MI EXPERIENCIA DE PARTO, nacimiento de David por inducción
Todo en la vida tiene una parte positiva y en el caso de mi embarazo complicado fue que con la baja tuve mucho tiempo para prepararme el parto. Al mes y medio de embarazo me tuve que dar de baja porque había días en los que apenas podía levantarme de la cama y otros muchos en los que los mareos me imposibilitaban salir a la calle. A partir del quinto mes fue mejorando y el último trimestre, en contra de todo pronóstico, fue el mejor. Tuve mucho tiempo para poder leer y prepararme para el parto y para el cambio vital que supone tener un hijo.
La preparación del parto la hice junto a un grupo magnífico de matronas. El parto siempre me había dado pánico, desde que de muy niña me enteré cómo venían los niños al mundo. Para mí, una de mis grandes victorias personales, que ha marcado un hito en mi desarrollo es haber ido al parto tranquila y empoderada con mi cuerpo y el proceso que estaba viviendo. Recomiendo a todas las mujeres embarazadas que se informen bien y se empoderen con su feminidad, con su cuerpo, con todo el proceso tan precioso y complejo que conlleva.
Hice por otra parte un curso de “Utilización de la voz como recurso en el parto”, donde explicaban cómo usar la voz, el canto y la vibración como herramientas para incrementar la oxitocina en tu cuerpo, con el fin de ayudar a la dilatación y al parto. Creo que es muy interesante cargarte de herramientas para ese momento tan importante que es el parto y una vez allí tu cuerpo te irá diciendo cuales utilizar.
Una de las acciones que realicé al prepararme el parto fue hacer una investigación de los hospitales de la Comunidad de Madrid. Miré los protocolos de varios de ellos y estuve viendo los índices de cesáreas y episiotomías, con el fin de buscar un hospital que fuera lo más respetuoso posible con el proceso del parto, el cuerpo de la mamá y por supuesto con el bebé.
Finalmente cambié el hospital para el parto de la Fundación Jiménez Díaz al Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles, pues su filosofía y protocolos de respeto a la mujer me gustaron mucho. Así mismo teníamos a varias amigas que habían dado a luz allí y nos hablaron de su buena experiencia. Mi pareja y yo también barajamos la opción del 12 de Octubre por su unidad de UCI de neonatos, pero tras hacer la visita en ambos hospitales nos decantamos claramente por el de Móstoles.
David vino 14 días más tarde de la fecha “oficial” de salida de cuentas. Los primeros días de retraso los llevé con bastante filosofía. Si bien las molestias del noveno mes eran muy grandes (y se unía a una ola de calor en Madrid) las hormonas me hacían estar en una nube y estaba tan emocionada por conocer a mi hijo que estaba muy tranquila, sabiendo que hay bebés que necesitan un poquito más para estar listos. Los últimos días, a partir de la semana, ya comencé a estar más intranquila, las molestias se acrecentaban y había un miedo que se crecía día a día sobre la salud de mi bebé. Lo único que tenía ganas era de tenerle entre mis brazos y hacer cuidado activo, protegerle.
Durante esos días me alegré mucho de haber elegido al hospital de Móstoles, pues en la Fundación, por protocolo, la inducción al parto la realizaban a los 7 días, mientras que en Móstoles te daban hasta 12 días (Con revisiones periódicas, siempre que todo estuviera bien, claro)
Tras 12 largos días de espera, viendo que David se encontraba muy agustito dentro de mí y no daba señales de salir, las ginecólogas decidieron realizar una inducción al parto. Hubo una parte de mí a la que le dio mucha pena, pues me había preparado mucho los momentos de dilatación y tenía creadas expectativas de una dilatación tranquila en casa junto a mi pareja. No obstante me tomé la noticia en general con mucha alegría, nunca pensé que tendría tantas ganas de parir!
El día 12 por la mañana me introdujeron prostaglandinas para comenzar con la inducción. Para quien no lo sepa son como unas tiras empapadas en hormonas que te introducen como un tampax . Estas hormonas suelen provocar el parto y se suele usar como recurso de inducción antes de la oxitocina artificial.
Tras la introducción de las prostaglandinas (que no fue un proceso muy agradable, la verdad, me tocó una matrona bastante ruda) fui a una habitación que había libre de urgencias, pues las habitaciones de la planta de nacimientos estaban llenas. Mi pareja y yo pasamos unas 7 horas en esa habitación. No era lo más agradable, pero estábamos entretenidos. Unas 6 horas más tarde, me vino la primera contracción, muy suave.
Sobre las 7 de la tarde nos subieron a planta y entramos en la habitación Lo cierto es que las instalaciones y habitaciones son una pasada. Son grandes, individuales, espaciosas y luminosas. Tienen las paredes pintadas con dibujos muy chulos, un sofá para el acompañante (eso es un puntazo) y un baño estupendo que parece de hotel.
Sobre las 20h comenzaron las contracciones, y qué contracciones! Al ser inducción al parto, las contracciones son mucho más fuertes y seguidas. En lugar de ser olas de dolor, donde el dolor va ascendiendo, toca su cénit, luego baja y tienes un ratito de descanso, estas contracciones eran seguidas, sin apenas descanso y muy fuertes. La verdad es que aluciné del dolor. Me llevé de casa una pelota de pilates y estaba allí sentada cuando entró una matrona para que la acompañara a una sala de monitores para ver cómo evolucionaba. Cuando me dijo que la acompañara pensé que la había entendido mal, pues me resultaba del todo imposible moverme por el dolor. Mi pareja pregunto si había posibilidad de una silla de ruedas para poder moverme, pero se rieron diciendo que seguro que sí podía y que ella había tenido a su segunda hija casi sin epidural. Me hizo sentir vergüenza de mi dolor. Ahora me hubiera gustado preguntarla si fue por inducción, porque los procesos son bastante distintos, es fin.
Me llevaron a una sala para monitorizarme y me dijeron que tenía que estar allí por lo menos una hora. Me tumbaron para ponerme los monitores, pero pensé que me daba algo, porque necesitaba moverme. Tras insistir mucho, conseguí que dejaran a mi pareja traerme la pelota de pilates. Recuerdo que me senté en la pelota y miraba al monitor, con unos picos altos como el Everest que no cesaban. Entonces comencé a cantar a través de la vibración en la voz mientras que me movía en la pelota. Realicé los ejercicios que había ensayado para que a través de la vibración mis glándulas se activaran y segregaran más oxitocina. Estuve por lo menos dos horas en esa sala, cantando alto a través de vibraciones, pidiendo al universo que me diera fuerzas para esos momentos tan duros. Llamé a mis ancestros, a esas mujeres sabias que habían parido, a mis abuelas. Las llamé para que me ayudaran. Entré en una especie de trance. Recuerdo que entraron en un par de ocasiones (una de ellas para ver qué estaba pasando…jajaja, no me extraña, parecía un rito salvaje…). Pero lo cierto es que tras dos horas mi cuerpo aceptó las prostaglandinas y comencé a tener contracciones normales. Fue todo un alivio. Tenía mis picos de dolor pero podía descansar entre contracción y contracción. Comencé a tener un proceso de dilatación normal. Con eso sí podía.
Me subieron de nuevo a la habitación (ya serían las 12 de la noche) y tenía contracciones cada 7 minutos más o menos. Mi pareja iba apuntando las contracciones en una libreta que habíamos llevado. Una cosa que me aliviaba mucho era calor muy fuerte en las lumbares. Pedimos bolsas de agua caliente pero cuando nos trajeron una no estaba muy caliente y no nos apañó mucho. Por fortuna habíamos llevado cojines y una calentador (al ser verano pensábamos que quizá el aire acondicionado estaba muy alto y podíamos agradecer el calefactor, y vaya si lo agradecimos!) Mi pareja iba calentando los cojines cuando se calmaba la contracción (momentos que yo aprovechaba para descansar e intentar dormir) y cuando la ola de dolor de la contracción iba viniendo le decía: “¡Contraccción!” y me ponía a andar (era lo que más me ayudaba) y él me ponía los cojines muy apretados en los lumbares y me seguía. Repetimos esa operación muuuchas veces! Estebamos sincronizados y me sentí muy acompañada por él. Estuve toda la noche con contracciones, que llegaban cada 7 minutos, por lo que todavía nos quedaba mucho. Recuerdo que las matronas nos decían que un pensamiento muy bonito para tener en esos momentos era pensar que con cada contracción estaba más cerca de llegar tu hijo. Es un pensamiento muy bonito, pero lo cierto es que a mí el único pensamiento que me aliviaba cuando estaba en un contracción era saber que iba a acabar. Eso me relajaba mucho, porque realmente el dolor fuerte fuerte dura varios segundos y luego baja de intensidad. Me ayudaba pensar que volvería a estar bien en pocos segundos.
A cierta hora de la madrugada mi pareja se fue a dormir un poquito y y me fui a pasear por la planta para aliviar las contracciones. Intentaba descansar entre cada contracción. Estaba tan cansada que entre una y otra a veces tenía mini sueños. Sobre las 5 de la mañana tenía mucho dolor y probé a meterme en la ducha. Fue una grandísima idea, me alivió mucho el dolor! Desperté a mi pareja para que me echara un ojo, y allí estaba él, sentado en el váter y yo dándome la ducha más larga y con el agua más caliente de mi vida. Creo que estuve 3 horas en la ducha, con el agua a “hirviendo” que me aplicaba en los lumbares durante la contracción.
Sobre las 10 de la mañana del día siguiente nos bajaron a paritorio para hacer una revisión y ver cómo estaba de dilatada. Al bajar y hacerme el tacto vaginal me dijeron que estaba sólo de 3 cm, no me lo podía creer! Allí me dijeron que tenían que ponerme la oxitocina artificial. Les pedí un ratito más a ver si mi cuerpo seguía solo, pero la matrona, tras hablarlo con las ginecólogas, me dijo que tenían que ponérmela ya, así que así lo hicieron. Durante ese rato se me paró el parto y luego volvió, con contracciones cada vez más frecuentes. Cuando me dijeron que estaba de 5 cm avisé a la matrona de que me quería poner la epidural. Había leído el resultado de un estudio que decía que si se ponía la epidural a los 5 cm había la misma probabilidad de episiotomía o cesárea que si no te la ponías, por lo que mi intención era esperar hasta los 5 cm y con bastante esfuerzo lo conseguí. No obstante he de decir que si bien esas horas de contracciones fueron muy cansadas, se podían soportar con el apoyo de mi pareja y descansando entre contracción y contracción.
Cuando me puse la epidural vi el cielo. De repente dejé de sentir dolor y tras tantas horas de dolores caí en el sueño. Le dije a mi bebé que mamá iba a descansar un ratito pero que en sueños seguía con él. Mi pareja también durmió un par de horas.
Al despertar siguieron los tactos vaginales (ya tampoco los sentía, una maravilla) y muy poco a poco iba dilatando. Ya sobre el atardecer el efecto de la epidural comenzó a irse. Comencé a sentir las contracciones, primero de manera suave y cada vez más fuertes. Ahí comenzaron unas horas muy duras. La epidural comenzó a fallarme y yo estaba con unas contracciones enormes tumbada en la camilla, con cables por todos lados sin poder moverme. Cuando comencé a sentir que volvía el dolor avisé a la matrona, que miró todo por encima y no le dio mucha importancia, diciendo que a algunas personas la epidural no les hacía mucho efecto Estuve una hora de dolor muy intenso y la matrona, cuando venía tras mucho insistir apenas decía nada y me repetía ese argumento. Ya me tuve que enfadar y decirle que no tenía sentido que durante unas horas me hubiera hecho efecto y después se me fuera, que debía de hacer un error. Y los hubo, muchos. Por una parte el tubo que te pegan a la espalda a través del cual fluye la anestesia estaba doblado impidiendo que fluyera correctamente. Estaba doblado por varias partes y las fueron descubriendo una a una. Entre cada una de los hallazgos, había que esperar 20 minutos a ver si hacía efecto. Pude estar unas dos horas entre unas cosas y otras. Con muchísimo dolor, agarrada a unas barras metálicas, mi cuerpo temblaba ante cada nueva contracción. Fueron unos momentos muy duros. Cuando parecía que la epidural volvía a hacer efecto se paraba de nuevo por que el gotero que la suministraba daba fallos. No me lo podía creer. Vuelta a los dolores y vuelta a esperar 20 minutos entre cada intento de arreglo. A mi parecer fue una gestión bastante ineficiente y con un pasotismo que me sorprendía ante una persona que está sufriendo tanto. Tras varios enfados por mi parte (aunque intenté ser educada) bajó la anestesista, revisó todo y vuelta a las pruebas. Por fortuna tras varias horas muy malas volvió el efecto sedante y pude recuperar fuerzas para el expulsivo.
A la 1 de la madrugada una de las matronas me informó que ya estaba de 10 cm, por lo que me daban dos horas para el expulsivo pasivo y en dos horas venían a realizar el expulsivo activo. Sobre las 2 volvía sentir que se me bajaba la epidural, pero la matrona me recomendó no volver a “tomar” más, pues podía dificultar el expulsivo, así que así hice. Sobre las 3 comencé e expulsivo y en este caso fue una ventaja sentir un poco las contracciones a la hora de empujar. Me ayudaban mucho y sentía alivio al empujar. Estuve 1 hora y 40 minutos de expulsivo. Al principio me costó un rato saber cómo se empujaba. Yo intentaba hacer los movimientos de empuje del transverso que aprendí en alguna clase de pilates, pero la matrona sólo me decía que así estaba mal, que no estaba empujando bien. Le preguntaba cómo debía empujar pero me decía que no sabía decirme, pero que así no. Esa parte fue un poco frustrante. Me armé de paciencia y dado que lo estaba haciendo mal, le insistía, “por favor, intenta explicármelo, seguro que sabes” y al final me dijo algo muy sencillo que me hizo entender “ empuja desde arriba como si quieras expulsar a niño” y bueno, parece una tontería, pero me hizo focalizar más y empecé a empujar bien. Tuvimos un rato bastante “cómico” porque yo creo que durante el expulsivo tenía algo de fiebre, así que me puse una toalla doblada húmeda en la cabeza y mi pareja de daba chupitos de agua para refrescarme la boca entre contracción y contracción y parecía Rocky en combate, jajaja. El expulsivo, una vez pillado el truco de cómo empujar, me pareció más fácil y me aliviaba, si bien acabé agotada!
Cuando llevaba una hora y pico me dijo la matrona que se le veía la cabecita, y me dijo “si te hiciera una episiotomía ahora ya saldría, pero vamos a esperar un rato” Le dije que sí, que prefería esperar. Ahí me alegré muchísimo de estar en el hospital de Móstoles. A la hora y cuarenta minutos salió David y pude ver su preciosa carita. Fue el momento más mágico y feliz de mi vida y en esos instantes ya me dio igual el embarazo tan malo que tuve, el parto y todo, le tenía entre mis brazos y me sentía la mujer más feliz y afortunada del mundo.
Estaba tan contenta con mi hijo entre mis brazos que apenas me di cuenta de la placenta. Me dijo la matrona que tenía un pequeño desgarro y me dieron 3 puntos. Me dejaron 2 horas en el piel con piel junto a mi pareja y se nos pasaron como si fueran 15 minutos. Fue una delicia.
Los dos días que estuve en el hospital posteriores fueron estupendos, con esas fantásticas instalaciones y con todo el personal formado en lactancia. Muchas matronas vinieron a verme para ver cómo cogía el pecho el niño por si podían ayudarme y me animaban en todo momento. Fueron dos días estupendos. No me quería ir a casa de lo bien cuidada que me sentía.
Fue un parto muy largo, de casi 40 horas, pero que mi pareja y yo lo llevamos con alegría y paciencia. Tuve algunos momentos muy duros, como fueron el pico de dolor de la inducción primera y las horas de fallo con la epidural, si bien el resto del tiempo fue bueno y esperábamos con alegría y paciencia a nuestro hijo.
El posparto fue muy bueno (con los dolores propios del posparto) pero dado el embarazo tan malo que había tenido el poder andar me parecía una suerte y como no la compañía de nuestro bebé iluminaba cada paso.
El embarazo, el parto y el posparto ha sido la experiencia más intensa que he vivido hasta el momento. Animo a las mujeres embarazadas a empoderarse y dotarse de herramientas para llevar lo mejor posible estos momentos y aprender de ellos.
NOTAS A LA EXPERIENCIA DEL PARTO EN EL HOSPITAL JUAN CARLOS I DE MÓSTOLES, MADRID
El proceso de introducirlas no fue muy agradable. La matrona que me atendía era bastante bruta haciendo los tactos vaginales, me hacía bastante daño y también me lo hizo al introducirme las prostaglandinas. Lo cierto es que si bien la experiencia en general fue buena y me plantearía en un segundo parto volver, algunas de las matronas del Hospital Rey Juan Carlos me decepcionaron un poco por su falta de tacto y empatía en el proceso de inducción y en el parto en general. Es cierto que no hubo nada aberrante y finalmente todo salió bien, pero hubo algunos momentos donde parecía que les molestaba si me hacían daño en un tacto vaginal (intentaba no quejarme mucho, de verdad) o justo estaba con una contracción cuando venían a preguntarme algo. Quizá tenía las expectativas más altas con respecto al proceso de acompañamiento, o quizá pudo influir que era agosto y parte del personal habitual estaba de vacaciones, no sé. Lo cierto es que algunas matronas, a mi parecer, les faltó paciencia y empatía. Tengo que decir, no obstante, que por fortuna me encontré con otras matronas con las que me encontré mucho más a gusto (había por ejemplo una en particular que era súper delicada haciendo los tactos vaginales, casi no te enterabas, una maravilla)
Por otra parte he de alabar las instalaciones que tienen, con habitaciones individuales y muy agradables, el baño propio de cada habitación digno de un hotel de 5 estrellas y el sofá donde puede descansar la persona acompañante. En el hospital de Móstoles también permiten poner música (nosotros tuvimos música de yoga y relajante todo el rato) e incluso poner incienso.
El protocolo de actuación en el parto es también muy importante, pues es muy respetuoso y deja más margen a la madre.
La formación al personal sobre la lactancia es estupenda y una se siente muy acompañada. Tras el nacimiento de David vinieron unas 5 ó 6 matronas en los dos días siguientes para ver si se agarraba bien, para darme consejos y animarme. Fue un trato fantástico y cercano, me ayudaron mucho en los siguientes días tras el nacimiento, donde una está tan cansada y con tantas dudas.
En general creo que la experiencia fue positiva y me plantearía volver a repetir.