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La historia de África

Paula López-Jamar Cubero. (Madrid)

El Parto Es Nuestro, ¡Que nos lo devuelvan!

La historia de África tiene un comienzo peculiar, casi mágico.

Hacía 16 meses del nacimiento de Unai, el segundo. Yo aún no tenía la regla y la llamaba para que volviese… hay muchas mujeres que no entienden esto, pero cuando llevas muchos meses sin la regla, el cuerpo te la pide a gritos… necesitas entrar de nuevo en los ciclos, en la sexualidad, en la sangre…

Una tarde extraña de Enero, nos dirigíamos a entregar las llaves de la casa que acabábamos de dejar para mudarnos a una más pequeña y barata. En el camino, en la cuneta, nos encontramos un montón de hojas ardiendo y un viejito que se marchaba cojeando, sospechoso… Mi hijo Ibón (3 años) y yo, corrimos a apagarlo… era tan extraño…

Cuando llegamos a la casa, un ruido ensordecedor nos hizo ver que de la casa salían litros de agua en tromba. Corriendo entramos a parar el desastre y secarlo todo, era increíble la cantidad de agua que salía. Alguien había abierto la puerta del contador del agua que estaba en la calle y al cerrarla había accionado el grifo.

Tardamos mucho tiempo en recogerlo y secarlo todo. Salimos de ahí con la misma sensación de extrañeza… En el camino, le dije a Marcos: Fuego y Agua… nos queda Aire y Tierra…

Apenas unas horas más tarde, merendando con unos amigos, Unai se atragantó con una chuche y, aunque intentamos por todos los medios que saliese, al pobre empezaba a faltarle el aire. En un segundo Marcos estaba saliendo con él en brazos hacia el centro de salud (está bastante cerca de casa) y cada diez pasos le insuflaba aire, rogando que algo le entrase. Yo me quedé en casa, temblando, acompañada por Ibón que me acariciaba y mi amiga Maria que me ponía la mano en el hombro… Al rato llamó Marcos para decir que Unai había vomitado por el camino y había expulsado la chuche… en ese momento yo me encontraba en el baño, cagando, descubriendo que la expresión “pasar un miedo que te cagas” tenía todo el sentido del mundo… y ahí estaba yo, llorando, riendo y cagando a la vez que abrazaba a mi amiga Maria…

Cuando llegó Marcos me contó que al llegar al médico le valoraron y vieron que estaba bien. Le pusieron un poco de oxigeno y le comentaron que era normal que el niño durmiese ahora una buena siesta… y asi fue, abrazado por su mamá que lloraba de alegría, se durmió una horita en mis brazos…

Y miré al cielo y dije: aquí está el Aire… ¿QUÉ ME QUEREIS DECIR? ¿Qué va a ser la Tierra ?

Por la noche, cuando los niños estaban ya dormidos, fui al baño, y una mancha de sangre en mis bragas me hizo decir en alto: TIERRA!! Y entre risas y llanto por el susto pasado, celebré la llegada de la Tierra , de mi menstruación… celebré la VIDA.

AFRICA ESTÁ LLEGANDO

Dicen que hay mujeres que saben el momento exacto en que se quedan embarazadas, el momento en que se fusionan los cuerpos, las sangres, los tejidos que darán lugar a una nueva vida.

Era el fin de semana del 25 Aniversario de la Asociación Nacer en Casa. Estaba feliz de encontrarme ahí, celebrando con toda la gente que hacía posible que nacer en casa fuera una realidad. Acababa de salir del taller de Robin Lim y “la placenta”, donde no dejé de llorar en todo el rato. Lloraba por la paz que emanaba esa mujer sabia, lloraba por todas las niñas que fuimos, por mi placenta perdida en algún cubo de un hospital materno de los ´80… Lloraba por las placentas de mis hijos, que tanto tardaron en salir y tanto sangraron… Pero sobretodo lloraba de felicidad, una felicidad pura que venía de dentro.

Un poco más tarde en el salón de actos, sentada con mi compañera Diana Morán, volví a llorar a raudales, de nuevo un llanto de felicidad pura… miré a Diana quien me preguntó: ¿Estás embarazada? Y yo le contesté: me estoy embarazando ahora mismo… y las lágrimas seguían brotando alegres. En mi silencio pensé: Hoy es sábado, y fue el jueves cuando lo hicimos, así que es una niña.

Quince días más tarde, en el baño de mi trabajo acompañada de mi querida Sandra, confirmé lo que ya sabía: estaba embarazada. Mi cuerpo estaba feliz, caminaba a dos centímetros del suelo… quería gritar y necesitaba contárselo a Marcos, pero estaba en un reunión… así que le envié una foto del positivo. Qué momentos irrepetibles, el momento de la noticia, el momento de la confirmación, del SI, QUIERO. Los momentos en los que ya no piensas en ti… piensas en esa vida formándose dentro y deseas con todas tus ganas que elija quedarse.

TRABAJANDO LA PLACENTA.

Mis dos primeros hijos han nacido en casa. Fue nuestro deseo, nuestra decisión informada y sentida. Fueron partos gozados y gozosos, compartidos, respetados… rápidos…

En cambio ambas placentas tardaron mucho en salir. La primera tardó dos horas y media. La segunda fue placenta aberrante y un pequeño pedacito se quedó en la luz del cuello del útero, lo que hizo que finalmente tuviésemos que ir al hospital. Perdí mucha sangre, me hicieron legrado y finalmente tuvieron que trasfundirme sangre.

A todos nos tocó esta historia. Junto con las matronas, revisamos la historia para ver qué cosas podríamos haber hecho mejor… y finalmente yo llegué a la conclusión de que todo salió así porque tenía que salir así, porque la vida te va poniendo en el camino pequeños grandes tesoros para que los descubras…

Mi tesoro fue descubrir LA PLACENTA, así en mayúsculas, hermano olvidado de nuestros hijos en esta sociedad alienada donde vivimos, donde las placentas se consideran deshechos biológicos en lugar de mostrarles el respeto y la gratitud que se merecen.

Así que cuando de nuevo me quedé embarazada, sabía que tenía un camino por recorrer: y al estudiar sobre la placenta, al trabajarme mi propia historia, descubrí un tesoro más importante: CONFIAR…

AFRICA ESTA LLEGANDO.

Como los demás embarazos este ha sido un embarazo gozoso. Ha sido distinto a los otros, he tenido más revoltijo de estómago, y me ha pesado más la tripa y los hijos… pero lo he disfrutado muchísimo. Estar embarazada, para mi, es un estado maravilloso. Tal vez sea porque durante 9 meses laten dos corazones dentro de mí, por la tripa redonda y preciosa que me recuerda la redondez de la tierra, porque nace una sensibilidad especial, ancestral, que te llega hasta la punta de los dedos…

Las visitas a las matronas eran un bonito viaje de coche en familia, pasar la tarde en Madrid y sentirnos acompañados.

Pero también ha sido un embarazo lleno de sustos y de miedos, esos que ya pasados te hacen pensar, te posicionan en otro lugar, mejor, más alto, más sabio.

Estando embrazada de seis meses a mi padre le falló el corazón. Literalmente le dejó de funcionar y sólo bombeaba sangre para dejarle respirar. Mi madre se llevó todo el susto y rápidamente llamó a una ambulancia. A mi padre lo trasladaron al Puerta de Hierro y mi madre se fue con mi hermano en el coche. Marcos y yo bajamos raudos desde Alpedrete.

Reunida con mi familia, nos dirigimos por los pasillos a la UCI y es en uno de los pasillos donde me encuentro de frente con Ibone Olza, Psiquiatra de ese hospital y socia fundadora de El Parto Es Nuestro. Mi hijo mayor lleva su nombre: Ibón. En ese momento se que todo va a ir bien.

Dos días en la UCI y un marcapasos que funciona al 100% todo el tiempo.

Dos días de miedo en la cama y temor de que mis hijos pierdan a su abuelo, el temor de perder a un padre…

A los dos días de estar en casa, a mi padre le falla el marcapasos. Una parte de mi cerebro recordó las 40 horas del curso de RCP que había realizado con el Samur PC… la otra parte de mi cerebro evitó que entrase en pánico… Mi padre era un estertor con los ojos en blanco y no respondía, le puse en posición de defensa y se “despertó”. ¿Qué me ha pasado? No, no, por Dios… Es altamente doloroso ver a un hombre de 60 años como un bebé, en mis brazos de embarazada, apenas consciente, respondiendo con un hola cada vez que le decía “papá, estás bien?”.

De nuevo UCI y de nuevo miedos… ahora mi padre está como nuevo y el susto se va disipando. Pero cuando has vivido algo así, el susto nunca se va del todo…

Estando de 36 semanas viajo a Barcelona para ver a mi querido Dani, padrino de Unai, aprovechando ese margen de tiempo que nos daba la vida para poder reunirnos… Aún cuidándome mucho y estando muy bien cuidada, noto que la tripa me duele por abajo, un dolor muscular diría yo, muy incómodo, además de estar con un trancazo… fueron días de relax y solcito, de mucha charla y tranquilidad… pero echaba enormemente de menos a mi familia… yo me reía diciendo: “me vengo hasta aquí pretendiendo descansar un poco de los míos, y resulta que el cordón umbilical me mide 500 km”.

Al llegar de nuevo a Atocha en el AVE, estuve como 15 minutos de pié y parada, aglutinada entre maletas y viajeros… creía que me moría de dolor y pensé que tal vez era una infección de orina lo que me estaba matando, y no un dolor muscular. ¿Cómo es una infección de orina?, pensaba… y no tenía respuestas porque nunca he tenido una.

El dolor me mataba, no podía caminar y a cada 5 pasos tenía que parar… llamé asustada a Jero, mi matrona de referencia. Me recomendó acercarme a Urgencias y me fui al hospital donde ella trabaja. Ese día no estaba de guardia, pero llamó a sus compañeras para avisar de mi llegada.

Sabía que Marcos se había ido al cine con los niños, así que le escribí un mensajito para no asustarle. Mi amiga Anita Díez bajó rauda desde el Escorial para acompañarme esas horas.

La conclusión es que estaba perfecta, que debía ser dolor muscular y que tenía que hacer reposo.

Me llamaron mis matronas y todas me “obligaron” a meterme 5 días en la cama, curarme el catarro y descansar. Yo estaba de bajón, me dolía tanto cada vez que me ponía de pie, que estaba segura que el dolor me duraría hasta el día del parto… pero no fue así, y 5 días después, estaba como una rosa! Por supuesto que no hubiera sido posible sin Marcos que se ocupó durante 5 días del 100% de la casa y de los niños, de los niños, que aceptaron mi “encamamiento” y trasladaron su lugar de juegos a mi cama.

Estos 5 días para mi fueron muy importantes, un antes y un después en mi embarazo. Me dieron para pensar mucho y dormir mucho. Se relajó mi cuerpo y se relajó mi mente… y África empezó a dibujarse en mi cabeza, en mi corazón y en mis brazos. En esos días conecté con ella… fueron maravillosos… empecé a centrarme en las cosas que serían necesarias para el momento de su nacimiento y para el después… Empecé a quererla con todo mi ser.

En la semana 38 me dirigía a la Clínica Nuevo Belén para encontrarme con Marta y Ángela, amigas y arquitectas de la Nueva Maternidad de ese centro. Me hacía especial ilusión, no sólo porque iban a hacer unas fotos con mi tripota para su proyecto, sino porque estas chicas me llenan de fuerza y representan mi despertar al mundo del embarazo, parto y lactancia respetadas.

En la autopista iba feliz recordando mi adolescencia cantando Extremoduro, en mi cabeza se arremolinaban miles de recuerdos de mi Coruña querida, de mis amigos queridos…

Tuve mala suerte, un coche me dio por detrás. Como lo ví venir, todo mi cuerpo se puso en tensión. Por mi cabeza pasó la imagen de una jugada de Rugby, yo iba con el balón y alguien me placaba por detrás. Tenía que proteger el balón, tenía que absorber el golpe.

Me quedé dentro del coche un rato, observando como me sentía. El coche de delante había parado al ver lo ocurrido. Un hombre salió y me preguntó si estaba bien, cuando vio mi enorme tripota suspiró. Le dije que estaba bien y su fue a ver al de atrás. Salí del coche y me giré, cuando ví al de atrás, todo el capó destrozado, me temblaron las piernas. Me senté. Respiré profundo y le hablé a África. “Estamos bien, pequeña, estamos bien”.

Llamé a Marcos. Le conté.

Vino la Guardia Civil.

Vino el hombre del coche de atrás.

Vino el Samur Pc.

Todos me quieren cuidar y yo me río por dentro, me río por toda la sensibilidad que hace surgir una tripa llena de vida.

Los del Samur me quieren trasladar y lo hacen, a la Concha. (Fundación Jiménez Díaz)

En la ambulancia voy parloteando con el técnico.

Entro a urgencias. Me pasan rápido. Hasta que no estoy dentro, en lo que supongo que es un Box, no caigo. Aquí mismo, en este hospital, me extrajeron a mis gemelos mediante legrado. Aquí mismo, en este hospital pedí irme a mi casa para parirlos y me dijeron que no, que imposible… yo todavía no sabía nada de lo que ahora sé… Si es hoy, pido el alta voluntaria para irme a mi casa para parirlos y despedirlos como se merecían.

Respiré profundo. El episodio estaba sanado. Los gemelos tenían su lugar y nosotras estábamos sanas. Nos podíamos ir a casa.

YA LLEGA…

Llevaba unos 10 días con dolor de regla, leve… sabía que mi cuerpo se estaba abriendo.

El parto de Unai, el segundo, me había pillado por sorpresa y cuando creía que el parto estaba empezando, me puse a cuatro patas y nació. A la comadrona no le dio tiempo a llegar y Marcos demostró no solo sus cualidades de Doula si no de comadrona también: supo tranquilizarme ante la inminente llegada de Unai, los dos sólos en el baño.

Por eso con África estaba un poco mosca, decidida a llamar a la primera señal…

La noche del 10 al 11 de febrero, me metí en la cama. La Trujilla (nuestra perrita), en lugar de irse a los pies como siempre, se acurrucó en mis riñones, cosa que en un principio agradecí sobremanera… pero cuando ya llevaba un buen rato Marcos y yo pensamos: ¿Y si me voy a poner de parto y ella lo sabe?...

Dormí como un angelito hasta las 5:00 a.m cuando dos personajillos despeinados irrumpieron en nuestra cama. ¿Qué hacen estos dos aquí? Es algo que nunca habían hecho: los dos duermen como troncos y si se despiertan suelen llamarnos a gritos.

Ibón se durmió al instante entre nosotros, pero Unai dijo que a jugar y a cantar y a bailar y a desayunar…

Así que me levanté. No había visto así a mi hijo nunca, parecía que se había metido una pastilla de éxtasis, y cuando una hora más tarde decidió que teníamos que hacer un portal del belén con los legos grandes pensé: ¿Y si me voy a poner de parto y él lo sabe? Al cuarto de hora noté una contracción intensa, otra a los veinte minutos, otra al cuarto de hora. Eran cada mucho, pero yo sabía que estaba empezando. Desperté a Marcos para que atendiese a Unai. Le dije que me iba a dar una ducha y que había tenido alguna contracción.

Pusimos el dispositivo en marcha. Mientras Marcos encendía la chimenea con Unai y yo esperaba a que se calentase la ducha, llamé a Jero. “¿Voy ya?” me preguntó. “Si, ven ya”. Llamé a los demás: mi cuñado Pichi que se haría cargo de los niños, mi hermano que haría fotos, mi compañera Diana Morán, residente de matrona y amiga, con quien supe que me estaba embarazando… y a las tres madrinas. Eran las 7:15 de la mañana.

Cuando terminé la ducha, Pichi ya había llegado y estaba cantando Campana sobre campana con Unai, Marcos me dijo que iba a sacar a la perra, pero algo me dijo que no, que mejor fuese poniendo la bañera… Yo iba como una autómata recogiendo juguetes de en medio, sacando sabanas viejas, parándome donde me pillaba la contracción y sabiendo que ya no había marcha atrás.

Jero llegó a las 8:00… Con su risa. Creo que eso es lo que recordaré siempre, la risa de Jero… parece que el mundo se parase para hacernos ver que todo está bien.

Se cambia de ropa, su ropa de trabajo zarrapastrosa, como ella la llama. Echo de menos sus mallas punkis. Saca el bolsón de trabajo. Como Ibón está en nuestra cama, me meto en la habitación de los niños casi a oscuras, necesito tranquilidad, no se cada cuanto son las contracciones, pero son intensas. Jero con su dulce voz me dice que si quiero un tacto… lo quiero. Otra contracción. Me cuelgo de la litera de los niños… pasa. Me bajo pantalones y bragas, me relajo. Jero me hace un tacto. “Tienes es el cuello muy largo… jajajaja, que no, que estas de 6 cm y la cabecita está muy bien colocada…” Nos reímos.

Salgo de la habitación y me voy al baño, otra contracción, mi cuerpo empuja, sale la voz desde dentro. Escucho como Jero le dice a Marcos que estoy de 6 centímetros y Marcos le contesta algo así como: “Da igual, va a parir a las 9:00, como a los otros dos… qué iluso, ya son las 8:40…

Quiero meterme en el agua caliente, pero Unai cantando a voz en grito me distrae, así que pido que se lo lleven a la guarde… “aún es muy pronto” me dice Marcos… “me da igual, que se de una vuelta antes con el Pichiiiiiiii, necesito meterme en la piscina yaaaaaaaa”…

Se llevan al cantaor… me da pena porque me encantaría que estuviera para ver a su hermana nacer, pero sé que no puedo con esa energía…

En cuanto sale por la puerta me despeloto, me meto en la bañera y aguanto 5 minutos… me entran tremendas ganas de cagar… Les pido a Marcos y Jero que me ayuden a salir para ir al baño y ya no salgo de ahí… tantas vueltas para conseguir una bañera (la quería para la dilatación, en principio no pensaba parir en ella, pero estaba abierta a lo que sucediera)… y apenas las disfruté un ratín.

El rincón que menos me gusta de mi casa es ese baño, me parece frío, está al lado de la puerta de entrada… pero es mi sino, parir a mis hijos en el baño y a cuatro patas…

Después de cagar ya no tuve descanso, chillaba y chillaba, más que por dolor, por el placer que sentía cada vez que abria mi boca, cada vez que mi cuerpo empujaba… pero yo no entendía nada… Si hace 10 minutos estaba de 6 cm… ¿Qué me está pasando? ¿por qué tengo una contracción tras otra?

Miraba a Jero: “Jero, me duele” “Claro” contestó ella… “Jero la cabeza ya está ahí…”

Me apoyaba en la repisa del lavabo y fingía llorar… eso lo recuerdo, ese ejercicio de llorar aliviaba mis contracciones, pero no salían lágrimas… me pareció muy curioso.

De pronto Marcos hace un ruido insoportable “¿Qué coño está haciendo? ¿No ve que necesito estar tranquila?” y en la siguiente contracción mi cuerpo salta del w.c y se pone a cuatro patas… África va ha nacer y Marcos lo sabía, por eso el ruido: estaba metiendo el cubo de la ropa sucia en la ducha, lo cual estuvo muy acertado porque si no me lo comía, literalmente. Todavía me sorprende cómo fue capaz de darse cuenta, pero claro, es un experto en mis partos… es como si supiera antes que yo lo que va a suceder.

En algún momento que no recuerdo, mi hermano despierta a Ibón para avisarle que África ya va a nacer. Sé que está en algún lugar del baño… ¿Qué pensará de mis chillidos?

Todo el rato me toco los labios, los acaricio, voy notando como África quiere salir… pero su cabeza es distinta de las otras veces… claro, pienso, la bolsa no se ha roto… mi cuerpo empuja y empuja y noto cómo sale su cabeza. Mi cuerpo redondo y desnudo abriéndose a cada instante… apenas un parpadeo y ya estás ahí, queriéndote asomar al mundo… Y yo siento Amor, amor de huesos abriéndose, un Amor que sale de las entrañas, como sale el miedo… Se abrieron los huesos, se abrieron todos los poros de mi cuerpo, se abrió el chillido ancestral… me abrí en canal, te abriste al mundo, sin importar el dónde ni el cuando. Ni el cómo. Ya no querías ser agua y entraña. Querías salir, ese era tu momento y yo, o alguna de mis yoes gritó una última vez…

Y ese dolor no se grava en la memoria, como tu olor… que puedo revivirlo hasta casi tocarlo… El dolor se esfuma con los gritos, se queda volando apenas por encima de nuestros cuerpos…

Estamos a oscuras en el rincón más pequeño de la casa, Jero le dice a Marcos que aguante la cabecita… él haciendo malabares se posiciona… mi cuerpo pide un descanso, no hay más contracciones por el momento, la cabecita de mi niña ya está fuera pero su cuerpo sigue dentro. Al cabo del rato Jero pide permiso para abrir la bolsa y comprobar cómo está África… ésta hace un respingo de nariz y Jero se queda tranquila… Necesito que salga, así que levanto un pié… pero nada, mi cuerpo quiere seguir descansando… Al rato Jero me anima: vamos Paula, África tiene que salir… así que levanto el otro pié… y ahí ya si, África sale de mi cuerpo como un torrente…Y me doy cuenta de que el amor se multiplica con cada chillido…

Y ahí estabas, empujando para salir, convenciendo a mi cuerpo para abrirse a ti, ganándote cada centímetro de mis labios con dulzura y sin pausa… Momentos de mágica sabiduría: la tuya que sabía perfectamente lo que tenía que hacer. La mía, que dejaba que lo hicieses y la de tu padre que supo el momento exacto en el que echaría mi cuerpo hacia la tierra para dejarte salir… La de tu hermano Ibón, que sonreía con mis chillidos, como dando su beneplácito a todo lo que ahí ocurría…

La ponen en la toalla entre mis piernas… La cojo y sólo soy capaz de decir: “mi niña, mi niña”… pero mi niña no reacciona… le masajeo la espalada, sigue sin reaccionar… Todo mi ser sabe que está bien, que nada pasa y miro a Jero tendiéndosela… Jero le insufla un poco de aire y ahí África sale de su letargo… Mi niña bonita… ¿Cuánto dura un instante? Hace tan sólo uno todavía eras sangre de mi sangre y ahora ya estás aquí, entre mis brazos que te frotan para que reacciones, entre los labios de Jero que te dan aliento…

Su cuerpo húmedo en mis brazos, su olor que todo lo impregna… me siento tan bien, tan viva… Son las 9:00 a.m, las campanas tocan a lo lejos mientras cae una nieve maravillosa, poniendo el colofón al nacimiento de nuestra hija.

La envolvemos en una toalla y nos trasladamos al salón… No se en qué momento han llegado Diana y Ali… se lo han perdido. Pichi también ha vuelto de dejar a Unai en la guardería… “ya ha nacido??” Me lo he vuelto a perder… El pobre ha estado en mis tres partos y los tres se los ha perdido…

Colocan cojines en el sofá, toallas, empapadores… todavía me queda el reto final, para nosotros casi más importante que el parto: el alumbramiento de la placenta. ¿Cuánto tardará esta vez? ¿tendremos que usar finalmente la oxitocina? Yo confío, confío en todo. Confío en que saldrá y confío en que si no sale, todo va a ir bien… nos iremos al hospital con una niña sana bajo el brazo y dispuestos a lo que tenga que venir…

Y esa confianza me hace poderosa…

África se engancha a mi teta, sutil… Empiezan las contracciones y yo las acojo con alegría… A las 9:30 nace mi hermosa placenta, hermana gemela de África… con forma de corazón. La placenta que sanará las demás placentas, las de mis dos hijos y la mía propia, tirada en cualquier cubo de una maternidad de los ochenta… Jero se emociona, sólo ellas saben cómo han vivido el tema de mi placenta… cómo estaban de expectantes para que no nos jugara una mala pasada… pero ellas también confiaban, confiaban en mi confianza.

Llega la Pepa , otra de las matronas… “mira que eres rápida, jodía” me dice abrazándome… somos todo alegría.

Ibón vuelve de hacer un muñeco de nieve con su padrino Pichi y al entrar en casa, no resiste la tentación de darse un baño en la piscina calentita… así que si, por fin le sacamos rendimiento: Ibón se pegó un buen baño mientras Ali y Diana me hacían el batido de frutas y placenta… y qué bien me supo! Esta placenta era poderosa en todos los sentidos y la disfruté agradeciéndole todo…

Ese es el momento en que llamamos a nuestras familias: África ya está aquí, acompañada de su placenta intacta!!

Pepa me acompaña a darme una ducha, y mientras me cae el agua pienso en lo bonito que es compartir eso, una ducha, con tu matrona, riéndonos de quien sabe qué… y es que me emociona pensar que estas mujeres que nos han acompañado en los tres nacimientos, siempre, siempre, van a formar parte de la historia de nuestra pequeña gran familia… ojalá mi hija y mis nietos puedan vivir sus partos y sus nacimientos así, con tanto amor y tanta alegría como yo los he vivido.

Después llega uno de los momentos que más me gustan después de los partos: el desayuno, el sentarnos todos alrededor y compartir tés, cruasanes y sensaciones… cada uno cuenta cómo lo ha vivido, surgen mis preguntas que las matronas contestan siempre con sabiduría y cariño. .. tengo a mi hija en brazos, mi hija… que dentro suyo porta los óvulos de quienes serán mis nietos, que apenas hace una hora estaban también dentro de mi, la hija que hará continuar mi estirpe femenina… Me siento feliz y bendecida… Miro a Marcos para tratar de hacerle llegar parte de esto… le quiero tanto.

Echo de menos a Unai. Mi pequeño… qué sentirá ahora? Todo el mundo da por hecho que los hermanos sufren cuando llega un bebé, pero Marcos y yo estamos dispuestos a luchar contra el mundo… Multiplicaremos el amor, los abrazos y los besos… seremos 6 en la cama si hace falta… la llegada de un bebé tiene que ser un gran regalo y así estamos decididos a que lo vivan nuestros hijos…

Los días posteriores los recuerdo en una nebulosa de amor, tranquilidad, familia y entuertos… tu casa, que ya no es tu casa, se duele, no quiere volver a ser el que era sin ti, tan grande, tan todo tuyo, tan todo para ti… escribiendo las frases en cursiva que he intercalado en el escrito, embriagada de una luz potente y maravillosa… Hablando una lengua que sólo tu entiendes, que sólo tus hermanos recuerdan…

No quiero que se acabe esta magia nunca, pero noto cómo se va evaporando… ¿será posible guardar apenas un pedazo para tenerla siempre presente? ¿Cuánto dura este amor que casi duele?... lo siento cada vez que te huelo, olor ancestral impreso en mis propias células, el olor de la sangre y de la carne, un olor en el que yo también he nadado, y mi madre y mi abuela… Quisiera guardarlo para siempre en mi memoria, poder recordarlo siempre con sólo cerrar los ojos…

Hasta aquí la historia de la llegada de África, una historia que desde su comienzo ha tenido una energía muy femenina… la energía de la tierra que llegaba en forma de señales, de las mujeres que han salido a lo largo de este escrito, que nos han acompañado… la energía del amor, la solidaridad, la cura, la paciencia, la dulce espera…

Ha llegado África a nuestra pequeña gran familia para desbaratarlo todo y así juntos poder ordenarlo… para juntar esas energías: la masculina y la femenina y poder aunarlas en una sóla: la nuestra. Equilibrio perfecto.

De nuevo quiero dedicar este escrito a nuestras familias, que nos han hecho ser quien somos hoy, que nos han dejado ser y querer.

A mis compañeras de El Parto Es Nuestro, mujeres y hombres fabulosos que luchan día a día para que las mujeres, sus hijos y sus familias tengan partos respetados. Porque hacen una labor de información tan importante que consiguen que familias como la nuestra vivan experiencias plenas y no sólo un sucedáneo de lo que puede ser la maternidad.

Quiero agradecer también a las matronas de Génesis su confianza y su cariño, una vez más… su reciclarse día a día… nos encanta compartir la historia de nuestra familia con vosotras.

A las madrinas y padrino de África: Amayita, Anita, Ali y Manuel, por quererla tanto, porque habéis sido elegidos con el corazón.

A nuestros hermanos Pichi y Edu, por cuidarnos tan bien. Siempre.

A nuestros hijos: los gemelos que se fueron prontito dejando el sabor del amor que sería algún día, a Ibón y Unai por desear a esta hermanita, por llenar su día de besos mocosos, por habernos elegido.

Y sobretodo, sobretodo se la dedico a mi querido Marcos quien me ha dado las alas para hacer que esto sea posible, que ha confiado siempre… que nos cuida cada día. Por ser el mejor padre del mundo. Por ser el mejor compañero.

Y le miro y tiemblo, las lágrimas apenas me dejan verle… tanto le quiero, tanto le agradezco… cómo sería posible una maternidad tan plena sin él, que todo lo hace fácil… que confía, que se convierte en niño por las tardes para no dejar pasar ni un segundo de infancia…

Y a la PLACENTA…