Embarazo y parto de alto riesgo de Diego
El embarazo, primer trimestre
Bueno, poco a poco me voy atreviendo con el tema por el que empecé el blog... ya he conseguido ponerme a contar mi embarazo, que es como una mala película de terror y suspense. He acabado con el primer trimestre y he acabado agotada, así que irá por fascículos... este es el primero:
Después de un par de años de espera, de tristezas e ilusiones, ansiedades, agobios, pruebas, citas para dentro de 4 meses en la seguridad social… al final había un bicho. Ureaplasma urealyticum era su nombre. Antibiótico unos días. Y ale, a la siguiente, dos rayas en el test.
A partir de ahí, comenzó la historia de nuestro embarazo, que da para escribir un libro pero que voy a intentar abreviar en unos párrafos…
Bueno, todo empezó un poco antes, con una infección de muelas. Ésta te la tienes que quitar. Así, antibiótico (madre mía, años sin tomar medicación y de repente sobredosis… cosas de la vida), radiografía… firme aquí si no está embarazada. Mire, no creo que lo esté, porque llevo dos años queriendo estarlo, pero ahora mismo no le puedo asegurar… bueno, entonces no podemos hacer esta radiografía, vuelva cuando le baje la regla… nunca volví. Eso sí, esta muela que sigue conmigo ha hecho que tenga que lavarme los dientes hasta después de comer un pistacho.
Bueno, pues cuesta creerlo después de tanto tiempo, pero es así… estoy embarazada. Toma y toma.
Después de lo de la otra vez, pasando de hacernos ecografías antes de la semana 11, total para qué… vamos a enfocar este embarazo con las mínimas intervenciones, nada más que las pruebas inevitables. JA. Ja, ja, ja.
Bueno, pedimos hora en el ambulatorio para la primera analítica, la del primer trimestre. Me la hacen. Me dan hora para el gine que me corresponde. No le conozco. Meto su nombre en internet y sólo salen sapos y culebras… ginesaurio a la vista… uf, qué pereza. Vale, llamo para pedir con el que he leído que es un poco mejor en ese centro de salud, y resulta que está de vacaciones, así que me dan hora para más adelante, pero me voy a tener que hacer la eco y el screening por el privado.
Semana 11, vamos a un ginecólogo privado en El Viso, él único que me da hora para una ecografía dos días después, varios mercedes a la puerta, la clínica del pijerío absoluto, la sala de espera más grande que toda mi casa, mola, me digo, total para eso pago el seguro. Bueno, 3 horas de espera para entrar a una consulta de 2 minutos. El colega, bien repeinado, con el ego bien arriba, moreno de rayos uva, barbilla alta de “las mujeres me necesitan” me hace dice que me va a hacer la eco pero que ellos la suelen hacer en la semana 12, no en la 11, le digo que qué bien, a ver cómo sale. Y después de hacérmela de mala gana y decir, bah, esto no vale para el screening, eso es la semana que viene, mira, no mide suficiente, “ya-te-lo-decía-yo” (ala, nuestro primer momento robado, la primera vez que lo veíamos, no pudimos disfrutarlo…). Y toma ecografía gratis, me podría haber preguntado, porque no me la habría hecho, imbécil. A cuántos ginecólogos piensas ir?, me dice… Y qué estas tomando? Y eso quién te lo ha mandado? Mandan cualquier cosa, y luego los problemas… vaya, no nos estamos gustando mutuamente, pero ya no hay vuelta atrás, necesito esa prueba. Quiero otra analítica, me dice. Pero si ya me hicieron una en el ambulatorio. No, esa no me vale, aquí queremos la nuestra. Otra analítica, ale. Todo doble, qué gasto más tonto. Y qué cabreo… empezamos bien con lo de las no-pruebas…
Semana 12, eco, todo bien, menudo alivio… y qué momento tan bonito, el enano saltando ya, no quería que lo midieran, jaja!. A los pocos días, volvemos a la consulta del ginepijo, a por los resultados, nos citan en otra mansión en el barrio de salamanca. Tumbese y descúbrase la tripa, me dice la enfermera. Para qué? Pues para una eco (la tercera en tres semanas). Ah, es que no quiero hacerme otra eco. Pues es que en esta consulta se hace ecografía cada vez que se viene, más o menos cada 3 semanas… (ostras, menudo negocio, eh?) Ya, pues que no quiero. Ah… no?... Ah... Ojos como platos. Ehhh… bueno… pero “bajo-su-responsabilidad”, eh?? Qué sí, que sí… que vale. Bueno, de esta me he librado… Tiene ahí MI analítica? Déjemela ver… No, no se la puedo dar, se la dará el doctor (Dios)… Joder con los pijos estos, no es mía la analítica? Entramos a la consulta, una habitación de 7x7 metros con cuadros de 2x2 y mesa de 2x3. Hombre, usted por aquí, pensé que no volvería… Pues ya ve… Bueno, la analítica está bien. El screening bien, riesgo “no-se qué-número”, va a querer anmiocentesis? Cómoooo??? Amniocentesis? (sí, cuarto y mitad, no te jode?) Hay algo mal? Qué riesgo es ese??? No, el riesgo es “no-sé-qué-número”, …es (…suspense…)… bajo… Ahhhh, uf, joder qué susto (cómo les mola asustar, eh? Usted lo que quiere es asustarme para luego salvarme? Parece que sí, a las mujeres que he conocido allí les encanta, “es majísimo”, “menos mal que le conocí, me casaría con él”, “mi parto guay, me programaron la cesárea porque en la semana 12 tenía la placenta previa”.… ufff, qué grima!) No, no la quiero. Ah, vale. Salimos de allí pitando.
Semana 13. Bueno, ha llegado el momento de conocer a mi “súper-ginecólogo-seguro-que-va-a-ser-guay” del centro de salud, le llevo todos los papeles acumulados hasta el momento. Le cuento mi vida. Comparado con el anterior, nos pareció simpaticote, graciosete… (no debe estar acostumbrado a que sus pacientes le hagan tantas preguntas, le debí resultar un ejemplar curioso, le debí hacer gracia, vamos) Nos da cita para dentro de unas cuantas semanas… bien! Bueno, no es el ginecólogo de mi vida pero para hacer el seguimiento y que me mande las pruebas ya está, nosotros estamos empezando a pensar en el parto en casa….
El embarazo, segundo trimestre
Durante cada semana del embarazo iba disfrutando de mi tripa, de verla crecer, de notar cómo se movía, me encontraba genial, físicamente y en todos los sentidos. Los problemas los relativizaba, el trabajo ya no me agobiaba, sólo estaba feliz de sentir a mi pequeñín creciendo cada día…
Así que llegamos a la eco de la semana 20 muy tranquilos, confiados de que todo iría bien. Nos fuimos a La Paz, la verdad es que después de pasar por la clínica del Viso, la planta de gine del hospital estaba bastante cochambrosa. Frío fue la sensación que me dió. Todo viejo, sensación de sucio, asientos incómodos en pasillos estrechos, muchas batas blancas, frías llamadas por megafonía, caras serias... Nuestro turno en el ecógrafo…
Me tumbo. Ni hola. Empieza a mirar, no me enseña la pantalla. Silencio sepulcral… me han dicho que es un tipo borde así que no me atrevo ni a preguntar. Tic, tac, tic, tac… empieza a dictar a su enfermera. Medidas, números, parámetros… “arteria umbilical única”. Cara seria. Miro a mi hermana, enfermera, que se ha colado con nosotros, también seria. “Ectasia piélica bilateral leve”. Más serios aún. La cara de mi hermana es un poema. La del médico también. Mierda, algo no va bien. Bueno, seguro que sólo es un susto, ya sabemos lo que les gusta asustar para curarse en salud… Nos dicen que estas dos cosas no tienen porqué ser nada, pero que juntas pueden significar alguna malformación. Glups. Glups, glups. No consigo tragar. Y entonces? Entonces, le recomendamos que se haga una cordocentesis. Cómo?? Bueno, una amniocentesis también valdría, da menos seguridad pero tiene menos riesgo. Ala, traga... (cordocentesis: “consiste en extraer sangre fetal mediante la punción del cordón umbilical del bebé guiada por ecografía a través del abdomen de la mamá”, total, nada…pincha en la tripa, llega hasta el saco, atraviésalo, localiza el cordón sin pinchar al niño que ya se mueve un montón, y pincha en el cordón resbaladizo acertando a dejar la aguja en el sitio adecuado… mira, se me pone mal cuerpo solo de pensarlo).
Bueno, pues vamos a pensarlo. Toma (y me alarga una eco 4D en papel, regalo de la casa). Buf, tengo un mal cuerpo que no veas. Ni me atrevo a preguntar más, lo hace mi hermana: perdona… es niño o niña? Niño. Gracias. Hasta luego. Un niño!, vamos a tener un pequeñín! Yo no lo he podido ver, pero Javi dice que lo veía precioso en la pantalla… Qué sensación tan rara, una pedrada en toda mi ilusión y a la vez, la carita de mi niño por primera vez, taan ricoo… mi cara debe ser un cromo.
Pasamos los tres un rato largo en la sala de espera, bueno, el pasillo de espera, pensando. No nos lo podemos creer. Empezamos a decir cosas, lo que se nos ocurre. Hipótesis, supuestos, imagínates, ysis, yonomelocreos… vaya rato. Al final, gracias a las gestiones de mi hermana, es posible hablar ya mismo con la gente de genética del hospital, que nos cuenten esto de las pruebas. Así conocimos a uno de los angelitos que hay por allí: la doctora Mansilla, todo empatía y claridad. Salimos un poco más tranquilos (si es que cabe la tranquilidad en este momento), haremos una amnio. No creo que pudiera llevar tranquila el resto del embarazo sin saber qué está pasando… Joder, una amnio, creía haberme despedido de ese fantasma hace ya unas semanas! Yo que no iba a hacerme casi pruebas lo estoy clavando!
Por suerte, somos “de la casa”. Todo va rápido. La amnio al día siguiente. Le tiendo el papel a la enfermera, mi mano no lo quiere soltar. Pase.
Entro en la sala del ecógrafo, me reciben 5 personas muy serias, una estudiante al mando, el médico detrás. Empiezo a llorar. Señora, si se va a poner así y aún no hemos empezado…, la prueba es difícil, piénseselo bien. Sigo llorando, ahora no sé si es más fuerte el miedo que tengo o las ganas de darle a este tío una patada en la boca. Me saltan todos los miedos, todos los prejuicios contra el hospital, no soy capaz de parar de llorar. Noto como entra la aguja, son muchas capas, me quedo petrificada llorando. Cierro los ojos, visualizo la aguja rompiendo la bolsa y se me pone un nudo en la garganta, veo a mi niño flotando, huyendo de esa cosa punzante. Deseo que no se estropee todo con esta prueba, no me lo perdonaría… Ya está. Salgo de la sala, me pongo a llorar a todo llorar, apoyada en una pared y mareada del shock, “no me lo perdonaría”… Me recoge una enfermera y me pasa a una sala y me dice que me tumbe. El corazón a 500 revoluciones. No noto a mi pequeño. Solo noto el nudo en la garganta.
Me dicen que repose unos días. Metida en la cama, sin moverme. Las horas no pasan. A veces no lo noto, y solo vuelvo a respirar cuando siento otra vez que está ahí. No hago otra cosa que mirar su cara en la foto que nos dieron y llorar. Tres días eternos, al tercero, ya no aguanto más. Hablo con mi hermana y me dice que va a pasar por la consulta de genética, me llama al rato: está bien. El primer análisis rápido está bien. Síndrome de Down y otros dos síndromes relativamente comunes descartados. Respiro, lloro, río, lloro... Espero unos días más en reposo, no quiero ni pensar en una fisura en la bolsa, me da pánico moverme.
Después de unos días, me siento con ánimos de ir a trabajar, así que el lunes me planto en la oficina, cuento mi periplo, “menos mal que ya ha pasado el susto”, ya puedo hacer vida normal… Esa noche, noto un poco de líquido… horror. La imagen de una fisura en la bolsa me retumba. Vuelve a mi cabeza el “no me lo perdonaría”. Así pasamos otra semana de reposo con el alma en un hilo, sustos a media noche,… y un dolor de cuerpo terrible de no cambiar de postura…
Después de todo, los días van pasando y la cosa va quedando atrás, los análisis finales salen bien. Parece que todo ha quedado en un susto. Joder que susto. Y ahí está la ectasia, que una vez descartadas las malformaciones, no se nos olvida que había un problemita en el riñón… bueno, ya parece un mal menor y además, lo normal es que se corrija solo durante el embarazo...
Las siguientes visitas con el gine del ambulatorio van de mal en peor. Chascarrillos cutres, “cómo que no te quieres hacer esa prueba?”, “no quiera usted tanta información”… Al final me hago la curva de la glucosa, a mi pesar. Pero se acabó. El ginesaurio se ha dejado ver… salimos por patas, cambiamos de sitio, nos vamos a Puerta de Hierro. Que si no, entre este tío y La Paz nos van a amargar el embarazo. Con lo bien que yo me encuentro y parece que va saliendo todo mal, cuando en realidad… no hay nada mal!. Seguiremos el tercer trimestre en Puerta de Hierro, pero ya nos ponemos en contacto con la matrona que nos llevará el parto en casa, no quiero más hospitales ni en pintura! Sólo quiero disfrutar de mi embarazo!
Las visitas con Anabel nos encantan, salgo empoderada, segura de mí misma, confiando en mi capacidad de gestar y parir, me dan fuerza. Qué distinto… Qué diferente forma de vivir el embarazo, entre miedos o disfrutando, menudo cambio… Qué maravilla es tener un hijo creciendo dentro! Ver la tripa crecer, sentirlo moverse, saber que se siente bien ahí…
El embarazo, tercer trimestre
Para el tercer trimestre, ya habíamos podido hacer el cambio y empezamos a ir a Puerta de Hierro.
Primera consulta, eco de 34. Parece que todo bien, el riñón por fin está bien después de varios meses con el susto, bueno, “vaya cabola tiene este niño” me dice el gine y también tiene los huesos un poco cortos… (ein?). Mira, parece normal, pero mejor que te vean con más detenimiento… (uf, ya empezamos…) Me dan cita para otra eco en 10 días a ver qué pasa con esos tamaños… Me paso los 10 días cagándome en todo, por qué me pasará esto, paso de preocuparme, eso se lo dicen a todas, que si las cabezas grandes… pregunto en el parto es nuestro y las chicas me relajan, Manuela me cuenta su historia parecida, todo parece normal, no vamos a preocuparnos de momento…
Después de los 10 días, se nos cayó el mundo encima. Empezó la pesadilla… Fuimos a la eco con otro gine muy majo en Puerta de Hierro. El caso es que antes de entrar, le digo a Javi, ya verás cómo todo lo que tenía está bien... sólo espero que no les dé por sacar alguna cosa nueva... Pues efectivamente. Toda la eco fue muy bien… hasta el último momento… de repente, se pone a mirar el corazón con lupa... horror... Ya llevamos media hora de eco, el tío cuchicheando con el de al lado, "ahora te lo explico", yo ya de los nervios viendo desde hace un rato el corazón en la pantalla... 3 cuartos de hora ya... Por favor, llama a la doctora nosequé, que lo mire también... 5 personas mirando la pantalla además de nosotros... joderr... mira te voy a dar hora para una eco con la cardióloga infantil... Total, que ahora tiene algo en el corazón, "bueno, tranqui, esto es operable"... operable???!!? a mi niño lo van a tener que operar del corazón?? El corazón? No puede ser! El tembleque y el llanto iban a más por momentos… Mira, te tengo que hacer la eco vaginal porque desde aquí no le veo la cara. Uf, preferiría que no, la verdad… Es que tenemos que descartar algunas cosas… Con el corazón en un puño y las piernas bien cerradas, me vengo abajo… no me queda otra que abrirlas. Me siento como violada, y eso que lo está haciendo con cuidado. Al final tampoco se ve, se ha debido volver a girar (no me extraña, pobrecito mío, está harto mi pequeño, llevamos una hora de ecografía), así que no ha servido para nada. Bueno, parece que puede ser algo del corazón, habrá que ir descartando otras malformaciones porque “estas cosas no suelen venir solas”… Mi cara es un cromo. Miro a Javi, está conmigo, pero… ahí estoy yo sola en la camilla y en eso no me puede sustituir, me hubiera gustado escaparme… Siento a mi niño moverse y no puedo con la angustia.
Con el alma en un puño y la cara hinchada salimos y vamos a hablar con el jefe de obstetricia del hospital con quien habíamos quedado para hablar del plan de parto. Nos recibe un ginesaurio. Primera frase: claro, comprenda que con esto de la cardiopatía se pasa a alto riesgo y ya todo esto que pones aquí no tiene sentido... vamos que ni lo archivamos... ala otra vez a llorar. Le digo, pero no será incompatible, no? O sea, intervenciones las necesarias y si hay riesgo pues más, pero..., sigo queriendo la mínima intervención posible, estar acompañada todo el rato, no inducción si no es realmente necesario... nada, cerrazón total, bloqueo paternalista, quieren carta blanca... A la angustia se va sumando el cabreo. Comprende que tu hijo y tú sois lo primero... (ya, oiga, si yo no digo que no, faltaría más, qué se piensa?) ... En fin, salgamos de aquí por patas. Mañana tenemos que volver a otra ecografía con la cardióloga.
La noche, toledana, y por la mañanita otra vez en el coche con el corazón encogido.
Ya entro en la consulta llorando. La cardióloga que nos atiende, un amor. Otra hora de ecografía que me paso sin querer escucharles, con los ojos cerrados, autohipnotizada con la música en los cascos a todo volumen, la canción ha debido dar 100 vueltas, sólo por eso ya valió la pena el curso de hipnonacimiento. Llegué a quedarme dormida incluso. Después de una hora de ecografía, nos lo confirma: malformación cardiaca. Es como un jarro de agua fría. Nos cuenta con detenimiento en qué consiste, nos lo dibuja, nos anima… pero yo ya no escucho nada, solo miro a Javi, estoy como drogada. Lo ha llamado tetralogía de Fallot, algo de eso leí anoche en internet y no pintaba bien... Operación de corazón a los pocos meses de vida de mi pequeño. Se me cae el mundo encima. No se descartan otras malformaciones óseas que se sabrán cuando nazca. Toma. Puede estar relacionado con lo de la cabeza grande y los huesos cortos. Buf… La palabra enanismo que ha querido casi descartar resuena en mi cabeza y hace eco. Nos dice que ese parto ya no lo podemos llevar allí, nos vuelven a derivar a la Paz, el lugar del que habíamos huido buscando un parto respetado. Otro jarro de agua fría. Adiós a nuestro parto soñado. Ahora somos esa bomba de relojería.
Así nos quedamos, hechos polvo... intentando digerir todo lo mejor posible... De repente todo ha dado una vuelta de campana... Tardamos varios días en recomponernos. Después de muchas vueltas, decidimos que al final iremos a la Paz, priorizando el servicio de cardiología infantil que necesitará nuestro pequeño, y que en este momento es lo prioritario, muy a mi pesar, ya que el parto va a ser duro... ese es mi duelo ahora. Lo del corazón ya no me preocupa tanto, sé que estaremos en las mejores manos. Lo del parto, es lo que se me está haciendo ahora cuesta arriba... Tengo que trabajarlo mucho, los miedos, la relajación, la confianza en que la gente que me cuide lo hará con cariño... en fin, nos quedan unas semanas complicadas. Y luego, pues un año también complicado de miedos, pruebas, operaciones, revisiones... Parece ser que esta operación suele ir bien después...
Llamamos a la comadrona que iba a atendernos el parto en casa y le contamos el cambio de planes. Aunque después siguió visitándonos y apoyándonos hasta el final, ya no podríamos tener el parto que llevabamos tiempo preparando con ella y tuvo que venir a casa a por la maleta con todo lo necesario que ya estaba preparada...
Está siendo duro pensar en lo que este cambio implica de cara al parto. Me tiene asustada, porque de la cardiopatía, una vez digerida la noticia, poco más podemos hacer que ponernos en manos de los mejores profesionales... Me dicen que mi parto puede ser normal, pero también que será de alto riesgo y que será probablemente intervenido, y eso me da mucho miedo. Toda mi concentración ahora está en enfilar ese miedo y no dejar que me coma, pero me está costando mucho. Y por último, se me junta con que además de la cardiopatía han salido otras cosas raras en las ecos, que pueden no ser nada y pueden ser cosas muy gordas, y sobre esto sólo tenemos un mar de incertidumbre por ahora que nos complica aún más las cosas pues solo se verán cuando nazca...
La situación me está resultando terrible. Yo soy fuerte y sé que lo superaré venga lo que venga, pero ahora mismo estoy en el hoyo, bajo mínimos, súper sensible, cada cosa que oigo me asusta, vivo en una montaña rusa. Las pesadillas están invadiendo mis noches. No me atrevo ni a estar sola porque ayer pasé sola una hora y me fui a la mierda, me pasé la tarde llorando y hasta que me acosté y tras una sesión de mimitos no dejé de temblar. Así que aquí estoy organizando un cuadrante para no dejar ni un solo hueco de estar sola en toda la semana.
Nos llamó el gine de puerta de hierro, que había llamado a la Paz a ver si quedaba algo de líquido de la amnio (horror, el fantasma de la amnio volvía a la carga…), y sí que había, y ya habían podido utilizarlo para nuevos análisis y descartar algunas cosas, aunque otras no se sabrán hasta que nazca… Nos dan la próxima consulta en cardio en la Paz a los pocos días.
Otra ecografía de una hora en cardiología infantil en la Paz. Odio las ecografías, menos mal que iba a hacerme pocas, pues toma dos tazas, ya he perdido la cuenta y ya llevo varias de más de una hora y las que quedan. Diagnóstico confirmado: cardiopatía congénita. Lo próximo será otra eco! En ginecología. Buf, estoy hasta las bolas ya. Esto es una montaña rusa, entre sentir a mi pequeño decirme que todo está bien con sus pataditas, yo me siento físicamente mejor que nunca, no quiero que esta sensación de sentirlo moverse dentro de mí acabe, y a la vez tengo tantas ganas de verlo, me vienen a la cabeza imágenes de mi parto soñado… y por otro lado, de camilla en camilla, quiero desaparecer, quiero que otro pueda estar en mi lugar algún rato, quiero que se acabe la pesadilla, no me creo que me encuentre otra vez dentro de este edificio que ya odio y esto no ha hecho más que empezar…
Ese mismo día, justo después de salir de cardio nos vamos a gine, otra eco larguísima. Se dan el relevo mientras mi pequeñín y yo nos comemos otros tres cuartos de hora de ecografía. Por el momento se han terminado las pruebas (al fin!).
La cardiopatía de Diego es una Tetralogía de Fallot. Su corazón tiene varias lesiones que requieren una corrección quirúrgica cuando nazca. Sí, una operación a corazón abierto… Es complicada, así que si el niño aguantara bien, será preferible esperar a que tenga unos meses para hacerla. Mientras él está en mi tripa, la sangre le llega por el cordón, con lo que mientras esté aquí dentro no hay de qué preocuparse. Una vez nazca, requerirá una valoración exhaustiva para ver cómo está todo. A priori el parto podría ser normal, pero lo cierto es que en estas situaciones nadie querrá jugársela, así que a la mínima pues ya sabemos…
El resto del embarazo lo terminamos de llevar en la consulta de alto riesgo. Con una gine agradable pero que no es de nuestro estilo. Bastante bien lo llevamos (ella y yo), a estas alturas.
Tienes ya contracciones? No (Vaya que si tengo…). Te hago un tacto para ver cómo estás… No, mejor no. Bueno, ya sabes que si no te pones de parto tendremos que inducirlo. (Pero qué poca confianza en nuestros cuerpos, madre…). Bueno, pero esperamos, no? Hasta la semana 42 está bien esperar… No, aquí lo máximo que damos es 41+3. Ya, pero yo igual prefiero esperar. Bueno, ya lo vamos viendo, cariño, si yo entiendo que tú prefieres que sea sin inducir, pero es que si esperamos más, ya sabes, luego hay problemas, muchos disgustos, hay niños que nacen muertos… ALA, venga metamos miedo… Ten en cuenta, que siempre es mejor que tu parto sea un martes que está toda la maquinaria hospitalaria a tope, que un domingo que sólo están los de guardia… (que va, esto no es presión psicológica…) Bueno, ya vamos viendo, le digo. Ya iremos arañando días como sea. Tengo el convencimiento de que mi fecha de parto es 3 o 4 días más allá de lo que me dicen, porque mi regla es de 31 días y no de 28, pero aquí lo único que cuenta es “la-fecha-de-tu-última-regla”. Es complicado regatear en una consulta de "alto" riesgo…
Las semanas van pasando. Cada visita, dos horas de espera en una sala con asientos duros, consulta de 5 minutos, túmbate, para qué, para un tacto, para qué, para ver cómo estás, pero si no estoy, bueno pero lo vemos, no quiero, que no quiere… bueno que no quiere, a la próxima sí, eh? Y a la próxima vuelta a empezar con el bucle…
Yo me siento increíblemente bien físicamente. Estoy ágil, me siento guapa, noto a mi niño moverse contento, nada hace parecer que algo vaya mal… Pero andamos alicaídos y algo nerviosos. Cada día que pasa se acerca más el fantasma de la inducción. Sabemos que el parto que tendremos no es el que soñamos, pero también sabemos que lo estamos eligiendo. Es una pena que tenga que ser así, es una pena que una cardiopatía te obligue a vivir un parto y un postparto tan duros cuando no tendrían por qué serlo tanto. Voy teniendo contracciones desde hace varias semanas, pero nada hace pensar que el parto sea inminente.
Me citan en monitores. Ni rastro de contracciones de parto. Voy varias veces. Uy, 41 semanas? Te quedas ya hoy, no? Pues no, me voy a casa. En la última consulta me dice la gine que no hay tu tía, que me daba hasta el martes, y que lo alargamos hasta el jueves pero ni un día más (41+3, ya me han hecho el lío). Me da miedo no presentarme porque entra el fin de semana y me han metido mucho miedito. Paso varias noches con contracciones muy seguidas, me gustan, me ilusionan, pero cuando me levanto por la mañana se paran… qué pena… animo a mi peque a salir pero me siento mal metiéndole prisa…
El jueves me dicen que vaya a primerísima hora. Me levanto sin prisa, no quiero correr, bastantes nervios tengo ya, lo dejamos en casa todo preparado para nadie sabe cuando… Me planto en el hospital a media mañana, llorando a moco tendido, me recibe mi hermana con un abrazo y hace ella las gestiones.
Las compañeras de clase de mi hermana siguen la historia de cerca y echando una mano aquí y otra allí... gracias chicas!
En urgencias, me recibe Sara con mucho cariño. Me cuenta que si me van a inducir, si quiero, me puede hacer una Hamilton para ver si arranca el parto. No me lo puedo creer, me lo voy a llevar todo… Reniego de todas estas intervenciones, pero realmente si voy de cabeza a la inducción y hubiera alguna posibilidad de desencadenar el parto… le digo que sí. Me lo hace con mucho cuidado. Pasamos a la habitación de al lado y me toma los datos. Me planto el pijama hospitalario “super-glamuroso” mientras recuerdo aquello del empoderamiento de la mujer que va a dar a luz, y una bata de papel mientras meten toda mi ropa en una bolsa de basura…. (nadie habrá pensado en lo humillante que es todo esto?)
Me pasan a preparto. Una habitación para mí sola, con ventana a una pared gris. Inflamos la pelota, damos paseos, alguna contracción suelta… pero nada. Allí conocí a Patri, mi Patri, qué ilusión cada vez que la veía aparecer... A las 16h, me dice una gine que prefieren hacer mi parto por la mañana, así que voy a dormir allí y a las 6 de la mañana me llevan a inducir. Lloro. Un día más… pero sigue sin ser nuestro momento… Mañana es viernes y se avecina el fin de semana así que de ahí no paso seguro. En ese día conozco a algunas matronas de allí, personas maravillosas, Carmen me ayuda a prepararme para una ducha que finalmente no me doy porque no hay agua caliente!! Me parece increíble pero es así… Le decimos al auxiliar que paso del enema. Seguro? Seguro. Cara de sorpresa… no debe ser común.
En uno de los paseos por el pasillo, me asalta una señora de una habitación de al lado y me dice que qué suerte tengo con esa tripa, que a su hija le han tenido que sacar el niño muerto. Joder. También la señora qué poco oportuna... podía haber elegido a otro para desahogarse...
Mi hermana consigue que dejen que Javi duerma en la cama de al lado que está vacía. Al final sólo consigo dormir un par de horas, el resto, aunque anestesiada con la música en los cascos, no puedo dejar de pensar en mi niño, en lo bien que está en mi tripita, en lo bien que me encuentro yo físicamente, no quiero ir a esa inducción, pero me han metido mucho miedo. Sé que nos pondríamos de parto en algún momento pero aquí no confían en mi cuerpo y en mi bebé, somos “esa” bomba de relojería... Y nos ponemos en sus manos, estoy cansada, y aún queda mucha pelea por delante...
Nuestro parto
Después de casi toda la noche en vela, un rato antes de las 6 intento ducharme, un poco de calorcito en los riñones no me vendrá mal, seguro que es que por la tarde no había agua caliente pero ahora sí… vaya, pues tampoco… Así que nada, vuelta a ponerme el camisón y a esperar.
A las 6 en punto, viene Carmen a buscarme, tan cariñosa, cojo las cosas, empiezo a empujar la pelota por el pasillo, llorando. No quiero una inducción… Incluso a ella se le humedecen los ojos y me ayuda con la pelota. Javi nos sigue con mi bolsa de “basura” y todos los demás bártulos, parece que vamos de mudanza.
Me recibe Juan Luis con una sonrisa cálida y un abrazo, pude hablar con él unos días antes y contarle mis desvelos. No puede ser más cariñoso explicándome cómo va a ser todo. Me enchufa el gotero a la vía que llevo puesta desde ayer y que vaya noche me ha dado… Lo deja al mínimo. Vamos poquito a poquito. Muy despacito, a ver qué tal… Siempre tranquilo, siempre sonriente, siempre respetuoso. Ha conseguido arreglarlo para ser él quien me reciba esta mañana, no puedo estar más agradecida. La auxiliar, Magda, otro amor que me cuida hasta el cambio de turno. Me dice que vamos a empezar con monitorización externa, que no me van a romper la bolsa directamente y respiro hondo, el latido de mi peque se registra bien así que vamos a ganar otro ratito juntos…
La cosa va despacio, ya empiezo a notar contracciones, empiezan a ir más seguidas pero son muy flojitas. Les agradezco que sigamos poco a poco. Me preguntan por la luz, yo prefiero estar a oscuras así que bajamos la persiana y no hay inconveniente. Al pasar las horas amanece y se hace de día pero yo sigo a oscuras, en mi cuevita. La sala es cómoda y silenciosa. Javi y yo estamos solos casi todo el tiempo, sólo a veces entran a ver qué tal.
Poco a poco van subiendo el gotero, pero muy despacito, yo voy encajando muy bien las contracciones, que cada vez son más seguidas y un poquito más fuertes. No quiero que me haga por ahora ningún tacto y no me lo hace. Cada una de las olas la respiro relajada, hasta que pasa. Me siento cómoda en la camilla con el respaldo medio incorporado. Tengo allí la pelota, pero estoy tan a gusto con la música y los ojos cerrados en la cama, en mi mundo. Javi es el que se entera de todo, habla con ellos y luego conmigo al oído.
El corazón de mi pequeño va bien. Sólo al principio hizo un extraño pero desde entonces va perfecto. Está aguantando la oxitocina como un campeón, él que estaba ahí tan a gustito…
Después de unas horas cambia el turno. Digo adiós a mi ángel de la guarda y saludo a quien será la matrona de mi parto, Cristina. Gracias Cris, te lo digo otra vez y nunca serán suficientes. Que buen ojo tuvo mi hermana. Ella supo qué necesitaba yo, y ahí estabas tú… La mezcla perfecta de empatía, asertividad, calidez, cercanía, y humor. Nos presentamos, me das espacio para hablar de cómo me siento, de lo que necesito, de lo que espero, tú escuchas. Me siento tranquila, confiada y capaz.
Sigo en mi nube, respirando las olas que van y vienen. La música que me relaja, a tope en los cascos, no oigo otra cosa, no veo otra cosa porque tengo los ojos cerrados. Para mí sigue siendo de noche aunque hace rato que ha amanecido. Las contracciones son ya fuertes, pero las respiro despacio como me enseñaron Sandra y Pilar en el taller de hipnonacimiento y tranquilamente van pasando. El gotero de oxitocina ya no está al mínimo, pero las voy encajando. No sé qué hora es. Estoy en mi planeta parto.
A ratos me despejo, a veces me apetece desconectar, otros ratos me apetece reír, con Cristina y con la nueva auxiliar, Azu, tan cariñosa también, es fácil. Mi hermana, entra de vez en cuando, mira el monitor, me sonríe, todo va bien, su cara me da confianza. Javi me acompaña todo el rato, me acaricia, me susurra palabras que me dan ánimo, somos un equipo…
Una pandilla de 3 gines entran de vez en cuando en tromba, rompiendo este hechizo. Mujeres, para más inri. Dos de ellas estudiantes, para empeorar el panorama, (estas son las gines de la próxima hornada… puf, mal vamos). Necesitan hacerme saber que están ahí, sacarme de mi burbuja. Hablando alto, sin cuidado, como en la cola del supermercado. Las colgaría de un pino o de la percha del gotero. Caras arrugadas, esto va muy despacio… ( no nos olvidemos que el expulsivo será en quirófano con los gines y estamos a viernes a mediodía…) “todavía no está rota la bolsa?” dice delante de mí… “hay-que-romper-la- bolsa”. Esta frase iba a caer en cualquier momento, y yo, en vez de sentir miedo, siento agradecimiento a mi matrona por haberme dejado disfrutar de mi bolsa intacta todo el rato que ha sido posible. Y sin embargo, es así de triste. Que estando todo bien, que estando la monitorización bien, el corazón de mi niño bien, yo bien, todo bien… hay un límite de tiempo. No puedes estar aquí todo el día, no tienes el tiempo que necesites para parir. No sólo te provocamos el parto antes de tiempo, sino que además marcamos el ritmo y metemos prisas. Algún día esto pasará a la historia dentro del libro de “prácticas obstétricas obsoletas e irrespetuosas” y dejará de hacerse por protocolo en todos los hospitales. Algún día entenderemos que el cuerpo de la mujer es sagrado y tiene sus propios ritmos. Que el bebé que nace es sagrado y merece nuestro respeto en el momento más importante de su vida. Que sólo se debería intervenir en un parto si algo va mal, y este no era nuestro caso. Esto me pone triste, pero no me vengo abajo. Sé a lo que venía. Sabía que esto iba a pasar, en este lugar no iba a poner yo las reglas.
Así que cuando salen, y después de contarme tranquila y detalladamente en qué consiste lo que me va a hacer, dejándome llorar un rato para elaborar mi pequeño duelo, y tras esperar mi consentimiento, Cristina me rompe la bolsa. Aún con todo el cariño, me siento violada. Me duele. Es mi bolsa, nuestra bolsa. La membrana que aún protege a mi hijo, que no ha querido romperla todavía. Empieza a salir el líquido calentito en el que mi niño flotaba. Y cambio de monitor. Ahora ya interno. Una pinza en la cabeza de mi niño, varios cables me salen de entre las piernas. No puedo describir cómo me siento. Me retumba en la cabeza la idea de que este parto podría y debería haber sido respetado en sus tiempos. Que el corazón de mi niño estaba funcionando bien y sólo debería ser muy bien vigilado una vez fuera. Me da escalofríos con qué ligereza he oído hablar con anterioridad de la monitorización interna, y lo que realmente supone, una profanación de algo sagrado si no es absolutamente necesaria.
Sigo respirando las olas que van y vienen, cada vez más fuertes, ahora ya más fuertes, pero vuelvo a estar tranquila y van pasando despacio.... Sigo confiando en mí y en las personas que me rodean. Javi y Ana, Cristina y Azu. Se respira amor y tranquilidad en la habitación. Tengo muchas ganas también de ver a mi pequeño, tras estos 9 meses de sentirlo moverse dentro de mi tripa. Conocer ese codo, ese puño, y ese pie que sentía y hasta veía moverse. Conocer su carita. Mi Diego… ya falta poco…
De repente, viene una contracción que me parte, no la aguanto. No sé si será solo ésta o habrá más así... La siguiente es igual. Así no lo voy a aguantar, no necesito otra para saberlo, quiero la epidural. Cristina me hace un tacto, he llegado a 5 cm! Toda una proeza con la oxitocina en vena... Me acuerdo de Pilar y su hipnonacimiento, cuánto me ha ayudado… Todo es muy rápido, viene el anestesista, pinchazo certero, efecto al instante, la siguiente contracción ya no la noto.
A partir de aquí es muy distinto. Más difícil seguir en el planeta parto. Ya no duele. Ahora las contracciones las noto en el monitor. Cómo añoro mi parto soñado… Me cuesta permanecer presente en las contracciones, acordarme de mi bebé que él sí que las está sintiendo. Me distraigo fácilmente, estoy más de conversación. No me gusta. Y me da pena que esto se interprete como un avance para las mujeres. Sí, menos dolor, pero yo ya no estoy donde tengo que estar, acompañando a mi niño, ahora soy una observadora más… Vuelvo a colocarme, yo ya sabía a qué venía, ya sabía que esto iba a pasar, conocer la situación varias semanas antes del parto nos permitió venir con el duelo ya medio elaborado, aunque aún a ratos me revuelvo contra el sistema. Pero no me queda otra. Trago. Desde luego, vaya lección me trae este peque, con lo que me cuesta a mí tragar… Todavía no conozco la cara de mi nuevo maestro y ya me está haciendo aprender…
Tengo las piernas dormidas, ahora ya aunque quiera no me puedo levantar. Si tengo que hacer pis alguien me lo dice y me lo hace. Yo no siento nada. A veces noto la tripa dura en las contracciones, y no me duele, y pienso cómo mi pequeño sí las nota, intento acompañarle pero estoy como fuera…
Me preguntan que si quiero hablar con la pediatra, para saber qué va a pasar después… yo estoy en un momento delicado, no me encuentro con fuerzas, no quiero pensar en eso ahora… digo que no. Al rato me arrepiento, cómo no voy a querer?, claro que quiero saber qué va a pasar! Le dicen que venga. Cuando viene la doctora me explica escueta y fríamente (otra que faltó a las clases de Empatía y a las de Cómo hablar a una mujer que está de parto), y yo no estoy muy lúcida para hacer preguntas… no me entero mucho, bueno, que hagan lo que tengan que hacer… Además, con esa cara de vinagre no me resulta fácil pensar qué quiero preguntar… Después supe que la cara de vinagre era porque estaba contrariada por mi cambio de opinión… cachis!.
Poco a poco la cosa va avanzando… se acerca el momento. Aparece otra gine mirando el reloj y preguntando cómo va el tema, “habrá que ir yendo para el quirófano, no?” “Sí, falta un poco, ahora subimos…” Y con mirada cómplice alargamos otro ratito más… Cuanto más estemos en esta habitación, menos papeletas tendremos para la cesárea… Cuando nos quedamos solos los cuatro otra vez, Cristina me dice con una sonrisa: “Estas completa, vamos a empujar un poco”. No me lo creo… ya? “Sí, empuja un poco, ahora!, si empujamos aquí un poco habrá que empujar menos en el quirófano…” Ella y Ana me van diciendo cuándo empujar y cómo. Yo que había preparado mis respiraciones para este momento, las tengo que dejar a un lado y ponerme a empujar con todas mis fuerzas. Con la epidural y el cronómetro no me queda otra. Por lo menos vamos a intentar escapar de la cesárea…
Parece que la cosa marcha y ya se ve la cabecita de Diego, qué emoción… casi no me lo creo, lo voy a parir! Me voy a librar de la cesárea! Pregunto a Cristina si podrá no hacer episiotomía y con su cara me dice todo. Sabe que no la quiero y siento que a ella le va a doler hacérmela. Pero con la dilatación exprés y las prisas que habrá en el quirófano ya sin monitorización me temo que va a ser imposible. Y así es como me llevé la episiotomía de regalo, trato de verlo como un mal menor aunque a día de hoy, casi 9 meses después aún la noto a veces. Trato de integrar esa tristeza en el maremágnum que me abarrota la cabeza en esos momentos… Voy a ver la cara de mi pequeño, vamos a saber cómo está, va a empezar una nueva vida para nosotros y va a empezar en un contexto muy difícil, en un box de neonatología… al lado de todo eso, en ese momento la episiotomía casi no es nada y sin embargo, de todas esas cosas es la única que sigue hoy conmigo… Mi herida de guerra. Una cicatriz mi pequeño y otra yo. Una herida física ya cerrada y una herida emocional que va sanando poco a poco, que cada vez que escribo duele un poco menos…
Me montan en una camilla y tapada recorro el camino que lleva al quirófano. Todo el mundo me saluda al pasar por el control, me sonríen, me animan, todos ahí fuera están al corriente de todo… siento toda esa energía que me da ánimos, estoy en una nube… Pasillo, ascensor, pasillo, empiezo a ver gente con batas blancas, verdes, rojas, esto debe ser el quirófano, sólo les veo los ojos, me miran expectantes al pasar, me cambian de cama, me quitan unos cables, me ponen otros, al principio hay mucha gente pero al rato ya solo quedan unos poquitos. Alguien les ha pedido que no se armara mucho jaleo y debe de haber menos de lo habitual. Cristina y Ana ya están con sus gorros para terminar el parto, la gine ha dicho que lo podían acabar ellas y en silencio se lo agradezco. Y también le agradezco que haya dejado que Javi pase conmigo al quirófano.
Dentro del estrés del momento me siento bien. Me siento tranquila. Mi pareja y mi hermana están conmigo en este momento. Voy a poder hacerlo aunque no esté en mi casa en mejores circunstancias, voy a necesitar ayuda pero la voy a tener. Me van a ayudar. Reconozco los ojos de una de las gines que se quedan, de una de las consultas, una chica muy agradable y pienso que es una buena señal.
Me vuelven a decir que empuje. Ya no tengo la epidural puesta pero sigo sin sentir nada, no sé qué está pasando al otro lado de la tela, sólo hago lo que me dicen. Empuja ahora! Un gine se apoya en mi tripa y empuja a la vez que yo. Al final un buen pack, Kristeller incluida. Y sin embargo, no me molesta. En realidad es que no siento nada. Estoy agotada de empujar sin respirar. Pero ya no falta nada.
Después de unos empujones más, es mi hermana quien recoge a Diego y me lo da. No puedo describir lo que sentí en ese momento. Mi hijo! Lo había parido! Mi tripa estaba intacta. Era tan bonito, tan tierno, tan vital, tan fuerte… mi campeón. Con su corazoncito a la remanguillé dándome lecciones desde antes de nacer… Lo tuve cogido mientras cortaban el cordón, unos segundos, muy pocos, hasta que se lo llevaron. No podía dejar de gritar “pero qué bonito es!, qué bonito es! Mi niño, qué bonito es!!...qué bonito es!!! Qué bonito es! Que-bo-ni-to-es!”
Con un nudo en la garganta y los ojos abarrotados de lágrimas me venían a la cabeza las monstruosas imágenes que me había imaginado cuando nos hablaban de las “otras posibles patologías asociadas a la cardiopatía que no se descartan y se verán al nacer” y no podía parar de gritar “pero qué bonito es!!”
Se lo llevaron para observarlo en la habitación de al lado (y no podrían haberlo hecho allí conmigo? Aún me lo pregunto…) Al ratito, pude tenerlo en mis brazos unos minutos más. Alguien me lo trajo ya sin su grasita, colorado de haber sido frotado, de haber llorado, y me lo puso encima y mi niño se calló. Sabía que estaba con mamá. Pero aquello duró un par de minutos a lo sumo, porque otra vez se lo llevaron, y esta vez estuve sin verlo ya mucho tiempo, aquí empezaba nuestra separación obligada. Era necesaria una observación, aunque sigo pensando que se hubiera podido y se puede hacer mucho menos dramático para los dos si se quisiera. Menos doloroso. Menos antinatural. Claro que con una cardiopatía la excusa está fácil. Y si no, siempre está la de que no hay infraestructuras, no hay espacio… muchas barreras mentales que romper aún…
Pasé la siguiente hora de vuelta en la habitación, pero ahora sola y vacía. Seguía llorando de emoción y de tristeza, no tenía a mi niño en brazos, no estaba mi pareja para acompañarme en ese momento tan duro, no podía hablar con nadie. Las persianas subidas, de repente era de día, de repente había luz, eran las 5 de la tarde, la habitación parecía otra. Yo ya sabía que esto iba a ser así y que iba a ser duro pero eso no me aliviaba. Cogí un cuaderno, y, aunque la mano me bailaba aún del esfuerzo, conseguí escribir y me salió esto:
Continuará… que aún queda…
Pero no quiero dejar de agradecer aquí a todas las personas que hicieron que me sintiera apoyada, que me animaron, que me respetaron, que me ayudaron, que me sonrieron...
A Ana, gracias por acompañarme a pesar de nuestras dificultades y por todo lo que te esforzaste en que yo tuviera un parto lo más parecido posible a lo que quería, hablando con todo el mundo y rodeandome de personas cariñosas...
A Cristina y Azu, Juan Luis y Magda, por vuestro cariño...
A Patri, Sara, Carmen, Asun, a todas las compañeras de mi hermana que siguieron toda la historia y echaron un cable ese día desde la retaguardia...
A todas las personas del servicio de preparto, del paritorio, y del quirófano que pusieron su granito de arena ese día.
A Anabel, porque no pudo ser pero habría sido maravilloso. Y por esa sonrisa que me encontré por sorpresa cuando iba en la camilla para el quirófano y me dio tanta fuerza...