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Mi parto y el nacimiento de mi primer hijo

Yo no tenía ningún interés en los partos. No me informé de nada. Solo quería que el bebé saliera rapidito y santas pascuas. Los meses de embarazo me dediqué a mirar sillitas, procurar no subir mucho de peso y disfrutar de mi vida sin bebés. Cuanto es mi pesar…Qué ilusa fui…

Mi hijo nació en febrero de 2014 en el Hospital de Cruces en Bizkaia.

Ese día yo estaba muy cansada. Había cenado mucho y me tumbe en el sofá. A las 23.00 de la noche sentí humedad en la ropa interior y un pequeño sangrado. Seguido empezaron las contracciones. No tenía ni idea de que tenía que hacer. Solo di por hecho lo que siempre se hacía: ir al Hospital.

Allí me pasaron a correas y mientras estaba sentada escuchaba las conversaciones de los profesionales que debían tener algún problema entre ellos. Se estaban quejando y semidiscutiendo. Me mandaron pasar y una ginecóloga (supongo) sin nombre me hizo un tacto. Me queje y bufó. Me mandaron a la sala de espera. Al rato me volvieron a pasar al cuartucho pequeño y me hicieron otro tacto. Me mandaron desnudar. Sentí mucho pudor porque había mucha gente. Era una sala pequeñita. Me mandaron poner un camisón.

Me pasaron a una sala y me hicieron tumbar. Me pusieron vías y me monitorizaron. Y ahí me quede con mi pareja pasando las contracciones. La matrona se presentó pero parecía de mal humor o cansada. Llame varias veces porque no aguantaba el dolor. Venían a desgana. Me sentí muy pesada y avergonzada. Sentí que le molestaba pero no aguantaba tumbada el dolor. Ahora sé que si hubiera estado de pie hubiese estado mejor…Ahora sé tantas cosas…

Pedí la epidural y tardaron en venir. Al parecer por lo que escuche había muchas mujeres de parto. Aquí empezó mi terror…No recuerdo la de tactos que me hicieron hasta la epidural. En general mi sensación es que en total fueron muchos. Recuerdo que cuando me pusieron la epidural tenía contracciones y no podía estarme quieta. Me sentía como una niña a la que reñían. Avergonzada.

A partir de ahí dejé de sentir. Me entró el sueño. Me seguía doliendo bastante en un costado y como no me podía mover me subieron la dosis. Me hicieron muchos tactos, constantemente. La matrona cada vez que entraba me metía las manos y parecía que giraba al bebé. Me dijeron que me pusiera de lado. Veía su cara de preocupación y empecé a tener, miedo.

Me pusieron en oxitocina (no me pidieron permiso), recuerdo que me informaron de ellos de forma difusa, como ¨te vamos a poner algo para animar el parto”, pero no lo recuerdo bien. Al rato (no recuerdo los tiempos) me dijeron que ya estaba de parto y que tenía que pujar. En la misma cama tumbada con las piernas abiertas apoyadas en algo metálico. Yo no sentía nada así que no sé qué hacía. La matrona me decía que empujaba bien. Debí de estar así como una hora y me dijo seria que ¨ya llevaba mucho tiempo y que iba a entrar la ginecóloga.¨

Entró la ginecóloga con alguien más (era joven). Debían de ser las 8.00 de la mañana y la puerta la abrían y miraban. Entonces entraron como 3 personas más de rosa que se apoyaron en un mueble que había frente a mí con todos mis genitales al aire y se dedicaron a charlar. Seguido entraron dos personas más con mascarilla y se pusieron a mi derecha al lado de una mesa pequeña o algo así. Nadie se presentó, nadie me explicó. A mi pareja le dijeron que tenía que salir. Sentí miedo, me temblaba el labio, se me iba la cabeza. Quería acabar. Que acabe ya. Venga ya acaba. Ya se acaba. Tenían las manos dentro de mí. Sentía como las movían y giraban. Creo que eran las de dos personas. La ginecóloga y ese alguien más. Yo tenía ganas de vomitar del miedo y del asco. Me sentí marear del terror. De la sensación de sus manos dentro de mi cuerpo tocándome la vagina y mis genitales, viéndome todo el mundo expuesta y sola. La matrona y la auxiliar también andaban por allí. Se hablaban entre ellas y una de las veces la ginecóloga con sus manos dentro de mí me dijo: ¨empuja aquí, como si fueras a hacer caca¨ mientras apretaba con sus manos dentro de mi cuerpo. Creí que me iba a morir, que mi bebé iba a morir. Que era una pesadilla y solo pensaba en que me quería desmayar y pasarlo inconsciente y no enterarme de nada. La cabeza me daba vueltas, sentí que me iba de mi cuerpo y que eso no me estaba pasando. Ahora sé que eso se llama disociación.

Entonces note una presión, como un alivio corporal. Me acababan de cortar. No sé cuánto tiempo tardó mi bebé en nacer pero lo sacaron con ventosa y se lo llevaron en volandas mientras las personas de rosa que estaban frente a mi vagina expuesta aplaudían entre vítores de ¨¡que bebé más grande!”. Sentí asco, miedo y vergüenza. Se lo llevaron a mi derecha donde estaban las dos personas con mascarilla. Creo recordar que el bebé lloraba. Yo miraba a mi derecha y lloraba. Entonces tras observarlo o que sé yo, lo dejaron allí y se fueron. Tiempo después he sabido que es probable que lo tuvieran que reanimar ya que cortaron muy rápido el cordón.

Mientras sentados frente a mi desnudez la ginecóloga y qué sé yo quien, me cosían. Me cosía la persona que digo yo sería un MIR. Bajo las instrucciones de la ginecóloga me cosió, despacio, con las piernas abiertas, sin poder moverme. Recuerdo la sensación de invalidez que sentí con la epidural, de adormecimiento. Sin hablarme.

Creo que entonces mandaron pasar a mi pareja y se sintió muy impactado de ver mi vagina, de ver mi cara de terror y se tuvo que sentar asustado y llorando. Él pasó todo el tiempo frente a la puerta.

Entonces después de todo ese rato cosiéndome se fueron sin más. Me dejaron sola, con las piernas abiertas sobre eso metálico y con la vagina al aire. Nadie se molestó en bajarme las piernas ni en taparme. Como un despojo. Mi bebé a mi derecha, mi marido a mi izquierda llorando y yo impactada y bloqueada, desnuda y cosida, dolorida y humillada. Nos dejaron solos. Entonces entro la única persona que recuerdo con amor y cercanía y me preguntó preocupada qué me pasaba y por qué el bebé estaba allí solo. Me tapó y me bajó las piernas con cuidado. Me lo puso a mi costado y me sentí extraña. No lo sentía mío, tenía miedo y no sabía qué hacer.

Pasó mi madre y entre balbuceos y lloros pude describirle algo de mi malestar. No entendía nada. Yo creía que los partos eran así por lo que ¿de qué me sorprendía? Pienso que mi cuerpo rechazó tanta intervención.

La estancia en el nido no fue mejor. Esa noche llore muchísimo. Quería estar sola, desgarrarme la garganta y llorar y solo venia gente. Mis padres, mi hermano y su mujer, una amiga de mi madre, el padre de mi marido con su pareja y un hermano, unos tíos, una prima…Y mi pesadilla no acababa. Recuerdo que mi bebé no paraba de llorar, tenía hambre. Nadie me ayudada. Entraban me cogían del pezón y me lo retorcían y se lo metían al bebé en la boca. Yo no sabía qué hacer. Estaba rota, físicamente y emocionalmente. Solo quería escapar. Recuerdo que una de las veces vino una ginecóloga con un acompañante a mirar como tenía los bajos doloridos. Vino con otra mujer jovencita. Como de costumbre no se presentó ninguna. Le dije que tenía muchas ganas de hacer caca pero que me dolía muchísimo. No sé cuantas veces pedí durante mi estancia en el nido que por favor me dieran un laxante o algo. La presión de las heces la zona tan dolorida me mataba de dolor. La ginecóloga me dijo que tenía que hacerme un tacto. Me protegí la zona con las sabanas y mis manos y le lloré que no por favor. Me quitó las sábanas enfadada, me murmuró algo y me metió los dedos bruscamente. Rebuscó por dentro. Sentí sus dedos presionando. Me tocó el hematoma. Me dijo que estaba duro. Y allí me dejó. Impactada y dolorida. Que me traerían hielo.

Una de las veces se llevaron al bebé a hacerle no sé qué prueba. Y a mí no me invitaron a ir. Algo del oído. Tengo la sensación de que tardaron muchísimo. Me imaginaba a Ander solo allí llorando. Imagine que se confundían y me traían otro. ¿Sería yo capaz de reconocerlo? Cuando lo trajeron estaba muy tranquilo. Dormido. Me dijeron que les había costado hacerlo porque había mucho viento ese día y Ander lloraba.

Me esperaron unos 16 meses aproximadamente de pesadillas, llantos, sentirme sobrepasada. Comenzar a maternar con tanto dolor físico y emocional se me hizo muy cuesta arriba. Estuve 3 meses con sangrados y con un enorme hematoma en mi vulva, mis nalgas y parte de mis muslos. (Según palabras de mi madre tenía la piel negra como el carbón. No podían andar los primeros días. Me mareaba del dolor. Me apretaban los puntos y me dolía el roce de los muslos) y con una herida emocional tremenda y un vínculo muy complejo con mi bebé que aún hoy seguimos notando ambos, todavía me siento insegura de nuestro vínculo.

Con el tiempo, a lo largo de ese año me iba sintiendo mejor pero los primeros meses yo estaba amargada y triste y él enfadado y lo demostraba llorando y llorando durante los tres primeros meses. No lo sentía mío ni me sentía vinculada a él y me sentía mala persona por estos sentimientos. No podía estar cerca de él y el me demandaba constantemente. Tampoco podía separarme de él. Me sentía en crisis constante. Mi marido atendió gran parte del tiempo al bebé y yo me sentía muy dolida de no poder soportar tenerlo cerca, ni su llanto ni su demanda incesante. Así que di rienda suelta a que todo el mundo decidiera y opinara porque yo me sentía muy insegura. Acudí unos meses donde una psicóloga que no comprendía mi dolor y en ocasiones sentí que se burlaba. Se burlaba de que yo quisiera intentar una lactancia materna. Se sentía atacada porque ella no amamantó a sus hijas y me lo decía con frases como ¨ ¿Qué te crees que por dar pecho a tu hijo vas a tener mejor vínculo que yo con la mía?¨o ¨a ti lo que te pasa es que sientes que es lo último que puedes hacer para compensarle a tu hijo¨…

En mi postparto me hubiese gustado encontrarme con un equipo de matronas en atención primaria que se preocuparan del motivo por el que no fui a las clases post-parto. Me hubiese gustado una matrona que en las dos ocasiones que acudí tras el nacimiento de mi bebé, se preguntara que hacía yo en la consulta sin mi hijo. Que me preguntara por la lactancia. Que al revisarme la vagina, la vulva y el enorme hematoma que tenía en toda esa zona (incluido los muslos), se espantara y me preguntara ¨ ¿Qué pasó?¨.Que me agarrara la mano y facilitara mi llanto. Que en las innumerables consultas de pediatría de los 3 primeros meses por el peso del bebe, la enfermera y la pediatra se interesaran por lo que me pasaba ya que salía siempre llorando (a veces en ataque de llanto) y me derivaran a la matrona para ayudarme con la lactancia. Que la psicóloga a la que acudí no me cuestionara ni me ridiculizara por querer amamantar ni me dijera que lo que tenía que hacer era olvidar

No pude celebrar el cumpleaños de mi hijo hasta que tuvo los tres años. Su primer cumpleaños lo recuerdo bien. Perfectamente. Recuerdo el miedo a recordar y rememorar la tortura y el dolor. Recuerdo ese día, lo que hice, la tristeza. Por esas fechas fue cuando comencé a portearle y lo hice hasta que tuvo los dos años y medio. Fue como un proceso de sanación para los dos. Hasta entonces no me había dejado hacerlo. Era ponerle sobre mi cuerpo y gritaba y lloraba. Me sentía aliviada y orgullosa de llevarle conmigo.

Físicamente no tengo secuelas pero ya no soy la misma, mi vida no es la misma. Esta experiencia me transformó, cambió mis prioridades e intereses. Mis necesidades y mi forma de ver el mundo y de relacionarme con los demás. Me he sentido muchas veces culpable por mi desinformación. Por no pedir que pararan. Por no sublevarme a todos y a todo. Por no ser más consciente de lo que podía pasar. Por ser tan confiada.

Cuando hablo de que tardé 16 meses fué porque en una revisión ginecológica, coincidí con la que es ahora mi matrona. Una mujer empática y maravillosa que mientras me recogía una muestra y yo lloraba le puso palabras a mi sentir y me dijo ¨hay mujeres a las que esto les pasa y como si nada y hay a otras a las que les puede destrozar la vida¨. Me hizo un volante para salud mental. Fui confiada y feliz a la primera consulta ya que sabía que no iba a volver. Lo que yo necesitaba era que algún profesional reconociera mi dolor y le pusiera nombre. Fui a la primera consulta y tras 15 minutos de no conexión y una receta de ansiolíticos que me negué a tomar, no volví.

Y allí empezó mi mayor recuperación y mi obsesión por los partos. El activismo mi secuela. Quiero pensar que para bien aunque a veces ha resultado a nivel obsesivo. Mi no vivir en mi cuerpo y en mis emociones pienso que me llevó a ser y tener el parto que tuve, pero también a caer en un pozo oscuro y misterioso del que tuve que salir renovada y diferente. No sería quien soy, con mucha probabilidad, si no hubiera vivido lo que viví, si mi hijo no me hubiera enseñado este camino de luz.

He tardado mucho tiempo en escribir el relato. Lo he ido haciendo por partes, sin excesivo orden al ir recordando porciones de él, sensaciones. Siento que es un relato vivo, que va aumentando en matices y difuminándose en su esencia según va pasando el tiempo. Esta ha sido la experiencia vital más traumática y transformadora de mi vida a partes iguales. A lo largo de la escritura durante todo este tiempo no he podido evitar llorar varias veces y tener que parar y coger aliento.

“Llevaba semanas con contracciones de preparto. Sabía que en cualquier momento llegaría “el momento”. Deseado, meditado, esperado. Nuestro momento.
Recuerdo que ese día me encontraba más molesta de lo normal ya que las contracciones que hasta ahora eran llevaderas ese día 1 de junio de 2017 me resultaban más molestas. De camino al colegio a por tu hermano me detuve varias veces por pinchazos en el bajo vientre. Algo que llevaba semanas notando y que ya conocía del embarazo anterior.
Me sentía ansiosa, deseosa de que llegara el momento. Era miércoles. El último miércoles con silueta de embarazada. Me acaricie la tripa cubierta por un vestido rosa palo y me saque la ultima foto contigo dentro. Pero yo no lo sabía. No sabía que en unas horas te iba a tocar, oler y acariciar.
No recuerdo que hice exactamente ese día. Resulta curioso porque el último día de embarazada de tu hermano lo recuerdo con nitidez. Recuerdo incluso lo que cene ese día. Recuerdo donde fui, con quien estuve.

Me fui a la cama, le leí un cuento a tu hermano y me dormí abrazada a el. Algo que también sabía que repetiría contigo. Sobre las 0.30 desperté con molestias. En las últimas semanas me había sucedido un par de ocasiones. Me levante y fui a la sala donde estaba Aita. Le dije lo que sentía y que me iba a quedar en la sala un ratito a ver si se pasaba. Pero a la media hora seguía igual así que decidí poner el programa de control de las contracciones del móvil. A la 1.30 de la mañana decidí comentárselo a Silvia, nuestra matrona. Le dije que no estaba segura de sí eran contracciones de parto. Así que acordamos esperar un poquito. A la media hora note que las contracciones eran más intensas y regulares. Estaba de parto. Quedaba poco para conocernos. Avisé a Silvia y se dispuso a prepararlo todo para en una hora estar aquí aproximadamente.

Me sentía entusiasmada y feliz. Deseaba vivir este momento. Deseaba parir, que fuera en mi casa,tranquila,en paz. Deseaba que nos conociéramos así. En soledad pero acompañada. Sin gentío, luces, ventosas, episiotomias ni separaciones. Así que comencé a preparar todo.

Baje las luces para estar prácticamente a oscuras. Cogí la bola de pilates, puse un aceite esencial que había comprado para la ocasión en un quemador y encendí una vela. Saqué unos cartelitos que me habían escrito unas amigas en mi blessingway con mensajes muy emotivos y los repartí por el salón. Saqué una foto del ambiente que había preparado y la envié a unas amigas para comunicarles que “empezábamos”.
El olor a rosas y vainilla llenaba el salón envuelto por una luz tenue. No sabía si nacerías allí pero de momento ese sería “El Centro de operaciones”.
Entre contracción y contracción me pude desnudar. Me puse un top y un collar de cuentas de colores llenos de buenos deseos. No recuerdo que más. Me senté en la bola de pilates y comencé a bambolearme pero no me sentía cómoda. No recuerdo hablar mucho con Aita. Mi cuerpo había decidido que quería estar a solas conmigo misma. Y contigo. Tenía lo que necesitaba.

Las contracciones era más intensas cada vez. Al principio apretaba los labios para pasarlas pero recordé lo que una amiga me dijo. Así que me arrodillé en el suelo, extendí mis brazos en el sofá y comencé a relajarme y dejarme llevar. Con cada contracciones exhalaba aire con los sonidos que mi cuerpo necesita hacer. Al principio escuchaba con inhibicion mi propia voz y su intensidad pero, poco a poco la oxitocina fue haciendo su efecto y me fui evadiendo al planeta parto. Allí estabamos solos tu, yo y mi cuerpo. Estaba centrada en mi cuerpo y en sus sensaciones. Escuchaba si aita hablaba. Recuerdo que no le miraba. No miraba nada. Solo el oído parecía estar conectado con el presente. Mi mente viajaba en ocasiones a recuerdos del pasado parto. Y sentía paz.
Entonces escuche tras de mí una voz dulce “ya estoy aqui”. Entonces, como una ola, las contracciones invadieron todo mi cuerpo. No recuerdo que le dije a Silvia. “Me duele mucho”,”no puedo ” podían ser frases que le dije. Con cada contracción sentia que se me salían las entrañas. Y empecé a sentir como descendía algo dentro de mi. ¡Eras tú! De repente senti como un líquido tibio recorría mis piernas. Me imaginé un río fluyendo entre ellas. Y entonces algo empujaba con fuerza dentro de mi. Era algo imparable, casi automático. Allí no había cabida para respiraciones controladas ni para pujos dirigidos. Me abandoné completamente a mi cuerpo. Me sentía totalmente desinhibida. Mi voz sonaba desde lo más profundo, intensa, con fuerza. Me quité la ropa interior y sentí algo que me quemaba intensamente. Estabas allí. Silvia me dijo que me pusiera de pie. Al parecer se te había quedado un hombro un poquito dentro y ella rápida y majestuosamente le ayudó. Te cogió en brazos, me indicó que me tumbara y te puso encima mío. Estabas exhausto así que te ayudó un poquito mientras te frotaba la espalda y te decía “venga pequeñín”.
Miré a aita que se llevaba las manos a la cara y con un “que cosa…!” mostraba la emoción y el renovado sentimiento de calma de haber tomado la decisión más adecuada para nuestra familia. El también padeció las consecuencias del parto anterior así que este también era su primera vez.
Noté como te enganchabas con dificultad al pecho y por diversos motivos la lactancia no pudo ser posible más adelante.

La placenta tardó poco en salir. Había escuchado que las contracciones para expulsarla eran muy dolorosas. Pero yo lo único que sentí fue como si algo se deslizara hacia el exterior con suavidad. Me volví a tumbar contigo en el sofá y entonces Silvia decidió marchar. Serían las 6.30 aproximadamente.
Tras quedar en vernos al día siguiente con ella, decidí darme una ducha, comer algo y acostarme en la cama. Allí había permanecido tu hermano ajeno a todo lo que había sucedido. Te puse a tí junto con un regalo que había comprado unos días antes en la mitad de la cama. No hizo falta despertar a tu hermano porque ya te encargaste tú con tus ruiditos. Tu hermano se frotó los ojos, se incorporó y con un montón de frases de sorpresa y excitación entrelazadas comenzó su día. “¡Tienes un bebé!” dijo entre toda la retahíla. Te besó y te abrazó y tras hacer lo mismo conmigo bajó de la cama para volver a subir, traerte juguetes…
Recuerdo ese día lleno de paz y calma. Recuerdo el olor, La Luz y el ruido de la lluvia en la calle. Recuerdo el frescor de ese día. Recuerdo no tener miedo y sentirme feliz por la decisión. Recuerdo sentirme fuerte. Recuerdo que ese mismo día sané las heridas de mi parto anterior. Recuerdo dejar de tener miedo.
Siento que mi parto y tu nacimiento fueron un regalo de fortaleza y paz que nos preparó para los meses que vinieron después.
Muchas gracias Silvia.”