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La historia de Rosa, la llegada de Paula

Paula, 12 de noviembre de 2007

Han pasado ya tres años y medio desde que nació mi hija y esto no lo he compartido con nadie, no como lo voy a contar aquí, ni siquiera con mi pareja, porque explicado de otra forma a mí me queda la sensación de que no termina de entender como me siento.
Era domingo y nos íbamos con mi hermano y su novia a una feria de muebles en Madrid, porque les iban a dar su casa en poco tiempo y estaban viendo como amueblarla.
De camino a la feria casi nos dan un golpe en el coche, aunque yo no me enteré iba distraída como casi siempre, pensando en mis cosas, en mi mundo de embarazada como dice un amigo.
De lo único que me enteré fue que mi hermano dio un volantazo y muchos muchos insultos a tres bandas (mi hermano, mi cuñada y mi novio).
Estuvimos todo el día fuera de casa, vimos un montón de muebles, andamos mucho, nos fuimos a comer, tomamos café, y sobre las 6 de la tarde nos fuimos a casa.
Estábamos mi novio, mi cuñada y yo sentados en el sofá, casi dormidos del cansancio y mi hermano con el ordenador.
Yo estaba como muy incómoda (a día de hoy hubiera estado más al loro de las señales de mi cuerpo, pero al ser el primer embarazo, tampoco sabía cómo interpretar ese “malestar”).
Decidí tumbarme en la alfombra para estirar la espalda a ver si así me encontraba mejor. Estuve igual 10 minutos tumbada pero tampoco estaba mejor. Así que me levanté y… algo empezó a caer por mis piernas. Con calma me fui al baño, vi que era claro como el agua y que no olía a nada. Así que salí del baño y les comuniqué a todos que había roto la bolsa, que me iba a duchar, y que nos iríamos al hospital en breve porque no tenía contracciones (maldita ignorancia, ojalá hubiera estado más y mejor informada, me hubiera quedado en casa o hubiera hecho algo para empezar con las contracciones).

Mi hermano y mi cuñada estaban de los nervios, no paraban de decirme “pero vámonos ya, como que te vas a duchar?? Estás loca?? Vámonos ya!!”. Me duché, y comí un poco de fruta, porque sabía que en el hospital una vez que me ingresaran no iba a comer nada. Mi novio también se duchó, dio un último vistazo a la mochila y la llevó al coche, y yo mientras seguía sin contracciones.
Ingresé en el hospital un domingo por la tarde, a eso de las 7 o 7.30. Ya en la exploración que me hicieron nada más llegar la persona que me atendió me dijo que el bebé no estaba encajado que estaba muy muy alta, que si no empezaba a tener contracciones a lo largo de la noche, por la mañana verían, pero que seguramente sería una cesárea. Yo era primeriza, y cualquier cosa que me hubieran dicho me hubiera valido, ahora es distinto.
Me asignaron una habitación y me subieron, y me tumbaron en la cama… y yo accedí, porque me pareció que era lo correcto, ya que los profesionales me dijeron que estuviera en la cama. Si hubiera sido ahora me hubiera pasado la noche recorriendo el hospital de punta a punta. Me dijeron que comiera algo rápido, porque en un rato me iban a poner suero y ya no podría comer ni beber… otra vez de acuerdo con los que saben.
Me pasé la noche en la cama, “descansando”, puesto que eso es lo que me dijeron que debía hacer, a pesar de no estar cansada, más bien nerviosa.
Por la mañana, sobre las 8.30 vino una enfermera y me puso un enema, a pesar de haber ido al baño a lo largo de la noche, y sin comer ni beber nada. Bastante desagradable la experiencia por cierto. Lo mejor es que a los 10 minutos vino otra enfermera con otro enema, y le expliqué que ya me habían puesto eso, y fue a comprobar que efectivamente así había sido.
A las 9 de la mañana me bajaron a dilatación, seguía sin tener contracciones, así que iban a ponerme la oxitocina y los monitores.
En cuanto me conectaron a los monitores y me pusieron la oxitocina la “matrona” (de las mejores para los médicos y anestesistas; lo peor que me ha pasado a mí en mi vida) me dijo que tumbada todo el tiempo, si tenía ganas de hacer mis necesidades, que también tumbada, tranquila en la camilla, que ya me irían cambiando el empapador, que no me preocupara, pero eso sí, tumbada, y tranquila …
Estuve 10 HORAS en dilatación, todo el tiempo tumbada boca arriba, y conectada a los monitores, sin poder moverme. Recuerdo que me coloqué de lado porque estaba cansada de esa postura, me dolía la espalda, no me encontraba a gusto, no respiraba bien con todo el peso de la tripa, y vino la matrona a explorarme y me dijo que no, que tenía que estar boca arriba… pues ale, yo otra vez boca arriba, porque voy a dudar de lo que me dice una matrona que se dedica a traer bebés al mundo, no?
Cada vez que me hacían una exploración mi pareja debía salir, no se todavía porque, si él me ha visto más veces que nadie desnuda, él no entendía que tuviera que salir, no le daba asco ni impresión ni se desmayó, ni nada, simplemente él estaba acompañándome, y yo tampoco entendía que tuviera que salir cada vez, pero así era “ ale, venga ahora fuera un ratito que la vamos a explorar, luego te avisamos”
Bueno pues yo con las contracciones empecé la dilatación, más o menos bien a buen ritmo, pero mi bebé no se encajaba … eso pintaba mal, si no se colocaba pues al final sería cesárea. Pero yo seguía tumbada hora tras hora…
Pues finalmente, a pesar de haber dilatado completamente, como el bebé no se encajó mi ginecóloga decidió que fuera cesárea.
Y en este momento tengo que parar de escribir porque ya tengo los ojos llenos de lágrimas, porque han pasado 3 años y medio pero me acuerdo cada día, y me duele y me pesa cada día el no saber, el haber accedido a todo esto, aceptar todo como si fuera lo normal…
Bueno pues la cesárea me dolió mucho, muchísimo, y no solo físicamente.
En cuanto empezaron a cortarme ya le advertí a la ginecóloga que me dolía, que me estaba haciendo daño, y ella me dijo que era imposible que tenía puesta la epidural, que no me podía doler. Pues a pesar de la epidural a mí me dolió todo lo que me hicieron. Eso fue la parte física, pero fue peor la parte emocional, me QUITARON a mi niña, me la sacaron de dentro de mí, me la ARRANCARON y la vi dos segundos, porque no recuerdo que pasó después si yo me desmayé o me durmieron, pero yo solo la vi dos segundos, no pude ni cogerla, ni tocarla ni olerla, ni besarla… nada.
Cuando me desperté estaba sola, en una sala con muchas camas vacías, sin apenas luz, SOLA.
Vinieron unas enfermeras que yo creía que me iban a llevar con mi hija, pero no, venían a darme un masaje en la herida, que sé que es absolutamente necesario, y así lo entendí cuando ellas me dijeron que debían hacerlo, que me iba a doler mucho, pero que ya no lo harían más veces. Les pregunté por mi bebé, me dijeron que estaba todo bien y que en seguida me subirían a mi habitación, que estuviera tranquila y descansara un poco… Pues no podía estar ni tranquila ni descansando la verdad, no quería estar allí más tiempo sola, quería tener a mi niña y ver a mi pareja, pero esperé a que vinieran en seguida. Estaba harta de DESCANSAR, joder llevaban 24 horas mandándome descansar.
Pues pasaron 4 horas hasta que me llevaron a mi habitación.
En esas 4 horas vino más gente que había sido operada de otras cosas, se los llevaron. Vinieron otras madres que habían tenido cesárea y se las llevaron… y yo seguía allí, sola y llorando, un detalle del que nadie se dio cuenta. Bueno sí, una chica a la que habían operado de una rodilla y a la que habían puesto a mi lado, se dio cuenta de que yo no paraba de llorar y que cada vez que veía que se llevaban a alguien y yo seguía allí estaba peor, cada vez más angustiada, pero a pesar de que yo lo que quería era ponerme a gritar que me llevaran con mi bebe lo que hacía era intentar llorar lo más flojito posible para que nadie me dijera nada por estar llorando. Pues esa chica llamó a las enfermeras y les dijo que no sabía cuánto tiempo llevaba yo allí, pero que no había dejado de llorar ni un segundo desde que ella había llegado, que igual me pasaba algo, y fue entonces cuando se dignaron a preguntarme si me encontraba bien. Y ya les dije que por favor quería ver a mi hija, que ya no podía más. Y comprobaron que llevaba allí 4 horas y nadie había venido a llevarme a la habitación y fue cuando me subieron.
Mientras tanto durante estas 4 horas mi bebé no estaba con su padre, estaba en el nido, y él estaba solo, mirando al bebé, pero sin saber porque yo tardaba tanto en subir a la habitación, pensando que podría haber pasado algo, porque cada vez que preguntaba le decían que enseguida me subía, pero iban pasando las horas y nadie me llevaba a la habitación.
Por la noche fue una mierda, porque tenía tanto dolor que no fui capaz de darle el pecho a mi hija, lo que me puso más nerviosa todavía. Pero las enfermeras me dieron un biberón con una cosa blanca para que le diera a mi hija por la noche.
Por la mañana fue otra mierda porque empezaron a llegar las visitas, esto no es culpa del hospital si no de mi mala organización, y tampoco podía darle el pecho a mi hija, no lo conseguía. Entonces la enfermera me ayudó mucho diciéndome que si no conseguía darle el pecho me iban a dar unas pastillas para retirarme la subida de la leche y empezar con la lactancia artificial.
Al final conseguí que la habitación estuviera vacía durante media hora, y conseguí que mi hija se cogiera al pecho.
Y no pasa un día en el que no me arrepienta de no haberme informado más y mejor, de haber aceptado todo lo que me dijeron sin cuestionar nada.
Porque la matrona con la que hice los cursos de preparación al parto, a pesar de ser matrona y madre de tres hijos, no nos informó de nuestras opciones, de nuestros derechos, de nada, solo soplar y soplar. Y cada vez que la miro me duele la cicatriz, pero no la que tengo en el cuerpo, si no la que tengo en mi corazón. Porque es una niña preciosa y maravillosa, y nos adoramos la una a la otra, y no me dejaron tenerla, cada día estoy más segura.
El informe médico al alta dice que tras la dilatación completa me practicaron una cesárea por DCP, desproporción céfalo pélvica. Y digo yo que como lo saben si nunca nadie hizo nada por favorecer un parto vaginal, nadie ni ginecólogos ni matrona se dignaron a hacer nada, nadie dio un duro por mí ni por mi bebé, como llegué muy verde pues muy verde me quedé.

Ver el segundo relato aquí