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Historia parto inducido y cesárea de urgencia

Ingresé en la semana 42 para que me provocaran el parto. Acabó en cesárea de urgencia después de tres días.

El primer y segundo día de ingreso, me aplicaron dos dosis de gel con prostaglandinas y varias sesiones de monitores. Como aquello no progresaba, decidieron separar la bolsa amniótica del útero con la llamada "maniobra de Hamilton". No me pidieron permiso ni me explicaron lo que me iban a hacer. Simplemente llegó una ginecóloga, me hizo un tacto dolorosísimo y me dijo que lo sentía mucho por haber sido tan brusca. Fin de la información por su parte. Como el parto no progresaba y ni siquiera tenía contracciones, decidieron inyectarme oxitocina en vena. Me llevaron a una sala de dilatación y me enchufaron al gotero y al monitor. Y ahí me quedé durante horas.
Por supuesto, no me habían contado lo que me iban a hacer ni cuándo, así que supuse que con tanto lío es que ya iba a empezar el parto de verdad. Después de mucho protestar, conseguí que me dejaran levantarme media hora de la cama para poder pasear. Cuando consideraron que ya había estirado las piernas lo suficiente, me volvieron a tumbar. El parto seguía sin progresar y, cada vez que alguien me hacía un tacto, ponía cara de "esto no va a acabar bien". Mi marido preguntaba a todo el que pasaba por la habitación, pero nadie decía nada. La única que de verdad se preocupó por mi y luchó para que estuviera lo más cómoda posible fue mi matrona. Era una señora muy experimentada que cogió mi historial específicamente de entre todas las que ingresamos ese día porque creo que consideró que era necesaria una intervención de alguien con cierto carácter. Cuando mi marido le preguntaba, contestó a todo pero siempre desde un cuidado extremo ya que ella no tenía la última palabra. Una pena. Después de 12 horas en dilatación, la ginecóloga consideró que iba muy lento, así que me pusieron más oxitocina. Las contracciones pasaron de ser muy seguidas a ser un dolor continuo, sin pausas. Pedí por favor que me pusieran la epidural y la contestación fue que todavía estaba "verde". ¿Cómo iba a aguantar más horas si no tenía descansos entre contracciones? Así que decidí que ya estaba bien y empecé a quejarme casi a gritos. Soy una persona que tolero muy bien el dolor y odio molestar a los demás, pero aquello ya se pasaba de castaño oscuro. Así que mi matrona, mi salvadora, me redujo un poco el goteo de oxitocina y se puso brava con la ginecóloga para que llamara al anestesista. Mientras, entró un tropel de gente a mi habitación. Tengo que recordar que aquello era un hospital universitario, así que me imaginé que estarían haciendo una ronda y que explicarían mi caso a las allí presentes. Pero no. Le dieron a una de las residentes una aguja de ganchillo gigante y un recipiente para que me hiciera algo. Sin pedirme permiso y sin explicarme qué iban a hacer con eso en mi vagina, empezó a meter aquella aguja en mi cuerpo varias veces, vacilando, así que la ginecóloga le metió prisa. Cuando pregunté qué estaban haciendo, me contestaron con impaciencia, como si trataran con una persona tonta. Así que me rompieron la bolsa amniótica y a otra cosa. Por fin llegó el anestesista y me puso la epidural. Pero algo pasó porque no sentía ningún tipo de adormecimiento. Pasada media hora, llamaron a otro anestesista distinto que me dijo que estaba mal puesta la cánula y que solo podía hacer otro intento. Si aquello no funcionaba, "me tendría que aguantar". Afortunadamente, aquella sí funcionó. Y después de 12 horas de dolor, sentí paz. Las siguientes dos horas estuve adormilada. Me despertaron para hacerme un tacto y me dijeron que estaba lista. En dos horas había dilatado más que en las doce anteriores. También me dijeron, que mi hijo venía mal posicionado. ¿Mal posicionado? Sí, su hijo viene boca arriba y con la barbilla despegada del mentón, así que vamos a intentar que se de la vuelta. Después de tres días en el hospital, ocho pruebas de monitores, dos ecografías y catorce horas de inducción me dicen que mi hijo viene mal posicionado. ¿Y desde cuándo saben eso? Así que la ginecóloga mete toda la mano y parte del brazo en mi vagina y empieza a retorcer algo dentro de mi. No consiguió absolutamente nada, así que decide que me lleven a paritorio para ver si soy capaz de expulsar a aquella criatura de alguna forma. Me suben al potro y me dicen que empiece a empujar. Ni siquiera noto las contracciones así que es mi marido el que se encarga de mirar al monitor y de avisarme. Oigo a lo lejos la palabra fórceps y mi matrona viene a decirme, con cara de infinita pena, que van a intentarlo instrumentalmente. Y de pronto, una máquina pita. Todo el mundo se queda callado un instante. "¡Bradicardia!". "Echen al marido de aquí". "Átenla". "Más anestesia". "Joder, vaya mierda, es la tercera cesárea de hoy". Cesárea. Me van a rajar y ni siquiera se qué está pasando. ¿Qué es bradicardia? ¿Por qué no puede quedarse mi marido al otro lado de la tela verde? ¿Qué le ocurre a mi hijo? ¿Por qué me están atando los brazos a la camilla? Lo que pasó a continuación está en una neblina en mi recuerdo. La máquina pitaba. Me rajaron y sentí un vacío. Luego un llanto débil. La matrona me enseñó a mi hijo un momento y se lo llevó. El anestesista me dijo que no intentara levantar los brazos para coger a mi bebé, que no me moviera. La ginecóloga le explicó a la otra chica que estaba con ella que pocas veces más vería a un niño en esa posición, que vaya suerte que había tenido. El tiempo no pasaba. Empecé a notar que me daban tirones muy fuertes. "La placenta no se desprende, así que hay que dar pequeños tirones así". Me da asco. Lloro. Las personas que me sujetan los brazos me miran con pena. Y pita una máquina. De pronto, cinco cabezas se asoman por encima de mi. "¿Qué te pasa? ¿Estás mareada?" (Me dan suavemente en la cara para que me despierte). "Le baja la tensión, hay que cerrar ya". Después de eso, solo recuerdo luces que pasan por encima de mi. Supongo que es un pasillo. Me meten en una sala oscura y dos personas muy sonrientes me dicen que ya pasó todo y que voy a estar muy bien.
"Mierda, me he muerto". Es lo que me pasa por la cabeza. Me aparcan entre dos telas y me ponen una bolsa de agua caliente en la barriga. ¿Será para que no eche de menos a mi bebé? A mi lado llora alguien. Le dicen que su hija está bien y que pronto estará con ella. ¿Y mi hijo? ¿Cómo será? ¿Estará llorando? ¿Estará con su padre? ¿Cuándo podré verle? Me dormí. Cuatro horas después de eso, me trasladaron de reanimación a mi habitación. Y me trajeron a mi bebé. Le cogí en brazos, le miré...y no sentí nada. Nada de nada. Se suponía que iba a tener un flechazo mágico y que me iban a inundar las hormonas provocándome una felicidad máxima. Pero no. Me quedé un rato mirando a aquel bebé extraño pensando en que ahora tenía que cuidar de él. Y abrió los ojos. Y sentí que nos íbamos a llevar bien, pero como dos desconocidos a los que acaban de presentar y se quieren tomar las cosas con calma. Nada de amor animal. Nada de amor "de madre". Qué pena me da todo. (Estuve cuatro días más en el hospital. En general el trato en planta fue correcto aunque me atosigaron bastante con el tema de la lactancia. Al ser un hospital "amigo de los niños y de las familias" su principal misión era que el bebé se alimentara de leche materna. Pero tuve muchos problemas porque el niño no se quería enganchar, no me subía la leche y estaba muy estresada. Opté por la vía de comprarme un sacaleches y darle lo que sacaba en un biberón, pero me pusieron de vuelta y media. Así que lo hacía casi a escondidas. Mi hijo salió de allí con menos peso del que había nacido). (En los meses posteriores, me atiborré a libros sobre partos y cesáreas. Tenía unas horribles pesadillas y me despertaba llorando por las noches, así que decidí que la mejor terapia para mi era estar ultra informada. Por eso se, hoy día, qué procedimientos me hicieron y cómo se llaman. En el hospital no me dieron información de ningún tipo y solo me pidieron consentimiento para hacerme la cesárea. Creo que fui víctima de las estadísticas y que mi caso podría haber sido una operación programada. Yo escogí el hospital por que se suponía que iba a tener un parto respetado y lo que me hicieron fue utilizar todas las técnicas que pudieron para que tuviera un parto vaginal...pero con todos los factores de riesgo en contra. Mi opinión, pasados unos años, es que prefirieron intentarlo todo a costa de mi salud física y mental que programar un nacimiento que estropeara los porcentajes).