Historia de Alicia. Nacimiento de Joana
Después de un comienzo de trabajo de parto Alicia ingresa en el hospital. El parto se resuelve con una cesárea. Ella fue la última de la familia en conocer a su pequeña “Recuerdo con tristeza verla y pensar “esa es mi niña? No siento ese enamoramiento que dicen se siente al ver al hijo recién nacido”.
Todo comenzó el 1 de noviembre del 2002 cuando la prueba de embarazo dio positivo. Humberto y yo éramos la pareja más feliz del mundo ya que llevábamos 10 meses intentando quedarnos embarazados. Cabe mencionar que yo soy de esas mujeres con reglas de 35 días o más y que eso también influyó en la espera.
Durante el embarazo, leí muchas revistas y libros referentes al tema. De cómo iba desarrollándose mi bebé y de cómo podríamos empezar nuestro primer contacto. Por desgracia, nunca pensé que también tenía que leer acerca del parto. Yo pensaba que era coser y cantar, que mi cuerpo sabría lo que tenía que hacer.
Fueron pasando los meses y al hacerme el triple screening, el resultado salió alterado. El ginecólogo me recomendaba hacerme la amniocentesis. Mi marido insistía en repetir la prueba pues estaba seguro que no la habíamos hecho indicando la semana correcta de gestación debido a mis reglas irregulares pero el ginecólogo le dijo que no fuera de enteradillo y que lo mejor era hacer la amnio.
Después de varios días de llorar y de hablarlo con mi marido, con mis padres y su madre, decidimos que lo mejor era hacernos la prueba ya que vivir el resto de los meses con la incertidumbre era peor para el bebé. Así que nos la hicimos y pagamos para que nos dieran los resultados en el menor tiempo posible.
Dejaron entrar a mi marido pero cuando tenían que hacer la punción le pidieron que se marchara. Y ahí me encontré sola, tan sola y temerosa que al acabar el estudio, estuve a punto de perder el conocimiento, me tuvieron que dar un algodón con alcohol para que no me desmayara.
Lo único bueno que obtuve de esa prueba fue saber que llevaba una niña en mi vientre. Era una noticia maravillosa ya que en la familia de mi marido no hay ninguna otra herencia femenina. Y pudimos comenzar a llamarla por su nombre.
Tenía fecha probable de parto para el 24 de junio, la fiesta de San Juan. Aún no sabía la importancia de no pillar fiestas para los partos. En fin, el viernes 20 me hizo un tacto, con su respectiva maniobra de Hamilton y me dijo que aún estaba muy verde, que nos veíamos la siguiente semana. Recuerdo que ese fin de semana perdí el tapón mucoso y para San Juan comencé a tener contracciones, pero no eran las de parto, pues después de media hora cesaron.
El viernes 27 me hizo otro tacto y me dijo que seguía verde, que volviera el lunes para hacer otra revisión y si fuera necesario programar el parto, pues esa semana ya estaría de 42 semanas.
Hacía un calor insoportable ese verano en Barcelona y yo estaba muy pesada y un poco cansada de esperar a qué llegara el gran momento, así que decidimos ir a la costa Brava al apartamento de mi suegra, así desconectaríamos un poco.
Nos fuimos mi marido, mi madre, mi suegra, Rufo (un cocker americano) y yo. Mi madre no vive en Barcelona y recuerdo que después de comer se fue a “turistear” por Fenals. Ya habían pasado más de 3 horas y ella no volvía y como sé que es muy despistada, me empecé a preocupar por ella, pues tenía miedo que no supiera volver al apartamento. Sobre todo porque en su habitación estaba su bolso y sé que ahí lleva las direcciones. Por si fuera poco, mi suegra comenzó a ponerle leña al fuego y logró que acabara aún más estresada y preocupada por mi mamá.
Al poco llegó mi madre de su salida y al verla le empecé a decir lo preocupada que había estado y lo enfadada que estaba con ella. Pues realmente estaba muy enfadada. ¿¿¿Qué hubiera pasado si me pongo de parto y nos tenemos que marchar a Barcelona y ella no aparece???
Después de cenar nos pusimos a jugar a las cartas las tres mientras Humberto leía un libro. Hacia las 12 de la noche me encontraba realmente incómoda con las contracciones, así que decidí irme a dormir, pues los días anteriores en cuanto me iba a la cama cesaban. En esta ocasión no fue así, no podía permanecer acostada, pues las sentía más intensas. Así que pasaba las contracciones sentada a la orilla de la cama.
Humberto comenzó a contarlas y después de una hora, al ver que se producían con cierta regularidad, decidió llamar a la comadrona de guardia de la Tecknon para que nos diera su opinión respecto a irnos para allá o no. La comadrona le dijo que sí que fuéramos tirando, pero que no hacía falta correr al ser yo primeriza. Así que me di una ducha, recogimos las cosas y nos vinimos a Barcelona.
Pero antes de irnos a la clínica debíamos pasar por casa a recoger la canastilla ya que no nos la habíamos llevado a Fenals pues no pensaba ponerme de parto ahí. En cuanto llegamos a casa, esperamos a que llegara Carlos, el hermano de Humberto para que se llevara a Rufo, pues no sabía estar solo y no eran horas para ponerse a ladrar.
Llegamos a la Tecknon hacia las 3 de la madrugada. La comadrona de guardia me hizo un tacto y me dijo que estaba de 2 cm de dilatación y con el cuello borrado. Me pidió que me pusiera la bata y la lavativa. Me tumbaron y me pusieron las correas. Al poco me pusieron la peridural y me rompieron las bolsas. Había meconio, ya que las aguas salieron sucias pero la comadrona no le dio mayor importancia. Recuerdo esos momentos de gran alegría, mi marido hacía fotos y nos filmábamos. Estábamos realmente emocionados con la llegada de nuestra pequeña.
Recuerdo que en algún momento comencé a sentir nuevamente las contracciones y pedí que me pusieran un poco más de epidural, así que vino el anestesista y me aumentó la dosis. Me relajé tanto que incluso llegué a dormitar, mientras pasaban las horas.
No recuerdo exactamente la hora pero el monitor empezó a pitar y llamamos a la comadrona para que nos dijera qué pasaba. Me hizo un tacto y nos dijo que Joana venía mal colocada que venía de frente, que la intentaría girar, también nos dijo que se seguían saliendo las aguas sucias pero ahora un moco más oscuras. Como el monitor seguía pitando, me dijo que me pondría el prepar para parar las contracciones y así dejaría de sufrir Joana. También me dijo que me daría taquicardia. A mi no me importó pues lo que quería era que mi niña no sufriera.
A partir de aquí recuerdo todo con mucho dolor pues pasamos de ese estado de euforia a un estado de sufrimiento. Cuando me puso el prepar, efectivamente comencé a sentir cómo mi corazón latía con todas sus fuerzas y también empecé a vomitar. Tenía mucho miedo. Menos mal que Humberto estaba ahí a mi lado en todo momento.
Me dijo que llamaría a la ginecóloga para que me viniera a revisar, que tardaría una media hora en llegar. Abro un paréntesis, cuando llegamos a la clínica me avisó que mi ginecólogo no estaba de guardia ese fin de semana, así que yo pensé que vendría la segunda de abordo. Pero no fue así, vino una ginecóloga que no había visto en mi vida. En la primera visita mi ginecólogo me dijo que no pudieron venir ni él ni la segunda de abordo porque estaban de bautizo. Y yo me pregunto, ¿¿¿de bautizo por la madrugada???
Bueno, retomando el tema, al llegar la ginecóloga, que ni siquiera me saludó sino que al llegar me hizo un tacto, seguían saliendo las aguas sucias. Decretó cesárea y se fue a preparar para la cirugía. Tanto Humberto como yo le decíamos a la comadrona si no había otra opción, que nos gustaría intentar un parto vaginal, etc. Pero ella nos dijo que no había nada más que hacer, que la niña estaba sufriendo y que al venir mal posicionada y ser “grande”era la única solución. También me dijo que no me preocupara, que si quería otro hijo no tendría por qué ser cesárea, que había dilatado 8 centímetros y que tenía buena pelvis. También me dijo que no me preocupara, que esa ginecóloga era buena, que estaba en buenas manos.
Humberto preguntó si podría estar en la cesárea y le dijo que no pero que podría estar en un cuarto contiguo y que le dejarían la puerta abierta para que pudiera verme desde ahí. Me llevaron a quirófano, me ataron los brazos en cruz y recuerdo que estaba la ginecóloga, el anestesista y otra persona. Se pusieron a cantar mientras yo temblaba de miedo. Menos mal que la comadrona me dio su mano todo el tiempo que duró la cirugía, así no me sentía tan sola en esa habitación.
En cuanto sacaron a Joana, yo preguntaba si había vuelta de cordón,pues pensaba que por eso estaba sufriendo. Y me dijeron que no, que no traía ninguna vuelta de cordón. La comadrona fue a buscar a mi niña y me la enseñó. Enseguida se la llevaron a la habitación donde estaba Humberto, ahí la cogió él, y mientras él la tenía en brazos, la aspiraron la nariz y la garganta. La oí llorar, me la volvió a traer, la vi nada, un segundo y se la volvieron a llevar. En eso me quedé dormida. Eran las 8:35 de la mañana.
De camino a la habitación abrí los ojos y ahí estaba mi marido, a mi lado, hablándome, que todo estaba bien. Me volví a dormir. Desperté a las 11:30 de la mañana y mi niña no estaba en la habitación. Todo el mundo la había visto menos yo. Como una loca empecé a preguntar por mi niña, que la quería ver, que la quería tener conmigo. Humberto fue a pedir que me llevaran a mi niña y al poco ya la tenía conmigo.
Recuerdo con tristeza verla y pensar “esa es mi niña? No siento ese enamoramiento que dicen se siente al ver al hijo recién nacido”.
Ahora sé que era normal este sentimiento y sé que gracias a tener tan claro que quería dar el pecho y gracias a mi hermana que me apoyó y luchó conmigo para que pudiera triunfar la lactancia, poco a poco fui forjando ese vínculo que hoy tengo con mi niña, a la cual amo con todo mi corazón.