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La historia de este PVDC

La historia de este PVDC (Parto Vaginal Después de Cesárea) se gestó luego de la innecesaria cesárea que me programaron para que venga al mundo mi hijo mayor hace más de dos años y cuatro meses. Los motivos: Ser madre añosa 37 y 38 años, tener un producto valioso, ser delgada, una circular en el cuello de mi bebe, que la sala de partos y la de cesáreas estaban separadas por tres pisos y claro, mi temor e ignorancia.

Fueron dos los ginecólogos obstetras que nos dieron la misma respuesta: el parto vaginal era un riesgo para mi bebé (que ilusa, en ese momento no se me ocurrió pensar que lo natural era más seguro que una cirugía mayor). Atemorizada por la dramática experiencia de un parto inducido que terminó en cesárea por sufrimiento fetal de mi hermana menor, bajé la cabeza y no busqué otras opiniones.

El resultado: luego de un embarazo hermoso con sesiones de reiki y masajes de reflexoterapia fui a la cesárea tranquila, serena pero triste y preocupada por la lactancia, pues me informaron que pese a estar en la Clínica de la Maternidad de Lima, a mi bebe le darían fórmula mientras no esté conmigo y que yo estaría en recuperación seis horas al menos. Aunque se suponía que estaba pagando por un servicio diferenciado, cuando les informé al personal de la clínica que no quería fórmula para mi bebé me respondieron que a menos que contrate mi propia enfermera eso no era posible.

Ante eso decidí confiar en que mi pareja haría lo necesario para que mi bebé no tomara fórmula y me lo trajera para darle leche materna. Pero las cosas salieron de otra forma. Si bien la cesárea se hizo sin contratiempos y con el consuelo de que mi pareja estuvo presente, los problemas vinieron después.

Mi bebé tuvo problemas respiratorios, cosa común en bebés de cesárea y que nadie me informó. Así que estuvo en cuidados intermedios día y medio, y claro le dieron fórmula. Aunque yo insistía en ver a mi bebé a cada momento mientras duraba la recuperación, me decían que no podía por mi cesárea y porque él no estaba apto para visitas.

Cuando por fin pude verlo la única que me enseñó como colocarme a mi bebé al pecho fue la Sra. de limpieza, el personal de la sala de UCI bien gracias (estaban con sus celulares, cuando a la entrada decía un cartel que estaban prohibidos). Para colmo, les molestaba que quisiera sacar a mi bebé de la incubadora porque lo hacía sufrir por moverle la vía, hasta escuché de un enfermero que mi calostro no servía. Como entenderán para mí fue muy frustrante y me complicó la lactancia más adelante, pero esa es otra historia.

Al final, cuando me dieron a mi bebé me tocó enfrentar una sensación de rabia, impotencia y que no era buena madre por no poder conectarme con mi bebé, que se pasó llorando intensamente durante meses. Ahora entiendo por qué lloraba así, luego de estar solo durante día y medio con esa sensación de abandono y desapego, tenía una herida en su pequeño corazón.

Como se imaginarán no deseaba la misma experiencia para mi segundo bebé y me dediqué a investigar qué podía hacer para que las cosas fueran diferentes. Lo primero: educarme en cuanto a partos luego de cesáreas y segundo: encontrar profesionales médicos que no fueran tan metalizados ni insensibles y que realmente estén actualizados...

«Tienes 40 años, mejor te hago tu cesárea», «Tienes que esperar cinco años para intentar un parto vaginal», «Eso es imposible, el protocolo indica cesárea si tienes una cesárea previa»... Fueron algunas de las frases que me tocó escuchar en la búsqueda de mi PVDC.

Gracias a Facebook comencé a obtener información sobre lo que la OMS decía sobre las cesáreas y la posibilidad de un parto normal luego de una, dos o hasta tres cesáreas. Allí mismo descubrí que no había ninguna justificación para mi cesárea, eso fue duro de asimilar y obvio, me enseñó a ser desconfiada con los médicos y el sistema de salud.

Leí y leí todo lo que pude de la web El Parto es Nuestro, bases teóricas y testimonios, me vi todos sus vídeos relacionados e investigué en otras webs. Mediante el grupo de Facebook PVDC del Perú contacté con un médico de la Clínica Internacional de San Borja que hacia PVDC, lo que me iba de maravillas pues el parto lo cubriría mi seguro. Por ello, deseché la opción de un parto natural en la Casa Pakarii (el factor económico era una cuestión muy importante para mi pareja y yo).

Lamentablemente ese médico fue una decepción, en el fondo no quería apoyarme con mi PVDC, a la primera me sugirió programar una cesárea. Eso me dejó en el aire estando ya en el tercer trimestre de mi embarazo. Yo pensaba pedir los servicios de una doula pero ahora tenía que empezar de nuevo. Sólo que esta vez, ya empoderada por lo que había aprendido decidí que quería un parto natural en casa.

Mi familia se asustó con mi decisión, pero yo había entendido que no podía arriesgarme al control excesivo ni a la medicalización de mi parto, pues eso sí podría generar un incremento del riesgo de la ruptura en mi cicatriz. Así encontré a Nansi Bustamante, una obstetra que aceptó ayudarme. Ella fue mi ángel y me hizo sentir que mis pretensiones eran sensatas.

Mientras, a mi familia, ya le había anunciado que aunque no reciba apoyo yo daría luz en casa, así sea sola, antes que someterme a otra cesárea. Pero una vez más las cosas tomaron otro camino.

Aunque había leído mucho sobre los pros y contras del PVDC no sabía cómo interpretar un informe de ecografía y no me di cuenta, ni el médico me lo informó al ver el reporte, que mi bebé estaba bajo de peso, fue Nansi quién me alertó y me sugirió que hacer.

Sin embargo, yo ya estaba en contracciones de preparación desde inicio de Junio, pero no les había dado importancia pues pensaba que todo estaba bien, pero sabiendo que mi bebé estaba bajo de peso todo dio un vuelco.

El 28 de junio a las 5am. sentía dolores y ganas de evacuar pero no estaba segura de si eran contracciones, llamé a Nancy y me preguntó si parecían cólicos pre menstruales, le dije que sí. Entonces sabiendo que estaba con 36 semanas y días y el bajo peso de mi bebé me indicó que fuera al médico.

Junto a mi padre tomé un taxi y ya iba sintiendo más intensidad en el dolor de las contracciones, se intensificaban en los baches. Llegué a la Clínica Internacional de San Borja pero me dijeron que mi seguro no cubría complicaciones del embarazo. Sorprendida no atiné más que dirigirme al Hospital Municipal de Los Olivos (que era mi plan B en mi plan de parto en casa), para pasar por emergencia. Otro taxi, y entre los baches y el estrés la intensidad de las contracciones seguía aumentando, pero aun no pensaba que iba a tener a mi bebé, suponía que me ayudarían a esperar más días de algún modo.

Luego de pagar la admisión por emergencia esperé más de 30 minutos: el ginecólogo estaba perdido. Mientras lo llamaban (una y otra vez por altavoz) yo no podía estar sentada asi que parada y recostada en la pared las manejaba, mis contracciones seguían y sentí que algo mojaba mi ropa interior, entonces me asusté, pensé ya no hay marcha atrás: ya fui.

Cuando por fin llegó el médico, traía un humor pésimo. Me dijo que me recostara, al quitarme la ropa interior me percaté que era sangre lo que había bajado, eso me causó preocupación. Me hizo un tacto y me anunció que estaba en dos de dilatación con el cuello duro: Estaba de parto. Se molestó porque no tenía ningún análisis y me dijo que nadie iba recibirme así. Yo traía en mi tarjeta de control los datos de las pruebas que me habían hecho y la última ecografía que era de menos de una semana de antigüedad. Además, me indicó que en ese hospital no podían atenderme porque no había atención para prematuros, que me fuera al Hospital de Collique. Lo único bueno que saqué fue su indicación de que podía hacer parto vaginal.

Al comunicarme con mi pareja decidimos que mejor iba a la Clínica Internacional de Lima, dada las circunstancias ya no importaba si el seguro me cubría o no. Sabiendo lo que me esperaba y que no había desayunado, tomé aunque sea un jugo de naranja que era lo único que encontré, quizá no podría comer nada más en adelante. Nuevamente el taxi: más contracciones y dolor, me acordaba de los alcaldes y sus obras viales muchas veces.

Llegué a Emergencias, me negué a usar silla de ruedas pues caminando manejaba mejor las contracciones. Allí me atendió una joven ginecóloga que me hizo otro tacto, estaba con contracciones y dilatación de dos a tres y cuello blando. Le dije que me preocupaba que me hicieran muchos tactos y me informó que la bolsa estaba intacta así que no había riesgo de infección para mi bebé. Me ingresó para parto y buscaron contactar con el médico que había llevado mis controles en San Borja, pero felizmente no lo ubicaron. Aquí ya no pude librarme de la silla de ruedas y empecé a escuchar la frase que me seguiría todo el camino: el protocolo.

Una vez ingresada me gane otro tacto. Una ginecóloga, que dijo que no era la que me iba a atender, sino que estaba haciéndole un favor a su colega. Ella constató que ya estaba con dilatación de tres a cuatro, cuello blando y el bebé estaba bajo. Me informó que la orden era prepararme para cesárea, pero respondí que quería parto vaginal (Aquí me quebré un poco). Ella me dijo que pensaba que sí podía (Eso era todo lo que necesitaba oír para retomar fuerzas y esperanzas, ahora que pensaba que mi bebé podía ser prematuro sabía que nacer vaginalmente haría una gran diferencia para su salud y pulmones), que su colega se alarmó porque le informaron que estaba sangrando.

Escuché el informe telefónico que le dio: el sangrado no era de importancia, y que fácil podía tener parto vaginal, que con tramadol y gravol el bebé iba a resbalar. Ahora sólo quedaba esperar a la ginecóloga responsable.

La sala de dilatación de una clínica dista mucho de la intimidad que imaginé que tendría en mi parto en casa. Cuando la gineco obstetra llegó, me pidió permiso para hacerme un tacto, estaba en cinco de dilatación, cuello blando y bebé bajo. Me dijo que era candidata a cesárea por mi cesárea anterior, a lo que le respondí que quería mi parto vaginal. Me dijo que estaba bien, yo asentí con alivio.

Una obstetriz me dijo que era muy poco tiempo para un parto vaginal, le respondí que el mínimo según la OMS era de 18 meses y que habían casos de madres que lo habían conseguido con solo ocho meses de separación entre cesárea y el nuevo embarazo para parto vaginal. Al poco rato me trajeron un documento donde yo asumía la responsabilidad si algo salía mal debido a mi cesárea anterior, lo firme sin el menor temor.

Luego de ello, me pusieron monitores para el bebé y las contracciones, echada en la cama sin poder moverme. Y claro el protocolo: no ir al baño, no comer o beber, no movilizarme. Las justificaciones: si iba a miccionar o caminaba el bebé se me podría salir, y si era necesario hacer cesárea era mejor no comer, que ya después el parto podría empacharme.

Al poco rato la gineco obstetra ordenó que me pusieran tramadol con gravol por la vía, fue todo lo que me pusieron, además de suero, hasta que terminó el parto. Más tarde, volvió y pidió permiso para otro tacto, y me rompió la bolsa sin pedirme permiso para eso. Sentí mucho dolor y me quejé, pero me dijo «tranquila! Te estoy ayudando!»

Me dejaron para que descansara, entonces aproveché para pedir que mi pareja entrara y me respondieron que ya iba a entrar, pero nada de nada. Creo que me quedé medio ida pero sólo de mi entorno no de mi cuerpo.

Después de no sé cuanto rato regresó la doctora y me hizo otro tacto: ya estaba en 9 y ella dictaminó que era hora de ir a la sala de partos. Quise ir caminando pero nuevamente me salieron con el protocolo, asi que a la camilla.

Allí me esperaba la típica cama para litotomía, creó que entonces empecé a bloquearme. Pregunté si podía dar a luz de pie o sentada o de cuclillas, nuevamente la respuesta: el protocolo no lo permite. Además la ginecócologa obstetra me dijo que ella también había dado a luz así. En ese momento recordé lo de la episiotomía, pregunté si la harían y contestaron que era necesaria, le dije que no la quería pero no obtuve ni un sí o no.

Luego empezó el loquerío, todas me decían cuando pujar (había varias obstetras, al menos todas eran mujeres) y que lo estaba haciendo mal porque a ratos grité. Entre contracciones les pedí varias veces que me dejaran ponerme de cuclillas, que necesitaba la ayuda de la gravedad y nuevamente escuché la palabra favorita de la clínica: "el protocolo no lo permite", "se me va a resbalar el bebé" (yo le dije: yo lo agarro!) pero no hubo forma de persuadirlas. Eso sí en el momento menos esperado me sorprendieron haciéndome la maniobra de kristeller, eso creía al menos.

Después de pujos con resultados insatisfactorios escuché la advertencia de la doctora: el bebé está sufriendo sino lo sacas tendremos que hacer cesárea. En ese momento entre la rabia, el temor y la frustración dije que no. Entonces me insertó una sonda en la uretra lo cual me dolió. Me explicó que a veces la orina no permitía que el bebé saliera, entonces alcance a pensar: pero entonces por qué no me permitieron ir al baño!!!!!!

Cuando volví a pujar me cortó la vagina, eso sí dolió, allí sí que grité por cada vez que me cortó. El único consuelo es que mi bebé salió completo en el siguiente pujo a la 1:08 pm con la correspondiente maniobra de kristeller, esta vez no me quedó duda. Mientras mi bebé lloraba, otra vez me tocó meter mi cuchara, le dije que no quería que le cortaran el cordón tan rápido a lo que la ginecóloga evidentemente exasperada me dijo que no le iba a decir cómo hacer su trabajo.

El neonatólogo me dijo que había bombeado la sangre de lo que quedó en el cordón umbilical. A lo que la ginecóloga añadió que como el bebé estaba con una circular en el cuello había que cortarlo.

Solo entonces dejaron entrar a mi pareja, a continuación el contacto piel a piel, las fotos, la alegría, ya no importó nada de lo que había salido diferente: mi placenta a un lado que no podría reclamar, ni los cuatro puntos en la vagina, ni la maniobra kristeller, claro que no estuvo bien (luego me enteré que a otra chica que también le hicieron cesárea de emergencia sí la dejaron intentar otras posiciones, es evidente que la ginecóloga que me toco mínimo estaba llena e temores, pero al menos conseguí con ella mi PVDC).

Más o menos una hora después me entregaron a mi bebé (le dieron fórmula para que su azúcar se elevara) y yo sentí que con mi imperfecto PVDC había tenido una victoria. Si bien los puntos de la episiotomía me incomodaron para la lactancia y aún hoy siento una pequeña molestia, y todavía me duele en el vientre alto otro poco por la maniobra de kristeller, estoy feliz: mi bebé de 2200 kilogramos se quedó conmigo y contra todo pronóstico no estuvo en incubadora. Me dio pena estar separada de mi bebé mayor de dos años y tres meses por tres días pero ahora eso es pasado. Estamos juntos de nuevo mi pareja, mis bebés y yo. Ah! y el seguro tuvo que cubrir los gastos pues al final tuve un parto normal!