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Historia de Alicia. Parto en casa.

Recuerdo a Inma y a Roser decir: Alicia, cógelo, coge a tu bebé. Lo cogí en brazos y Dios, fue tan maravilloso ver esa cosita con los ojos bien abiertos. Pedí recostarme y nos fuimos a la habitación. Ahí estábamos los 3 en la cama conociéndonos.

Haré una pequeña reseña de mi embarazo antes de comenzar a explicar el parto de mi hijo Humberto. Antes de quedarme embarazada tenía claro que quería un parto en casa, ya que gracias al foro apoyocesáreas pude abrir los ojos y darme cuenta que anhelaba un parto respetado y en casa.

Había oído hablar mucho de Inma Marcos en el foro de lactmat y cuando la descubrí en apoyocesáreas se iluminó mi vida con una esperanza de poder conseguir un PVDC respetuoso. En un intercambio de mails pude ponerme en contacto con ella antes de quedarme embarazada. Cuando vi a mi marido más receptivo respecto al parto en casa decidí hablar con Inma y comentarle que quería quedarme embarazada pronto y ella me sugirió el método billings y la temperatura basal. Cual no sería nuestra sorpresa que en el primer mes de intentar conocer la ovulación en mi cuerpo nos quedamos embarazados.

Fue un embarazo muy deseado y al estar más informada menos intervencionista en todos los aspectos.

Desde muy pronto comencé a sentir las contracciones de Braxton Hicks y me gustaba sentirlas, pues sabía que mi cuerpo se iba preparando para el gran día. Sin embargo, al final del embarazo las sentía más a menudo e incluso con más intensidad, pero sabía dejarme llevar y las tenía controladas. He de confesar que incluso me gustaba sentirlas.

Desgraciadamente el miércoles 30 de noviembre fue un día caótico para mi. A la hora de la comida me enfadé con mi hija, por la tarde con mi suegra y por si fuera poco por la noche con mi marido. No sé, eso de estar embarazada nos vuelve más sensibles y fui muy tonta al enfadarme tanto ese día. Y por si fuera poco, recibo un correo de Inma diciéndome que Carmen, había roto aguas y que su parto era inminente. Eso significaba que no podía ponerme de parto.

El jueves 1 me levanté descompuesta del estómago, tenía diarrea y las contracciones que hasta el día de antes las había llevado de maravilla, las sentía super dolorosas, tanto que me llegaba el dolor hasta las piernas.

Llamé a Inma para comentarle la situación, pues sabía que mi cuerpo y mi bebé habían comenzado su labor para el parto. Inma quedó de verme por la tarde para valorar mi estado. Llegó sobre las 5 de la tarde y me comentó que Carmen aún no había parido, pero que esta noche sí se pondría de parto pues le habían dado homeopatía y aceite de ricino para que se iniciara el parto. Que igual lo mío era emocional por lo ocurrido el día de antes y que intentara relajarme y llorar si hacía falta, pues si era emocional así se pararían las contracciones.

Esa noche dormí bien, pero el viernes las contracciones seguían y eran muy dolorosas. Humberto me decía que pasara de Carmen y que si estaba de parto que me dejara llevar. Había llegado el gran día y emocionalmente no estaba preparada, no era como lo había soñado.

Sabía que no tenía que centrarme en el dolor pues si no, no lo llevaría bien, y las contracciones en casa se me hacían un mundo, eran insoportables. Así que ese día llevé a Joana a la guardería, después de una semana de tenerla en casa con gastroenteritis y después de dejarla llamé a mi suegra para que me acompañara al ambulatorio por la confirmación de baja, pues no me veía con ánimos de ir yo sola. También me di cuenta que caminando llevaba mejor las contracciones, así que hice todo el trayecto caminando.

Al volver del ambulatorio mi suegra se quedó en su casa para hacer unas gestiones y yo me fui a casa de una amiga a recoger ropa que le había regalado a Joana. Para esto ya eran la 1 de la tarde, me llama mi suegra que estaba en la puerta de mi casa, qué dónde estaba yo. Cómo mi amiga, vive a 5 minutos de casa, me despedí y me fui a casa.

Comí con Conchita, mi suegra, después fue a recoger a Joana a la guardería y al poco llegó Humberto. Cómo yo no quería estar en casa, salimos a caminar por el barrio y a buscar el muñeco que le regalaría su hermano a la niña, pues aún no lo habíamos comprado.

Llegamos a casa sobre las 8 de la tarde. Las contracciones no habían cesado en todo el día y cuando me daban el dolor me llegaba hasta las piernas, pero al estar fuera de casa aguantaba el tipo e intentaba no pensar en ellas. Hacia las 9 llamamos a Inma para comentarle que las contracciones eran muy seguidas y que creíamos que eran de parto. Me dijo que en ese momento el acupuntor iba a ver a Carmen pues aún no se había puesto de parto y ella no podía esperar más, ya que llevaba 3 días con la bolsa rota y estaba muy nerviosa por esa situación. Intentaría llamarla para decirle que pararan la acupuntura y que venía a verme enseguida.

Mientras esperábamos a Inma llamó mi hermana por teléfono para decirme que el vuelo de mi mamá había sufrido una avería y que lo más probable es que saliera al día siguiente. Y yo que quería que fuera mi doula L!

Cuando llegó Inma me dijo que efectivamente estaba de parto de 2 cm y el cuello blando, creo recordar. Que no pensara en Carmen y que me dejara llevar. Se fue para ir a ver a Carmen, ya que no quiso parar la acupuntura. En ese momento mi marido preparó todo el escenario para el gran momento. Velas por toda la casa, música clásica que habíamos escuchado durante el embarazo, incienso, etc.

Al saber que efectivamente estaba de parto, le llamé a mi mamá a su móvil y le dije que me sabía muy mal pero que estaba de parto y que no sabía si cuando llegara el niño ya estaría con nosotros. Pero que Humberto la iría a recibir al aeropuerto. Habíamos acordado que cuando llegara a Madrid hiciera una llamada perdida al móvil de Humberto para saber más o menos a qué hora llegaría a Barcelona.

Cuando Inma venía de casa de Carmen a la mía la llama Francisco, el marido de Carmen, diciéndole que las contracciones eran cada minuto y duraban prácticamente el minuto entero. Así que tuvimos que hacer cambio de estrategia nuevamente. Se quedó con nosotros Roser y Cristina, dos comadronas compañeras de Inma, y ella se fue a casa de Carmen.

Mientras tanto le pedí a mi marido que me trajera una película de risa, pues quería desconectar un poco y necesitaba relajarme. Supongo que por no dejarme sola en casa con la niña, buscó entre los vídeos que teníamos grabados y nos pusimos a ver “En qué piensan las mujeres”. Cuando llegó Roser estábamos viendo la película y me empecé a sentir somnolienta y ella me motivó a ir a la cama. Intenté dormir entre contracción y contracción, pero no lo conseguía pues pensaba que igual mi parto acabaría siendo atendido por ellas y no por Inma, ya que en mi mente resonaban las palabras de Inma: lo dejo todo por un parto, menos otro parto.

Me parece que hacia la 1 de la madrugada me dijo Humberto que había llamado Inma que ya había parido Carmen y que pronto vendría para casa. Eso me tranquilizó y me alegré de que Carmen por fin tuviera entre sus brazos a Marco. Ahora era mi turno.

Creo recordar que Inma llegó hacia las 3 de la madrugada, cuando llegó me fui de mi habitación al comedor para estar con ella. Le pedí que le dijera a Humberto que me dejara sola pues lo notaba muy nervioso y me ponía nerviosa a mí también. Así que él se fue a la habitación a intentar dormir y yo me quedé con ella en la sala de estar.

Hacia las 3 y media, como cada día, se despertó Joana pidiendo por mí. Y sé que de alguna forma al estar esperando su despertar aún seguí sin poder desconectar, sin dejar de pensar en el dolor de las contracciones. La llevé a mi habitación e intenté acostarme a su lado para que se volviera a dormir, pero no podía pues venían las contracciones y no podía estar callada, necesitaba gemir. Le dije a Joana que no podía estar con ella, que me sentía mal, que su hermanito estaba a punto de venir y que se tenía que quedar con papá. Lo entendió perfectamente, así la dejé medio dormida con su papá y yo regresé con Inma.

Dormitaba entre contracción y contracción, pero no las toleraba, sobre todo el dolor en las piernas, era muy fuerte, no sabía como ponerme para menguarlo. Sin embargo, cuando venían me decía abre, abre. Intentaba visualizar un capullo que se abre para convertirse en una flor.

Hacía las 6 de la mañana decidió Inma que montarían la piscina. Cómo aún estaba bastante terrenal, al escuchar a Inma y a Humberto hablar y decidir cómo debían poner la bañera, me centré más en ellos que en el parto y las contracciones aflojaron bastante, tanto que pude dormir un buen rato.

No recuerdo exactamente cuando volvió el trabajo de parto, pero sí que Inma se dio cuenta que algo había cambiado. Cuando se reanudaron las contracciones el dolor ya no era tan intenso, ya no me dolían las piernas! Qué bendición!

Hacía las 8 de la mañana se despertó Joana y Humberto la llevó a casa de mi suegra para que se quedara con ella hasta que le avisáramos que podían venir a ver a Humberto jr.

Cómo Inma vive prácticamente enfrente de mi casa (nos separan unas vías de tren), decidió hacia las 9 de la mañana, irse a su casa, ver a su familia, ducharse y regresar en un par de horas. Esto se lo comentó a Humberto ya que yo estaba en nuestra habitación intentando llevar en otra posición las contracciones. En cuanto Inma se fue vino Humberto y me dijo que no podía estar todo el tiempo sentada o acostada, que necesitaba moverme para dilatar. Así que me cogió de las manos, me ayudó a salir de la cama y nos fuimos bailando al comedor. Una vez ahí, con música de Mozart de fondo, bailábamos entre contracción y contracción. Recuerdo que en cuanto sentía la contracción, él me hablaba y me daba masajes en la espalda, era maravilloso, así no las sentía, no me hacían daño, las llevaba como lo había soñado.

Creo recordar que hacia las 11 de la mañana volvió Inma y por fin había dilatado unos 6-7 cms, ya que pasé prácticamente toda la noche en 2 cms, qué frustración!

Al ver que el parto iba por mejor camino, Inma llamó a Roser para que viniera. Finalmente Humberto e Inma habían montado la bañera en la habitación de Joana. Hacia las 12 me metí en la bañera. La verdad dentro se toleran mejor las contracciones, pero si tengo otro parto, preferiré no montarla ya que fue un foco de distracción para mí.

Inma le sugirió a Humberto que si quería meterse a la bañera que lo hiciera, que hiciera lo que le apeteciera. Y así lo hizo, se metió junto a mí y también fueron momentos muy emotivos, ya que así me sentía muy apoyada, sentía que era nuestro gran proyecto. Por otro lado, al estar en la habitación de mi niña, no pude evitar pensar en ella y darle las gracias por haberme llevado a vivir ese embarazo y ese parto como lo estaba haciendo. No podía dejar de llorar y después de un rato me calmé y sentí ganas de pujar.

Lo comenté y Roser e Inma me dijeron que pujara. Así que cuando venía la contracción comenzaba a pujar y recordaba lo que nos habían enseñado en el curso de preparación al parto. Que le hablara a Humberto jr y le dijera que el trabajo que estaba haciendo no lo hacía solo, que yo también le estaba ayudando. Y así lo hice, le decía, Humberto cariño, una tú y otra yo. Venga, que quiero verte la cara. Desgraciadamente en ese momento sonó el móvil de mi marido y me sacó de mi mundo. Enseguida me puse a pensar en mi mamá. Estaría ya en Madrid? Quién la iría a recoger, pues mi marido no podía ir? Sería Conchita, diciendo que algo le pasaba a Joana?

No sé cuánto tiempo pasó desde que sonó el móvil hasta que decidí decirle a Inma que no quería estar más dentro. Que no dejaba de pensar en la llamada y que no me podía concentrar. Así que Humberto fue a mirar el número y no era nadie conocido, grr. Qué rabia!

Nos fuimos otra vez al comedor. Roser me había preguntado que dónde me veía parir y yo le había contestado que no lo sabía, que no había pensado en ello. Cuando estaba en la bañera llegué a pensar que pariría ahí, pero ahora ya no lo tenía claro.

En algunas contracciones estuve de pie, cogida de la mesa del comedor. En otras en cuclillas. En otras abrazada a Inma o a Humberto o a Roser. Inma sugirió un tacto, así que nos fuimos al sofá. Sentí que mi bebé tenía hipo y eso le pasaba cuando tenía hambre así que le pedí a Humberto un sándwich pues tenía hambre. Cuando Inma me hizo el tacto me dijo que estaba de 8 cm y yo le contesté: así me quedé cuando me hicieron la cesárea. Es como si mi mente se negara a continuar o como si me hubiera quedado estancada en esos centímetros.

Mientras yo en cada contracción me repetía “abre, abre”, una orquídea que me había regalado Hum en el aniversario de bodas comenzaba a dar fruto. Es una coincidencia muy emotiva para mí, pues han pasado ya 4 meses del parto y la orquídea aún tiene sus flores.

Le dije a Inma que no podía más, que me lo sacara, que estaba agotada. Ella me dijo, mira yo puedo, Roser puede, tu marido puede, tú también puedes, venga, ya falta poco. Y en la siguiente contracción me ayudó a dilatar los centímetros que me hacían falta. Les dije que tenía ganas de hacer pipí y que me iba al baño. Madre mía, no había quién me sacara de ahí. En cada contracción volvían las ganas de pujar y yo me volvía loca pujando y gritando.

Es un poco desesperante ver cómo baja la cabeza y vuelve a subir. Pensaba, cuándo bajará de una vez por todas?

Inma me invitó a salir de la taza del water y que intentáramos la sillita de la reina. Lo hicimos en 3 contracciones y nada. Así que me trajo la silla de partos, pero la verdad no la encontraba cómoda, así que no era buena opción. Cómo Hum estaba detrás de mí, le dijo Inma que fuera mi silla de partos. Que yo me pusiera en sus piernas y él instintivamente en cada contracción movía las piernas para ayudarme a que bajara el bebé. No recuerdo cuántas contracciones tuve hasta que por fin salió la cabecita de mi bebé, lo recuerdo como en un sueño y en cámara lenta. Por cierto, no noté la quemazón del aro de fuego, un poco de molestia sí, pero nada más.

Recuerdo a Inma y a Roser decir: Alicia, cógelo, coge a tu bebé. Lo cogí en brazos y Dios, fue tan maravilloso ver esa cosita con los ojos bien abiertos. Pedí recostarme y nos fuimos a la habitación. Ahí estábamos los 3 en la cama conociéndonos. Mi marido le tarareaba una melodía de Mozart a Humberto jr.

No recuerdo cuánto tiempo tardó en salir la placenta, pero sí que Inma me dijo, tienes un pequeño desgarro, es muy limpio y si haces bondad se cerrará solo, o prefieres que te ponga puntos. Y yo, hago bondad Inma, te lo prometo, pero no me toques más. Pues quedé bastante adolorida, tanto que al día siguiente no quería ir al baño.

Era tanto el nivel de endorfinas en mi cuerpo y la sensación de bienestar, que le pregunté a Inma si podía ir al aeropuerto a recibir a mi mamá, ella me dijo que no, que hiciera bondad. Finalmente mi mamá llegó a las 9 de la noche y Joana se quedó a dormir con su abuela paterna. La primera vez en su vida que dormía fuera de casa.

Es curioso, cuando tuve la cesárea quería tener otro embarazo para saber lo que es un parto vaginal. Ahora que he tenido el PVDC, quisiera otro embarazo para repetir esta experiencia tan maravillosa.