Historia de Diana. Nacimiento de Ernesto
Era sábado, habíamos pasado la jornada en mi pueblo, jugando con mi sobrina y haciendo visitas a familiares, así que por la noche estaba agotada pero feliz. Al volver decidimos comprar unas chuches y atiborrarnos, mientras yo disfrutaba de Eurovisión 2013. Sobre las 9 de la noche, trincadota en el sofá me sorprendió un líquido que me salía, me incorpore y al ir hacia el baño comprobé, que efectivamente escurría un pequeño chorro de líquido amniótico. Me quedaban cuatro días para estar cumplida.
Escribí a María, una de mis matronas, un whats app, y me responde rápidamente con una llamada, quiere saber cómo es el liquido, color, olor…todo estaba bien, color transparente olor ligeramente a semen. Me confirma que Ernesto, mi primer hijo, llegará en cuestión de horas. Quiere saber si estoy nerviosa, más bien estoy expectante y me recomienda dormir y descansar hasta que las contracciones empiecen a molestarme, de momento sigo sin notarlas. Me indica que cuando la situación avance la llame para ir viniendo, tiene dos horas entre levantarse y venir desde Ávila, ella se encarga de avisar a Arantxa que vive más cerca para venir primero.
Colgamos, nos miramos, nos sonreímos, nos besamos, el momento tanto tiempo esperado ya llega. Empezamos a preparar las cosas del parto, la piscina, las lonas, las toallas, recoger un poquito la casa…
Ya sin mucho interés vemos las votaciones de Eurovisión, después el milagro de P. Tinto, nos encanta esa peli. Raúl se queda dormido en el sofá, y a mí me empiezan a venir dolorcillos como de regla, suaves.
Hacia las 2 de la mañana decidimos irnos a la cama, parece que la cosa va despacio, que pena, esperaba tener un parto torpedo como los que hay en mi familia materna, pero esa carta no me ha tocado en el reparto genético. Al instante de acostarnos Raúl empieza a roncar, no me explico cómo estos hombres pueden relajarse tanto en un momento así, bueno, que descanse que voy a necesitar todas sus fuerzas aparte de las mías. En cuanto me tumbo empiezan a venir contracciones más fuertes que no me dejan dormir, cada 15 o 20 minutos tengo que levantarme, imposible conciliar el sueño. Me apoyo en el armario, hago círculos africanos con las caderas, expiro un “aaaaaaa” bajito, no quiero molestar. Los dolores van siendo cada vez más largos. Decido irme para la cocina, así veré mejor la frecuencia y me distraeré un poco. Va pasando el tiempo y estoy deseando que sea madrugada para llamar a mis comadronas, es mi primer parto y aunque parece que va para largo me inquieta el no saber, mi falta de experiencia. Me agarro al tirador del horno en cada contracción y muevo las caderas. Cada dos o tres minutos me viene una, pero no noto cambios en el canal del parto, ni que baje el niño.
A eso de las 4 llamo a Raúl, esto va sin parar y no quiero estar sola, le pido que llame a Arantxa, son las 5 de la mañana, me hubiese gustado esperar hasta las 6, pero prefiero que alguien me evalue. La llamo yo, me da una contracción que me quita el habla mientras estoy al teléfono. Se pone en camino.
Hacia las 6 de la mañana llega Arantxa y me da un beso, cosa que en esos momentos agradecí muchísimo. Estar conectada con otras mujeres en el parto fue importantísimo para mí, me daban mucha energía. Sin cambiarse ni de ropa me pide permiso para explorarme, despacito. De pie, según estaba, con una caricia me dice que ya estoy de 5 cm. ¡¡¡Que alegría!!!! Ahora todo irá más rápido. Me recomienda descansar lo que pueda, entre contracción y contracción. Intentaré tumbarme en la cama, no tengo mucho recuerdo de este rato, lo que sí recuerdo es la calma cuando llego mi matrona.
Empiezan a llenarme la piscina de partos, que ganas de meterme, a ver si es verdad todos los milagros que cuentan del agua. Y sí que lo era, me sumerjo hasta media barriga con las piernas estiradas, el agua me envuelve y el calor me calma, las contracciones no molestan tanto. En dos ocasiones siento a mi hijo avanzar. Sentía que el tiempo se había parado, pensaba “cada contracción una menos, y solo es dolor, el dolor no significa nada, solo que mi hijo se acerca, que cambio tan trascendental en nuestras vidas”. Raúl está a mi lado, me da cariño, me dice que estoy muy guapa, aunque sé que es mentira me sienta bien; yo no hablo, estoy con los ojos cerrados, relajada. Cuando vienen contracciones fuertes levanto la mano hacia Arantxa, que acude a pasarme sus fuerzas.
Una nueva exploración y ya estoy de 7cm. Un rato después se recrudece el dolor, quiero salir del agua, ya me cuesta estar en cualquier parte en cualquier posición.
Son las 9 y llega María, nuevas fuerzas, dice que suban la calefacción que hace frio para mí, yo no sabía si tenía frio o calor la verdad. Me dice que lo estoy haciendo muy bien, que todo está bien. Controlan el corazón de mi niño que está perfecto. En mi planeta parto todo esto es como un sol que sale. Me preguntan que quiero hacer, digo que irme a la bañera otra vez, empiezan a añadir aguan bien caliente. Empiezo a sentir las primeras ganas de pujar, pero parece ser que Ernesto todavía no está lo suficientemente abajo, así que me dicen que pujos cortos y suaves con cada contracción.
Me canso enseguida de la piscina esta vez, hago un intento rápido en la ducha a cuatro patas pero tengo frio y no me relajo. Salgo del baño con el albornoz de Raúl que me acompañara hasta ser madre. María me pregunta que quiero hacer y no lo sé, no sé como quiero ponerme, empieza a llegar la desesperación, ¿por qué no baja mi niño?, ¿es normal ó me engañan?, una especie de locura llega a mi mente aunque a los demás no les hago participes, mis matronas dicen que todo está bien, ¿por qué no puedo creerlas?
Me proponen tumbarme en la cama de costado, me da miedo porque antes tumbada era como más dolía, pero confió en ellas, además estoy tan cansada. Los cuatro sobre la cama, aunque yo ni me entero. Qué bien estoy así, entre contracción y contracción me duermo, se están distanciando, María me anima, me susurra palabras de cariño, es muy dulce, es justo lo que necesito. Me sujeta la pierna que queda encima y con cada contracción me la levanta doblada hacía el vientre para que empuje más fácilmente, esto disminuye el dolor. Arantxa y Raúl observan desde abajo, la habitación permanece a oscuras. Mi concentración es máxima y mi relajación también. Dolor, descanso. Empieza a verse la melena de mi niño, esto me anima muchísimo. Con cada contracción empujo con todas mis fuerzas, ya no sé de donde salen, lo malo es que por cada mm que avanza hacia fuera, siento que al ceder va dos para dentro, estoy tan cansada. Mis matronas me confirman la normalidad, y me dan ánimos, el bebe está bien y yo lo estoy haciendo muy bien. En cada pujo siento que me explotan los labios de la boca.
Quiero la silla de partos, quiero empujar con los pies en el suelo, en vertical. Raúl me sujeta por debajo de los hombros, sentado en la cama, las matronas están abajo. Con cada contracción empujo muy fuerte, y pienso en todas las mujeres que han tenido que pasar por esto, y por peores partos. Pienso en el dolor de todas, en su valentía y en la mía.
Me ponen una pantalla que enfoca la salida de Ernesto, puedo ver su cabecita cuando empujo, ya está aquí. Por fin se ve el final, solo un problema, las contracciones se distancian mucho, no son fuertes, mi útero está cansado, no quiere responder. Me siguen dando ánimos, cada pujo puede ser el último, me desespero y empiezo a empujar con la garganta, siento el círculo de fuego, el clítoris se me va a romper, me dan aceite en masajes por la zona. Parece que me voy a dar la vuelta del esfuerzo.
María y Raúl se cambian, ahora la sujeción es más fuerte, me dice que apoye los pies planos en el suelo, yo les ponía de punta con cada pujo y no estaba bien. Oigo decir a las matronas que a la una habrá nacido, no sé qué hora es pero ponerle fin a esto me parece lo más maravilloso del mudo. Y empujo más y más, Arantxa me pide que siga empujando aun después de acabar la contracción, María me presiona suavemente a la altura del estomago. “pero cuando sale este niño” digo en voz alta, “Dale a Ernesto su tiempo”, me dice María .Pienso en Sheila Kizzinger, abrirse como una flor, tengo que abrirme como una flor, y me piden que cante una “AAAAaaaaaa” con este pujo, y canto, y sale mi niño, mientras los cuatro cantamos “AAAAaaaaaa” y yo empujo, sale mi niño como un spudnik. Llora un segundo, y me lo ponen en el pecho, ya esta, se acabó el dolor, el esfuerzo, todo desaparece para dejar sitio a mi bebé calentito, le abrazo, lloro y rio, Raúl llora y ríe, y nos abrazamos los tres. No me puedo creer que todo haya terminado. Nos besamos. Después de esto creo que nada nunca más se me pondrá por delante, me siento como una deportista olímpica, he ganado, hemos ganado. Con los pies en un charco de sangre y líquido amniótico, mi niño en brazos no puedo parar de reír y llorar.
Me tumbo en la cama con mi niño y su cordón unido a mí, tengo la tensión tan baja, pero me siento bien, me echo la culpa por los pensamientos negativos que he tenido, por la desconfianza. Gracias a mis matronas y a mi niño que siempre estuvo perfecto en cada exploración hemos llegado a la meta.
Esperamos a que el cordón deje de latir, van ya 25 minutos, y sigue. Me canso y les pido que lo corten, quiero expulsar la placenta y acabar del todo. Raúl lo hace, mi niño ya es un ser humano separado de mí.
No tengo contracciones y al rato decido ponerme en la silla de partos a ver si puedo expulsar la placenta, sale sola en cuanto me siento, se desliza fuera de mí, sin esfuerzo y sin dolor. Arantxa la observa con cuidado por si algo se ha quedado dentro, pero está íntegra, como un árbol, la congelaremos para plantar un árbol encima, como los holandeses.
Me informan que hay que evaluar daños, vamos con ello, solo quiero acabar, estoy tan cansada, me he rasgado un poco el clítoris por la cicatriz (lo tenía operado) y necesito un punto en el periné. Me pinchan anestesia en un único lugar de los dos, el otro punto me duele, pero es un momento.
Arantxa ya se marcha, lo han recogido casi todo entre los tres. María me avisa que tengo que hacer pis por mí misma, sino tendrá que sondarme, lo intento en la cama pero no puedo, me dan las ganas pero no lo consigo, voy al baño y tampoco. Pido una cerveza sin alcohol y unas aceitunas a ver si así……. María baja al coche a llevar el equipo, me da un ultimátum, o he hecho pis cuando suba o me sonda. Le pido a Raúl un cubo, me agacho en cuclillas y por fin me sale.
Se acabo, ahora sí que ya está todo. Quiero un pizza tengo más hambre que nunca en mi vida. Por fin nos quedamos los tres en casa solos, mi familia, es el momento más feliz de mi vida, en mi cama, con mi bebe al pecho y Raúl a mi lado.