Nacimiento de Catalina
Desde chica crecí escuchando a mi mamá hablar sobre mi parto, lo bueno que era parir naturalmente y lo lindo de la lactancia (me dio la teta hasta casi los 3 años). Por eso siempre que imaginé la llegada de mis hijos pensaba en parir y nunca se me cruzaba la idea de cesárea. A medida que amigas y mujeres de mi entorno fueron teniendo bebés, empecé a darme cuenta que no era tarea sencilla lograr parto en las clínicas ya que la mayoría terminaban en cesárea. Así, en la semana 7 de embarazo empecé a plantearme lo que quería y a buscar obstetras. En esos mismos días, conocí un grupo en facebook “Para saber con quién parimos” a través de un grupo de mamás de planeta mamá. Ambos grupos fueron un acompañamiento super importante durante todo el embarazo, y junto con el grupo de embarazadas que coordinan las chicas de “Gestando Criando” me ayudaron en esta búsqueda intensa hacia un mejor nacimiento para mi beba.
En esas semanas empecé a leer todo lo que se cruzaba en mis manos sobre nacimiento y parto, y me volví fanática de leer los posteos del grupo, los relatos de partos y mirar videos de partos en internet. Cada día le mostraba a mi pareja un nuevo video, o le contaba un nuevo dato, estaba monotemática pobre, de mi boca solo salían las palabras bebé, embarazo, dilatación, episiotomía, etc. Así fue como saqué turno con unos cinco obstetras de mi nueva cartilla, mi marido me acompañó a cada uno de ellos. Recuerdo realizarle a todos las mismas preguntas ¿Cómo se manejan en el parto? ¿Esperan hasta que semana? ¿En qué casos inducen y cómo es el proceso? ¿Esperan que el cordón deje de latir? ¿Acompañan partos sin peridural? ¿Ponen oxitocina de rutina? ¿Se puede caminar durante el trabajo de parto? ¿El monitoreo es constante o intermitente? De cada una salí decepcionada, pensando que no existía obstetra para mí.
En todo ese tiempo, la idea del parto en casa rondaba mi cabeza, cada vez más fuerte, sumado a que los partos más lindos que veía eran los videos de partos en casa y tenía algunas mamás conocidas del grupo de embarazadas que habían pasado por esa experiencia, así que no me parecía tan loco. A mi pareja al comienzo le resulto extraño, tenía mucho miedo de las complicaciones sobre todo. Yo al revés, tenía miedo de la clínica, nunca había estado internada y me resultaba lo más raro del mundo, estar en manos de “ellos”, no poder irme cuando yo quería, que decidan por mí, que me mientan para hacerme una cesárea y terminar con el trabajo pronto. A pesar de que ninguno de los dos ganaba muy bien, convencí a mi marido de ir a una consulta con Gabriela, obstetra que acompaña partos en casa. Me enamoré de su forma de acompañar a las pacientes, su calidez, el tiempo que nos dedicó y cómo nos respondía a todas las preguntas, algo que nadie había hecho antes. Salimos de esa consulta super convencidos con ella, incluso mi marido y la vimos dos veces más. Pero algo pasaba, por lo que yo no podía imaginarme pariendo en mi departamento, no terminaba de sentirme tranquila con esa idea. Imaginaba los vecinos haciendo ruido (vivo en un PH donde no se por qué pero se escucha todo y encima tengo vecinos que ponen la música super fuerte), el poco espacio de mi departamento y no se parecía en nada a lo que soñaba con la idea “parto en casa”. Por otro lado, empezamos a hacer cuentas y llegábamos a cubrir los honorarios pero nada más, no nos quedaba ni un resto de ahorro para sobrellevar los meses que yo no iba a trabajar por quedarme con Cata. Y ahí entré en la crisis más grande de todo el proceso. Empecé a sentir realmente mucho miedo, porque habíamos decidido no seguir adelante con el parto en casa pero a la vez no teníamos plan B.
Una tarde leo en el grupo una chica que cuenta que consultó en el Hospital Británico con el obstetra Juan Pablo, y le recomendó una partera que acompañaba partos menos intervenidos. Y saqué turno. La primera consulta decidí dejar de lado toda la amabilidad y el protocolo y le comenté de mi situación, le dije que esa consulta era para decidir si Cata nacía allí, que necesitábamos hacerle algunas preguntas que para nosotros eran definitorias. Por suerte respondió todas y salimos de la consulta como nunca antes, aliviados, con un sentimiento de seguridad y confianza. La verdad no había sido afectuoso, pero sí empático, fue honesto, nos dijo “el parto es como vos quieras, nadie va a obligarte a nada” y lo sentí así, me dio plena seguridad. Había dos cosas que no podíamos cambiar: el parto es en la camilla, y con suero desde el ingreso en la clínica. Todo lo demás eran intervenciones que íbamos a evitar a no ser que sean estrictamente necesarias.
Durante todo el embarazo no sentí ninguna molestia, ninguna contracción. El último mes me costaba caminar porque sentía mucha presión en la pelvis y cansancio de piernas, pero nada más. Desde la semana 37 empezaron los monitoreos semanales, luego de cada uno Comas me veía y en la semana 38 me pregunta si quiero que me haga un tacto, a lo que accedo porque estaba super ansiosa. Me dice que el cuello esta blando y con 1cm de dilatación, lo cual me pone muy contenta ya que el cuerpo estaba trabajando. En el próximo monitoreo, seguíamos igual, yo había tenido algunas contracciones de Braxton, y había empezado a perder el tapón mucoso, pero nada más. Era la semana 39 y ya estaba muy ansiosa y todo mi entorno también. Le consulto sobre la inducción, y le digo que quiero esperar lo más posible. Él me explica que el hospital sólo le permite esperar hasta la semana 41, pero me alienta a que esté tranquila que aun faltaba mucho. Yo empiezo con estas “recetas” que circulan en la web, tener mucho sexo, caminar mucho, etc. También usaba una pelota de pilates que me prestaron, para moverme un poco y ver si ayudaba a avanzar el proceso.
Llega la semana 40 y su mar de emociones, alegría de sentir a mi beba tan bien, de que ya estaba a punto de conocerla! Y miedo a la inducción, a la cesárea, angustia, llanto.
El día 19 de noviembre (40+3) tenía turno con el obstetra. La madrugada del 18 me costaba dormir, tenía más insomnio que siempre, pensaba en “la charla” del día siguiente sobre la inducción. Vimos una película y mi marido se durmió. Alrededor de las 3am empiezo a sentir unos dolorcitos, pequeñas molestias como menstruales. Decidí intentar dormir, pensando en que serian falsa alarma. Pero no. Las molestias empezaron a ser más frecuentes, y como acostada me dolían más, decidí levantarme, ir al comedor, sentarme en la pelota, poner la música que siempre escuchaba para conectarme con mi beba. Con luz baja, le hablaba con la mente, le pedía que siga trabajando para nacer, le decía que no tenga miedo, que mamá iba a acompañarla. Esas fueron las horas más mágicas del trabajo de parto. Comencé a tomar el tiempo de las contracciones, eran cada 7, u 8 min, luego se fueron haciendo más frecuentes, cada 5 min y más intensas. En cada una de ellas me ponía en cuclillas, me sentaba en la pelota, caminaba, respiraba profundo y me imaginaba a mi beba empujando, la sentía. A las 7am después de 2hs de contracciones cada 5 min, decido escribirle a Vangi, la doula que me acompañó en todo el proceso en el grupo de embarazadas “creo que estoy en trabajo de parto”. Intercambiamos un par de mensajes que me dieron fuerza, me alentó a quedarme en casa todo el tiempo posible, a comer algo que me de energía y me mandó mucha luz. Desperté a Matías, ya estaba con bastante dolor, y empiezo a impacientarme, ya que él se pone muy nervioso. Llama a la partera, y María le dice que me tome una buscapina, me recueste y llame en 2hs. Me tome la buscapina y no me recosté, porque acostaba eran insoportables. Le pido a Mati que me llene la bañera, justo no andaba el calefón, se pone a calentar ollas de agua, y yo no doy más de los dolores, así que me meto con poquísima agua. Los dos nos ponemos nerviosos (él se enoja porque se me cae su celular al agua) y yo empiezo a sentir que en el agua se me espacian las contracciones y me da miedo que se frene el trabajo de parto, decido salir. Cuando salgo, empiezan a ser más seguidas, cada 3 min, esperamos un rato más, comí algo de helado y una banana. A las 10am llamamos a la partera nuevamente, nos dice que aguantemos lo más que podamos (sabía que quería estar en casa lo más posible), pero a las 11 ya no daba más. Fui al baño e instintivamente me tacté y sentí algo duro, así que como no sabía cuánto faltaba preferí ir a la clínica.
Cuando llegamos ya eran las 12, subimos al área de maternidad y nos estaba esperando María. Instantáneamente me sentí en paz, y nos volvió la tranquilidad a los dos. Me realiza un tacto y me dice que tengo 5 cm de dilatación (que para mí era poco, quería llegar más avanzada) pero me alienta y felicita, porque la beba está muy baja y ubicándose en el canal de parto, solo faltaba que avance la dilatación. La residente que me revisa con ella me alienta también y me pregunta si quiero la epidural, le contesté que mi idea era evitarla, pero que sentía bastante dolor. Me dice que el anestesista estaba allí porque había muchos partos ese día (después me entero que habían sido 11) así que la podía pedir más adelante.
María me hace un monitoreo (fueron solo 3 intermitentes en todo el trabajo de parto) todo estaba muy bien. Charlamos, nos reímos, yo estaba feliz de poder estar haciendo mi trabajo de parto espontáneamente. Pasamos a una habitación individual. Me cambio y una enfermera me pone un suero limpio. Luego, nadie más vino a molestarnos. Maria y mi marido estaban conmigo en la habitación, acompañándome silenciosamente, hablando cuando yo lo pedía, todos escuchábamos la música por mi celular. Comas pasa por la habitación, me saluda muy contento, me alienta a seguir tranquila mi TP, me dice que la parte más difícil en cuanto a dilatación ya había pasado. Yo sigo haciendo cuclillas, caminando, me siento en el inodoro. A las 14hs ya las contracciones eran cada 1min aproximadamente, así que María me propone hacer un tacto, para sorpresa de todos ya estaba con 9cm y medio de dilatación! Mucha alegría, los dos me decían cosas lindas, Maria le muestra a mi marido que se asoma la cabecita de Cata y que faltaba muy poco. Yo empiezo a sentir que no doy más, le pregunto si ya era tarde para la epidural, me dice que sí, que no falta nada, y me ofrece ponerme un calmante en el suero, acepto. La verdad no sé qué fue, mucho no me calmó, creo que fue más un mimo, un pequeño “placebo” para darme fuerzas. Yo empiezo a sentir ganas de pujar y parada me empiezan a molestar más las contracciones, no las aguantaba, la partera me sugiere ponerme recostada del costado izquierdo, abriendo las piernas para hacer espacio al bebé y me dice que si tengo ganas de pujar vaya haciéndolo despacio, así la ayudo a acomodarse. Mientras la partera se va a cambiar y a preparar la sala de partos, yo le digo a Mati que no daba más, que nace ahí, y en un pujo rompo la bolsa, y llamamos a María. A sala de partos! Mati se va a cambiar, me llevan en una silla de ruedas porque no toleraba estar parada. Cuando entro se me sale una sonrisa inmensa, estaba tan dolorida como feliz, feliz de que llegó ese momento, feliz porque iba a conocer a mi beba. Me acuesto en la camilla, abro las piernas (por suerte me las sostuvieron a las barandas porque me temblaban mucho) y Comas me dice que está todo genial, que ve la cabecita de mi beba y que puje cuando quiera. Eran las 15hs cuando ingresé, hice unos 4 pujos, nada de lo que me “enseñaron” en el curso de preparto me sirvió, no podía sostener la fuerza, eran desordenados e instintivas, pero mágicamente lo estaba haciendo bien. La última contracción demoró un poco más en llegar, Comas me esperó, y salió la cabecita y el cuerpito de mi bella Catalina. El obstetra me dice que la agarre, me la pone en el pecho, no pude más que besarla y decir “qué chiquita es”! Esperaron que deje de latir el cordón, mientras nos sacaron una foto a los 3 y luego se fue con el papá para los controles. Expulsé la placenta y lo primero que pregunte fue si me había cortado, a lo que me dijo “yo no, pero tu beba un poco”, así que me cosieron unos 3 puntitos externos, que me dolieron más que todo el parto. Salimos de sala de parto los 3 y desde ese momento nunca más la separaron de nosotros, todos los controles a ambas fueron en la habitación, nos trataron de forma excelente todas las enfermeras y puericultoras, todas me felicitaban, las residentes, mi obstetra, no podían creer que hubiera hecho el trabajo de parto con esa tranquilidad. La teta fue algo natural, solo tuve un par de grietas que se curaron prontito.
Hoy sigo diciendo que me hubiera gustado volver a vivir ese día, para disfrutarlo mucho más sabiendo que todo salió tan bien. Las contracciones son como dicen, olas que vienen y van, dejándonos tiempo para recuperarnos entre una y otra, sabiendo que nos acercan el encuentro más preciado. Hoy no puedo dejar de mirarla y agradecerle, sigo pensando en el trabajo inmenso que siendo tan chiquita hizo para nacer, yo sólo estuve ahí para acompañarla, acompañar el dolor y dejarla pasar hacia el mundo…
“Es tan cierto eso que dicen, que una mujer consciente no deja de revisar y revivir su parto en cada vez que lo relata, cada vez lo recuerda… Hoy a casi 3 años del parto de Cata, con más información pero sobre todo más empoderamiento y con la reglamentación de la Ley 25.929, no dejaría que me acuesten: hubiera luchado por mi derecho de elegir en qué posición parir. También pediría que la vía no me la coloquen de no ser absolutamente necesaria y también pondría más acento en respetar la primera hora de mi bebé (que se lo dejé conmigo piel con piel y posponer las vacunas, siempre y cuando no haya ninguna urgencia de salud que atender)”.