Experiencia y maniobra de kristeller Hospital de Mérida
El día que cumplía 40+6 semanas tengo cita en monitores (jueves), si no me pongo de parto ya tenía cita para inducción a las 41+3. Por suerte, la tarde anterior empecé con contracciones irregulares pero muy seguidas y bastante dolorosas. Para mi sorpresa, en monitores me dicen que estoy de casi 3 cm y me dan la opción de ingresar ya o irme a casa y volver a la tarde. Yo decido irme a casa e intentar pasar la mayor tarde parte allí.
A la tarde vuelvo al hospital, tengo contracciones cada dos minutos y la verdad es que me daba miedo “no llegar a tiempo”. Entró en urgencias de gine (todas estas contracciones las había pasado con un TENS), y una auxiliar me pregunta que qué es la maquinita que llevo a lo que le contesto amablemente que me sirve para aliviar el dolor, su respuesta fue: “que dolor? Si ni si quiera has empezado”. Finalmente acabó ingresada con 4 cm de dilatación. Me voy a la habitación porque quiero intentar aguantar lo máximo sin epidural. Termino poniéndomela con 5 cm por miedo porque me dicen que a partir de 7cm no me la ponen. Tuvieron que ponérmela dos veces porque tenía bastante edema en la espalda y además se me durmió la pierna derecha mientras que la izquierda podía moverla algo, al principio incluso las contracciones deje de sentirlas en el lado derecho pero no en el izquierdo. No culpo a nadie de la dificultad para ponerme la epidural.
Tras ponerme la anestesia el matron me rompe la bolsa sin darme explicación de por qué hay que hacerlo(yo tenía puesto en mi plan de parto que no la rompiesen salvo indicación clínica, entre otras cosas un plan de parto que creo que no leyeron en ningún momento). El líquido sale teñido, me dice que mi hija ha aspirado un poco de meconio. Obviamente me pongo muy nerviosa y aún me quedaban muchas horas de parto. Me administran oxitocina, le pregunto que por qué me la ponen si yo tengo contracciones y me dice que para que sean más regulares. La epidural deja de hacerme efecto y tengo dolores bastante fuertes. Se lo comento al matron y me dice que parir duele y que no puedo estar tan bloqueada como tenía las piernas (el dolor que tenía era igual que antes de ponerme la epidural). Llega un momento en el que me dice que empiece a empujar para que descienda el bebé, mientras tanto aprieta su puño en la boca de mi estómago. Empiezo a quejarme diciendo que me está haciendo mucho daño (sospecho que me está haciendo la maniobra de kristeller) y me dice que es para ayudarme. Pido que me deje empujar de lado con la excusa también para que no haya posibilidad de que se repita lo mismo. Con suerte además de que el bebé consigue descender.
Una vez ya en la sala de paritorio en si hay mucho personal sanitario, incluido pediatra al que habían avisado. Vuelvo a ponerme nerviosa porque no entiendo nada de qué está ocurriendo. Al final me explican que el pediatra tiene que estar por el tema del líquido con meconio. Otra vez empujando el matron vuelve a presionar con el puño hasta que consigue salir mi hija. Tengo un recuerdo bastante desagradable de mi parto. Por otro lado, agradezco que a última hora a los pies de cama ayudaran a salir a mi hija dos chicas súper agradables que no paraban de animarme y decirme lo bien que lo estaba haciendo. Explicándome absolutamente todo, cuando salía la placenta, cuando cortaban el cordón (le animaron a hacerlo a mi marido), los puntos que me tuvieron que dar, los desgarros que tuve. Ojalá hubiera tenido la suerte de haberlas tenido durante todo el parto y no solo al final.