La llegada de O.
Hace dos años ya, dos vueltas al sol, que llegaste a mi vida.
Ese miércoles, 23 de diciembre de 2015 empezamos una maravillosa aventura.
El domingo había sido jornada electoral, y allí nos fuimos a ejercer el derecho a voto, al lado de casa y notaba que estabas nervioso, te revolvías y dabas patadas continuamente. Cumplía ese día las 38 semanas por la FUR, hacía 4 semanas que había ido a hacerme la última ecografía de control porque sospechaban que estabas creciendo mucho y querían verificarlo. Decían que llegarías ya grande, que si 4 kilos largos, queriendo meter prisa. Pero yo les decía: "Yo soy alta y ancha, no me extraña que sea grande, será que va a salir a mi" Al final, la que va a parir soy yo, no usted, amable obstetra varón.
Y llegó el lunes, y una sospecha de fisura de bolsa, visita exprés a urgencias y no es nada más que flujo.
El martes me dedico a hacer nido, y ya esa noche no duermo. Me duele la espalda, no encuentro postura, noto que estás ya muy encajado y ando como un pato con ciática. La noche de cama al baño, hablando contigo, que por favor necesito dormir. Pero no querías.
Amanece, tu padre se levanta muy temprano y yo con él. Me pregunta si he conseguido dormir, y entre neblina difusa le digo que no estoy segura. Desayunamos juntos y el cuerpo me pide una ducha larga y calentita, así que allá me voy y empieza la fiesta de las contracciones.
Ya sola en casa, en la penumbra de nuestra habitación, pelota de pilates y contando contracciones. Cada 10, cada 8, cada 3... Cada vez más sostenidas, y aviso a tu padre.
Llegamos a urgencias a las 10:15, me pasan a monitores y en cuando me colocan el cinto todo se para. Después de media hora sin ninguna, me mandan a consulta y me hacen un tacto. Estaba tan cansada que no tuve fuerzas para negarme. Estando en la 38+3 tampoco desconfié. "Si se ha parado el trabajo, pues no me van a hacer nada, son sólo pródromos" Error.
Me duele, aviso, y me dice que no me ha hecho nada, que no me preocupe. Vuelvo a la sala de espera y necesito ir al baño. Sale el tapón mucoso casi entero. El ginecólogo de guardia está en una cesárea y tengo que esperar para volver a casa.
Y entonces, allí, en plena sala de espera, con mujeres y sus parejas esperando, empieza la fiesta de tu llegada.
Contracciones rítmicas, fuertes e intensas, que hasta me obligan a ponerme de rodillas en el suelo. Tu padre va a avisar a la matrona de guardia, pero aún tardan media hora más en hacerme caso.
Me pasan de nuevo a un box y no puedo sentarme ni estar quieta. Solo bailo, hago mis infinitos como me enseñó Carla, para ayudarte a encontrar el camino, y me preguntan 3 veces en una hora si quiero la epidural. No, no y no. ¿Qué parte no os ha quedado clara? No quiero.
Canto, vocalizo, abrir la garganta abre el canal del parto, mi cuerpo y tú me pedís que no pare. Sé que vienen a "reñirme" dos veces porque pierden tu señal, pero sólo puedo gruñir y seguir a lo mío. Definitivamente he entrado en Planeta Parto. Tu padre quiere colaborar y tocarme o abrazarme y yo le rechazo, no quiero contacto, necesito conectar sólo contigo e interpretar qué me estás pidiendo.
Pregunto la hora y me dice que son 14:30. Noto presión y le pido que llame a alguien, que ya estás listo y empiezo a notar ganas de empujar.
Y a partir de aquí todo son flashes. Sé que alguien me ofrece una silla de ruedas que rechazo. "¿Pero como quieren que me siente si te noto aquí?" Así que me voy andando como puedo a la zona de partos, con un camisón hospitalario que no recuerdo haberme puesto, una vía que tampoco soy consciente de haber dejado que me colocasen y agarrándome a las paredes. Alguien me dice que ni se me ocurra empujar ahí, que espere a llegar a la Unidad de Partos, que tienen que ponerme de nuevo los monitores para escucharte y sólo sé que digo algo así como "dejadme en paz"
Llegamos a la sala de partos y la matrona me saluda y me dice su nombre: A. Hay otra mujer que no sé quién es, no dice su nombre, ni siquiera un hola, sólo sé que quiere ponerme el monitor a toda costa.
Recuerdo intentar que me dejen tranquila varias veces para poder empujar de pie, la mujer sin nombre me dice que así no, que no soy capaz. Insisto varias veces más porque noto como vas bajando y colocándote.
Por tu padre sé que sigo en mis trece un rato y que no quiero subir a esa cama articulada, pero al final cedo.
Al parecer grito mucho y la sanitaria no identificada se asusta, entra una ginecóloga que sí se identifica y me dice que me van a tener que ayudar, que tienes que salir ya. Pregunto qué pasa, si estás bien, me dicen que sí, que no me preocupe. Pero no entiendo nada.
Sé que la ginecóloga me sigue hablando, pero yo le pregunto a A., que le dice a esa mujer algo así cómo que me deje dos pujos más. Escucho algo de usar una ventosa y cortar. Les digo como puedo que me niego, que no van a poner una ventosa en tu cabeza si tan bien estás. Pero insisten y me rindo, ya sólo quiero que llegues y nos dejen solos.
En algún momento ha entrado más gente en la sala, y me siento como un espectáculo, y mal por ti, porque no es esto lo que te mereces.
Alguien que no identifico dice que todos fuera, y me cortan, al menos no usan la ventosa, y llegas tú. Son las 15:31.
Mis manos te reciben, calentito y resbaladizo, como un pececito con los ojos abiertos como platos. Quiero quitarme el camisón y me ayudan. Apgar 9/10. ¿Y tenían prisa por "ayudarte" a salir?
Pido a A. que por favor dejen latir el cordón y que cuando acabe, lo corte tu padre. Ella me enseña la placenta, hermosa y poderosa, y me queda la pena de no haberme llevado papel para estampar.
Te dejan conmigo, pegaditos, reptas buscando mi pecho y das con él.
No nos separan, nadie te toca, sólo tu padre se acerca y te habla, nos miras, te miramos, sonreímos como bobos.
Mientras me cose, A. me pide disculpas, por como me han hablado, por cortarme, ella sabía que yo no quería.
Pasamos 3 horas los tres solos en esa sala que huele a vida, tú desnudo, despierto y atento, y nos vamos en una nube de oxitocina camino a la habitación.
Esa nube, aún nos sigue, allá a donde vamos, y ahí seguira mucho más.