguntas. ¿Se puede parir en casa con gemelas? ¿Podré parir contigo? ¿Qué implica que sean gemelas?
Yo desconocía el mundo de los embarazos de gemelos, me parecía algo imposible de vivir, era algo que le pasaba a las otras, no a mí, así que nunca me había informado sobre este tipo de embarazos. Ella empezó a contarnos de que tipo de embarazo múltiple se trataba el nuestro.
En mi caso, primero vino la información de que eran gemelas (evidentemente aún no sabíamos el sexo), luego vino la explicación sobre el tipo de embarazo del cual se trataba y por último los riesgos y el camino a seguir durante la gestación.
Lloré y mucho, yo deseaba tener más hijos e hijas, pero no así, y supongo que hay cosas por las que nunca estás suficiente preparado, básicamente es imposible, porque la vida conlleva sorpresas, de aquellas que ni imaginándote lo peor seguramente la acertarías. Es como que alguien te pica la puerta de casa, te entrega un paquete y se larga rápidamente, y luego tú tienes que apañarte con aquello recibido, y los haces como buenamente puedes.
Para mí la percepción de difícil y complicado ha ido transformándose, pero al principio me lo pareció y mucho. Pero para entonces yo me encontraba mal, y no creo que esto ayudara a digerir las dificultades con las que íbamos a convivir durante unos cuantos meses, exactamente hasta la semana 32 de embarazo, que es hasta cuando el embarazo podía llegar.
El primer riesgo que nos contaron era que había un 50% de posibilidades de muerte perinatal, porque existe un riesgo muy elevado de ligadura de cordones, es decir, se puede hacer un nudo con los cordones de cada una por las vueltas que dan dentro de la bolsa, y que un día ese nudo se tense. Al tensarse implica que deja de correr sangre y por lo tanto una muerte inmediata. De esto riesgo no te salvas hasta el día de su nacimiento, porque no hay ningún momento en el que dejen de compartir bolsa.
Otros riesgos que podían aparecer era el de Transfusión feto fetal, es decir, que una come más que la otra. Al compartir placenta, puede que una no reciba lo mismo.
También son embarazos que no pueden llegar más de las 32 semanas de gestación porque permitir que lleguen más adelante aumenta la probabilidad de muerte perinatal, y supuestamente ya existen medios para ayudarlas acabarse de desarrollar fuera del vientre materno de la manera más saludable posible sin correr tantos riesgos como en el vientre.
Por lo tanto sabes que pasarás por una UCIN, que será cesárea y que habrá separación. Que la lactancia empezará diferida, y que la tecnología será la intermediaria hasta que se pueda hacer piel con piel.
Yo quería parir en casa para vivir algo que me conectara en todo momento a mis hijas, y viví algo que tenía muchos números a que me sintiera desconectada de ellas.
Este embarazo lo vive una de cada 50000 mujeres embarazas, es poco común y su evolución es incierta. A mí me visitaban un par de veces al mes, hasta que apareció una dificultad grave. Aprendimos a vivir con la incertidumbre de sentirlas vivas o no, siempre tocándome el vientre y seguramente comiendo más chocolate de la que podía comer, necesitaba notar su movimiento, necesitaba sentir que las dos se movían, que sus corazones latían con fuerza dentro de mí. Confiaba cada día que me levantaba que seguíamos siendo 3 en una, aunque hubiera momentos que dudará y mucho.
Aprendimos a vivir día a día, con pocos objetivos, y disfrutando de lo que teníamos en ese momento. Pero en una eco vieron que una no crecía, y que la diferencia empezaba a preocupar. Ya estábamos lejos de sufrir una transfusión feto fetal (entendí que había un riesgo más elevado en las primeras semanas de gestación). Lo que sucedía era un CIR, una restricción de crecimiento selectivo, es decir, una de las dos gemelas no crecía tanto porque prefería recibir sangre con oxígeno que crecer de tamaño.
¿Y esto porque sucede? Pues porque al ser 2 y repartirse la placenta, a veces no se reparte a partes iguales, y en este caso una tenía más que la otra, pero otras veces no se sabe porque sucede, simplemente sucede. Esto implicó que las ecografías aumentaran a 2 o 3 por semana, y valorando cada vez su estado observando si la sangre con oxígeno que recibía se mantenía o disminuía. Siempre con una bolsa por si nos teníamos que quedar en el hospital, hacer una cesárea de urgencia y sacarlas fuera porque la vida afuera parecía tener menos riesgos que a dentro. Sufrir un CIR implica correr el riesgo de muerte súbita entre un 10 o 15% de posibilidades, y al estar sumamente conectadas, si la pequeña moría, había también un riesgo elevado de sufrir daños neurológicos por el exceso de sangre que podía recibir la otra.
Un día te despiertas y sientes que tienes más puntos de perderlas que poder vivir con ellas. Yo necesité saber qué hacían en el hospital si no sobrevivían. Si me podría despedir de ellas, si podría abrazarlas, como sería mi parto, si las podría parir vaginalmente. Necesitaba sentir que lo que estaba viviendo era real, que ellas eran reales, y que si en algún momento me había de despedir de ellas, quería verles su cara, saber que habían formado parte de nuestra vida y que mi cuerpo las había sentido.
Para mí era importante saber qué protocolo tienen en el hospital en ocasiones así. Igual que nos preocupa la bienvenida, ¿porque no preguntarnos sobre la despedida?
Así. Igual que nos preocupa la bienvenida, ¿porque no preguntarnos sobre la despedida?
Cuando el miedo era más penetrante me imaginé todas las posibilidades, que morían las dos, que solo moriría una, que la que viviría sufriría dificultades neurológicas severas, que alomejor no las sufriría, que alomejor vivirán las dos pero nacerían pronto, demasiado pronto, o que nacerían a la 32 y sanas. Me imaginaba de todo, y no podía tener respuestas para nada.
Vives con porcentajes, con riesgos y/o menos riesgos, vives con estipulaciones, vives sabiendo que en 3 días no puede haber aumentado mucho el riesgo, y que habrá un nuevo control, una posibilidad de nuevas tomas de decisiones, un saber cómo entras pero nunca como sales, lo único que sabes es que es imposible tener el control sobre la situación, y que cuando empiezan la eco la primera frase es: vale, las dos están vivas. Y tú respiras profundamente, y luego sigues para saber cómo están.
Yo pasé por diferentes fases, me planteé abortar, luego ya las deseaba pero las deseaba sanas, no quería convivir con hijas con dificultades (yo me imaginaba dificultades muy severas a nivel neurológico), y luego pensé pero si las dificultades pueden aparecer siempre y en cualquier momento. La verdad es que no se si nunca estás preparado para esto, deseé con todas mis fuerzas que vivieran, y ya no me preocupaba tanto el cómo, yo las deseaba vivas y si sufrían alguna dificultad severa, sentía que ya nos adaptariamos. Supongo que sentir esto no es lo mismo que vivirlo, porque al final, aunque sentí que mi cuerpo lo aceptara, si realmente hubieran sufrido secuelas neurológicas, no puedo decir como lo estaría viviendo hoy.
Una de las gemelas, amplió el tamaño de su corazón, bombeaba más sangre porque la pequeña no podía bombear tanta. Igual que había un porcentaje de afectación en ambas gemelas, también la biología nos enseñó que podía ser extremadamente maravillosa. La pequeña de tamaño se salvó porque la mayor de tamaño latió su corazón tanto como pudo porque la otra nunca se quedara sin sangre.
Yo no sé si este vínculo tan fantástico que construyeron en el vientre, también se trasladará en su día a día. Yo lo que sé es que siento admiración por ellas.
El jueves 20 de junio, el día que cumplían 31 semanas y 6 días nacieron nuestras gemelas. Fue una cesárea. Era la única manera que ellas podían nacer vivas, porque parir vaginalmente implicaba tensión de cordones y por lo tanto morir al acto. Sentí que mi cesárea las salvaba, aunque llegaron muy pronto. Pero así es, para vivir nacieron antes de tiempo. Las vi, muy poquito, pero lloré, porque estaban vivas, las llegué a conocer y las sentí llorar. Oí su voz y yo solo deseaba descansar, por fin podía descansar. Es cierto, lo que venía tampoco era fácil, estuvimos unas cuantas semanas en el hospital entre UCIN y otras habitaciones, pero salimos 4 de ese hospital para volver con nuestra hija mayor. Para juntarnos los 5, y poco a poco ir asimilando y sintiendo lo que habíamos vivido.
Sentí que mi cuerpo fue respetado, que todos me trataron bien, que me escucharon y sostuvieron mis lágrimas. Para ellos era un día rutinario, para mi uno de los más especiales, pero me trataron con dulzura y tacto, lo que yo necesitaba.
Las cesáreas acostumbran a ser frías, con mucha gente, y tu allí, tumbada, esperando. Cuando me pincharon para la anestesia estaba sola con el equipo profesional, y la chica de prácticas me sostuvo la mano, yo diría que a día de hoy aún le duele la mano. Y luego ya entró mi pareja, y fuimos hablando hasta que las oí. No fue con luces tenues, ni un silencio donde solo yo oyera mis gritos, o incluso música. Oía ruidos de un quirófano y de la gente hablando, y me lo contaban todo. Me contaban que hacían. Y se las llevaron. Y luego me quedé yo, hablando (que raro) con la y el anestesista con mi globo de morfina. Y él, con las gemelas, mirándolas, y contándole a la mayor que ya habían nacido. Yo me sentí respetada, y sentí que vivía una cesárea necesaria y este simple hecho, convirtió mi parto en un ritual bonito.
Con el tiempo aprendes a relativizar, y aquello que en su momento me pareció muy difícil, ahora ya no me lo parece tanto, supongo que hay finales que ayudan, y mucho. Pero sí que sentí que de historias existen muchas, algunas aparentemente parecen fáciles y no lo son, y otras que parecen difíciles y al final se transitan mejor de lo que una imaginaba. I como decía antes, la percepción de difícil y complicado se va transformando. Tu historia la vives a tu manera, pero cuando conoces a otras, alomejor las miras con otros ojos.
No siento que mi embarazo fuera más complicado o especial que otros, simplemente es otra historia poco común que me ha apetecido contar. Y si alguien alguna vez se encuentra en una situación parecida, lo que yo hacía es mirarme y repetirme: hoy seguimos las tres aquí juntas, dentro de una hora ya se verá, mañana ya se verá, ahora y aquí sí, os puedo notar, os puedo sentir, os quiero.