Historia de Alejandra
“Yo estaba tan enfadada y tan, tan asustada. La matrona gritándome lo mismo, que el bebé podía sufrir, que empujara. Yo llorando, no estaba de parto, no estaba lista, ni yo ni mi bebé. Aún no. Y si me había dicho que era demasiado pequeño, ¿cómo saldría ahora? ¡Me puse histérica! No quería que saliera todavía, pero ya era demasiado tarde, ¡no quería que me sacaran a mi bebé todavía!”
A los ocho meses fui a una revisión y me tocó una loca que me dijo que estaba demasiado delgada. Ya se jubiló. Después cuando hablé de mi parto, muchas me hablaron de ella, trataba a base de gritos y sin respeto alguno.
A mí me trató de drogadicta o anoréxica, a pesar de mis explicaciones que no escuchaba ni siquiera me dejaba hablar. Me tuvo una hora de reloj tumbada boca arriba monitorizándome y sin dejarme mover, haciéndome sentir culpable por maltratar a mi bebé (que el médico que siempre me trataba me decía que iba bien). Luego me dijo que tenía que ingresar de urgencias que mi hijo podía estar sufriendo y que tenía que estudiarlo. Le pregunté que qué me iban a hacer y me dijo - tal cual!!! - una ecografía, una analítica y después ya veremos. Como yo estaba asustada (me hizo estarlo) accedí, yo también quería ver a mi bebé.
Pero nada más llegar me metieron algo en la vena.
- “¡Eh! ¿Esto que es?”
- “Oxitocina”
- “¿Pero eso no es para provocar el parto?
- “No, sólo te lo vamos a poner un momento para comprobar como reacciona el bebé”
- “¡Pero yo venía a hacerme una ecografía!.
- “Lo siento” - me contesta la enfermera, es lo que pone en el informe.
Y se fue. Bueno, pienso, si es un momento lo aguanto, supongo, quiero saber si mi bebé está bien. Pero cada vez las contracciones eran más fuertes yo no paraba de llamar a la enfermera, se empezó a cansar de mí. Yo le decía que ya eran muy fuertes, pero ella decía que en la máquina no figuraba nada. Yo estaba asustada, quería llamar a mi marido, pero el móvil lo tenía en el armario y no me dejaban moverme, ni me lo pasaban. Tranquila ya vamos a parar. Pero se fueron y ya no venían cuando llamaba. Rompí aguas y seguían sin venir. Cuando al fin llegaron, al principio me dieron ¡¡¡compresas!!! ¡¡¡Pero creían que me había meado o qué!!! Le dije a la enfermera que el colchón estaba empapado, le repetí que había roto aguas, ¡que quería llamar a mi marido!
Lo vio y llamó al médico, que vino y me dijo que ya estaba dilatando, que estaba de parto, que me llevasen inmediatamente ¡¡¡¡a la sala de parto!!!! Por el camino me dejaron llamar a mi marido. ¡Llegó de milagro!
Yo estaba tan enfadada y tan, tan asustada. La matrona gritándome lo mismo, que el bebé podía sufrir, que empujara. Yo llorando, no estaba de parto, no estaba lista, ni yo ni mi bebé. Aún no. Y si me había dicho que era demasiado pequeño, ¿cómo saldría ahora? ¡Me puse histérica! No quería que saliera todavía, pero ya era demasiado tarde, ¡no quería que me sacaran a mi bebé todavía!
Estuve dos años con depresión, sin hablar de esto, no era capaz de asimilarlo, mi hijo no fue a la incubadora, no nació tan pequeño, si le hubiesen dejado un mes más, hubiera nacido con un buen peso.
Pero nació delgado y llorando y con el sistema inmune débil, cogía cada 15 días una "itis" y la pediatra sólo me daba antibióticos...yo decía que el niño no paraba de llorar noche y día y me decían que algunos niños nacen así.
Para dar a luz, se me subieron dos enfermeros o estudiantes o lo que sea, dos hombres encima de mí. Episiotomía por supuesto y mal hecha, la matrona me decía que no me mirase, que no tenía nada que ver ahí, pero un poco de "carne" que tenía que quedar dentro quedó fuera y cuando me rozaba con la braga me daba mucha dentera, dolor, ¡y se veía horrible!
Al día siguiente cogí a mi hija de tres años y se me soltó el primer punto, y eso se veía más abierto. Fui al materno y les rogué que me arreglasen eso, pero me dijeron que estaba perfecto y que no le diera más vueltas.
Juré que no volvería al materno ni a ningún médico. Me aterrorizan. Ahora todo medicina natural. Pero tengo que operar a mi hijo, frenillo demasiado corto, y os juro que no me atrevo. Tengo pesadillas todos los días. Sé que tengo que hacerlo, pero me da tanto miedo que cometan una negligencia y ¡luego se escondan entre sus abogados tan bien pagados con nuestros impuestos...!