Mis partos
Hace casi 4 años viví la experiencia más dura de mi vida, yo siento que estuve cerca de morirme. Tuve un embarazo muy bueno hasta la semana 36, “viviría siempre embarazada” decía. Ahí empecé a tener la tensión límite y cuando llegue a la 37 me ingresaron, y aunque todo lo que me estudiaron fue normal, y no cumplía criterios, me indujeron el parto. Me negué inicialmente y aunque no estaba de acuerdo con el criterio, unos días más tarde, me dejé llevar “por los que saben”… y empezó la pesadilla.
Me pusieron prostaglandinas, empecé con contracciones que llevaba muy bien, no tengo mal recuerdo de ese momento, incluso me estaba quedando dormida a pesar de que las contracciones iban a más, pero enseguida vinieron y me llevaron a un quirófano donde a demás del potro había una camilla. Sin explicarme nada me cogieron una vía, me indicaron que me tumbara y me rompieron la bolsa. Lo viví como una brutal agresión, una invasión sin permiso, un robo de algo que era mío. A partir de ahí no me dieron opción, solo me dejaban estar tumbada quieta en un quirófano con el ruido de fondo de la máquina y los gritos de miedo y dolor (una loca que no quiere epidural, me dijeron). No tenía energía ni para abrir los ojos. Pronto empecé a vomitar y así pasé las 18 horas que duró el parto, nauseosa o vomitando.
Por supuesto, en seguida pararon las contracciones y me pusieron oxitocina sin preguntar, y en aquella postura de la que no me dejaban moverme el dolor era insoportable, así que me pusieron la epidural, me lo recomendaron porque con los picos de dolor aumentaban los vómitos y suponía un riesgo para el niño. Me pincharon 7 veces pero ni lo sentía, ni me inmutaba por lo dolorosas que eran las contracciones, la aguja ni cosquillas. He de decir que poco efecto me hizo, mi vivencia es de haber sufrido una tortura sintiendo un dolor que me desgarraba por dentro.
Pero sí que me debió hacer efecto al final cuando realmente no debía hacerlo porque en el expulsivo no sentía lo suficiente al parecer. Me pasaron al potro y aunque yo pedía cambiar de postura me contestaron “así yo no veo”. Se me iba toda la energía en intentar incorporarme y después del segundo intento de empujón, directamente utilizaron un fórceps. No hubo otra justificación que “acortar el expulsivo”. Recuerdo que una matrona que estaba allí entre otra media docena de personas dijo “has hecho una maratón sin entrenamiento”.
Sangré y sangré, y los días siguientes seguí sangrando una barbaridad… pero nadie hizo nada, salvo decirme “tienes el útero aquí arriba, tú verás”. El niño tuvo un distrés respiratorio, no tomaba… pero en esa situación en la que sí necesitaba intervención y ayuda nadie hizo nada. Nunca olvidaré aquella ginecóloga de la planta, que forma de tratar a las madres, con que desprecio. Entraba a la habitación gritando “los niños a la cuna!”. Llamé muchas veces porque el niño se quedaba dormido y la lactancia no iba bien y llegó una enfermera encantadora a decirme que esa tarde me ayudaría pero no pudo ser porque nada más irse ella me dieron el alta, a pesar del sangrado y de que la lactancia iba mal.
La subida de la leche fue en casa y todo empeoró, llamé a la matrona, no había cita hasta 15 días después. Seguía sangrando muchísimo, tardé 15 días en dejar de marearme al ponerme de pie y poder sentarme más o menos, al mes tenía flato todavía por caminar de casa al ambulatorio. Rehabilitación de suelo pélvico durante mucho tiempo…
Para mi hijo también fue un parto traumático, mi pobre niño, y yo me reprochaba una y otra vez haber permitido que viniera así a este mundo, no haberle protegido. Recuerdo una pesadilla en la que una madre y un niño paseaban dados de la mano por la orilla, llegaba una ola y se llevaba al niño ante impotencia de su madre. .. y por eso no me perdonaba a mi misma tirar la toalla con la lactancia, pero el dolor era insoportable. Y la ansiedad iba a más y empecé con el sacaleches, y me metí en un círculo de no dormir, más ansiedad, agotamiento, y sensación de fracaso. Aunque había ratos de ser consciente de lo que me ocurría, en otros no conseguía no estar triste… Me dolía ver a otras madres felices amamantando a sus hijos, yo no había podido… Un túnel del que me costó salir…
Pero tener a ese hijo tan maravilloso me empujó a otro embarazo tres años después.
Cuando pensaba en el parto estaba aterrada, recuerdo llorar de miedo… Me prometí a mi misma que no permitiría que ocurriera lo mismo. Me dediqué a leer sobre el parto natural, a ver videos, y a confiar en mí y en la naturaleza y a disfrutar del embarazo. Solicité dar a luz en otro hospital más respetuoso.
Pero de nuevo la amenaza, volví a tener la tensión igual, pero esta vez yo estaba decidida a evitar que ocurriera lo mismo, sólo permitiría una inducción si realmente estaba justificado. Allí en cada control había un ginecólogo diferente. Recuerdo ir a un control, pidiendo a mi pareja que me prometiera que no permitiría que me indujeran si no había que hacerlo. Y cuando me hablaron otra vez de inducción me eché a llorar, y me negué, y solicité otra opinión. Y apareció una ginecóloga que dijo que yo no tenía preeclampsia, solo la tensión limite y miedo. Me comprendió y estaré eternamente agradecida, a ella y a la matrona que trabaja con ella en equipo. Desde la semana 38 estaba de2-3 cm, y a partir de ahí fui dilatando poco a poco sin dolor… claro que sentía las contracciones, pero estaba paseando por la orilla, o jugando con mi hijo y disfrutando de lo que es capaz de hacer la naturaleza. Las últimas semanas me encontraba mejor que nunca, que sensación tan bonita, cada cierto tiempo tenía ratos de contracciones, pero era precioso sentirlo. Recuerdo estar en unas marismas mientras el sol me calentaba, oía los pájaros y sentía que la fuerza de la naturaleza en mi. En el último control estaba de 5-6 pero no quise inducción y me fui a casa. El día del parto, 40+6, a las 9 de la noche estaba en la plaza del pueblo en fiestas jugando con mi hijo mayor. Después de cenar sentí que mi hija se movía mucho más de lo normal, y tenía más contracciones, algo molestaban pero no diría que era dolor, le conté un cuento a mi hijo y me quedé dormida abrazada a él. A la 1 de la madrugada me despertó un dolor muy fuerte, desperté al padre para ir al hospital, las contracciones eran muy fuertes y muy seguidas, llegamos al portal y él me dijo que el coche estaba a unos pocos metros pero lo acercaba. Mientras él lo acercaba, en la calle, pero en una urbanización aislada rodeada de monte y de madrugada, tuve una contracción brutal, se rompió la bolsa y sentí una presión y en seguida el bulto de la cabeza que ya quería salir. De pie, sujeté su cabeza y seguido recogí su cuerpecito y ahí estaba mirándome… No tengo palabras, maravilloso, un milagro. Poder vivir esa experiencia ha sido lo más grandioso que viviré en la vida, un regalo de la naturaleza a la que estaré siempre agradecida y en deuda. No dio ni tiempo de asustarme, tenía la certeza de que todo iba a ir bien, instinto. 12 minutos desde que me desperté. La placenta seguía dentro, así que me senté en el bordillo y entonces llegó el padre… al ver mi expresión y mi tranquilidad para él también se esfumó el miedo. Le tapamos con mantas y esperamos a la ambulancia. La placenta salió en el hospital sin medicalización y me explicaron que tenía un mínimo desgarro pero que era tan pequeño que no requería sutura. El posparto fue maravilloso y el milagro siguió con la lactancia.
Tras esta experiencia tengo la certeza de que en las dificultades para lactar hay detrás una madre que está mal, y no se soluciona con técnicas o posturas, se soluciona acompañando a esa madre y empujándole a que confíe en su hijo y en sí misma. Mi hija va a cumplir un año y ambas estamos disfrutando mucho de la lactancia.
No dudo de la buena intención de quien me atendió en el primer parto, creo que es por desconocimiento, miedo a las denuncias, o no cuestionarse formas de trabajar, y estoy segura de que no es consciente del daño que me hizo, por eso quiero contribuir a que las cosas cambien contando mi historia.
Gracias a todos los que me habeis ayudado a que mi segundo parto y posparto hayan sido así. Lo escribo dedicado a todas las madres a las que les han arrebatado la oportunidad de vivirlo.